El andén 9 y ¾ estaba abarrotado. Por todas partes iban y venían nuevos alumnos con sus maletas, túnicas y mascotas, buscando un buen sitio para el largo viaje hasta Hogwarts. Algunos se demoraban más en la despedida, mientras que otros preferían ir inmediatamente al encuentro de sus amigos y compañeros de años pasados.
En medio de la algarabía, llegó un grupo de alumnos de lo más variopinto. Había varias niñas y niños en él, algunos con el pelo rubio, otros moreno y otros incluso pelirrojo. Todos parecían conocerse bastante bien, y charlaban y reían como si volver a verse fuera lo mejor que les podía pasar en todo el año. Detrás de ellos iban sus padres, también muy bien avenidos, hablando de temas de actualidad mágica y de cómo les iba todo. Y aún más atrás, sus abuelos.
Los abuelos no solían acompañar a los nietos hasta el andén 9 y ¾, pero aquellos eran unos abuelos especiales. Todos ellos formaban un grupo que parecía llevarse muy bien, y aunque ya no eran jóvenes, se veía que estaban muy compenetrados y que habían compartido muchas experiencias juntos.
- Qué recuerdos... -comentó uno de ellos observando el andén y a los alumnos. Tenía una barba larga y marrón que empezaba a encanecer.
Los demás asintieron sonrientes. La bocina del tren se oyó en toda la estación, avisando a los alumnos de que debían ir subiendo a bordo. Los nietos se pusieron muy nerviosos y entonces empezó la retahíla de abrazos y besos a la familia para despedirse. Uno a uno, los niños se fueron acercando a sus abuelos para decirles adiós.
- Adiós, abuelo John... hasta pronto, abuela Ashley -decían algunos-. Cuídate mucho, abuela Mathilda... ya nos veremos, abuelo Max...
Poco a poco, todos fueron despidiéndose y dirigiéndose al tren para subir.
- Ya nos veremos, abuela Amy. Adiós, abuelo Godric -dijo un niño con solemnidad al ir hacia el tren.
- ¡Hasta pronto, abuela Moira! -gritó una niña ya desde la ventanilla del tren.
- ¡Adiós, abuelo Gary! -exclamaron dos niños que se alejaban agitando los brazos.
- ¡Cuídate, abuela Álex! -se despidió otra niña mientras subía la escalerilla.
Los abuelos no pudieron por menos que reír con ganas y despedirse de sus nietos según se alejaban. Luego se miraron entre ellos, recordando viejas aventuras. Al observar todo lo que les rodeaba, se preguntaban si realmente habían ayudado a que las cosas cambiaran. Ashley metió una mano en su túnica y sacó un viejo trozo de papel arrugado. Todos la miraron y sonrieron. Aunque todo había sido distinto a partir de entonces, se habían hecho la fotografía en Hogwarts igualmente, hacía varios años ya. Pero Ashley conservaba la copia original que le entregó Morgan, aquella mañana de su primer día en el colegio. Era todo lo que quedaba de un tiempo que había sido terrible, y que ellos habían ayudado a evitar.
Todo el grupo recordaba bien lo que había pasado, igual que si hubiera ocurrido el día anterior. Tom Riddle había sido expulsado de Hogwarts nada más saberse lo que planeaba hacer, y sobre todo, una vez que Dumbledore hubo visto el recuerdo del Pensadero. Todo el claustro de profesores estuvo de acuerdo en que no se debería permitir a aquél niño aprender magia, pues el precio que podía pagar su mundo podía ser catastrófico. El libro que había pretendido sacar de la Biblioteca era un antiguo compendio de hechizos de magia negra, entre los cuales se encontraba el más terrible de todos: el secreto de cómo fabricar los Horrocruxes.
Los intrusos que habían entrado en Hogwarts seguían órdenes del mago oscuro Grindelwald, que quería precisamente ese mismo tomo. Al ser interrogados por Tom Riddle en la Torre de Astronomía, habían revelado el secreto de la existencia de aquél libro. A Tom le había faltado tiempo para ir corriendo a buscarlo y volverse por fin inmortal como soñaba. Sin embargo, una vez desbaratados sus planes, el tomo fue destruido por el director Dippet y el profesor Dumbledore para evitar futuras tentaciones. Sin ese conocimiento, Tom Riddle nunca se convertiría en Lord Voldemort.
Aquél año, ninguna casa ganó la Copa. El claustro de profesores decidió que la hazaña que habían realizado Moira, Álex, Ashley, John, Max, Amy, Godric, Gary y Mathilda era demasiado importante como para que alguno de ellos se quedara sin reconocimiento, así que todos ellos compartieron el Premio Anual, y la Copa de las Casas se entregó a Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin para que la compartieran. A partir de entonces y hasta que salieron de Hogwarts, todos ellos se convirtieron en leyendas vivas del colegio. Pero aquello había sido hacía tantos años...
El tren volvió a hacer sonar su bocina. Los abuelos estaban a punto de marcharse cuando a su lado pasó un niño muy pequeño con el pelo aborotado y gafas redondas. Empujaba un carrito con esfuerzo y parecía preocupado por llegar tarde. Detrás de él caminaban sus padres, un auror alto con el pelo tan descuidado como su hijo, y una mujer de cabello largo y pelirrojo.
- Tranquilo, Harry -dijo la madre con voz divertida-. No se va a ir antes de que te subas...
Se alejaron con paso rápido en dirección al tren, para que su hijo pudiera partir camino de Hogwarts. Apenas unos minutos después, el tren echó a andar. Los padres se despedían de sus hijos, mientras estos se asomaban por las ventanillas. El grupo de abuelos sonrió y se dio la vuelta para marcharse.
Después de todo, quizá sí que había cambiado algo...
- FIN -