Partida Rol por web

Estabas terminado de recoger y limpiar el restaurante y miraste el reloj. Parecía que al final habías tardado más de lo esperado: se te fue media hora volando. Tratabas en vano de limpiar la grasa adherida en la campana extractora. Te preguntas por enésima vez por qué te molestabas. Suspiraste y tiraste el trapo a la basura. Cerraste la bolsa y saliste al salón del restaurante. 

Te enjugaste el sudor de la frente. Ya era hora de marcharse a casa. Fue entonces cuando escuchaste el sonido de unos nudillos golpeando en el cristal de la puerta. ¡Era Kitty!

Venía sola, no la acompañaba la niña a la que tenía que cuidar. 

Ni sabía porque se había liado a limpiar la campana, ¿sería la emoción? Bueno, por fin se había echado novia... No es que quisiera una novia cualquiera, pero hasta ahora, todas sus relaciones de pareja, si es que se podían considerar así, habían sido un auténtico fiasco. 

Ya con el móvil en el bolsillo y la cartera en el otro bolsillo, cogió las llaves del restaurante para cerrarlo finalmente, al escuchar los nudillos no pudo evitar fruncir el ceño: Luces apagadas, puerta cerrada, ¿tenía que salir y decir que estaba cerrado? ¿No se notaba? Pero al girarse y ver a Kitty, no pudo hacer más que sorprenderse. 

Se dirigió a la puerta y la abrió.

Anda, hola, ¿te has olvidado algo? 

Iba a decir la típica broma de "¿O me echabas de menos?", pero ya había metido suficiente la pata por hoy y conociendo a Kitty tampoco quería que le entrara algo. 

   Kitty enarcó suavemente una ceja y esbozó una sonrisa felina. Se acercó a ti y te colocó bien el cuello de la camisa.

   —¿No es obvio lo que me he dejado aquí? —ronroneó tu compañera—. He dejado a la niña en casa viendo la caja tonta y he venido buscarte.

   La mirada que te echó sólo podía ser calificada de... hambrienta. Su perfume invadía tu mundo y su cálido aliento abrasaba tus labios. Jamás habrías sospechado que la mosquita muerta fuera así de seductora. Como si leyera tus pensamientos, Kitty te miró a los ojos moviendo suavemente los párpados.

   —¿Dónde me vas a llevar?

Eso sí lo cogió por sorpresa, incluso notó que se le atragantaba la saliva, y tenía que carraspear antes de responder. 

Pues... podemos ir a cenar, si quieres, ¿qué te apetece? 

Respondía con una sonrisa, en dos años que trabajaba con ella nunca había conocido esta faceta de ella... De hecho, jamás hubiera dicho que la tuviera, ya que tampoco la había visto con ningún otro chico nunca, y según ella, nunca había tenido novio. Pero lo que más le sorprendió fue aquella irresponsabilidad, ¿dejar a la niña sola mirando la tele? Aquello no era propio de Kitty.

¿Ha pasado algo?  

Salió del restaurante para cerrar finalmente la puerta y mirarla con una sonrisa. 

   Kitty se colocó un mechón detrás de la oreja, con coquetería.

   —No, nada. ¿Tiene que pasar algo para que quiera pasar la noche contigo? —respondió ella, con una sonrisa encantadora—. Llevaba tanto tiempo deseando esto que no voy a dejar que una mocosa nos estropee el momento ¿no?

   Dando ese asunto por zanjado, Kitty se colgó de tu brazo.

   —La cena... bueno, me da igual. ¿Por qué no vamos a tu casa y pedimos algo? 

   La invitación no podía ser más directa.

De nuevo se sorprendía por sus palabras... Aquello sin duda era muy raro, no es que Kitty no dijera tacos, que sí los decía, pero normalmente hablaba de los demás con algo más de delicadeza. Quizás se había bebido un par de chupitos de tequila, aunque no parecía ruborizada, o quizás es que simplemente estaba contenta, como ella decía. 

Pero al escuchar lo siguiente, simplemente se olvidó de que aquella no parecía la Kitty que él conocía. 

Vale, podemos pedir pizza. - sonrió de medio lado, y la cogió de la mano para empezar a caminar hacia su casa. 

Este día iba a terminar mucho mejor de lo que se esperaba. 

Llegásteis a casa unos minutos más tarde. Si algo bueno tenía trabajar en ese sitio es que quedaba a tirada de piedra de tu casa. Vivías en un piso alquilado. Era muy pequeño, y las ventanas daban a un patio de luces lleno de máquinas de aire acondicionado. No llegaba ni un rayo de sol, pero al menos era para ti solo. Y de todas formas no solías parar mucho por casa. Dijiste a Kitty que ibas a tomar una ducha y por la mirada hambrienta que te echó pareciera que iba a abalanzarse sobre ti en el baño. Debiste poner un gesto muy divertido, porque ella lanzó una carcajada y te dijo que te esperaba en el salón.

Mientras te duchabas empezó a sonar una canción.

No recordabas tener ese disco. Kitty debía de haber estado cotilleando entre los discos antiguos que había del anterior inquilino. Te pusiste tu albornoz blanco, saliste del cuarto de baño... y recibiste el estridente silbido apreciativo de Kitty que te miraba apoyada en el respaldo del sofá.

Ryan sonrió, sin poder evitar ruborizarse un poco, y después entró a su habitación para cambiarse con rapidez de ropa... Unos tejanos y una camiseta de manga corta, si no entraba Kitty en su habitación, mejor, puesto que estaba hecha un desastre, por eso cerró la puerta después de cambiarse y salir de ella. 

Al llegar junto a ella, cogió el teléfono y la miró sentándose en el apoya brazos del sofá. 

¿De qué quieres la pizza?

   Kitty estaba medio recostada en el sofá. Te miraba con una expresión un tanto desconcertada.

   —Tienes una mujer tumbada en el sofá de tu casa y en lo único que piensas es ¿en comer? —Kitty puso los ojos en blanco y añadió en tono exasperado—. ¡Hooombres!

   Se incorporó y cogió un folleto de propaganda de la pizzería.

   —Eeeh... ¿carbonara mismamente?

Ryan dejaba escapar una sonrisa nerviosa, si alguien le hubiera dicho que Kitty era así, no se lo habría creído. Eso lo echaba un poco hacia atrás, le daba la sensación que no era la chica de la que se había colgado... Pero seguramente es que se había soltado y ya está, eso era bueno. 

Pues carbonara.

Llamó a la pizzería, para pedir la pizza y al colgar, miró a la chica de nuevo, esbozando una sonrisa de medio lado. Tampoco era plan que creyera que era un idiota. 

¿Se te ocurre algo que hacer mientras esperamos la pizza? 

   Mientras hablabas con Kitty se había levantado y había ido a la cocina para coger cubiertos. Se oyó un sonido metálico mientras Kitty removía los cubiertos del escurridor. Esperabas que se encontrase alguno decente.

   La respuesta de Kitty te llegó desde allí:

   —Como estés pensando en jugar a la consola te voy a dar en la cabeza con esta barra de pan que tienes aquí. Esto es del anterior inquilino ¿no? ¿Le han hecho la prueba del Carbono-14?

   Se escucharon una serie de golpes sordos, como de un mazo golpeando una piedra. No... como una barra de pan duro golpeando una encimera.

Ryan se rió al escucharla, y aún se rió más al escuchar la barra de pan golpear la encimera. 

Bueno, es que... Compro pan y luego me llaman mis amigos para ir a echar unas partidas y cenar, y se me olvida... Ya sabes que el pan de hoy en día es así. 

Respondía estirando el brazo para coger el mando y encender la tele, esperaba que ella regresara, poner la mesa para unas pizzas no costaba mucho trabajo, y algo le decía que ella se lo pasaba bien de poder estar cotilleando sus cosas. 

   Kitty regresó poco después. Tiró los cubiertos de cualquier manera sobre la mesa y se sentó a tu lado. Con una sonrisa hambrienta se recogió sensualmente el pelo con ambas manos y se colocó una cinta.

   —Ahora sí que no te escapas, guapo —dijo sucintamente antes de acercarte suavemente hacia ti.

   Aquel perfume tan característico de Kitty inundó de nuevo tu mundo. Cerraste los ojos mientras sentías la suavidad de los labios de ella en los tuyos, te recostaste suavemente y...