Partida Rol por web

Jon frunció el ceño en señal de no entender lo que decía el que antes era su pupilo, pero supuso que las cosas serían aclaradas en su momento. El guardia de la noche se lamentaba por no haberle escuchado en un principio, era a Tyrion a quien debieron votar, solo esperaba aun no fuera demasiado tarde.

Después de escuchar el resto de lo que decía, negó con la cabeza queriendo borrar aquella idea, pero los pronósticos no podrían ser mas negativos.Me temo que tu hermano se encargara de proteger a Tyrion a capa y espada. Lo mas probable es que hoy acaben con Hodor antes de que este pueda ver el alva y mañana, antes de caer la noche, con lady Olenna.

Los ojos de Jon se posaron luego en el Perro Espero que estés feliz, tu amo ha sabido usar bien su labia y confundido al podre de Hodor. Pero de algo puedes estar seguro, aquí no tendrás descanso. no deseaba otra cosa que encontrar la forma de hacerle pagar a este y a su enano amo por todas sus fechorías.

El Perro hizo una exagerada reverencia ante la llegada de Jon Nieve:

- ¡Bienvenido, Lord Bastardo de los Cuervos, a este humilde descanso para las almas perdidas! ¿quién lo iba a decir, uhm? ¡Si hasta los dioses, viejos o nuevos, os sonríen después de muerto! Han eligido para vos vuestro ambiente preferido: ¡nieve, hielo y gente a la que seguir acusando! Sin embargo, no deberíais confiaros demasiado: Aquí tenéis a la figura de vuestro sabio padre -miró a Eddard Stark inclinando su cabeza, con gesto sincero. A diferencia de a su bastardo, Sandor Clegane sí tenía algo más de respeto al rey de Invernalia- y, si bien cuando estabais entre los vivos hacíais el ridículo a vuestro antojo, ahora no querréis quedar como un bocazas en su presencia, ¿verdad?

Aprovechó la recién llegada de Jon para responder al segundo de los venados.

- No, no podéis acusarme ya, Lord Stannis. Os repito que yo no soy ningún asesino -dijo con una mirada fría. Y dando un paseo sobre la nieve firme, continuó con un tono más relajado, como si contase una historia-. Os avisé a todos y seguisteis, no solo sin creerme, sino profiriendo infundadas acusaciones contra mi persona -se paró, y miró con una sonrisa a los presentes-. A alguno no hace falta que os diga que ser calumniado como traidor es algo incómodo. Y a veces, cuando uno se encuentra entre el linchamiento y la pared, acaba cayendo en el mismo juego que sus acusadores. Lo que sea para sobrevivir, ¿no creéis, bastardo? -le dijo al cuervo ensanchando más su sonrisa. A continuación, siguió andando y hablando al eterno aire que allí no tenía sentido respirar-. En cualquier caso, no me salió muy bien: aquí estoy, asesinado por clamor popular. Muerto. Muerto y condenado a soportar a Nieve para la eternidad. Y lo mismo podría decir él... parece que este es el precio que los dioses han fijado por acusar a alguien injustamente, ¿no os parece, cuervo?

Sus pasos le habían llevado, inconscientemente o no, hasta Melisandre. Con una elegante inclinación, Sandor saludó:

- Perdonadme, bella dama. En esta cruel y vasta gelidez no había reparado en el hermoso fuego que emana vuestra persona. Un placer volver a encontrarme con vos.

Tyrion se une a vosotros en estas tierras heladas. 

Si queréis podéis emitir un voto consensuado que servirá únicamente para desempatar en las votaciones diarias. Si no hay empate vuestro voto no contará.

Finalmente, Tyrion llegó a su destino. Miró a su alrededor, haciéndose visera con la mano para evitar la luz tan resplandeciente que le asaltaba. Tras tantos días en la lúgubre Sala del Trono, aquello estaba inundado de un brillo cegador.

Tragó saliva, y se sintió liberado. Había acabado todo. Su plan había finalizado con su muerte, tal y como sospechó que lo haría. Suspiró de alivio. Había sido su destino, y lo acataba. Se reconfortaba, al menos, de haber llenado aquel lugar en el que ahora se encontraba.

El peor de los infiernos es para los traidores, le dijo una voz en su cabeza, maliciosa.

Rió. Rió hasta que su pequeño cuerpo le pidió que parara. Pero, no lo hizo. Siguió con una carcajada infinita, eterna. Tenía todo el tiempo del mundo para reír.

Cuando acabó, se limpió las lágrimas que resbalaban por sus mejillas con el dorso de la mano, y miró a todos los que allí estaban. Podía ver su odio en la mayoría de miradas, y se encogió de hombros, mientras cerraba los ojos y sonreía.

—No hay prisa. 

El recién llegado destacaba por encima de los que allí se encontraban, pero no por su altura (a la vista quedaba que jamás sería por eso), sino porque el halo de traición que había absorbido su aparente inocencia allí quedaba al descubierto. 

Acercándose a su señor, el Perro le hizo una reverencia cortés.

- Mi señor -saludó. E irguiéndose, se colocó a su lado. Como siempre había estado, en la vida, más tarde en las muertes, y ahora en la muerte. Como su perro fiel. Recorrió con la mirada a los demás, sin fijarse en nadie en particular. Y sin embargo, sus ojos recayeron en los otros dos hermanos: Cersei y Jaime.

Con Tyrion Lannister se iba el último león aspirante al Trono de Hierro. "Una lástima" pensó Sandor, pues aún seguía pensando que su personalidad le hacía un rey digno. "Tendrá que ser un rey de los muertos", se le ocurrió divertido. Solo pensar en un nuevo conflicto entre los presentes, como el que ya habían pasado en vida, por un trono del Inframundo le hizo sonreír.

- Parece que los Lannister no gobernarán en los Siete Reinos. Una pena.

Los ojos dispares de Tyrion brillaron, chispeantes cuando vio a su fiel perro. Le devolvió la reverencia. Sabía que le había sido leal hasta más allá de su muerte, o, al menos, eso esperaba, y le sonrió, complacido.

—Sandor, la Casa Lannister tiene oro. El Rey de los Siete Reinos tiene un Trono de Hierro— dijo, de manera escueta, alzando una ceja—. En el mundo de los vivos y en el mundo de los muertos, el oro sigue siendo más valioso que el hierro. Todo el mundo lo sabe.

Anadeó de manera lenta, escrutando los rostros. Muchos los había llevado allí por su propia mano, y, en su fuero interior, estaba orgulloso de ello. Si le hubieran dado más tiempo, habría llenado aquel lugar aún más.

Ahora tienes todo el tiempo del mundo, le dijo una voz divertida en su cabeza.

Ensanchó la sonrisa y asintió para sí mismo.

—¿Aquí no hay Trono?— preguntó, fingiendo inocencia—. Podríamos disputar por él. Como cuando estábamos vivos.

No había obtenido respuesta de Cersei ni de Meñique. No importaba, no necesitaba más de sus posibles revelaciones. Todos ellos formaban parte del pasado, de otro tiempo, de una vida que se olvidaba lentamente de su memoria, desvistiéndose de ella tan rápido como lo había hecho con sus sentimientos.

De pronto, había vuelto a sumirse a su oscuridad, ajeno al reencuentro de sus seres queridos, del de su hermana, de su presunto hijo, del buen y servicial Hodor^_*. Stark estuvo prácticamente ausente incluso al honor que le había dedicado Sandor con aquél reconocimiento en forma de leve movimiento de cabeza.

Permanecía inmóvil pero no estaba ocioso. Tan solo tenía su atención en otro lugar, muy, muy lejos de aquella prisión blanca de etéreo hielo.  Lejos de las conversaciones que allí mantenían, las cuales le alcanzaban tan solo como un eco.

Allí, donde fuese, intentaba discernir los hechos, los auténticos rostros detrás de aquél baile de máscaras, y sobretodo, intentó mantener un ojo puesto en los vivos, hasta que la risa desatada y sin freno del gnomo le sacó de su aparente letargo.

No entendía lo que Tyrion había hecho, ni sus motivaciones ni su objetivo. También podría haberle desconcertado como se congratulaba una vez muerto, pero seguramente era tan sencillo como que el Lannister era y había sido así. Ponía una risa en las desgracias, e incluso en la muerte, como cualquier cráneo desnudo. Fuera eso algo reprochable o no, no le tocaba juzgarle. Esa era una carga de la que se había librado.

Ni les tocaba ya juzgarse unos a otros. Muy pronto, todos ellos podrían descansar, pero no él…

Más allá del muro, era Eddard uno entre los muertos, caminaba entre ellos, pero no era uno de ellos. Ni tampoco lo era Stannis. Sus miradas se encontraron. Ninguna de esas dos miradas tenían aquel fino telón blancuzco con el que la muerte nos cubre los ojos a todos ante la escena que es el espectáculo de la existencia, sino dos brasas encendidas, azules y frías.

Se levantó y, con manos blancas de dedos negros, recogió su rostro entre las sombras de su capucha.

-No tiene sentido que sigáis con reproches. Olvidad vuestros rencores, vuestras rencillas y vuestras ambiciones, sean blancas o negras. Buscad la paz y el olvido. Cesad en discernir que es justicia y que no. Eso ha terminado. No os corresponde más a vosotros. Vuestra labor ha concluido. Nuestro tiempo llegó a su fin, y serán unas pocas páginas en los libros de historia. Antes del final, solo queda nuestra misión. -Dijo señalando al propietario de portadora de luz.-Ahora es cosa nuestra. Llevaremos nosotros el Fuego y el Hielo, y luego será obra de nuevos hombres y mujeres forjar un mundo nuevo. Un nuevo pueblo que no descenderá de los ándalos sino del que hemos sido nosotros, de la ruina que les hemos legado pero que les abre un futuro esperanzador. Reconstruir, donde estuvo el nuestro al que hemos devastado, un nuevo reino. Una oportunidad de un mundo mejor.- Miró al enano y le dijo: -¿Quieres un Trono? No habrá nadie de nosotros para gobernar, ni sentarse en él. Ni entre los vivos ni entre los muertos. Seremos sombras silenciosas, que mueven el mundo por las acciones que hicimos en el pasado, en nuestro paso por el mundo. Somos nosotros ahora los antiguos Dioses que llevaron cenizas y hambruna y con ella la esperanza. Les mostramos el camino que no deben tomar y si han aprendido la lección, quizás en Poniente llegues a tener “tu” Parlamento. Una idea interesante que no supe ver pero que quizás sea mejor que la corrupción que nos ha llevado a todos la falsa realeza. Quizás aprendan, quizás todo esto no haya sido en vano…

Hodor se une a vosotros en estas tierras heladas. 

Mira a su alrededor, intentando comprender dónde está, y le alegra ver caras amigas...aunque algunas no lo son tanto.

-Hodor!- saluda

Ya cuando el Perro empezó a hablar, Jon solo deseaba no escucharlo, mientras esperaba que alguno expusiera razones que valiera la pena escuchar.

Las palabras seguían fluyendo del sirviente de los Lannister y la paciencia de Jon parecía no soportar mas, cuando de repente la muerte de Hodor pareció congelarlo todo, pero del silencioso gigantón poco cabía anotar, aunque su voto había sido el que marcó la diferencia para que el guardia de la noche encontrara su final. Sin embargo, todo había sido culpa de las mentiras que lord Tyrion le había hecho creer como verdad. 

Un ultimo invitado había llegado y todo comenzó a despertar. Su risa desenfrenada daba mucho en que pensar, seguramente, el enano había perdido la cabeza desde el momento en que colocó sus posaderas en aquel trono de hierro, pero ahora, buscaba un trono entre los muertos? era algo que solo a ese egendro se le podía ocurrir, y nuevamente no eran sus caracteristicas físicas las que hacían verlo de esa forma, quedaba demostrado que por dentro este era un verdadero monstruo.

Jon miró con frialdad al par que buscaba imponerse ante el resto Ya estoy harto de sus tonterías, esta claro que no habrá mayor infierno que soportarles a ustedes, pero para vuestra desgracia y la mía tendremos que compartir este mismo espacio. Así que dejen de decir insensateces y expliquen por que han hecho todo esto. exige impaciente.

Luego, la voz de su padre desvió la atención del guardia de la noche, al parecer tenía asuntos pendientes con el que fue su discípulo.

El enano había llegado al reino de los muertos entre sonoras carcajadas. Irónica y redundantemente uno de los traidores le había traicionado. Pero si había sobrevivido todo este tiempo era por culpa de todos los presentes incluyéndome a mi misma. Le habíamos sobrestimado desde el principio asumiendo que si su astucia era tan inmensa como se decía no iba a ser tan estúpido como para matar a alguien con el que había estado discutiendo el día antes. Suspiré entristecida, si hubiéramos escuchado a Lyanna en vez de atacarla en cuanto le acusó las cosas habrían ido mucho mejor para todos los presentes. 

Pero ahora nada de eso importaba, porque incluso los que ahora festejaban entre los vivos acabarían reuniéndose con ellos y recibiendo su justo castigo. Valar Morghulis, todos los hombres deben morir y esa era la única verdad irrefutable en aquel juego de mentiras.

El final estaba cerca y ya solo quedaba que se dispersaran las nieblas que les rodeaban para que se aclararan todos los misterios.

- Se acerca el invierno...