Bafaculo!!! fillios de putana!!!
Hora de largarse de este lado del muelle... Donde está Anastacia? Ese coche que nos saque de aquí con presteza... Los "fuegos artificiales" se ven mejor desde la distacia!!! Prego!!!
Luigi iba con su viejo mono de trabajo. Un sufrido y desgastado mono que había lamido el suelo tantas veces que era imposible contar los rotos y arañazos que tenía. Al saltar de la furgoneta, se hizo otro siete. Nada que no pudiera zurcirse, pero quizás venía siendo hora de hacerse con un mono nuevo.
Quizás Luciano quedaría contento con la resolución del caso de los Irlandeses metomentodo, y le facilitara uno de esos monos modernos... Claro que ese lo reservaría para las carreras...
Las carreras... algo que se estaba quedando a un lado. Frank Costelo era un hombre respetado y con contactos... Igual él podría ayudarle a encontrar alguna carrera...
¡Crash! El impacto fue espectacular. Y luego un ¡flash!, y los bidones se incendiaron. Parecía que había sido un éxito. Sal todavía tenía la mano en la culata del revólver, y oteaba ávidamente a un lado y a otro con gesto de chiquillos robando manzanas. Sí, que el coche de Anastasia apareciera pronto...
Carisi se quitó el polvo de su traje viejo. Tendría que comprarse uno nuevo, pero no le importaba. El Gigante miraba entusiasmado las llamas, como un niño cruel que observa a las hormigas arder bajo una lupa.
—Buen trabajo, Bacoli. Si esto no les escarmienta, me moriré de ganas de hacerles entrar en razón a mi manera.
Esta vez, el crujir de sus nudillos quedó amortiguado por el crepitar de las llamas. Carisi se preguntó si aquellos gorilas seguirían teniendo ganas de gresca o valorarían más intentar rescatar a los que les pagaban el pan.
Filippo se había guarecido en un lugar cercano desde donde tuviese una buena vista de la parte de atrás. Cuando la furgoneta impactó haciendo que aquellos dos gorilas saltaran torpemente y explotó no pudo evitar sonreír. Cerró el puño en señal de triunfo.
Instintivamente echó mano a la pistola, pero no tenía sentido hacer nada más. El mensaje estaba entregado. Ahora había que salir de allí. Anastasia debía mandarles el coche para la huída ¿dónde estaba? Si no llegaba, lo mejor sería marchar cada uno por su lado. Llamarían mucho menos la atención y en caso de coger a alguno, el resto se salvarían.
El fuego se extendió rápidamente por la caseta de los sindicalistas gracias a la gasolina que cargaba la furgoneta. La visión de las llamas era hipnótica y desde la seguridad de la distancia el grupo se quedó observando cómo ardía el lugar. Se marcharon un rato después, cuando las estridentes sirenas de los bomberos comenzaron a escucharse en la distancia. Para cuando la policía y los bomberos llegaron al lugar, el fuego ya se había extendido considerablemente, y alguno de los sindicalistas murió abrasado por las llamas.
Al día siguiente, los periódicos informaban del incendio y lo atribuían a un ajuste de cuentas entre sindicatos. Pero la cosa no quedó ahí, hubo grandes disturbios en la zona portuaria entre los trabajadores, partidarios de uno y otro bando, y también contra la policía, que tuvo que intervenir golpeando a todo el que se encontraba por el camino. A raíz de todo ello, la presencia policial se incrementó en la zona, con varios coche patrulla dando vueltas por la zona durante todo el día. Al mínimo indicio de que las hostilidades volvían a aumentar, varios coches más aparecían en un tiempo récord para el cuerpo de policía de la ciudad.
Cambiamos de escena: Los tres de la lista