Está bien -responde la voz la muchacha, con mayor aplomo-. Será mejor que hablemos esto en persona. Iré con una amiga. Dígame dónde quedamos y cuando.
Le doy la dirección de un bar cerca de mi casa y la hora, poco antes de cenar. Cuelgo y miro a la periodista. Bien, ¿qué es lo quería saber?
Te dejo aqui el mensaje. Yo en navidades estaré fuera del 20 de Dic al 7 de Enero, asi que casi no podre postear. Asi q si quieres avanzar hasta un punto donde no influya en otras tramas, como te venga bien.
Gracias por avisar. Ahora mismo ando de entregas y no puedo postear nada coherente, pero si el viernes tengo un rato avanzo contigo una cosa que necesito.
¡Cosas sobre su nueva novela! -suspira Eleanor-. Hicimos un repaso sobre su obra hace unos días, y anoche, en los comentarios, uno de nuestros lectores dijo que lo vió saliendo en la sede de su publicadora habitual. ¡Así que sabemos que se trae algo entre manos!
La periodista ríe, y te sirve vino y comida en tu plato.
¡Hmm! El balti tiene un aroma delicioso. Prúebalo, y cuéntame cosas sobre tu nueva novela. De qué va a tratar, en qué te inspiras, lo que sea. Imagino que después de un largo silencio un poco de publicidad no te vendrá mal ¿no?
Fue a la editorial a buscar a mi editor para ir a ver el partido de los Celtics. Sonrío. No tiene nada que ver con la nueva novela. Aun está en un punto donde es imposible definirla y en el que lo que diga no valdrá para nada a los lectores porque puede variar mucho cuando se finalice. Como un poco y la miro a los ojos. Siento que su entrevista sea infructifera.
Eleanor suspira, y te sientas a comer. La comida está deliciosa, y durante ella, habláis de tus obras pasadas y de cómo está el panorama editorial actual.
Entonces, cuando Eleanor está recogiendo los platos, te vuelve a suceder.
Estás junto al mihrab de una mezquita. A tu alrededor se desarrolla un bosque de columnas, enjarjadas con un sistema de arcos con la bicromía característica del arte nazarita. Hace mucho calor, aunque es soportable gracias a la sombra y las ligeras vestiduras con las que estás ataviado. El aire es agradablemente húmedo, y hay un olor dulzón en el aire que no llegas a identificar.
Hay un hombre, de rasgos musulmanes delante tuyo. Tiene la frente amoratada, y hay algo en tu interior que te susurra que eso es signo de una ferviente devoción a Alah.
Así se hará, Khayrullah -el hombre habla en un idioma que no has oído jamás, y sin embargo eres capaz de entenderlo-, buscaré a ese Aniki Hydrok y lo someteré.
El hombre sonríe, sin alegría, y añade: La Jihad por fin asestará el golpe mortal a los Estados Unidos. ¡Y será uno de los suyos quién causará su caída! ¡Deme su bendición, Khayrullah!
Con espanto compruebas que ese hombre esperas que digas o hagas algo.
Volviendo en mi, sacó mi cuaderno y empiezo a escribir a toda velocidad. Cosas que pueden parecer sin sentido y sin atender al mundo que me rodea.
Rebuscas entre la túnica del hombre, pero evidentemente tu cuaderno de notas no esta allí. El hombre que tienes delante frunce el ceño con sorpresa.
¿Khayrullah? ¿Se encuentra bien?
Aún estás en el cuerpo de ese hombre.
Me recompongo. Es una situación demasiado extraña, pero recuerdo a la chica del hospital y como reaccionó ante mis palabras... Si, estoy bien. ¿Ya sabes donde esta ese... ese tal Aniki?
No -respondió el hombre después de una breve pausa-. Aunque lo hemos localizado como dado de alta en los servicios sanitarios de Ohio, en Florida. Suponemos que vive y trabaja allí. Sería más fácil que tuviéramos a Khasif, pero no deberíamos tardar más de unos cuantos días en localizarlo. Y una vez que lo hayamos encontrado...
El hombre esboza una sonrisa siniestra.
¡Desataré su poder contra la población y la victoria será nuestra!
¿Cuándo iras a verle? Tienes ya planeado el viaje a Florida?
El hombre frunce el ceño, extrañado de que le hagas esa pregunta. Parece concentrarse unos instantes y sientes que algo va terriblemente mal.
Tu yo se empieza a esparcir por toda la mezquita, por todo el barrio, por toda la ciudad. No hay limitaciones materiales. Estás a la vez en muchos sitios y cuerpos diferentes. La cantidad de información y de sensaciones es enorme. Tú no sientes nada, pero de alguna manera sabes que ningún cuerpo sería capaz de aguantar eso. Instintivamente cortas el hilo...
Oyes el grito de Eleanor, y después su rostro aterrado recortado contra el techo. Eres vagamente consciente de que estás tumbado en el suelo, despatarrado y aún sentado en la silla. Notas la boca llena de espuma.
¿¡Qué te ocurre!? ¿¡Qué tengo que hacer?! -inquiere con urgencia la periodista.
¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?. Le preguntó como no sabiendo lo que me pasa. Lo sé o eso creo, pero no puede ser, así que... mejor que nadie más se percate. ¿Será verdad lo que he soñado? La prueba la tendre esta noche, si la chica es la del hospital, será la hora de actuar.
Eleanor te explica que cuando volvió de recoger los platos tenías los ojos en blanco, y que te agitó pero no respondiste. Que estabas como ido. Entonces hubo un momento en que empezaste a tener convulsiones y soltabas espumarajos por la boca. Fue el momento en el que te caíste al suelo, y sólo después de unos angustiosos segundos después recobraste la conciencia.
Vas al baño y te aseas, y le dices a la periodista que nunca te había pasado antes y que irás al médico para que te reconozca. Ella parece darse por satisfecha, y te vas de allí sin tomar el postre, con demasiadas cosas en la cabeza.
Preguntas, preguntas y más preguntas. La chica que te llamó dijo que también las buscaba. ¿Cómo estaba relacionada aquella chica postrada en el hospital con un sacerdote del islam? ¿Qué podrías hacer tú contra la amenaza terrorista que se cernía sobre gente inocente?
Continuará...