Partida Rol por web

La conmoción de la sala común de Ravenclaw necesito algo de tiempo para calmarse. Michael tenía sus apoyos. Era normal, era popular, el número uno de la promoción y futuro ministro de magia, así que apoyos no le faltaban, y que Selen fuera rare y extrañe y que renegara de su género biológico era algo extraño en aquellos años. Afortunadamente, a Selen no le faltaron apoyos, como el de Philippa, dispuesta a batirse en duelo por ella, o tal vez solo buscando una excusa.

Selen y Oliver se escabulleron del lío y se encontraron que las escaleras podían ser tan cerriles como Michael Harwich, transformándose en rampa para impedir el acceso a Michael, creando un pequeño accidente que, salvo un extra de atención con la colada no pasaría a mayores.

A la mañana siguiente habían sido convocados antes de tiempo en el comedor para salir en dirección a Hogsmeade, y, para no provocar altercados innecesarios, no coincidir con los alumnos de los dos primeros cursos. Desafortunadamente no podrían consensuar con Millie la lista de cosas a comprar, pues su amiga debía estar aun durmiendo. Ella había parecido tener un as debajo de la manga, algún tipo de plan para irse con ellos, pero a la hora de la verdad no la habían visto ni se habían podido despedir.

Guiados por los profesores, cuya gran mayoría les acompañaría en la excursión fueron al apeadero cercano a Hogwarts. El trayecto desde él hasta el pequeño pueblo era de apenas unos minutos, tan poco tiempo que ni siquiera se pasó el carro con las golosinas. Los compañeros se encontraron y ocuparon un vagón al que se fue asomando gente.

- Non ragazza, non ragazzo, solo Selen. ¿Capisci? ¿Comprende? Selen. - Dijo mezclando inglés e italiano una Philippa que se desvivía por hacerse entender. Le dio dos firmes apretones en el hombro y se marchó. Al poco rato Michael Harwich pasó por el vagón, pero no se atrevió a entrar. Miró teatralmente hacia otro lado, como si Selen no importara lo más mínimo y siguió su marcha mientras leía un grueso libro. Michael necesitaba aprovechar su tiempo, aun yendo de excursión.

Un fogonazo de una cámara les pilló por sorpresa, tras la cual estaba un sonriente Colin Creevey, el fotógrafo encargado de inmortalizar el viaje. 

- ¿Qué Lucas? ¿Más tranquilo sin tu hermana? La escuché diciendo que seguro que hacías que te detuvieran en Hogsmeade... pero yo creo que exagera. En el fondo eres inofensivo... como un Weasley - dijo con una pequeña risa. - ¿Y qué? ¿Os vais a presentar a la copa de la travesura? Yo había pensado hacerlo, pero creo que voy a conformarme con documentarla, así que si vais a hacer algo y queréis un recuerdo, podéis contar conmigo. Soy una tumba, nunca delato a nadie, prometido. 

No dio tiempo para mucho más. El tren llegó  y comenzaron las carreras. Iban a tener 8 horas en Hogsmeade, monitorizados de lejos por los profesores pero mucho más libres de lo que serían en el castillo. 8 horas para disfrutar de la cerveza de mantequilla de las tres escobas, los caramelos de HoneyDukes, las bromas de Zonko's, el buen té de la teteria de Madame Tudipie, las varitas de Ollivander's, por no decir las tiendas de libros, ropa, calderos, mascotas, y todo lo necesario para ser el mejor mago, bruja o mague posible. T

odavía no había empezado a nevar, pero la calzada del pueblo estaba mojada por el rocío de la mañana. Los primeros rayos de sol dignos de mención empezaban a reflejarse sobre los tejados de pizarra y las chimeneas emitían alegres volutas de humo como bienvenida a los viajeros. Hogsmeade era un pueblo exclusivamente de magos, ningún muggle vivía allí, y estaba cubierto por multitud de conjuros desilusionadores y repelentes de muggles. 

Los menos acostumbrados al mundo mágico se sorprenderían con las tijeras de poda que podaban árboles sin que nadie las operara, las regadoras mágicas o las escobas, que barrían la calle sin que ningún operario las empuñara. Lechuzas iban y venían de todos los lugares y el aroma a bollos recién hechos inundaba el pueblo.

Era una mañana feliz, nada parecía que fuera a ser capaz de quebrar esa sensación, aunque el hecho de que Millie no estuviera era una lata.

Finalmente, y contra todo pronóstico, Oliver había podido entregar su autorización para visitar Hogsmeade a la profesora McGonagall a tiempo de no quedarse en tierra. Iba mirando por la ventanilla del tren, sorprendido del frío que hacía, mientras el castillo se hacía un poco más pequeño de lo que estaban acostumbrados a verlo.

—Jo, qué rabia que no esté Millie —dijo—. Pero bueno, seguro que algo se inventa...

Cuando pasó Philippa, sonrió al escuchar aquél idioma híbrido que él llamaba "inglesiano". Le hacía mucha gracia, aunque no se reía jamás de la chica. Le parecía muy valiente que se atreviese a hablar tanto sin dominar todavía la lengua del país. El fogonazo de la cámara de Colin le pilló desprevenido y le hizo parpadear.

—Pues... nos lo estamos pensando —dijo para no revelar tan pronto los planes—. Pero tranquilo, que si lo hacemos, tendrás grandes fotos.

Cuando el tren llegó a Hogsmeade, Oliver abrió mucho los ojos para empaparse de todo aquél ambiente. Era realmente un pueblo mágico, y podrían experimentar un montón de cosas allí.

—Bueno... ¿a dónde vamos primero? —sonrió volviéndose hacia Selen y Lucas.

Selen había llegado justo a tiempo al tren que salía para Hogsmeade. A uno se le olvidaba una cosa y a otre la capacidad de llegar a tiempo a los sitios, compueste y pulcre. Para variar, la túnica se arremolinaba sobre los zapatos sucios y la mirada distraída persuadió a muchos de tratar de establecer una comunicación con elle, tras lo sucedido en la sala común.

Tomó asiento en un departamento aislado, pero a los pocos minutos recordó algo y fue en busca del resto de tunantes, esperando que a Millie se le hubiera ocurrido una buena para poder agregarse a nuestra comitiva. Había tanto por hacer y anoche había caido tan redonde, que ni una mísera lista había confeccionado.

No pensaba contestar a Creevy, cuanto menos oidos hubiera metido en sus planes, menos posiblidades de que sus cabezas pagara por algo.

- Presentate, seguro que sera divertido y si quieres, te hago un recuerdo yo de ello - pensative con respecto a no dejarse llevar por nada.

Al descender del transporte miró a ambos, pensative y con un gesto somero, puso dirección a Zonko. La ausencia de Millie se iba a hacer de notar y esperaba que estuviera explorando las posiblidades que ofrecían los pasadizos ocultos del castillo

- ¿Habeis hecho alguna lista? Si os soy sincere, pensé que podría conseguir algo al consultarlo con la almohada, pero las musas me han abandonado.

- ZONKO's - dijo elevando la voz como respuesta a la pregunta de Oliver antes de darse cuenta que había hablado demasiado alto. Se puso la mano en la boca y finalmente sonrió, algo avergonzado.

- ¿Dónde más podríamos ir? Es el paraíso, y es mejor que vayamos pronto, no se vayan a acabar las cosas alucinantes.

Y es que la realidad es que los bolsillos de Lucas no estaban precisamente llenos, así que, aunque iba a tener que economizar si quería tener para una cerveza de mantequilla con sus amigos, incluso para pagarse la comida. Lucas se rascó la cabeza, el tampoco había sido previsor y había hecho listas de lo que comprar. Se encogió de hombros, esas cosas de la previsión eran cosas que haría su hermana, él era más del salto de mata.

- No, no he planificado nada, pero si queremos hacer una buena broma necesitamos los materiales. Había pensado que podría ser útil algo, por si necesitamos escaquearnos de alguna clase para preparar la broma. No sé si existen de verdad, pero he oído rumores sobre algo llamado "Surtido saltaclases". Parece ser que te puede provocar vómitos, sangrado de la nariz o vómitos, si te comes una parte de una pastilla, y si te tomas la otra se te corta inmediatamente. 

Los gritos, las voces y el estruendo de cerca de 200 estudiantes, correteando de arriba a abajo, rompieron la quietud del pueblo de Hogsmeade. Algunos estudiantes iban entusiasmados hacia Honeydukes a probar alguna de las grageas de mil sabores. Otros, en cambio, se dirigían hacia Tomos y Pergaminos a comprar libros o pergaminos, y los más mañaneros iban a por su primera cerveza de mantequilla en las tres escobas. Un pequeño grupo, los más revoltosos, se dirigieron hacia la tienda de Zonko's, la tienda de bromas más famosa del mundo mágico del Reino Unido.

Al empujar la puerta sonó una alegre campana anunciando su entrada. Ese sonido llamó la atención del tendero, un hombre alto y estrafalario que estaba vestido de una forma estrambótica, a medio camino de un payaso y un hombre de negocios. La puerta se cerró y el sonido de un pedo le hizo sonreír ante el asombro de los clientes. El tendero se sonrió y dijo

- Cada día en Zonko's la puerta emite un sonido distinto al cerrarse. Ayer era el mugido de una vaca, y hoy ha tocado este. Ni yo puedo controlarlo, cuando compré la tienda al mismísimo Zonko la puerta ya estaba encantada - Se encogió de hombro teatralmente y dijo - Bienvenido a Zonko's, soy Bilton Miles - Dijo mientras se atusaba un bigote que se retorcía sobre el mismo. - Y hoy, y todos los días seré su embajador dentro del país de las bromas, las travesuras y la diversión.

La sonrisa que le dedicaba era cálida, su voz de tenor. Era prácticamente calvo, salvo un penacho de pelo rubio rebelde justo en el centro de la frente. Sus ojos azules eran amables y sus manos parecían tener vida propia y moverse nerviosamente de un sitio a otro. Abrió los brazos para señalar los estantes de la tienda y les dijo

- ¿Qué será hoy? ¿Tal vez jabón de huevos de rana? ¿La clásica bomba fétida? ¿Tazas que muerden la nariz? Si no lo tenemos en Zonko's es que no existe, y si no existe lo crearemos. Ningún buen mago o bruja se quedará sin su broma.

Oliver sonrió ante el entusiasmo de Lucas por ir a Zonko's cuanto antes. La verdad es que él también tenía ganas de visitar la mítica tienda más temida por Filch.

—Vale, vamos para allá —dijo—. Así quizá se nos ocurran ideas, una vez que tengamos delante todas las cosas que se pueden comprar allí.

Se pusieron en marcha sin perder tiempo, mientras los demás chicos y chicas de Hogwarts se dirigían a otros destinos. Oliver apostó a que Selen y él serían los únicos Ravenclaw que no fueran a visitar la tienda de libros, pero después de todo, no eran unos Ravenclaw al uso. Enseguida estuvieron frente a la tienda de color rojo rotulada en amarillo. Oliver no pudo evitar una carcajada ante el ingenioso encantamiento de la puerta al cerrarse.

—Pues lo primero que querríamos sería confirmar un rumor —dijo el Ravenclaw al señor Miles después de que este les preguntara qué buscaban—. ¿Es cierto que tienen artículos para saltarse clases por motivos de salud? Suena a algo muuuy útil...

Mientras recibían una respuesta, el chico dejó vagar la mirada por la tienda, tratando de captar algún artículo que llamase especialmente su atención para los planes del grupo.

 Pusieron rumbo a Zonko, sabiendo que si necesitaban buscar cosas, no habría otro sitio donde hacerlo. Otra idea fantástica, sería comprar algunos dulces de Honeydukes y trucarlos con el interior de algunas de las pillerías de Zonko. Pero eso eran naderías, la broma debería ser tan sonada, que se escuchase por los rincones de cada corredor.

- Deberíamos ver, qué cosas podemos comprar, porque me da que ninguno ha pensado en ninguna lista. Y no creo que tengamos muchas monedas para gastar. Optimización de recursos - pensativa, hacía un inventario de las cosas que aún estaban guardadas en el baúl de cuero, esperando a ver la luz.

Todo iba a depender de lo que quisiera para gastar la broma. No era lo mismo cambiar todos los pasteles de la cena de Gala del Gran comedor, que explotar uno de los armarios de la clase de Defensa contra las Artes Oscuras. Ver la cara del Professor Snape, lleno de carboncilla, con el pelo grasiento desordenado, tenía que ser algo digno del sucesor de Peeves.

- Deberíamos aprovisionarnos de algún surtido saltaclases. Tengo la ligera impresión, que será de las primeras cosas en agotarse. Evitaría las varitas de pega y las escobas encantadas. No tengo ganas de tener problemas en medio de un partido de Quiddich, por que la bludger se líe a bolazos con el árbitro - comenzó, tras lo cual se puso de un modo algo ensoñadore y a su rostro, pillo de por sí, afloró una sonrisa perturbadoramente inquieta.

Saludó de forma encantade a su ciccerone de la tienda, mientras de un vistazo, hacía inventario de los recursos de la tienda. Sin haber pensado aún, de que forma querían dar la nota, era realmente complicado elegir los ingredientes para una fechoría exitosa.

Más les valía pensar rápido.

- Polvos de mundo al revés - musitó queda - ¿Tendríais polvos de mundo al revés, señor Miles?

El señor Bilmes se atusó el bigote mientras atendía a los muchachos con la mejor de sus sonrisas. Cuando Oliver preguntó si tenía surtidos saltaclase miró a ambos lados, conspiratoriamente, como si una legión de aurores se fuera a cernir sobre su tienda y llevárselo a Azkaban por toda la eternidad.

- Oh, ese tipo de artículos creo que están prohibidos en Hogwarts, no deberíais preguntar por ellos. Ya sabéis, vuestra educación es importante y saltarse una clase no debería ser vuestra mayor preocupación - Se tocó la pajarita y soltó una risotada mientras les pedía un momento - Aunque entiendo, que almas bromistas como las vuestras pueden necesitar un momento de tranquilidad para preparar una broma. Esperad un segundo, voy a ver que encuentro en la trastienda.

Entró en la trastienda de la tienda y un minuto después estaba con unos pequeños caramelos, envueltos en papeles de colores poco llamativos: Gris, marrón, rojo oscuro y azul marino. Abrió la de color rojo y se las enseñó. Era una especie de tableta de dos colores, una del color del envoltorio y otra blanca. Con un gesto profesional Bilton Bilmes separó ambas partes del caramelo y se metió la roja en la boca

- Funcionan así. La parte de color es la que causa la falsa enfermedad, y la blanca es la que la cura. Son bastante rápidas en su efecto, tanto la de color como la blanca....uy... ¿Chico, tienes un pañuelo? - Le preguntó a un Lucas que sacó rápidamente uno que había usado en el desayuno.

El pañuelo estaba teñido de sangre, una sangre que manaba de la nariz con bastante profusión. El tendero no parecía tener demasiados problemas en ello y sonreía, a pesar de eso.

- ¿Veis? Unos segundos y ya estáis enfermos. No os tenéis que preocupar, la enfermedad que se produce no es grave, y los encantamientos de un sanador la pueden paliar, pero no la curan del todo, lo más probable es que os dejen en observación u os manden a vuestra habitación a descansar - Sonrió y se tomó la pastilla blanca, dejando de sangrar inmediatamente - Y así se usan, os recomiendo la gris para la fiebre, la verde para un resfriado, la marrón para diarrea o la azul para dolor de estómago. - sonrió - No son muy caros, además, a los primeros clientes del día siempre me gusta hacerles un regalo.

Entonces Selen le preguntó algo sobre unos polvos de mundo al revés, algo que hizo fruncir el ceño al tendero. Se tocó nerviosamente el bigote y le dijo

- No he oído hablar de esos polvos, ¿Tal vez te refieres a los de eruptós?  ¿Los de hipotós? Nunca he oído hablar de ellos, pero si me cuentas lo que quieres, tal vez pueda tener algo parecido. ¿Qué es lo que tienes en mente pequeña?

La tentación era difícil de soportar pero Millie no era una ladrona. Puede que si cogía uno de aquí y otro de allí nadie lo notaría, tal vez incluso notándolo alguien lo podría achacar a los ratones, pero ella sí que lo sabría, y con eso bastaba, además, Bubble estaba allí, ¿Y que pensaría su amiga si la viera haciendo esas cosas?

Sus pasos la llevaron a la puerta y comprobó que estaba cerrada. Tenía que salir de allí, si no el olor a azúcar la volvería loca. Apuntó con su varita la cerradura y lanzó el conjuro de apertura. Un chasquido de la cerradura la hizo sonreír, y tras empujar la puerta se encontró en una especie de sótano con una escalera de caracol que subía. Estaba en algún tipo de edificio desconocido, y no había otro camino más que subir. Subió con el cuerpo pegado a la pared, despacio, como un ratoncito que no quiere ser descubierto en una excursión a por queso. No tardó en encontrar una puerta, y tras tantearla vio que estaba abierta. Aguzó el oído apoyando la oreja a la puerta y escuchó el sonido de niños, había bastante escándalo, como si hubiera entrado al gran comedor. Empujó la puerta y la cerró rápidamente tratando de pasar inadvertida.

 Aquello era el paraíso. Hileras e hileras de caramelos perfectamente alineados, como los soldados de un pelotón. Ranas de chocolate, grajeas de mil colores y sabores, luces cálidas, animados muñecos de peluche saltando, monos haciendo piruetas en sus trapecios, todo era una explosión de color, olor y sabor, si tenías galeones en los bolsillos. Reconoció el sitio sin haber estado antes. Honeydukes. Estaba segura. 

Varios de sus compañeros miraban de elegir que comprar, llevando de cráneo a los pobres dependientes que se afanaban en atenderlos. Ese caos le había servido para pasar inadvertida y se pudo fijar que nadie la miraba. Lo había conseguido, había llegado a Hogsmeade sin que nadie se lo hubiera podido impedir. Era para estar orgullosa, aunque había una cosa que faltaba. Sus amigos no estaban allí, y si quería encontrarlos iba a tener que adivinar donde podían estar.

Al cruzar la puerta y encontrarse en medio de un paraíso de chuches, Millie sintió como se le hacía la boca agua y tragó saliva mientras sus ojos viajaban por todas aquellas hileras de caramelos. Había conseguido aguantar la tentación en el almacén y ahora, al ver todos esos dulces, deseaba gastarse todo el dinero que llevaba encima. Se metió las manos en los bolsillos de la túnica y apartó la mirada de las ranas de chocolate, obligándose a desterrarlas de su cabeza y centrarse en lo que la había llevado a ese lugar. Tenía que encontrar a sus amigos.

Podía imaginarse a dónde habían ido, aunque seguro que ella habría propuesto que su primera visita hubiera sido ese paraíso. Bajó la mirada y caminó hasta la puerta de Honeydukes, procurando pasar desapercibida. No sería muy difícil, normalmente los mayores solían ignorar a los niños de cursos inferiores y no habrían reparado mucho en ella, pero por si acaso, prefirió que nadie reparara en ella. 

De nuevo la emoción de la aventura cosquilleaba en su estómago. Desde el momento en el que se le ocurrió la idea de utilizar el pasadizo que había visto que usaban los hermanos Weasley, supo que era arriesgado y se le formó un nudo en el estómago. Ahora ya lo había hecho, estaba allí y buah... Era super emocionante...

Buscaría la tienda de bromas de Zonko y seguro que allí encontraría a Oliver, a Lucas y a Selen... 

Una sonrisa de oreja a oreja apareció en el rostro de Oliver cuando Selen hizo aquél comentarios sobre bludgers dando bolazos al árbitro. Se imaginó a la señora Hooch huyendo despavorida de un par de bludgers enloquecidas que la perseguían hasta más allá de los terrenos de Hogwarts y tuvo que contener una risotada. A veces era una lata tener tanta imaginación visual.

Cuando contempló la demostración del señor Miles tras tomarse el caramelo del envoltorio rojo, abrió los ojos como platos.

—¡Cómo mola! —exclamó—. Buah, es una genialidad... No se preocupe, no vamos a abusar de ellos. Es sólo que tenemos un plan que requiere... medidas evasivas eficaces.

Cuando Selen preguntó por los "polvos de mundo al revés", Oliver se quedó confundido. Jamás había oído hablar de algo así, aunque su compañere sabía más del mundo mágico que él, ya que su padre era mago. Y el nombre de los polvos prometía mucho, desde luego. Pero el señor Miles apagó su expectación cuando respondió que él tampoco sabía nada de esos polvos.

—Jo... pues el nombre suena genial —dijo—. Sería estupendo que existiera algo para que los almunos fueran profesores y viceversa, por ejemplo. O para que Snape se volviera amable y buena gente. A eso sí que valdría la pena que Colin le echase una foto.

El hombre parecía bastante entendido en todas las cosas que pudieran ayudarnos a hacer las cosas y hacía las delicias de sus ideas para con los planes de travesuras, pero nada, por si sólo, le parecía totalmente aceptable, para dar un campanazo que hiciera reventar el reloj gigante de la torre de astronomía.

- Ojala fuese así, pero en realidad, no es más que una especie de contra hechizo. Todo lo que lances tendrá el efecto al revés de lo que deseas. Se que se deberían dejar caer sobre la mano que acomete el hechizo - ojeó a Lucas algo ladine -  No es que sea fundamental pero ¿no te gustaría ver a Harwich tratando de parar un hechizo multiplicador y que todas las bocinas sigan saltando de una a otra mesa imparables, porque el Finite Incantatem no hace sino duplicarlas al doble de velocidad en medio de clase de Pociones? - incluso elle misme empezaba a sentir un cierto regodeo con esa idea tan surrealista como suculenta.

Tras tomar un par de bombas fétidas, una de Nocte y el surtido saltaclases, con cierta discrección, fijó de nuevo la mirada en su anfitrión, esperanzade, a que el amable caballero les diera una respuesta al menos en parte positiva.

Había sido una pena que Millie no hubiese podido venir, seguro que a ella se le habrían ocurrido un montón de cosas interesantes que comprar.

No pudo evitar que le doliese, que hasta el fotógrafo hubiese escuchado los rumores de su maldita hermana, acerca de que pronto se metería en algún problema. Y por supuesto que no le dijeron nada de que fuesen a participar en la copa de las travesuras, ni hablar.

Los saltaclases podrían ser muy útiles, y permitirles reunirse para hacer alguna broma en un momento dado, y además, cosa muy importante para Lucas, no eran muy caros. 

-Supongo que tendremos que comprarnos un buen surtido de saltaclases, pueden sernos muy útiles.- Dijo mientras miraba a Selen, ya que a el tampoco le sonaban aquellos polvos del mundo al revés. 

Trató de pensar y buscar por allí alguna cosa que pudiesen usar para alguna de sus bromas. había mucho, solo era cuestión de dar con lo adecuado, y que luego pudiesen pagarlo, cosa que para el no era precisamente lo más sencillo. Aun así, no paro de mirar y buscar, quería algo que sorprendiese, que no dejase a nadie indiferente. 

Bilton no pudo evitar una sonrisa cómplice al escuchar el comentario de Oliver. Se cogió de los tirantes como un niño demasiado excitado, que utilizaba ese asidero para no estallar en una alocada celebración, y finalmente, cuando consiguió contenerse dijo

- Bueno, algunos los inventó mi padre, otros los cree yo, y el de las pústulas sangrantes lo inventaron los gemelos Weasley. Esos chicos son unos genios, estoy deseando que acaben el colegio para contratarlos. – Sonrió – El efecto de pústulas sangrantes es demasiado radical, así que no os lo voy a vender, solo os lo he contado por un motivo – Les guiñó un ojo – Y es que las bromas evolucionan cada día, y si por un casual inventáis algo, hablad conmigo y yo os lo compraré. Las risas y las bromas están hechas para compartirse, no está bien quedárselas para uno mismo.

Y lo dijo con una convicción transparente para cualquier persona. No quería lucrarse, ni buscaba el beneficio personal, pues nada era más importante que la risa y las bromas para el señor Bilmes. Asintió y les dijo

- Estoy seguro que los usaréis bien, pero recordad no revelar el secreto. Si la señora Pomfrey descubre el origen de los caramelos le pondrá remedio y nadie más podrá usarlos. Será vuestra responsabilidad como bromistas, no impedir las bromas de futuros compañeros. – Sonrió – Aunque tengo confianza en vosotros. Sé que no delataríais a otro bromista. – Se atusó los bigotes y les empujó tres caramelos de color gris con una gran sonrisa – A estos invita la casa, conocer a jovencitos como vosotros hace que mi corazón se sienta joven de nuevo. Si queréis comprar más, estaré encantado de venderos tantos como necesitéis.

Aquello sí que era una suerte, hasta Lucas, que tenía el presupuesto más justo podría tener uno, y es que estaba resultando que el señor Bilmes llevaba la broma más allá de lo que era puro negocio. Cuando Selen preguntó por los "polvos de mundo al revés", se mostró interesado, aunque confundido por no saber a qué se refería. En el mundo mágico no había ningún polvo que tuviera un nombre similar, aunque era posible que aquelle muchache viniera de algún lugar lejano donde si existiera. El señor Bilmes le puso toda su atención y rompió a reír cuando Oliver hizo sus comentarios sobre los polvos.

- Muchacho, no hay magia ni artilugio muggle que pueda hacer que el señor Snape se vuelva amable, créeme, yo compartí colegio con él y agradezco a toda la magia que solo fueran dos años. Lo que planteas es poco factible, transmutar cuerpos, modificar recuerdos, adquirir conocimientos, creo, mi joven amigo de Ravenclaw, que si quieres ser profesor en Hogwarts vas a tener que ganártelo – le guiñó el ojo – Pero aunque estoy seguro que lo puedes conseguir no te apresures en crecer, hay muchas bromas que se pueden hacer por el camino. Ya lo creo….

Y entonces Selen relató lo que quería. No es que quisiera que la gente caminara por el techo, ni que los alumnos se hicieran profesores. Era algo ingenioso, no cabía duda, y según desgranaba su idea el estrafalario tendero emitía diferentes sonidos para expresar la atención que le estaba poniendo. Según iba explicando una sonrisa se iba apoderando de su rostro y finalmente le dijo.

- No tengo exactamente lo que quieres, ni sé quien es ese Harwich al que te refieres, pero podría servir, déjame que te lo enseñe, creo que te va a encantar. – Sonrió y metió la mano en un cajón debajo de la casa y sacó un trozo de madera - ¡Eureka! ¡Os presento la varita al revés! ¡Acercaos!¡No tengáis miedo!

Sacó su varita, 24 centímetros, olivo, moderadamente flexible y puso a su lado el pequeño trozo de madera. Les guiñó un ojo y dijo

- Mimickus.

Ante ellos vieron que el trozo de madera se transformaba, adoptando la forma de la varita del señor Bilmes con una precisión asombrosa. Se metió su varita en el bolsillo, señaló una escoba y dijo

- ¡Accio escoba!. – Desplegando la mano para cogerla, como haría cualquier usuario del conjuro accio.

Y la escoba voló, pero no como todos esperaban, en medio del aire dio una vuelta completa y al llegar al señor Bilmes empezó a aporrearle como si fuera una madre enfadada por una trastada. El señor Bilmes reía y entonces apuntó con su varita a la escoba y gritó

- ¡Incendio!

Pero la llama salió hacia atrás, quemándole algunos pelillos de su bigote, haciéndole reír más todavía.

- ¡Finite incantatem! -a  lo que su varita respondió con una sonora pedorreta.

- Puede hacer más cosas, Ay – Escobazo en el lomo – Aunque solo sirve para conjuros relativamente sencillos, ay – escobazo en las rodillas – Para pararla hay que decirle una palabra, que solo el comprador conoce. En este caso... ¡Mermelada de cangrejo!

La varita se volvió a transformar en un simple palo y el señor Bilmes lo enseñó orgulloso. En ese momento la puerta se abrió, anunciando a un nuevo cliente. En cuanto la puerta se cerró el sonido de una ventosidad hizo sonreír de nuevo al señor Bilmes, contento de tener más clientes.

La clienta era una chica menuda, que si te fijabas mucho podía parecerse mucho  a Millie, salvo que Millie no era rubia y tenía el pelo largo, Millie estaba en el castillo, y los de segundo no tenían permitido estar en Hogsmeade. El señor Bilmes le dijo

- Enseguida estoy contigo pequeña.

Mientras centraba la atención en sus primeros clientes del día.

¡Allí estaban! ¡Los había encontrado! 

Millie entró en la tienda de bromas de Zonko y sus ojos hicieron una rápida inspección, deteniéndose en las tres figuras que estaban hablando con el tendero. Todos los presentes la miraron y ella apretó los labios, intentando aguantar la risilla que nacía en su garganta. Seguro que no sabían que era ella, su disfraz era infalible...  Menuda sorpresa se llevarían cuando les saltara encima... Pero ese no era el momento, estaban haciendo algo super importante... Seguro que no se lo iban a creer y tenía muchísimas ganas de ver sus caras cuando les contase su pequeña aventura.

Al cerrar la puerta escuchó una ventosidad a sus espaldas que la sobresaltó un poquito. Se volvió para mirar la entrada y se llevó ambas manos a la boca, intentando calmar la risa que luchaba por desbordarse....Al darse la vuelta había quedado a la vista la mochila que llevaba colgada a la espalda y la cabeza de Bubble que sobresalía por la parte de arriba, que les miró, con sus ojillos de tortuga.

Millie respiró profundamente y volvió a mirar hacia el interior, deteniéndose en el hombre que le decía que enseguida la atendería.

— De acuerdo, señor... — Dijo imitando una voz repipi, que fuera a juego con su peluca y empezó a curiosear las cosas que tenía a la vista, haciéndose la completa extraña.

Oliver sonrió de oreja a oreja cuando el dueño de la tienda les obsequió aquellos caramelos. Cogió el suyo como si fuera un tesoro.

—Muchas gracias, señor. Le aseguro que serán bien usados.

Luego el tendero dijo que nada podría hacer que el profesor Snape cambiara su forma de ser. Oliver rodó los ojos, por desgracia estaba muy de acuerdo. Había cosas que ni la magia podía conseguir. Pero la cosa realmente se puso interesante cuando les mostró aquél pedazo de madera maravilloso y de lo que era capaz.

—¡Guau! —los ojos de Oliver se abrieron como platos—. ¿Habéis visto eso? Ya sabía que la magia era flipante, pero no me podía imaginar que...

Una nueva pedorreta en la puerta hizo volverse al Ravenclaw, y pudo ver en la entrada a una niña sospechosamente parecida a la peque de la pandilla. 

Oliver sonrió más que en cualquier otro momento del día al ver a Millie en la entrada de la tienda. No tenía la menor duda de que era ella, y si les hubiera quedado alguna, la cabecita de Bubble la hubiera despejado por completo. Pero vio cómo la chica intentaba aguantarse la risa y se contuvo de saltar sobre ella para darle un abrazo y preguntarle cómo lo había hecho. Seguro que era toda una historia.

Se volvió una vez más hacia el señor Bilmes.

—Pues tengo que decir que su "varita al revés" es toda una pasada, señor —dijo con sinceridad—. ¿Cuánto nos costaría? Se me ocurren unas cuantas víctimas potenciales, a cuál más divertida...

Se dio la vuelta y guiñó un ojo a Millie, como si quisiera decirle en silencio "ya verás cómo mola esto".

Selen observó con cierta sorpresa, el nuevo artículo de magia que el señor Bilmes le ofrecía, estudiando las múltiples posibilidades que podía otorgarle. Aunque sonaba chipiriflauticamente fantástico, no llegaba a tener el efecto que esperaba, donde pudiera poner en apenas un segundo, el comedor completo patas arriba, volviendo locos a todos los que estén por allí.

Tenía la varita en la mano y una sorpresa frente a elle en cara de cuarto jinete del apocalipsis, indigestado de un unicornio hasta arriba de grajeas de Bertie Bott, vomitando arcoiris. La sonrisa se amplió casi hasta hacerse una media luna, pero no quería desvelar el secreto de la muchacha, ni mucho menos. Al contrario, tantas manos les ayudaría a conseguir afanando, lo que sus pingues ahorros no consigan.

- Me parece un elemento reseñable ¿qué precio tiene? - no eran los polvos del mundo al revés, pero podría hacer el apaño con Harwich cuando se pone de un pedante que no lo soporta ni el prefecto repelente de sexto año.

Guiñó a la niña repipi rubia y le sacó la lengua de forma cómplice.

- Nos quedamos con el surtido - susurró a Oliver - Y deberíamos buscar algo más, algo explosivo.

Seguía sin tener idea de la trastada que podía sonar hasta los próximos cien años, pero vendría, como si los mismisimos fundadores de los Colegios de broma de Hogwarts tuviesen que aparecerseles para iluminarles el camino

Lucas se sintió realmente contento cuando el señor Bilton le dio el caramelo salta clases, al menos tendría algo, ya que con su presupuesto era muy poco lo que podría comprar allí. -No se preocupe, el secreto estará a salvo con nosotros.- 

Observó maravillado las posibilidades de aquello que tan bien manejaba el dueño de la tienda, pero no sabía si estaría dentro de las posibilidades de alguno de sus amigos, de las suyas desde luego que no.

Y finalmente se llevo una grata sorpresa cuando vio entrar a Millie, que se había disfrazado para poder ir al pueblo. La recibió con una enorme sonrisa. 

El señor Bilmes sonrió satisfecho al ver a los niños coger sus caramelos y le dijo a Oliver

-Estoy seguro que serán bien usados. Los Gryffindor, son impulsivos, los Hufflepuff no suelen buscar problemas y los Slytherins, bueno, ellos no suelen tener sentido del humor, pero los Ravenclaw siempre saben cuando es el momento adecuado.

El tendero estaba en su salsa rodeado de chicos, y se le notaba que disfrutaba de su trabajo. Le guiñó un ojo a Lucas y le dijo

-  Un bromista nunca releva los trucos de otro bromista, es algo que cualquiera que se dedica al noble arte de hacer reír sabe, y tienes cara de saber algo de ello joven amigo.

Selen pidió si existía algo así como los polvos al revés y el tendero tuvo que echar mano a toda su imaginación para encontrarle un sustitutivo. Les mostró algo que se llamaba varita al revés, que ciertamente hacía algo parecido a lo que le había pedido Selen, aunque el ámbito de alcance no era tan grande como a elle le hubiera gustado. En cambio, Oliver estaba entusiasmado por la varita al revés, Selen se contuvo más, porque sabía que mucha emoción podía subir los precios. El señor Bilmes se frotó los bigotes y dijo

- 1 varita os costaría 1 galeón y 3 sickles, pero si me compráis más de una, y siempre con la promesa de que vengáis a contarme la broma que habéis hecho, estaría dispuesto a bajarle el precio a 1 galeón. No la encontraréis más barata, y si lo hacéis, juro por todos los Bilmes del mundo que me comeré mis bigotes.

No parecía que fuera posible obtener un precio más bajo. Las bromas eran algo muy serio para el tendero y no parecía que fuera capaz de engañarles con el precio. El señor Bilmes no pareció escuchar la intención ed Selen de quedarse con el surtido, pero algo le llegó a los oídos que le hizo poner ojillos maliciosos y divertidos.

- ¿Me ha parecido oír explosiones? Lamentablemente no puedo ofreceros nada que pueda ser peligroso. Eso va contra el espíritu del buen bromista, aunque si que tengo fuegos artificiales de muchos tipos. Unos son tan fabulosos que al explotar forman la figura de un dragón llameante, otros crean un Leprechaun danzarín, incluso, si es necesario, podría crearos en unos días uno de Snape sonriendo – dijo divertido – Pero explosiones, explosiones explosivas, esas no os las puedo vender. Veamos, veamos, dejadme pensar. Podéis comprar la tarta con velas explosiva. Es muy divertida, cuando soplas las velas estás hacen que la tarta estalle, llenando la cara del cumpleañero hasta arriba de nata… mmm… También tengo la botella de tempestad en una botella. – Se les acercó confidente – Ideal para soltar en la biblioteca. Una botella causa vientos suficientes durante 30 segundos para que ningún libro quede en su sitio. – Sonrió.

Se quedó un segundo pensando antes de decirles

- Los caramelos escupe-fuego también os pueden servir. O los confundidores, dadle un caramelo de esos a alguien y será incapaz de hacer nada a derechas durante un rato. Daros una vuelta, y explorad la tienda, mientras voy a atender a esta adorable jovencita.

Les dejó espacio para centrarse en Millie y se presentó

-Bilton Bilmes, maestro bromista y humilde comerciante ¿En que puedo servirla?