Vaya marrón...
La lealtad, Julia, la hemos demostrado antes. No hacía falta probarnos con esto. Primero Caranta y ahora tu...
La cara del mecánico era de poker, aunque quien supiera mirar bien, se percataría de una ira contenida en sus ojos...
Creo que era cuestión de tiempo que esto llegara... y para su desgracia igual no sirve para nada... No se si al final será lo mejor y que deje de sufrir, señorita. Si Don Roberto sale de esta desde luego se iba a cebar y mucho... y la familia tiene ojos y oídos en todas partes...
Dirigiéndose a sus dos amigos dijo:
No es hora de hacer reproches. Por mi parte, rápido y sin dolor. El dolor ya se lo ha dado otro.
Luigi era de los que pensaba que si un hombre debía demostrar su valía y hombría, a base de apalizar a una mujer, es que debajo de los pantalones había un espacio vacío.
Sal, primo, ya sabéis las ordenes. Cuanto elucubramos ha sido una fantasía. Todo era mucho más simple, verdad?
No podemos dejar que Carisi lo haga. Más golpes en esa dulce cara no...
—¿Quién eres?... Ah bien. Escucha, ha habido un problema grave. Es Roberto... Le han disparado. Está en el hospital en estado crítico, no sabemos si vivirá —a pesar de lo trascendental de sus palabras su voz sonaba fría, calmada, como era habitual en Luciano—. Id a su casa, el tirador todavía está allí. Ya sabéis que debéis hacer.
Julia, permíteme que te tutee, Don Joe Massería, crees que te querría muerta tras disparar a su hijo, o que te dejaría vivir al ser su nuera?
Otra cosa... Si estuvieras embarazada y trajeras un nieto al Don, igual eso te brindaría una posibilidad... Solo que debería saberlo el Don, aunque eso no va a hacer que tu vida mejore de aquí en adelante...
Y vosotros dos no me miréis asi. Sabéis que lo que digo tiene alguna posibilidad de ser, aunque quizás eso no sería cumplir con las ordenes...
Luigi se quedó pensativo... según Filippo, la voz de Luciano era calmada, como si la decisión fuera meditada y sin atisbos de duda... quizás Luciano, era un hombre despiadado, pero a sabiendas de la injusticia a la que fue sometida la pobre muchacha, decidió brindarnos la posibilidad de hacer lo que se tenía que hacer, sin hacerla sufrir, y evitando que esta agonía se prolongara en el tiempo...
Filippo asintió con preocupación al entender lo que había sucedido.
-Claro, eso lo explica todo. Estaba dándole vueltas al motivo porque el tirador podría haberse quedado en la zona de los hechos y la única posibilidad era esta. Y Luciano sabía perfectamente que sería así. Pero ¿porqué no te escapaste? Sabrías que mandarían a alguien. Julia...
La miró a los ojos, su cara demacrada, apenas un triste recuerdo de la mujer que era...que había sido. Sin duda la muchacha había recibido un trato tan denigrante, que ya no tenía fuerzas para luchar. Aquella mujer, que era de las que pisaban fuerte, había sido doblegada y llevada de tal manera hasta la desesperación que ya ni su propia vida le importaba.
-Si le vamos con lo del embarazo a Luciano la mandará matar igualmente y lo callará ante el don. No me puedo esperar nada mejor de él. Y si vamos directamente al Don, exigirá pruebas. Si no es verdad, se acabará sabiendo y te matarán de una forma peor todavía. La única posibilidad que tienes de salir de esta es que te marches de la ciudad y digamos que no te hemos visto. Pero creo que Luciano no se lo creería.
Sal guardó el revólver pausadamente y encendió un cigarrillo. Tenía el rostro ceniciento, más demacrado que de costumbre. No miró a los otros mientras hablaban, pero no pudo contener un gesto de exasperación. En efecto, los primos no lo habían visto venir. A él lo que le desarmaba era la docilidad de ella. Finalmente miró a Luigi con desdén.
-Al menos no la sermonees, Bacoli... Efectivamente, todos conocemos las órdenes.
Le sorprendieron las ultimas palabras de Filippo, máxime teniendo en cuenta su actitud cuando lo de aquel tendero Schiallamini. Pero no estaba seguro de que aquello fuese lo que ella quería; tal vez el joven Benedetti no quería matarla, pero no estaba claro que ella no quisiera morir. -Si decidís hacerlo como dices, Pippo, cuenta conmigo.
Por fin se atrevió a mirar a la Scalfaro. A pesar de los golpes seguía siendo dolorosamente bella. A pesar de su sino, seguía pareciéndole inalcanzable.
-Ciao, Julia.
Volvió a bajar la mirada, avergonzado, asqueado. Se dio la vuelta, salió de la habitación y bajó lentamente las escaleras, en dirección a la puerta principal.
Filippo, yo no digo que se mienta... Le pregunto a Julia si, por casualidad, está en cinta, y si es así, si su suegro lo sabe...
En cualquier caso, creo que de ser así, le harían tener al niño y luego... bueno no quiero decir lo que pienso porqué es doloroso.
Y Sal, no era mi intención parecer su padre y sermonearla. Sabes que me sabe tan mal como a cualquiera.
Pero desde que decidimos seguir "este" camino, todos y cada uno de nosotros, éramos mas o menos consciente de que la mierda nos iba a salpicar de un momento a otro y, o no tuvimos narices de negarnos, o por alguna otra razón aceptamos el precio a pagar.
En mi caso, ganar dinero para sacar adelante a mis hermanos, pagarle la carrera de enfermera a mi hermana y que todos pudieran vivir decentemente... Ahora si no cumplo, ya se por donde me van a apretar, a si que estoy tan jodido como cualquiera... e insisto, es una cuestión de tiempo...
Bien Julia, si llego a saber que llegaria aquí, no hubiera salido a defender a Roberto esa Noche Vieja. Pero lo hecho hecho está. Alguna última voluntad que podamos mirar de cumplir?
Luego se acercó a su primo y le dijo al oído:
Aconsejo una buena dosis de barbitúricos y alcohol, y luego ya no sentirá nada... entonces acabamos el trabajo sin hacer un estropicio. No quiero desfigurarla ni dañar su cuerpo.
—No estoy embarazada, Luigi... —dijo con voz queda, agotada, con dificultad por la hinchazón de la cara y los dientes rotos.
Luigi, Sal y Filippo empezaron a tejer planes, a hablar como si Julia no estuviera, a discutir entre ellos sobre cuál era la mejor manera de proceder, cómo podrían salvarla, si estaban o no sermoneándola en sus últimas horas y varias cosas más. Tenían poco tiempo para decidir qué hacer, antes de que Luciano enviase se cansara de esperar resultados y enviase a alguien más, o todavía más urgente, antes de que Carisi llegase a la casa y se encargara de finiquitar el asunto sin mayores miramientos. El Gigante no era muy propenso a mostrar compasión.
—¿A dónde voy a ir Filippo? No tengo coche, ni dinero, y tarde o temprano me encontrarían. No, chicos. No tenéis más opción. A mí me acabarán matando igual... y si no lo hacéis vosotros... tampoco os perdonarán. Yo en cambio... os perdono. ¡Apretad el gatillo y poned final a mi agonía!
Si vais a terminar el trabajo, necesitaréis antes una tirada de Coraje para poder apretar el gatillo.
Si no tenemos tiempo ni para sedarla y que no sienta nada, ha de ser rápido y contundente...
Luigi lanzó una breve mirada a su recortada. Un arma que solo el llevaba, pero que podría usar cualquiera...
Pero creo que si el Don se entera de esto y no estaba debidamente informado, nuestros cuellos también estaran colgando de una soga en breve. Así que esta vez no voy a discutir. No pretendo salir vivo de ésta, pero venderé cara mi vida, si alguien viene a por mi por hacer el trabajo.
Filippo, si no tienes una solución vete abajo con Sal. Yo me encargo...
Filipo negó con la cabeza. Aunque no podía aguantar la pena que sentía por lo que era inevitable y apenas podía mirar aquella cara demacrada, tragó saliva antes de hablar.
-Puedo ser muchas cosas, pero no soy un cobarde. Si hemos de hacer esto, quiero estar presente. Lo siento Julia. No es el final que hubieses querido, ni el que hubiésemos querido ninguno de nosotros para ti. Que el señor se apiade de tu alma. Te recordaré siempre y recordaré lo que hiciste por nosotros.
Levantó su propio arma y se dispuso a disparar cuando el resto estuviesen listos. Si habrían de hacerlo, no permitiría que su primo asumiese esa responsabilidad en solitario.
Amadeo tardó en reunirse con los demás, pero no tardó en atar cabos sobre la situación. La propia Julia decía que les perdonaba, que terminasen con su agonía. El resto de sus compañeros estaban nerviosos. Él mismo también lo estaba, pese a no compartir la misma historia que ellos con aquella joven.
—Lo haré yo —dijo el gigante en un tono firme pero apesadumbrado—. Así no tendréis que cargar con esto sobre vuestras conciencias.
Un buen soldado cumple órdenes sin rechistar y sin hacer preguntas, pensó Amadeo. Un buen soldado cuida de sus compañeros y no los abandona.
—Salid de la habitación si no queréis verlo. Será rápido.
Motivo: Coraje
Tirada: 1d100
Dificultad: 97-
Resultado: 21 (Exito) [21]
Salvatore se cruzó con Amadeo en la puerta. No lo miró. Se detuvo poco más allá del umbral, mirando a la escalera, pero escuchando lo que ocurría dentro de la habitación. Sacó un cigarrillo y se lo llevó a los labios, pero no lo encendió. Ahí se quedó, como una estatua, con el revólver en la mano, mirando al infinito y con el cigarro colgando en los labios.
Que lo hagas tu no va a quitarme nada de peso en mi conciencia. El remordimiento me acompañará para el resto de mis días, pero cuando se toma una decisión, se asumen las consecuencias. Y digamos que siento que me merezco cargar con esa culpa.
Noto que he fallado a demasiada gente con mis decisiones, y que me he fallado a mi mismo. Eso ya no tiene arreglo.
No Carisi, esta vez no puedes hacer de Papa Noel y regalarnos felicidad...
Julia se merece una "liberación", no una tortura. Somos mejores que Roberto... tiene que ser algo que no la haga sufrir ni un segundo...
Amadeo asintió, comprendía la decisión de Luigi.
—Entonces no lo alargues más. No creo que haya peor tortura que esperar a una muerte que no llega y la pobre muchacha no lo merece.
Sus palabras no eran tajantes, pero sí solemnes. Darle más vueltas solo empeoraría la situación.
—Pero puedo hacerlo rápido, limpio, silencioso y prácticamente indoloro, si lo prefieres —dijo, chasqueando sus nudillos, implicando que para él no supondría ningún esfuerzo partirle el cuello a Julia.
Si me juras que será indoloro, por mi adelante.
Luego el desgarbado mecánico, encendió un cigarrillo, se acercó a la mujer y se lo ofreció.
Julia, fuiste el amor de ensueño de muchos chicos del barrio, no me cuento entre ellos, aunque eres la más linda de todas. No elegiste al mejor, en esta mierda de mundo donde vivimos.
Reconozco que te quiero, pero como quiero a Sal, a Enzo a Filippo o a mi hermana...con mis afinidades y mis diferencias con ellos.
Espero que no nos guardes rencor, y algún día podamos reencontrarnos. Intentaré darte un entierro sencillo pero digno.
Si no quieres que sea Carisi, que sea otro...tu mandas.
Motivo: coraje
Tirada: 1d100
Dificultad: 96-
Resultado: 19 (Exito) [19]
Fueron abandonado la casa, pues a algunos les costaba ver lo que iba a terminar pasando. Finalmente, solo Carisi y Luigi quedaron con Julia, ofreciéndose a terminar con aquello para siempre. Finalizar el encargo y el dolor de la joven muchacha machacada por haberse acercado a la Familia. Finalmente fue Amadeo quien se encargó de terminar de una vez por todas con el sufrimiento de Julia. Él era el único que no tenía un vínculo de juventud con ella, y a quien terminar con su vida le importaba tan poco como con la de cualquier otro. El Gigante se hizo cargo, con sus propias manos, sin provocar ruido que alertara a los vecinos y sin proporcionarle a ella mayor dolor que el que ya había sufrido. Carisi era un experto en matar. Eso había que reconocérselo.
Ahora quedaba una última cosa que sabían que debían que hacer para finalizar aquel dichoso trabajo, algo que les dolió casi tanto como terminar con la vida de Julia, limpiar la escena del crimen y deshacerse, como si de basura se tratara, de otra amiga de la infancia. Así lo exigían aquellos trabajos, aquella vida que habían aceptado llevar, aquel trabajo que les hacía ganar más que cualquier otro pero que les cobraba demasiado a cambio. Lo habían hecho otras muchas veces, sin importarles lo más mínimo las vidas de aquellas gentes, pero ahora era distinto. Ahora se deshacían de una parte importante de sí mismos con Julia, y con Caranta, y quien sabía si en unos días con alguno de los que ahora estaban allí...
Terminaron aquella desagradable tarea cuando la media noche ya había pasado ampliamente de largo y el viejo año se había consumido para dar paso a uno nuevo. En las calles todo era felicidad y alegría que contrastaba con su estado de ánimo. Las frías calles de Nueva York eran más frías que nunca para ellas. En su deambular se cruzaron con un tipo que iba silbando una melodía que reconocieron de inmediato: Auld Lang Syne. Aquella que hablaba de los viejos tiempos y los antiguos camaradas, la típica canción de despedida que se suele cantar siempre después de la doceava y última campanada, y que da pie al principio de un creciente y nuevo año... Ahora también de una nueva década. Y de una nueva vida, en la que tan sólo cabía olvidad las viejas amistades.