BY SYD
Hijo bastardo de un señor feudal Europeo venido a menos, asesinado tras una disputa territorial, partió a liberar Tierra Santa como caballero Templario, en busca de nuevas riquezas con las que restarurar el señorío de su padre. Su hermana pequeña, Fátima, de la cual nunca se separó en su niñez, fue llevada por él a un convento en tierras balcánicas, a fin de que estuviera segura. Tras experimetar el sabor de la sangre en interminables escaramuzas y batallas, hastiado de luchar por una causa en la que no creía realmente, e indignado ante la imposibilidad de encontrar fondos y apoyos dentro y fuera de su hermandad para regresar a su antiguo feudo, fue en busca de Fátima. La echaba de menos.
Cuando llegó al convento, protegido arriba, en un risco. Preguntó a las hermanas por Fátima; había muerto en circunstancias extrañas. Insatisfecho y destrozado, su vida dejó de tener sentido. Así, sin más. No tenía dinero, ni demasiados apoyos. Pasó allí la noche, velando el cuerpo de su hermana.
A la mañana siguiente un mensajero fiel le trajo una horrible noticia: había sido declarado desertor y hereje. No podría volver a Jerusalém, o al menos, no como caballero, pero sí como asesino...no tenía nada, y precisamente por eso ya no tenía nada que perder.
BY Jorgen_de_Benet
El sol se pone en la ciudad de Jerusalén, la población comienza a guarecerse en sus viviendas en busca de la protección y el calor del hogar. La oscuridad empieza a apoderarse poco a poco de la ciudad, como si el mismo demonio anunciara la llegada del Apocalipsis. Las pequeñas lechuzas comienzan a abandonar sus nidos en busca de un trago que llevarse a la boca.
Las campanas de la Iglesia de Santa Ana empiezan su particular concierto. “Es el momento” me digo a mi mismo, mientras cubro mi rostro con una capucha.
Me encamino hacia la puerta de la iglesia con paso firme pero cuidadoso, no es bueno levantar sospechas. La puerta no se me resiste demasiado, y consigo colarme sin que nadie se percate de mi presencia.
Tengo ante mí una de las mejores vistas de todo Jerusalén. Los rayos de la luna se cuelan entre el pequeño ventanal abierto encima del altar, e impactan directamente sobre el mármol,este produce un brillo celestial que ilumina parte de la basílica. Pero no tengo tiempo para esto, he venido a trabajar, quizás cuando el trabajo finalice podré venir a observar esta obra construida con la mano de Dios.
Mi objetivo en cuestión se debe encontrar ahora mismo en la sacristía, sino me equivoco, posiblemente pasándolo “bien” con uno de sus fieles más jóvenes. Es el momento perfecto para atacar, ahora la presa esta muy distraída. Continuo mi camino hacia la parte trasera de la iglesia procurando hacer el menor ruido posible.
La brisa exterior se mezcla con los gritos y clemencias de un niño que provienen de detrás de la puerta. Mi hombre parece que esta atando a ese pobre chiquillo en contra de su voluntad, pero esta será la última vez que lo haga, esta plaga será exterminada...
Fuerzo la puerta con sigilo y penetro en la habitación, mientras los ojos del niño me miran pidiendo clemencia. Mientras, dejo que mis dos pequeñas cimitarras salgan silenciosamente de sus envaines, y que se deslicen hasta llegar a las palmas de mis manos. Una vez allí agito suavemente mis manos hacia las dos pequeñas velas que iluminan la sala. De una pasada corto ambas velas y la habitación se queda totalmente a oscuras. Aprovechando el recorrido de mis brazos desde los candiles y girando mis muñecas golpeo con la empuñadura de ambas armas la cabeza de mi objetivo, que se desploma y produce un sonido sordo al impactar con el suelo. Corto las sogas que retienen al niño y dejo que se escape sin verme tan siquiera un ápice de mi rostro.
Instantes después ya tengo a mi presa como yo quería, atada y con la cara mirando hacia el altar. Esta no es mi forma de actuar, normalmente del primer estoque la victima cae al suelo sin tan siquiera poder llegar a verme. Pero en este caso voy a hacer una excepción, no creo ni siquiera que se lo merezca pero yo lo necesito, esto es una venganza personal.
Poco después el monje se despierta aún un poco sobresaltado.
- ¿Dónde estoy? ¿Quién se supone que eres? ¿Acaso no sabes quien soy? – El monje intenta darse la vuelta hacia donde yo estoy pero sus ataduras se lo impiden.
-Vayamos por partes hermano, ¿Acaso no reconoce la iglesia a la que, según usted, tantos beneficios ha aportado?, pues obsérvela bien, pues esta será la última imagen que vea antes de descender a los infiernos. Continuando con sus preguntas le diré que soy un viejo conocido suyo, aunque quizá no llegue a acordarse de mi, ¿me equivoco Abad Alfonso?, o mejor dicho Hermano Antonio como antaño se le conocía. ¿No se acuerda de la tragedia de aquel pequeño pueblo donde enseñaba la palabra de Dios, no hace ni dos décadas?
El silencio se hace presente una vez más mientras que espero la contestación por parte de mi querida victima.
-Ehhh –Dice el hombre titubeando– No puede ser, deberías estar muerto, tu eres ...
- ¡Ni se te ocurra mencionar mi nombre! o aceleraré el proceso de tu muerte mucho antes de lo planeado – el nerviosismo se hace palpable en mí, pero no debo perder los nervios, no ahora que la recompensa está cercana ya – Pero bueno parece que ya empiezas a recordar, ¿no es así?. Hoy por fin es el día en el que veré cumplida mi venganza después de tantos años, y todo gracias a la manía que tiene desde hace muchos años de abusar de niños indefensos...
- ¡Eres el mismísimo diablo! Deberías haber muerto hace mucho tiempo, deberías cumplir por lo que le hiciste a tus propios padres. ¡Asesino! ¡Hereje!, esas son las únicas palabras para definirte – El monje hace acopio de todas sus fuerzas para seguir articulando palabras, pero en verdad, su dolor de cabeza empieza a ser cada vez más fuerte, y sus fuerzas flaquean por momentos.
Me empiezo a reír mientras noto como en mis venas empieza a hervir la sangre.
- Mis padres se merecían la muerte y mucho más. Sabían lo que hacías conmigo, y lo que has hecho con otros tantos niños, y su respuesta se limito a mirar hacia otro lado. Hasta que llegó el día en que mi rabia explotó y les hice pagar por todo lo que no hicieron por mí. Y, sabías que el siguiente en mi lista serías tu, verdad?. Por eso escapaste de allí en cuanto te enteraste de lo que pasaba, por eso te cambiaste de nombre y te viniste hasta aquí. Pensaste que nunca te encontraría, que serías capaz de olvidar todo aquello ¿verdad?. Pues por lo visto no es tan fácil como tu te creías. Ahora pagarás por todos tus pecados.
De los ojos del Abad comenzaron a salir unas tímidas lágrimas que caían gota a gota sobre su hábito.
-Ya lo entiendo, tu eres el fantasma del que tanto se habla. El famoso asesino que tiene en vilo a la mayoría de los altos cargos de la iglesia. Eres el famoso “fantasma templario”, ¿no es así?. Y dime, ¿Para quien trabajas?. ¿Para los hermanos del temple? ¿O quizás para los hassasshin?
- En un sentido amplio se podría decir que para ambos. Desde que salí desde mi pequeño pueblo hasta llegar aquí, he tenido numerosos jefes, entre los que se encontraban como tu bien dices los hermanos del temple, y por supuesto los Nizaríes, y muchas sociedades secretas, pero en verdad, ninguno de ellos respetaba a Dios como se merecía. Ahora trabajo para el mejor postor, aunque suelo escoger como victimas a la escoria de esta ciudad, la gente que utiliza la religión para aprovecharse de los demás, como es tu caso. Pero desde hace un tiempo solo tengo un verdadero jefe para el que trabajar: Dios. Él me ayuda y me guía, haciendo de mí su arma para acabar con la injusticia de este mundo.
- ¿Cómo puedes asegurar que eres un arma de Dios? ¿Tú? ¿Un asesino?, permíteme que agote mis ultimas fuerzas en reírme de esa afirmación. Dios nunca se fijara en un hereje como tú, ¡Nunca!, ¿Me oyes?, ¡NUNCAAA!
- Es inútil que grites, nadie podrá oírte, y aunque alguien lo hiciera, dudo mucho viniera en tu ayuda . Así que, ahora reza conmigo antes de que llegue la hora de tu juicio final.
Comencé a rezar el padre nuestro, el abad, como muestra de fé, comenzó a rezar al mismo tiempo...
Ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte y líbranos del mal...Amén
Cuando las últimas palabras salían de mi boca, deslicé uno de mis brazos hacia mi bota y cogí un pequeño cuchillo que tenía guardado.
El silenció se vio roto por los gritos de clemencia de aquel pobre bastardo, pero no era el momento de lamentaciones, no era yo el que debía de juzgarlo, sino el Señor. Pasé mi mano alrededor de su cuello y rasgué su cuello. La sangre inundó el altar, como en un sacrificio. Mi sacrificio a Dios por ayudarme día a día...
Silencio.
Los rayos de la luna siguen entrando por el ventanal y reflejándose en el altar, que ahora ilumina la sala con un suave tono rojo.
Mi corazón recupera su ritmo normal, el sudor deja de caer por mi frente, y por primera vez, desde hace mucho tiempo, una sonrisa se vislumbra en mi rostro.
BY goncho100
“Ángel de la muerte” nació en la ciudad de “Nombre ciudad”. Hijo mayor de 6 hermanos, 4 varones y 2 mujeres. Proveniente de una familia sumamente pobre. Su padre era un simple herrero que hacía trabajos menores, nunca se destacó entre los de su oficio. Su madre, una mujer que se dedicaba a criar a sus hijos lo mejor que podía mientras trabajaba de lo que podía en forma momentánea, a veces limpiaba ropa, otras veces hacía de cocinera, pero nunca se quedaba con un trabajo fijo. Vivían todos en una pequeña casa, durmiendo amontonados como podían, compartiendo colchones y frazadas. En el fondo tenían un pequeño jardín en el cual tenían una vaca que lograron comprar con el sudor de todos los días y unas cuantas gallinas.
Desde chico que “Ángel de la muerte” ayudaba a su padre con el trabajo, era un buen aprendiz, siempre dispuesto a ayudar. Además de eso, cuando no iba al taller ayudaba a su madre a cuidar a sus hermanos menores. En sus tiempos libres, se escapaba de la casa y se juntaba con sus amigos, la cuadrilla estaba conformada por 7 niños de la misma edad. Generalmente jugaban a un juego en el que uno era el noble comerciante adinerado que tenía esclavos y los hacía hacer trabajos duros con castigos corporales. Otro juego que les gustaba mucho era la lucha con espadas de madera, uno de los niños era hijo de un humilde carpintero, quien le hizo una espada a cada uno. Pero también eran traviesos, y les robaban a los comerciantes, varias fueron las veces que los agarraron y les dieron una gran reprimenda, sin embargo, eso los motivaba para seguir haciéndolo, especialmente a “Ángel de la muerte”. Este joven había sido impuesto como líder del grupo, casi siempre era él el que elegía el juego, esto era porque él era el más rápido y ágil del grupo, además siempre que había problemas con los niños más grandes era él quien los defendía, muchas fueron las veces que se agarró a las manos con mayores y salió triunfante. Tenía una buena reputación entre los jóvenes, le llamaban el “niño sin miedo”. A pesar de eso, no le gustaba buscar problemas, pero sabía defenderse cuando querían abusar de sus amigos y hermanos.
Siempre fantaseó con tener grandes fortunas, teniendo banquetes y muchas esposas, caballos y camellos, joyas, libros, y todo tipo de bienes materiales. Siempre se preguntaba por qué le había tocado la vida que llevaba, por qué él no podía ser como cualquier comerciante, como cualquier noble, como cualquier príncipe. Por dentro, y aunque lo negara, le tenía un odio inmenso a su padre, odio por ser un simple herrero y no un comerciante. Sabía que su padre no tenía otras posibilidades y que hacía todo para su familia, pero sin embargo la impotencia que sentía era infernal.
Fueron pasando los años y “Ángel de la muerte” cada vez se cuestionaba más y más su vida, ya era un joven de 15 años; sano y fuerte. Desde que era un niño, la muerte lo rodeaba. De sus amigos, sólo quedaban 3, el resto había muerto por enfermedades. Lo mismo que sus hermanos, 2 de los varones y 1 niña fallecieron por una peste. Ya no se juntaban a jugar como lo hacían antes, ahora cada uno dedicaba todo su tiempo al trabajo, ya eran adultos y tenían que mantener a sus familias. Sus 2 hermanos eran ya buenos herreros y su hermana había sido comprada como sirvienta por un noble.
Inevitablemente llegó el día en que su padre falleció, no por una enfermedad, sino que ya le había llegado su turno, los últimos 3 años, permaneció en la casa, acostado en su lecho de paja. Ese fue el detonante del joven, no tenía intenciones de terminar como su padre, no tenía intenciones de morir siendo un pobre, no tenía intenciones de ver la vida pasar mientras su gente más cercana moría de hambre y de enfermedades. Ya era hora de cambiar las cosas, de terminar con la marginación. Así fue como empezó una nueva vida. Dejó a sus 2 hermanos encargados de su madre y de la casa y partió en búsqueda de reconocimiento y de fortunas.
Así fue que partió de su hogar en búsqueda de trabajos. Lo primero que consiguió fueron trabajos como cuidador de caravanas comerciantes, defendiéndolas de ladrones y saqueadores. La paga no era muy buena, pero siempre tenía asegurado un techo donde dormir, comida y además se entrenaba en el combate. Era muy bueno en eso, y los rumores corrían rápido, eran muchos los comerciantes que recurrían a él para hacer entregas importantes. Todos sabían que las rutas eran peligrosas y era fundamental un buen centinela para que la mercadería llegara a destino. A medida que pasaban los meses el joven iba haciendo entregas cada vez más y más importantes. Era eficiente en su trabajo, mataba cuando tenía que matar con una frialdad envidiable, no preguntaba cosas innecesarias a sus clientes, no se metía en los asuntos que no le incumbía, no le superaba la curiosidad y abría los paquetes para ver que contenían, en fin, hacía el trabajo como debía hacerse.
Pronto esos trabajos le resultaron aburridos a “Ángel de la muerte”, añoraba más, la ambición le superaba. Ganaba bien, pero él quería más, no se conformaba con lo que tenía. Nuevamente las oportunidades le llegaban, un día, cuando el muchacho ya tenía 16 años a punto de cumplir los 17, un comerciante lo llamó para tener una audiencia con él. Sin dudarlo fue, esa podría ser su oportunidad para ascender en la sociedad. El señor “AAA”, le propuso un trabajo un tanto especial, y este era el de asesinar a otro comerciante. Había escuchado acerca de él y pensaba que era el hombre indicado para hacerlo. “Ángel de la muerte” se negó, pero el hombre le insistió y le dio unos días para pensarlo. Finalmente “Ángel de la muerte” aceptó el trabajo y lo realizó perfectamente, la paga fue excelente, había ganado en un día lo que ganaba en meses. “AAA”, totalmente conforme, lo contrató como su guardaespaldas y le consiguió unos cuantos trabajos más del mismo estilo. Rápidamente recaudo la plata necesaria como para comprarse una casa, ropas, y alimentarse en forma decente.
Así comenzó su nueva vida como asesino, era uno de los mejores en su profesión y con el tiempo fue adquiriendo nuevas técnicas y mejorando su destreza. Finalmente dominó el arte del sigilo, sus víctimas no se daban cuenta de su presencia hasta el último momento, pero ya era tarde para hacer cualquier cosa. Recibió varios apodos “El acechador”, “Cazador nocturno”, “La sombra”, pero el que más le gustó fue el de “Ángel de la muerte”, adoptándolo como su nuevo nombre. Ya no reconocía su antiguo nombre, eso era cosa del pasado.
Un día, cuando volvió a su hogar para darle dinero a su familia y que no tengan que trabajar más, se encontró con que todos habían muerto, una epidemia había acabo con sus vidas. Desde ese día, que borró todo tipo de sentimientos y toda su vida pasada, ahora sólo quedaba el presente.
BY Horus
Porqué...
Esta era la pregunta que escapaba a su acero, esquiva e inalcanzable. En otras ocasiones no habría sido tan relevante, pero esta vez su intuición le decía que sería distinto... Muy distinto.
Porqué el Príncipe? Que habíais hecho, majestad, para ganaros un enemigo tal, que decidiese hacer el sacrificio, de correr el riesgo, de llegar hasta el Anciano y señalaros como objetivo? O acaso habría sido el propio Anciano, como parte de su propia visión para la consecución del equilibrio, la paz y la libertad en Tierra Santa?
El Ángel se mantenía estático entre las almenas, el único movimiento era el suave aleteo del bajo de su sobrevesta blanca. Mantenía la capucha bien calada, para evitar deslumbrarse con el sol y para poder observar el patio de armas de la fortaleza teutona.
Porqué...
El cambio de guardia llegaba. Los agerridos y duros caballeros extranjeros se desprendían de cascos, espadas y escudos para poder descansar unos instantes. Su lengua, tan grave, profunda y llena de palabras duras, sonaba sumamente desagradable a oídos del Ángel. No les entendía... No hacía falta.
Porqué...
Su objetivo era el castellano de la fortaleza. En breve aparecería por la poterna de la torre este, mientras se producía el cambio de guardia. El Ángel cerró los ojos y visualizó la disposición de los guardias, sus movimientos y sus rutas de escape. Contó una docena de latidos de su corazón y se dejó caer al patio de armas. Aterrizó con la gracilidad de un gato y el ruido de una hoja. Nada más tocar suelo, rodó a la izquierda y recostó la espalda contra unos barriles. Se cubrió con una sobrevesta teutona que incluía una capucha parda.
10... Se incorporó y avanzó hacia la porterna, en diagonal, sin tocar a ningún caballero en su movimiento.
9... Se detuvo y contó media docen de la tidos de corazón, tras eso giró a la izquierda y se apartó de la ruta que tomaban dos caballeros que llegaban para el relevo.
8... Avanzó caminado entre los teutones, en silencio, orientándose siempre según sus espaldas.
7... El Castellano apareció, emergiendo de las sombras de la torre a través de la poterna junto a dos caballeros que le escoltaban.
6... El Ángel metió la diestra bajo la sobrevesta y sus dedos palparon, con reverencia, casi adoración, dos largos estiletes arrojadizos que sujetó entre los dedos.
5.. Dos centellas aceradas volaron desde la diestra del Ángel mientras, en un mismo movimiento, se desprendía de la sobrevesta teutona con capucha.
4... La zurda giró y de la muñeca, bajo la palma, nació una vez mas la mas letal herramienta de su arte, una afilada cuchilla retráctil.
3... De dos rápidas zancadas llegó junto al Castellano justo cuando uno de los escoltas empezaba a derrumbarse, muerto con un ojo perforado por el dardo arrojadizo. Tuyo sea el don de la misericordia, Castellano. El Angel susurró al oido del Castellano mientras la zurda hundía la cuchilla entre las costillas y perforaba un pulmón.
2... Assassini, susurró una vez mas al ya moribundo Castellano. Un grito. Una maldición. Una espada fue desenvainada. Una sombra blanca se perdió en las sombras de la torre este.
1... Estático entre las almenas mas occidentales de la fortaleza, oculto y abrazado entre las sombras, el Ángel observaba como el miedo hacía sucumbir a los aguerridos teutones. Una sombra había caminado entre ellos y había asesinado a su Castellano ante sus propios ojos.
Porqué...
La pregunta volvió a nacer en su mente, una vez había terminado su trabajo. Pues por grande que fuese la duda, mas férrea era su voluntad y se dominaba para ser infalible.
Algunos dicen que soy una herramienta. Pero no es así. Una herramienta no tiene conciencia, control ni voluntad propia para realizar sus objetivos. Debía tener voluntad, fuerza y perseverancia mas allá que cualquier otra persona, pues si no fuese así haría tiempo que habría caido bajo las espadas o bajo la negra losa de la desesperación.
Pero... Porqué el Príncipe? Qué había hecho?
Continuaba planteándose estas dudas, este dilema pues si no lo hiciese solo sería una herramienta... y él era el Ángel de La Muerte. Descenció de las almenas y se perdió por las calles de Acre, oculto por el gentío, abrazado por las sombras.
Porqué...
BY Serian
Su nombre es Alfonse. Era el hijo de una pareja de mercaderes Franceses que viajaban de ciudad en ciudad vendiendo y comprando todo tipo de mercancías, aunque de aquello apenas guarda ya recuerdos. Cuando tenía 10 años la caravana de mercaderes a la que pertenecía su familia atravesaba las tierras de un Barón francés con el que tenían un trato, cuando fueron atacados por un grupo fuertemente armado. Alfonse se escondió en la caravana asustado mientras la guardia de la caravana y los propios hombres de esta luchaban, pero no se enfrentaban a un grupo de bandidos cualquiera, estos los superaban en número y en equipo. Solo pudieron rendirse dejando que aquellos se llevaran sus pertenencias y perdonaran sus vidas. Mientras registraban los carros encontraron a Alfonse que fue arrojado junto con otros siete niños al lado de los adultos que yacían postrados y desarmados.
Tras registrar toda la caravana y los alrededores el que parecía liderar al grupo sonrió y ordeno:
-Parece que tenemos a todos, hacedlo y vayámonos, el hambre ya me esta golpeando.
En respuesta a la orden cada soldado que custodiaba a un prisionero lo mato, ya fuera cortándole el cuello atravesándole el pecho o hendiéndole el cráneo.
Cuando los soldados que custodiaban al grupo de niños desenvainaron sus armas ante los llantos y gritos de terror de estos, el hombre los detuvo.
-Alto, no matéis a los niños, El los quiere para otras cosas.
La siguiente sonrisa del hombre hizo que los niños se estremecieran con más temor si era posible.
Los jóvenes fueron atados y subidos a una de las carretas para emprender el camino. Alfonse aun traumatizado por la muerte de sus padres. No llego a comprender que sucedía cuando en vez de dirigirse a un campamento de bandidos las carretas entraron por la parte trasera del castillo del Barón, luego vio como los bandidos se quitaban las sucias capas que ocultaban debajo unos uniformes de soldados y el junto con sus compañeros fue arrojados a una pequeña mazmorra con cuatro celdas pequeñas y sucias.
Se quedaron allí horas entre llantos y lloriqueos, cuando la puerta de acceso a las mazmorras se abrió, se oyeron los pasos de dos hombres que se detuvieron frente a las celdas, uno era el hombre que había comandado el asalto a las caravanas, el otro uno joven de uno 20 años vestido con ropajes caros y que miraba a los jóvenes uno a uno de manera ávida y salvaje, para acabar señalando con el dedo al niño de 9 años que compartía celda con el. El otro asintió y abrió la celda, un extraño instinto hizo que Alfonse se lanzara sobre el para golpear morder y atacar como fuera necesario pero fuer apartado con un fuerte manotazo que lo lanzo contra la pared de la celda. Seguidamente el hombretón agarro al otro niño llevándoselo de la celda hacia los pisos superiores acompañado por el noble.
Pasaron tres horas hasta que volvieron a oír lo pasos La puerta de la mazmorra se abrió y entraron varios soldados que llevaban a un hombre de aspecto desastroso a empujones, mientras uno de ellos le decía.
- No creas que has tenido suerte de que no te rajemos nosotros mismos, porque será nuestro señor quien se ocupe personalmente de ti maldito bastardo borracho.
Se detuvieron frente a las celdas y otro guardia hablo.
- Maldita sea, todas están ocupadas por estos mocosos.
- Bah mételo con ese - dijo señalando la celda de Alfonse – su compañero no volverá a ocuparla.
La celda fue abierta y el hombre fue arrojado a su interior entre las risas de los pérfidos soldados, que se alejaron de nuevo.
Alfonse acurrucado en una esquina observaba temeroso al hombre que no se había movido de la posición en la que se había quedado en el suelo. El aroma del alcohol le llenaba las fosas nasales acentuadas por el miedo.
El joven no supo exactamente si paso una hora o veinte minutos cuando de pronto el hombre levanto la cabeza y lo miro fijamente, seguidamente se incorporo y estiro.
Cuando hablo lo hizo con un tono sencillo y lucido.
-¿Cómo te llamas, joven?
-Al… Alfonse.
El hombre se quito y lanzo a una esquina las sucias y burdas ropas que llevaba, provocando que el fuerte olor a alcohol se desplazara con ellas y revelando debajo unas prendas mas cortas y ajustadas, mientras seguía hablando en tono tranquilo.
-¿Sois los hijos de los mercaderes que atacaron esta mañana verdad?
-Si… -las lagrimas se acumularon en los ojos del joven y algo dentro de el se rompió- ¿Por qué? ¿Que hemos hecho? – pregunto con una suave llanto.
El hombre negó con la cabeza.
-No fue culpa vuestra es el nuevo Barón, es un bastardo sádico y egoísta, enveneno a su hermanos a sus padres para tomar las tierras, y formo su guardia con los mayores despojos sociales del país. Pero claro eso no lo sabíais vosotros, pues el se cuida mucho de que se sepa fuera de sus tierras.
Extrajo de sus botas algo extraño que parecía una sustancia envuelta, que se froto meticulosamente por el cuerpo. Mientras el joven asimilaba todo lo que el hombre decía.
-¿Qué…? ¿Que esta haciendo?
-¿Yo? … Estoy preparándome para matarlo. – dijo el hombre sin que su voz se alterara lo mas mínimo, mientras de algún lugar oculto en su otra bota extrajo un kit de ganzúas.
El joven tartamudeaba a causa de los sollozos que se iban deteniendo a causa de la sorpresa de las revelaciones del hombre.
-Pero… si lo han… encerrado.
Esta vez el hombre se detuvo mientras trastocaba en la cerradura y le sonrió.
-Bueno, ya no tengo que colarme por las distintas barreras exteriores un castillo fuertemente custodiado por una guardia de primero dispara y luego vuelve a disparar.
¡Click! La cerradura se abrió, el hombre se llevo un dedo a los labios pidiendo silencio, mientras baria la celda y se dirigía hacia la puerta principal, donde pego la oreja a la puerta durante un largo rato mientras Alfonse asomado desde la celda lo observaba, algo similar a un punzón surgió de la muñeca del asesino, mientras en completo silencio escuchaba.
Pasaron los minutos cuando la actividad volvió al hombre que en poco segundos abrió la puerta en completo sigilo y en apenas unos centímetros de espacio se coló. El ruido al otro lado apenas duro unos segundos y la puerta se abrió, el asesino le lanzo un manojo de llaves.
-Si salís ahora os mataran, pero si tenéis las llaves no podrán abrir las celdas, quedaos dentro, cuando esto acabe vendrán unos soldados vecinos que os sacaran de aquí.
El asesino se movía por la planta baja en dirección hacia las escaleras del piso superior, a esas horas de la noche apenas un par de guardias circulaban el interior del castillo, cuando el hombre miró hacia atrás, a pocos metros de el pudo ver la figura del joven corriendo detrás de el, sus piececitos descalzos apenas hacían ruido en el frio suelo y sus ojos lo miraban de manera fija en la oscura fortaleza. Según confeso mas tarde el asesino no supo porque razón no evito que el niño continuara siguiéndolo, puede que le hiciera gracia ver hasta donde podía seguirle el joven o simplemente que estuviera tan seguro de sus habilidades que le importara poco.
Acceder a la habitación del Barón fue sencillo de su interior surgían los ronquidos del hombre. El asesino se movió hasta la cama y se monto sobre el Barón este se despertó sobresaltado pero la mano del asesino le tapaba la boca mientras el punzón le presionaba el cuello inmovilizándolo.
-Yo te envió al infierno, maldito.
El punzón entro y salió con un rápido movimiento de muñeca y el Barón murió.
Cuando el asesino se bajo de la cama ahí estaba el niño mirándolo en silencio desde la puerta, el asesino lo aparto hacia un lado para seguir su camino.
-Ya has visto lo que querías ahora vete a buscar un buen escondite por que yo me voy y pasare demasiado cerca de los barracones para que sea seguro par ti.
Cuando volvió a mirar hacia atrás el niño aun le seguía, negó con la cabeza, “crio inconsciente”.
Se encontraba cerca de los barracones dentro de poco llegaría a las almenas exteriores del castillo donde se encontraban los puestos de guardia y la mayoría de los soldados despiertos a esas horas, de un pasillo que había dejado a su espalda le venia el sonido de la voz de un hombre adulto, parecía estar ebrio y en compañía de una “señorita”. Cuando miro hacia atrás la figura del niño había desaparecido. Demasiado tarde la voz del hombre le llego.
-Que demonios haces tú aquí niño. – su voz ebria sonaba divertido hasta que de pronto cambio a la preocupación - ¿que demonios haces co...?.
La pregunta se ahogo y fue sustituida por un grito femenino, aunque el asesino ya estaba en movimiento, cuando entro en la habitación apenas le llevó unos segundos analizar la escena.
El niño se encontraba junto a lo que parecía ser la armería personal de la habitación sosteniendo una ballesta de mano, a pocos metros de el y aun de pie pero con un virote que le atravesaba la garganta se encontraba el hombre que había liderado el ataque a la caravana, y en la cama la chica que parecía dispuesta a dar su segundo grito.
El asesino se movió a velocidad del rayo golpeando al chica en la mandíbula dejándola inconsciente, el siguiente movimiento puso de rodillas al soldado y con un giro del proyectil acelerando la ya segura muerte del tipo.
Acto seguido tomo al niño en brazos provocando que soltara la ballesta, mientras corría como una sombra en la noche con el niño en sus brazos que no paraba de murmurar.
-Reconocí su voz… reconocí su voz…
Las almenas se acercaban ya no había tiempo para salir de mejor forma los gritos podrían haber avisado a alguien. Salto y llego a la fría agua del foso que rodeaba parcialmente el castillo. Llevó en todo momento al niño en brazos hasta un caballo que se encontraba oculto y atado en el bosque cercano. Allí le quito las ropas mojadas y le puso una manta encima. Para luego subirse junto a el a la montura.
El niño guardaba silencio sobre la montura, cuando el asesino volvió a hablar.
-Así que Alfonse, a mi me llaman el Ángel de la Muerte pero tu también me puedes llamar Louis.
En aquel mismo momento la guardia de su majestad el rey de Francia se presentaba con una orden para entrar en el castillo y estudiar ciertas acusaciones contra el Barón. Aunque como todos saben esas investigaciones nunca llevan a nada contra la ya que las influencias entre la nobleza siempre evita cualquier castigo por parte del estado.
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15 años después.
Alfonse a crecido mucho y ha aprendido mucho bajo la tutela de Louis, se ha convertido en un asesino tan bueno como el y en un hombre hecho y derecho, ha trabajado como su mano derecha en gran cantidad de misiones, ha aprendido modales para comportarse en distintos lugares y fiestas del mundo, y a disfrazarse para pasar desapercibido en cualquier lugar.
Siempre que había alguien que se escapaba a la justicia por su condición social o gracias al dinero, se llamaba al Ángel de la muerte, las personas mas peligrosas eran también su objetivo, y grandes guerreros también han caído bajo sus armas.
Aquella noche Louis descansaba en su sillón junto la chimenea, en su mano una copa de licor que mecía suavemente, tras haber disfrutado de una lujosa cena. Alfonse descansaba a su lado.
-Bueno mi querido Ángel, me vas a decir ya la razón de esta grandiosa cena que hemos disfrutado, que celebramos.
Louis suspiro.
- Mi querido Alfonse, tienes razón ya es hora que te lo cuente.- se incorporo en el sillón para mirar fijamente al apuesto joven que tenia delante- llevo un tiempo dándole vueltas al asunto, ya estoy me estoy haciendo mayor, y no mantengo el mismo físico que antes, lo que quiero decir , es que me retiro,- mueve mano para acallar al joven- pero siempre debe haber un Ángel de la Muerte, como mi predecesor me lo cedió a mi ahora yo te cedo el puesto, se que estas preparado y eres digno de el mi querido Alfonse…, no, Alfonse no, Ángel, mi querido Ángel…..
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2 años más tarde.
Hace dos años que Louis se retiro a la villa costera que se compro con una parte de sus beneficios como Ángel de la Muerte, el resto de pertenecías y viviendas escondites ahora son de Alfonse, como lo serán también del próximo Ángel.
Estos dos últimos años le han ido bien solo, unos cuantos trabajos menores y solo uno algo complicado en el que se había colado en el palacio de un sultán donde tuvo que enfrentarse ante un grupo de leopardos que custodiaban la terraza de sus aposentos, por las molestias se llevo varios objetos del tesoro privado del sultán que aun ni siquiera a revisado.
Pero un nuevo trabajo le ha llegado, uno que parece realmente difícil, un príncipe persa un poderoso guerrero va dejando un rastro de extrañas muertes y locura en su camino desde su patria hacia Tierra Santa.