¡Demonios...!
La frustración y la ansiedad llegaban ya a unos límites muy elevados en él. Pronto saldría el sol. Sería toda una fantástica noche desperdiciada.
Al divisar las casas que no pudo detectar antes, sin demorarse ni un segundo más fue hacia ellas a explorarlas rincón a rincón. El tiempo se acababa, pronto se haría de día y sus habilidades se verían mermadas y limitadas bajo la luz del sol.
¡¿Os encontraré...?! Murmuró para sí en un pequeño salto de furia mientras se dirigía a las otras casetas.
Tirada: 1d100
Motivo: Rastrear
Dificultad: 42-
Resultado: 27 (Éxito)
No estaba muy seguro, pero tiro Rastrear por si acaso.
Corres cómo alma que lleva el diablo, y nunca mejor dicho, hacia las casas que se muestran ante ti, divisando a alguien saliendo de un cobertizo y enfundado en una raída capa de viaje desgastada.
Podría ser él... ¿al fin y al cabo quién se levantaría a esa hora si no se trata del propio campesino o de un esclavo? Cuánto más te acercas más distingues sus ropajes bajo la capa, los reflejos que emite su espada con la poca luz que ilumina el lugar y finalmente el brillo de sus ojos tan malditos cómo los tuyos.
Te ha visto, y tú le has visto a él. ¿Es el momento del combate o deberías esperar a una situación más ventajosa? Sabes que es un buen guerrero cara a cara y todavía posee la daga...
Mientras te estás preguntando esto, el Príncipe decide retroceder nuevamente hacia el lugar del cuál ha salido, una reducida choza probablemente para almacenar trigo o algo parecido. La cochambrosa puerta de madera se cierra estrepitosamente.
Perfecto... Al fin parece haber encontrado al hombre que buscaba.
Está dentro de una pequeña choza, sólo tendría que meterse dentro de ella aprovechando las sombras y la penumbra aún reinantes y matarle, aunque fuese por la espalda.
Aún fundido con las sombras, entra en la pequeña choza donde aparentemente ha entrado el hombre al que busca.
*Continúa en Capítulo 1: Arenas Malditas