Partida Rol por web

Algarrobo miro a sus compañeros y dijo mientras salía del lugar.
-Pues, ¿vamos o estaremos quietos a que el tiempo pase?-dijo impaciente

-Yo, si me lo permiten...- dice el joven bardo, estirando las piernas y caminando hacia la salida -...ire a preparme antes de la partida, ¿Quizas nos podamos reunir en la gran puerta de roca?, por favor no salgan sin mi, los vere ahi en maximo una hora...- despues hace una reverencia despidiendose del Gnomo -Prometo buen señor, traer noticias, malas o buenas, pero noticias al fin y al cabo...- después se gira hacia Susana y dice -Parece ser que la aventura nos hará acompañarnos mutuamente por un rato mas compañera, por ahora la despedida será corta...espero- y haciendo reverencia a sus demás compañeros, sale de la habitación silbando una tonada muy animada...

Scio sabrá encontrarnos luego.

Había salido sin quedar en realidad en ningún sitio. Susana no podía aportar al tema de la druídica más que el haberle caído bien a un reducido grupo de dríadas que habitaban en un bosque cercano a su ciudad. Cambió el peso de pierna mientras retenía el nombre de Viento Albo en su memoria de bardo.

- Algarrobo tiene razón, deberíamos irnos ya, no entretengamos a Krimlin más de lo necesario -parecía que tenía muchos papeles a los que atender. Lo miró con decisión-. Confíe en nosotros, traeremos noticias -le guiñó un ojo azul.

Noticias, quizá. Pero dudo que les podamos traer de vuelta vivos.

Ulisha le hubiera preguntado muchas cosas más a Krimlin: sobre la extraña criatura del bosque, sobre sus dos amigos, sobre la ruta comercial, sobre los bandidos, sobre su dios e incluso sobre el templo. En el Yunque del Martillo no había rocas y la madera escaseaba. Allí hacían las casas con ladrillos de arcilla y paja secados al sol. El druida no acababa de entender cómo eran capaces de levantar unas piedras tan grandes como las que utilizaban las ciudades de los hombres, y el gnomo parecía suficientemente culto para poder contárselo.

Pero le incomodaban las prisas de sus acompañantes. Parecen que tienen hormigas dentro de los calzones —pensó, irritado.

Levantó la mano a modo de despedida y esperó a que salieran todos antes de imitarlos.

Algarrobo se retiro silenciosamente hacia la plaza central.

Susana salió al patio exterior, donde se encontraban los pequeños, y esperó a sus compañeros, mientras observaba la ruidosa jauría que las matronas debían controlar.

No sabía distinguir si la sensación que le provocaban los huérfanos era de compasión o de incomodidad, quizás una mezcla de ambas. Sujetaba su lira con ambas manos, como solía hacer cuando no se sentía cómoda. Sin embargo, desconocía las distracciones que podrían tener los niños en ese lugar, y parecía que si esa caravana no llegaba pasarían una mala temporada. Finalmente, sus pensamientos le llevaron a una matrona, que se encontraba de espaldas:

- Disculpe, ¿le importaría que tocase algo para los niños? Puedo contarles algunos cuentos que estoy segura que les encantarán.

Pensó que la mujer se lo agradecería.

- Khumara, Algarrobo, Rhima-Ulisha, creo que me quedaré aquí un rato. Supongo que nos veremos donde dijo Scio, a no ser que os queráis quedar también.