Partida Rol por web

Habían logrado terminar el trabajo, aunque el final había sido bastante más llamativo de lo que les hubiera gustado. Decenas de testigos les habían visto eliminar a los dos irlandeses sindicalistas, e incluso habían ajusticiado a uno malherido en plena calle ante la atenta mirada de los asustados comensales de El Corinto. Decidieron salir de allí inmediatamente, pues las sirenas de la policía sonaban peligrosamente cercanas. Luigi fue capaz de conducir a pesar de tener quemaduras en los brazos, y les sacó de allí inmediatamente en el coche. Callejeó adolorido dando volantazos hasta llegar a una zona que consideró segura y redujo la velocidad para pasar inadvertido. Pusieron distancia y cruzaron a Jersey, donde abandonarían el vehículo en un desguace que el mecánico conocía y después volverían en bus. Las precauciones tomadas lograron que la temeridad de aquel final no tuviera mayor trascendencia. 

Unos días más tarde Anastasia les felicitó personalmente. Su trabajo había dado buenos frutos. Los hombres de paja de Masseria lograron ganar las elecciones del sindicato y todo salió a gusto de Anastasia y los jefes. El grupo se ganó unas buenas vacaciones con todos los gastos pagados por Anastasia. Debían desaparecer un tiempo para que las cosas se calmaran.

Amadeo pasó el tiempo en el local clandestinos de unos amigos, jugando al billar y moliendo a puñetazos un viejo saco de boxeo. Su entrenador se lo había recomendado, ya que el Gigante tendía a meterse en líos cuando no lograba mantener la ira y aquel era un lugar excelente para pasar desapercibido. Para él ya era casi rutinario.

Hasta llegó a participar en torneos de boxeo clandestino para llevarse una pequeña tajada con las apuestas.

Probablemente había alguna moraleja en el resultado de su último ataque, pero a él solo le importaba que Anastacia les había felicitado por el trabajo. Muy en el fondo, Carisi era un niño que esperaba con ansias la aprobación de una figura paterna. Ya fuera su padre, sus compañeros, el entrenador, el sargento…

Salvatore aprovechó bien sus merecidas vacaciones. Aunque todo parecía haber quedado en calma, Sal decidió salir unos días de la ciudad. Irse de vacaciones; pero qué sabría un chico de Mulberry Street qué era era irse de vacaciones... Así que optó finalmente por pasar una inverosímil semana en Syracuse. Allí daba paseos y fumaba mirando el techo del cuarto de su pensión. Rememorando los últimos eventos, consideró que era muy necesario que mejorara su puntería. Así que se apuntó para recibir unas clases en una galería de tiro local, pero no parecieron aprovecharle mucho. También fue asaltado su última noche en la ciudad, al salir de un bar; hubo pelea, carreras y finalmente el forastero salvó la cartera.

De vuelta a Nueva York se dedicó sobre todo a jugar. Ni ganó demasiado, ni perdió demasiado. Como de costumbre. Vio a Enzo en un par de ocasiones y tomaron unas copas. Estaba más metido en la música que nunca, y Sal estuvo escuchándolo tocar ambas noches hasta que se hizo de día. También pasó unos días con aquel falsificador húngaro, o lo que fuera, viendo cómo copiaba unos sellos de colección para un cambiazo. Una verdadera obra de artesanía, desde la elección del papel al envejecido de las tintas. Aprendió mucho.

Y al cabo de las semanas, sencillamente comenzó a aburrirse... y a echar de menos la acción. En un primer momento no quiso reconocerlo ante sí mismo, pero la vida de gángster, que desde luego tenía su lado sórdido, empezaba a gustarle. Calaba en él poco a poco la satisfacción del reconocimiento de su buen hacer, una cálida sensación de pertenencia, la adrenalina. Y también un poso amargo, la sensación de que, cuando más se adentraba por aquel camino que el destino le había dictado, más lejos le quedaba cualquier otro tipo de vida.

Un día se sorprendió a sí mismo merodeando por Scarpatto's...

Bacoli buscó un motel en New Jersey donde pasar unos pocos días y recuperarse, pero pasados éstos, decidió largarse a una zona boscosa donde había una cabaña de cazadores y se dedicó a practicar tiro (algo que sin duda no levantaría muchas sospechas dado el lugar elegido. También practicó sus técnicas de falsificación, para no perder la costumbre y la destreza adquirida tiempo atrás, aunque le faltaba mucho que aprender.

Recuperado de las heridas del fiasco en el restaurante griego, decidió volver a una zona más civilizada, y buscar caminos, atajos y lugares que sirvieran en un futuro para evitar persecuciones, o encontrar informaciones valiosas. En el fondo siempre le gustó "callejear".

Por último, antes de volver a su taller, decidió meterse en una "carrera" ilegal por supuesto. De esas que se disputan dentro de los canales habitualmente... No hizo mal papel, claro que el coche no era el mejor, y no pudo hacerse con el triunfo. Un tercer puesto no estaba mal... Consiguió una pírrica ganancia por ese tercer puesto, que decidió gastar en unas cervezas imvitando a otro de los conductores que alli conoció en el Scarpato's