Partida Rol por web

Ante la nueva información no dudo en ponerme junto a Robert cuando se acerca a por la camilla y ayudo a empujarla. Iba a hablar, pero Robert se apuró en dar la señal de salida, así que me preparé para empujar en cuanto todos lo hicieran.

Ryan había tomado un gran riesgo con aquel experimento. Y lo había sabido desde un principio, desde el momento mismo en que tomó la decisión de cerrar la trampilla. Pero aún así, había continuado con todo. Simplemente, porque tenía que hacerlo. Tenía que confirmar la inconcebible y demente realidad que sus ojos le habían mostrado hacía tan solo unos momentos. Tenía que asomarse al borde del acantilado, incluso aunque pudiera marearse y caer para siempre. De otro modo, la angustia de la duda lo abrasaría por dentro, causándole un dolor aún más intenso que el provocado por las crepitantes llamas.

Para ponerlo en una frase digna de esos programas de la tarde “tenía que sacrificar su cuerpo si pretendía salvar su alma.”

Claro que, en verdad, nunca tuvo opción.

Por supuesto, Ryan tampoco era un necio. Ni mucho menos un temerario. Más bien, todo lo contrario, pues creía saber lo que estaba en juego. Creía que conocía el peligro que tenía enfrente, o quizás, que podía adivinarlo. Imaginaba, en su orgullosa ignorancia, que su espíritu se alzaría victorioso entre las espesas tinieblas de la locura.

Pobre diablo.

Ahora, con los hechos ya consumados, mientras miraba con desconcertado horror sus níveas palmas abiertas, tomó conciencia por vez primera de su infinita estupidez.

Las consecuencias habían sido terribles. Mucho peores de lo que podría haber imaginado jamás. El experimento había salido mal. Absurdamente mal. Y Ryan no tenía palabras para lo que acababa de descubrir.

Sencillamente, no era posible. Sus ojos le habían mentido antes, cuando tocó por vez primera la trampilla. Y también sus oídos y su olfato, que le habían jugado una mala pasada. Y todos ellos volvían a mentirle ahora, de la forma más descarada.

- Que me pasa… - murmuró trémulamente entre dientes, con un hilillo de voz que se escapaba angustiosamente de su garganta. Sus ojos se habían abierto de manera desmesurada, y empezaban a enrojecerse por el humo que invadía la habitación. - ¿Qué puta mierda es esto…?

Sumido en un profundo ensimismamiento, apenas si era conciente de lo que sucedía a su alrededor. Ni los gritos desesperados de sus compañeros, ni los metálicos golpes de la camilla contra la pared conseguían penetrar en su mente obnubilada, que seguía aferrada a aquella espeluznante verdad.

Solo una aguda punzada de dolor consiguió devolverlo a la realidad. Una punzada que no nació en sus manos ni en su rostro. Un dolor que no provenía del calor ni del fuego, sino del hambre…

- Aléjate de mi… no me toques… - le dijo con un susurro desesperado a la mujer que le imploraba ayuda, apartando su mano con un movimiento tan repentino como brusco. – Algo está mal acá… no puede ser…
 

Ante el brusco comentario de Ryan, Mavis se echa atrás un paso llevándose la mano libre al pecho mientras la otra aprieta a Suzy contra su cuerpo. No hay palabras, pero la mirada de terror que hay en sus ojos lo dice todo.

De repente un golpe seco interrumpe el silencio y retumba por toda la estancia.

La camilla que empujaban varios de los integrantes del grupo a modo de ariete, impacta contra la pared levantando una humareda de polvo. Al echar un primer vistazo, el golpe no parece haber causado ningún daño aparente a la pared maciza; quizás después de todo, vuestra desesperación por salir de aquella trampa mortal os había llevado a sacar conclusiones erróneas sobre la fragilidad de aquel muro.

Pero el polvo se desvanece y de repente veis una diminuta brecha donde una de las esquinas de la camilla impactó, justo en este punto uno de los ladrillos se partió por la mitad, dejando lugar a un agujero por el que apenas pasaría una mano, pero a través del cual se ve la oscuridad de otra sala o un conducto de ventilación quizás, es difícil de adivinar sin asomarse o tratar de derribar más trozo con otro golpe.

Miro al muro, al principio en silencio, en vilo, esperando ver si se ha roto o no, y no puedo evitar relajarme e infundirme de valor cuando veo la brecha.

- ¡Venga, una vez mas! - grito a todos mientras voy retirando la camilla - [b] A la de tres... una... dos... ¡Tres! [b]

Una grieta, ha aparecido una grieta, yo tenía razón. Por una maldita vez he sido capaz de ver algo que ha podido ayudar a alguien. Quizás no hice tan mal en meterme a estudiar medicina... Pero ahora no hay tiempo para pensar en tonterías, hay que salir de aquí como sea..

-Adelante, la libertad está detrás de esa grieta, golpead con fuerza.-Digo agarrando la camilla.-Ya casi está.

Empujo Con todas las fuerzas que puedo reunir tratando de derribar de una vez esa maldita pared.

Fue un verdadero alivio contemplar aquella pequeña grieta en la pared tras unos instantes que parecieron durar horas. Al fin había una oportunidad de escapar pero todavía había que hacer un pequeño esfuerzo más, ya casi podíamos saborear la victoria.

- ¡Si! ¡Si! - dije con entusiasmo mientras retirábamos de nuevo la camilla para coger impulso - Muy bien chicos, estamos cerca, muy cerca... sólo necesitamos un poco más - me giré hacia la niña pequeña - Tranquila pequeña, falta poco para salir de aquí, lo estás haciendo muy bien.

El tipo que me había ayudado antes a empujar comenzó la cuenta atrás. Tomé posiciones con la intención de poner todas mis fuerzas en esto, era necesario. El chico del pelo negro y las gafas se colocó a mi lado para empujar. La atmósfera de la sala estaba muy cargada y seguía sintiendo aquel calor abrasador que atravesaba el techo y las paredes, pero no me iba a rendir, Robert Atkinson no moriría allí y si podía evitarlo tampoco moriría ninguno de los que allí se encontraban.

Otro golpe no tarda en sucederse, esta vez le sigue el ruido de adoquines caer des de el otro lado y los ladrillos enrunarse.

Frente a vosotros se abre un agujero de no más de un metro de diámetro. No es muy grande pero lo suficiente para cualquier hombre pueda traspasarlo haciendo algunas contorsiones.

Mavis es la primera en acercarse una vez que consigue salir de su asomo ante la reacción de Ryan, a la que no parece dar más importancia vista la inminente posibilidad de escapar de aquel horno.

La mujer de color anima a su hija a pasar a través y esta no se lo piensa dos veces y se desliza con facilidad a través del agujero. Su madre la sigue. Y los demás sin saber muy bien si es el olor hechizante de la carne viva o las ganas de salir de aquel infierno, pero también os veis impulsados a escurriros por el agujero, aún sin saber lo que os espera detrás.

Agarro a Robert por la cintura y le miro directamente con los ojos empañados, más por la emoción que por aquel humo que ahora ya nublaba la vista incluso dentro del sotano

- Estamos salvados

En realidad no estoy muy segura de las palabras que acabo de decir, pues tras aquel agujero podía esperarnos otra trampa aún peor que el incendio. Sin embargo me alivia la idea de salir de aquella tumba ardiente en la que estaba perdiendo toda esperanza.