Partida Rol por web

Fading Suns - Soles Exhaustos

En los desiertos de un lejano planeta llamado Ningunlugar

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22/11/2013, 00:29
Director

Cuando la gente visita Ningunlugar normalmente lo hacen por su inquietante gárgola. Situada en unas antiguas ruinas de una raza ya extinta, que dejó atrás los portales de salto, la gárgola sobresale bestialmente entre dichas ruinas. La arena la cubre, pero rápidamente se aleja del lugar como evitándola.

Dicen que la Gárgola de Ningunlugar te muestra el futuro.

Verdad o mentira, aquel hombre no visitó la estatua.

La tienda de campaña se podía ver a lo lejos, sobre un pequeño montículo de pura piedra amarillenta. Danzante agresivamente por la tormenta que estaba por llegar, anclada en la arena sin dejar de moverse, pero sin permitir que la desplazasen del sitio. Se acercó con la mano en el rostro hasta que, al llegar a la puerta de la tienda de campaña, un enorme Vorox le detuvo el paso. Tras intercambiar unas palabras que solo ellos escucharon, el hombre se adentró en la tienda.

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22/11/2013, 00:37
Anciano

Vaya... es la primera vez en mucho tiempo que recibo visita... ¿Tú también te sientes atraido por los rumores?

El anciano sonrió y negó con la cabeza, como si tratase de decir que todos los visitantes de Ningunlugar, que recorren más de tres saltos hasta este inhóspito lugar, no tenían ninguna esperanza en encontrar lo que ansiaban: una visión de su aciago futuro.

Solo debes caminar unos pocos kilómetros hacia el sur. Encontrarás ahí las ruinas... No te puedo decir cuantos kilómetros son, hijo...

Mentira, si los sabía. Los sabía perfectamente.

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22/11/2013, 00:45
Hombre pálido

Parecía un vagabundo. Desde sus ropajes, a su forma de andar y su apariencia. De cabello blanco y algo de barba. Cubierto de arena desde la cabeza a los pies. Negó en cuanto el anciano le recibió con esas palabras. Ni siquiera sonrió, como si no tuviera ganas de hacerlo.

Se arrodilló y mencionó unas palabras que dejaron al anciano algo descolocado. El hombre le buscaba a él, no a la gárgola. De alguna manera se había enterado de los milagrosos poderes del anciano, podía leer el futuro, al igual que la estatua bestial.

El viejo sonrió. Por primera vez, también en muchos años, alguien había ido a su morada en busca de sus poderes. No pudo negarle su petición.

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22/11/2013, 00:47
Director

Cuando el anciano agarró la mano de su visita, la tienda de campaña se agitó con cierta agresividad. Como había hecho siempre, pero en esa ocasión fue distinta. El silencio se hizo, y el centelleante sol del exterior se apagó. Todo oscuridad, menos la hoguera de la tienda de campaña.

Al cabo de unos minutos que se antojaron largos, el vidente abrió los ojos. Lo que vio no le gustó.

Aquel joven despertó en una nave antigua, abandonada a la deriva del frío espacio durante años. Como un recién nacido que da sus primeros pasos por el mundo, vagó por el imperio del hombre, buscando respuestas. El futuro que se le presentaba era... sin duda... desconcertante.

Un trono alado, él sentado sobre dicha silla. A sus pies centenares y centenares de nobles, eclesiásticos y gremios. Mostrando sumo respeto. Pero todos... todos ellos con una característica sin igual. Todos eran esqueletos. Figuras esqueléticas con todos los accesorios de su status. Relucientes en sus huesos, como si esos mismos esqueletos se hubieran lavado antes de presenciarse ante el emperador.

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22/11/2013, 00:53
Anciano

No tuvo más remedio que irse. No podría sacar nada más de aquel vejestorio.

Cuando el muchacho volvió a perderse en el horizonte abstracto de Ningunlugar, el anciano salió para acompañar al Vorox. Su fiel guardaespaldas. Le preguntó que había visto y como siempre había hecho, no se lo dijo. El Vorox rugió disconforme, y como siempre había hecho... le respondió:

Le conté lo que quería escuchar...