De vuelta al puto trabajo. Eso fue lo que pensaste cuando te llamaron los de La Asamblea para requerir de nuevo tus servicios. Los servicios de uno de los mejores. Por una época lo dejaste todo. Una fuerte cicatriz se te marcó después de un brutal encuentro durante las Guerras del Emperador, que participaste como soldado. Ahora... bueno, necesitas dinero.
Un pequeño vaiven y la nave corregía su rumbo. Un transporte enorme, repleto de cargamento, cajas, comida, armas... cualquier cosa que le hiciera falta a los gremios. Entre esa carga estabas tú. Ese era tú único pasaje. Debías tragarte el orgullo y seguir trabajando.
La verdad es que acudiste sin pensártelo pero... tendrías que haberlo pensado mejor.
Estación espacial de La Asamblea. En algún lugar entre Ligaheim y Grial.
La nave comenzaba a anclarse en la estación espacial. Era una chatarra enorme, bien reparada y construida por los Carroñeros, para La Asamblea. Fue una buena cooperación. La edificación orbita un planeta de islotes, excitantes playas y junglas densas. Toda una imagen, bella y elegante, ensombrecida por el hecho de que es necesario un equipo de respiración para poder sobrevivir.
Tenías la intuición de que te harían bajar al planeta. Quizás esclavos fugados... recuperar algún cargamento... asesinar a alguien... Nunca se sabe, aunque los trabajos siempren eran del estilo.
Cuando la nave por fin aterrizó, la compuerta se abrió y ante ti viste una enorme habitación, un hagar más bien, repleto de quemaduras en el suelo por los chorros candentes de los propulsores estelares. Cajas de acero aquí y allí, obreros de la estación paseando, trabajando. Tuberías de combustible, cables... un desorden y un caos que sentías atractivo.
Te habían citado en un pequeño bar cerca de los hangares.
Interpreta un poco ;)
Me estiré un poco al salir por la compuerta. No había sido precisamente un viaje cómodo. Había dormido en sitios peores. Pero eso no lo hacía agradable. Golpeé un par de veces con el tacón de la bota contra el suelo del hangar. En parte para asegurarme de que aquella chatarra no se caería a mi paso y en parte para celebrar el pisar un suelo. No firme, pero al menos más tranquilo que una nave espacial. Los viajes no me eran desconocidos ni mucho menos, pero siempre tenían sus peligros.
Como acto instintivo, revisé la munición de mi pistola. Aquello para mí era como abrigarme cuando hacía frío. Si llegaba a un lugar nuevo, lo primero que hacía era asegurarme de que no tendría sorpresas desagradables. Aquellas armas eran mi punto de anclaje al mundo. Mi forma de comunicarme con él. Aquello era lo último que me había dicho aquella chica... ¿cómo se llamaba? Ya casi nunca pensaba en ella. De toda la perorata justo antes de abandonarme, esas palabras eran las únicas que recordaba.
Sacudí la cabeza para centrarme en lo que tenía entre manos. Tenía que dirigirme en un bar cercano... y decidí que lo mejor era encaminarme allí. Si llegaba demasiado pronto, seguro que encontraba alguna forma de regar el tiempo de espera. Así que opté por preguntar a alguno de los estibadores cómo llegar al local.