Son las cuatro de la mañana. Podrías decir que el alcohol ha hecho estragos si alguna de tus neuronas no estubiera bañada de cubata. Ha sido una suerte encontrar este bar, la otra opción era barra americana, tatuajes y hombres tan machos que solamente se fijaban en los músculos de otros hombres machos. No es que fueran gays, eran solamente demasiado masculinos.
Estabas tratando de pegar los morros a la siguiente copa y pensando en que mañana te toca aliento a perro muerto en vez de muertos en camilla cuando una persona te toca el hombro amablemente.
Te giras. Un joven de unos veinticinco años te tiende una blackberry.
- Disculpe señor, creo que se le ha caído. Y parece que le ha llegado un correo. -
La coges con un gracias enfangado y la miras. La verdad es que nunca en tu vida has tenido un cacharro de estos. Cuando levantas la mirada para buscar al joven ya no está. Con un encojimiento de hombros vuelves a la agenda electrónica. Menudo aparato, debe costar una pasta. Entonces caes en la cuenta del remitente del correo. Señor Verdad.
Es La Orden.
Lo abres y tratas de enfocar las borrosas letras.
Maravillosas noticias, tiene usted reserva en un avión para Wahington dentro de dos horas.
Parece que la resaca va a ser realmente insufrible.
Miro mi reloj las cuatro de la mañana! y pienso y deseo que la noche no termine ya que lo estoy pasando realmente...cojonudamente!
Me aparto un poco de mis amigos para pedir en la barra, momento que aprovecha u tipo para darme un de esas maquinitas tan de moda. Sin entender nada leo un mensaje que aparece como recién enviado.
La Orden
Miro a mis amigos
Se acabo la fiesta
¿Qué haces, maleta y desmugramiento, vas directamente, alguna otra cosa...?
Me despido de mis amigos con un breve adiós y excusándome con que me duele la cabeza.
En camino la calle con la intención de coger el metro para así llegar a un mi casa lo mas pronto posible.
La estación esta solitaria pero no me importa. Tengo suerte y el metro pasa casi en el momento que yo llego.
Entro y nada mas hacerlo me acomodo en uno de los asientos cerca de la puerta.
El viaje es todo lo incómodo que puede ser un trayecto nocturno por los túneles del metro de la ciudad: suciedad, adictos al crack tirados por el suelo, un atraco a mano armada apenas a dos metros... Lo de siempre, o amas la ciudad o la odias, aunque quizá no te hayas decidido todavía.
Por fin en casa, tu reducto de paz.
Llego a mi casa y lo primero que hago es quitarme los zapatos.
Voy directo a la ducha y después de un rato bajo el agua me dispongo a dormir.
una vez en la cama y como cada noche saco una foto mía y de mis padre de debajo del colchón y me duerme viéndola.
Si te duermes perderás el avión.
La alarma de mi reloj suena.
Solo han pasado 20 minutos pero estoy descansado.
Me levanto me visto y salgo a la calle con la intención de ir a la calle en busca de un taxi que me lleve al aeropuerto.
A pesar de que en esa zona de la ciudad parece que nunca hay taxis de noche acabas encontrando uno. Italoamericano, hablador y curioso no para de preguntarte por todo, pero afortunadamente se responde a si mismo la mayoría de las veces, así que es soportable.
Una vez en el aeropuerto todo es más sencillo. Con la orden siempre es así al principio, sencillo. El resto ya veremos.
Primera clase, película pasable y comida mejorable, en general un buen vuelo. Una vez en tierra te sientes un poco maltrecho, pero las siestas te han permitido recuperar la compostura. Dios bendiga los mullidos asientos de los aviones americanos. Te buscarán como asesor de seguridad, decía el mensaje. A por ello.
Una vez en la entrada de la terminal ves la furgoneta. Elegante, aerodinámica, negra, cristales tintados y un hombre con uniforme de chofer sosteniendo un cartel:
Asesor de seguridad
Te ve aproximarte y parece reconocerte.
- Señor Strunker, si no me equivoco. Encantado. Pase dentro, por favor, el señor Flipperovich está ya con nosotros. -
A pesar de que en esa zona de la ciudad parece que nunca hay taxis de noche acabas encontrando uno. Italoamericano, hablador y curioso no para de preguntarte por todo, pero afortunadamente se responde a si mismo la mayoría de las veces, así que es soportable.
Una vez en el aeropuerto todo es más sencillo. Con la orden siempre es así al principio, sencillo. El resto ya veremos.
Primera clase, película pasable y comida mejorable, en general un buen vuelo. Una vez en tierra te sientes un poco maltrecho, pero las siestas te han permitido recuperar la compostura. Dios bendiga los mullidos asientos de los aviones americanos. Te buscarán como asesor de seguridad, decía el mensaje. A por ello.
Una vez en la entrada de la terminal ves la furgoneta. Elegante, aerodinámica, negra, cristales tintados y un hombre con uniforme de chofer sosteniendo un cartel:
Asesor de seguridad
Te ve aproximarte y parece reconocerte.
- Señor Strunker, si no me equivoco. Encantado. Pase dentro, por favor, el señor Flipperovich está ya con nosotros. -