El Abad del monasterio te había echado de malos modos después de descubrir tu engaño. Llevabas años falsificando no solo códices, si no también títulos de propiedad, cartas de nacimiento y títulos de nobleza. Todo ello había ocasionado que le viejo bibliotecario sufriera un mal aire y muriera fulminado al conocer la noticia. Tanto el abad como el claustro al completo decidieron desposeerte de tu cargo y expulsarte ipso facto de la orden. Algunos monjes habían pedido una pena mayor como la muerte, pero el clero no tenía potestad para ajusticiar a muerte y el Abad no quería que el engaño fuera conocido por el brazo seglar de la justicia.
Tras el rápido juicio realizado a Hora Nona te encontrabas caminando con la nieve hasta las rodillas vestido con los harapos de uno de los sirvientes y sin más propiedades que una triste manta raida. Los pies no tardaron en entumecerse por la fría nieve, la tiste manta prestada no te protegía apenas del frio. Realmente los monjes te había condenado a muerte….
Justo antes de desfallecer en la nieve, pudiste ver a lo lejos un campamento romanie. Los romanie eran una rara avis en Europa, viajeros que no se ataban a las tierras ni a ningún señor feudal. Pero eran tu salvación. Tres coloridos carros y una gran hoguera en el centro.
Cobardes... pienso mientras el frío de la nieve se clava en la piel como pequeños puñales. No se han atrevido a condenarme a muerte porque eso habría atraído las miradas demasiado... pero tampoco querían que viviera... no fuera a ser que me fuera de la lengua... Cobardes... no paraban de sonar esas palabras en mi cabeza.
Intento taparme con la manta y que mis manos no se congelen... son la única herramienta que me queda para poder sobrevivir. Lo único que me daba algo de pena era que el bibliotecario hubiera muerto al conocer la noticia.. era un buen hombre que siempre me había dejado campar a mis anchas por la biblioteca... tal vez demasiado confiado... pero.. ¿quien no tiene defectos?
Siento que me queda poco tiempo bajo esas temperaturas. Había leído en algún libro que la temperatura de la nieve podía ser superior a la que había a intemperie... meterme en la nieve a esperar que pasara alguien era una opción. Miro al cielo y cierro los ojos. Antes de tomar una decisión tengo que rezar.
Sancta Maria, Mater Dei,
ora pro nobis peccatoribus,
nunc, et in hora mortis nostrae.
Amen.
Abro los ojos dispuesto a afrontar mi destino pero algo llama mi atención. Puedo divisar un campamento de romanie a lo lejos.. y tienen fuego.. seguro que comida también..
Respiro aliviado.
Gracie Regina Maria..
Saco fuerzas de donde no las tengo para caminar lo más rápido posible hacia el campamento romanie. No tengo dinero pero espero que mis conocimientos y habilidades puedan servirles.. aunque eso signifique tener que pagar mi deuda trabajando con ellos... mejor eso que morir.
Varios hombres salen corriendo del campamento y te recogen justo antes de desmayarte. Entre las brumas de la inconsciencia escucha la voz autoritaria de una mujer. ¡Llevarlo a mi carro!
***
Despiertas empapado en sudor tumbado en un mullido jergón de pluma. Varias mantas te cubren de pies a cabeza, aun así, no paras de temblar. Una mujer permanece de pie en mitad del pequeño carro adornado con cuencas de cristal, frascos de colores y hiervas secas colgadas del techo. Pobre mortal, tú vida se termina. La mujer viste un delicado atuendo de seda, algo tremendamente caro y raro en esa época, y se adorna con múltiples baratijas. Tu vida se termina y solo sabes acudir a un dios que no va a escuchar tu llamada.
¡Pero mira que mal educada soy, tu muriéndote y yo sin presentarme!
Mi nombre es Ioana Reina del engaño. Tienes un último deseo para esta diosa de la noche, hoy me siento generosa. Dice mientras comienza a quitar lentamente las capas de mantas que cubren tu cuerpo.
Parece que María me ha escuchado... y me ha hablado. Agradezco al señor la intervención, intento articular palabras, pero nada sale de mi boca. Al sentirme a salvo... las fuerzas que había hecho de más para mantenerme con vida desaparecen y caigo rendido en un profundo sueño.
***
Despierto completamente mojado. Las horas a la intemperie han pasado factura y estoy bastante fastidiado. El sudor recorre mi cuerpo y no puedo sentirme cómodo.
La mujer habla. Parece que se está riendo de mi, de mi credo. Intento articular palabras, rebatirle, pero me duele todo el cuerpo. No paro de temblar y eso me hace sospechar... que me quedan pocas horas de vida. Cierro los ojos para imaginar un sitio en calma... y entonces la mujer se presenta. Diosa de la noche, Reina del engaño... ¿qué clase de brujería es esta..? me pregunto y abro los ojos para verla.
Entre los temblores y el dolor no puedo hablar mucho.
- Ma-mario .- le consigo decir. Si ella se ha presentado yo también. - Y-yo -. comienzo. Me ha dicho que le pida un deseo... y se lo voy a pedir.- Q-que pa-pare .- me cuesta articular las palabras.- e-esto, e-este do-dolor .- le pido.
¿Quieres la muerte pequeño clérigo? ¿Quieres poner fin a todo? ¿Descubrís si hay algo más hay de la muerte, si tu dios existe? Dice la extraña mujer que ha terminado de retirar toda la ropa de cama. ¿O prefieres vivir y descubrir que los monstruos existen? ¿Qué el mal es real? Con una larga y afilada uña Ioana hace un pequeño corte en tu pecho, un par de gotas de sangre empiezan a salir. Luego lame las dos gotas de sangre. Hay mucho odio en ti, pequeño clérigo. ¿Quieres vivir para encontrar la venganza? Por tus venas corre el engaño en forma de tinta. Poco a poco la cabeza de Ioana empezó a subir desde tu pecho hasta tu cuello, notabas sus fríos labios recorriendo tu piel hasta que esto se detienen sobre tu cuello y una punzada de dolor seguido del más cálido placer recorre todo tu cuerpo. La habitación comenzó a moverse a tu alrededor mientras tu vista se vuelve borrosa, cubierta de petequias rojas, hasta que todo se sumió en la oscuridad. Finalmente, el más abrasador de los líquidos empieza a bajar por tu garganta…
***
Despiertas cubierto de sudor en el carromato de Ioana, sigue siendo de noche. ¿La misma noche o habrá pasado un día completo, puede que más? No estás en la cama, te encuentras acurrucado en una de las esquinas del pequeño carromato, tu ropa está cubierta de sangre y a tu lado se encuentra el cuerpo exánime de uno de los mojen de tu orden.
Ioano permanece impasible, de pie, en medio del pequeño habitáculo. Da la bienvenida a tu nueva vida, pequeño clérigo.
Escucho su voz pero mi mente se nubla. Me parece tan tranquilizadora... si el cielo es eso, yo me quedo. Y entonces sigue hablando... claro que no quiero morir. Claro que quiero vivir... quiero seguir... quiero.. quiero vivir pienso y trato de articular palabra pero no sale nada de mi boca. Solo unos pocos gemidos... estoy más en el otro mundo que en este. Siento su lengua por mi cuerpo y eso me escalofría bastante.
- Vi-vir.. - atino a decir con una voz muy débil. Y todo se vuelve oscuro.
***
¿Qué día es hoy? ¿Sigo vivo?
Abro los ojos con cautela y algo de miedo. Noto el frío sudor en mi cuerpo y me miro. Estoy lleno de sangre. Busco con la mirada y veo a la mujer.. pero esta vez la veo de verdad. Tardo un poco en darme cuenta que el hermano Juan está tendido en el suelo.
¿Mi nueva vida? Eso significa que muerto no estoy... pero... ¿vivo?
Miro mi cuerpo y trato de reconocerme. Miro el cuerpo del hermano Juan en el suelo.
- Qu-que... ha-ha pa-pasado? - pregunto dubitativo a la mujer que se mantiene de pie delante de mi. - Mi-mi nueva.. qu-que? - pregunto sin entender muy bien lo que está pasando. Pequeño clérigo... no es la primera vez que me llama así..
Intento levantarme y testear mis fuerzas.
Deja de tartamudear pequeño clérigo, ahora ya no debes de temer a la muerte. Tienes el don oscuro y debes de aprender a utilizarlo. La gitana se acerca al clérigo y lo levanta sin esfuerzo a pesar de la oronda barriga de este, ves que su cuerpo está completamente pálido. Ves, esto lo has hecho tú, pequeño clérigo. A partir de ahora de te alimentaras de vidas para alargar la tuya, vivirás en la noche sin ver la luz del sol y no necesitaras alimento, tampoco sentirás el frio ni el calor. Eres un ser de la noche bendecido con el don oscuro, eres un vampiro.
Escucho a la mujer... Ioana, con atención. Lo que dice no tiene sentido, simplemente es antinatural. Pero mi cuerpo y las reacciones acompañan a sus palabras.
Siento el hierro en mi boca... y me llevo los dedos para comprobar, horrorizado, que me he comido al hermano Juan. Yo me quería vengar.. pero literalmente esto... no, no era lo que buscaba.
Toco mi cuerpo y miro mis manos. Miro a Ioana.
¿Qué me has hecho? - pregunto aunque en realidad ya sé la respuesta.. ya lo ha dicho ella. Un vampiro. Un ser... destinado a arder en el infierno por toda la eternidad.
Cierro los ojos y cierro mis manos, aprieto los puños.
No quería morir en la nieve... pero ahora iba a estar condenado en vida.
- Yo... - comienzo. Paso mi vista desde el hermano muerto a la mujer, Ioana. - Yo no quería morir..., pero, pero tú me has matado. No he sido el más devoto de los clérigos, ni el más honrado, ni el mejor... y después de esto, va a ser imposible que Dios me perdone.
Digo y comienzo a rezar.
Con el tiempo yo no lo sabía, pero dejaría de rezar, al menos dejaría de rezar de verdad... la no-vida me esperaba y yo tenía que aprender y adaptarme. Me costaría, pero lo acabaría haciendo.
Pasaste varios años bajo los cuidados de Ionana, al principio recelabas de sus cuidados y rezabas a todas horas intentado sacar de tu cabeza sus enseñanzas. Pero al final aceptaste tu nueva existencia con todos su dones y maldiciones.
***
Fue en Venecia donde perdiste todo contacto con tu sire. Habías acudido a la serenísima atraídos por el gran flujo de gente que movía la Cruzada. La Cruzado no solo atraía a fervientes guerreros cristianos, también movía artesanos, comerciantes, meretrices, rateros y todos los demás estamentos de la sociedad. Un lugar adecuado para un falsificador, donde muchos nobles trataban de “ennoblecer” su turbio pasado familiar eliminando algún pariente sefardí o añadiendo alguna gesta a su desolado linaje.
En mitad del bullicio de la ciudad Ionana desaprecio. Posteriormente escuchaste rumores acerca de su huida, decían que había matado a un humano que no debía y antes de ver los resultados de su acto había decidido marchar.
En Venecia también conociste los grandes salones del Dux Narses y el conclave donde se decidía el destino de la cruzada. Donde Los ventrue abogaban por atacar Egipto para debilitar al imperio Musulmán antes de lanzarse a conquistar los Lugares Santos, mientras que los Lasombras defendían atacar directamente Jerusalén. Finamente, los mortales habían decidido el destino de la cruzada a espalda de los vampiros. Los cruzados no podían pagar su deuda a los venecianos, así que acordaron ayudarles con un “pequeño problema” a los Venecianos, en un intento de enderezar las cosas. El pequeño problema era la ciudad de Zara que se había rebelado contra la República de Venecia en 1183, y se había unido al rey Emerico de Hungría. Venecia quería recuperar dicha ciudad y la militia christi ayudaría a Venecia en dicha tarea.
También contemplaste todo el proceso judicial y de falsas acusaciones desatado contra varios vampiros, que finalmente quedaron libres al demostrar su inocencia1.
1-Ese fue el argumento de la primera Aventura de la Crónica: Noches venecianas. De ese grupo solo queda Francesco.
Durante tu estancia en los salones del Dux conociste a una vampiresa bizantina, Anna Sgorina. La mujer vestía al estilo del antiguo imperio con una amplia túnica blanca con una fíbula sobre el hombro. Había venido a la Serenísima como Enviada de Bizancio con la misión de parar la Cruzada que, a ojos del imperio Bizantino, solo agitaría las aguas y aumentaría la presión contra sus fronteras y conllevaría a una gran pérdida de vidas y cultura.
Anna también te confío un secreto, la Biblioteca de los olvidados, la mayor biblioteca del mundo después de la incendiada biblioteca de Alejandría. Una chica sabe que el conocimiento es poder, y el poder debe de ser guardado. Una chica sabe que ese gran poder se encuentra en Bizancio, pero que también se encuentra en el camino de la guerra. Una chica sabe que en Zara hay mucho conocimiento oculto.
Nos habíamos mudado a Venecia porque allí había muchas oportunidades y trabajos posibles. La Cruzada parecía atascada, sin un destino fijo. Tras muchas deliberaciones, decidieron dar la espalda a las opiniones de los Vampiros y cerrar un trato. Los cruzados recuperarían Zara para los venecianos y así la deuda estaría saldada.
Cuando Ioanna desapareció me sentí ligeramente perdido. Los últimos años había estado junto a ella trabajando de una forma muy estrecha, prácticamente no hacía nada sin consultarle... y ahora que no estaba la libertad se me hacía ligeramente grande. Pero eso fue solo durante unos días pues enseguida entendí que volar solo era lo que más convenía para alguien como yo. Además los rumores que rodeaban a la huída de Ioanna me hacían querer renegar de ella, yo no quería problemas, me movía mejor en las sombras de los bajos fondos.
Venecia te daba lugar al aburrimiento, habían pasado muchas cosas, la última, que había conocido a Anna, una vampiresa bizantina con mucho gusto por la cultura, tanto o más gusto por la cultura que yo y eso era complicado de encontrar. Establecimos cierta relación de confianza, ella conocía mis trabajos y ella me había dado algún tipo de información jugosa... muy jugosa.
Una Biblioteca de olvidados... tengo que ir allí... cuantos manuscritos, cuanto saber.. cuanto poder...
No puedo evitarlo, es una de mis debilidades.
Escucho con atención a Anna. Yo también sé que Bizancio es uno de los núcleos de saber y poder más importantes. El Imperio Bizantino mantiene los saberes y textos clásicos, conocen el Griego y el Árabe. El conocimiento del Griego era algo que se me escapaba... el cristianismo no se había preocupado de esa lengua y por ello no había podido aprenderla, pero tenía conocimientos suficientes del Árabe, Hebreo y Latín.
Miro a Anna.
Entendido. Sabes que estoy totalmente de acuerdo contigo. El conocimiento, los textos, las escrituras... pocos hombres, vampiros o mortales saben apreciar el poder que albergan. ¿Qué tipo de conocimiento? ¿Puedo encontarlo? ¿Podré ver la Biblioteca algún día? - pregunto con curiosidad.- Puedo acompañar a los cruzados a Zara para así poder investigar allí... ya sabes que desde hace semanas ansío conocer a alguien que pueda enseñarme Griego.. - le dijo.
Todo aquel que demuestre su valía puede encontrar el conocimiento de la Biblioteca de los Olvidados, una chica lo sabe, Bizancio la sabe. Contesto Anna con su curiosa forma de hablar, seguramente fruto de su falta de conocimiento del leguaje franco y el latín. Un chico también puede acceder a ese conocimiento si muestra ser válido.
Una chica puede enseñarte griego, pero no ahora. Una chica tiene que viajar rápido para avisar en su ciudad que el fuego cristiano se propaga.
Un chico tiene que saber que en Zara hay conocimiento oculto, conocimiento de los demonios de la tierra. Overtus se hacen llamar y monjes dicen ser.
Tomo nota mental de todo lo que me dice Anna.
¿Valido? ¿A qué te refieres? - pregunto con curiosidad. Había muchos tipos de valía... y no es que precisamente yo sea un prototipo de hombre valiente o fuerte, espero que se refiera a hábil o inteligente... o astuto. - ¿Cómo puedo demostrarlo?
Hago la batería de preguntas intentando obtener la mayor información posible. Desde que Ioanna se fue he tenido que mirar por mi yo sólo.. y la verdad es que me gustaba pero requería más esfuerzo que si alguien se encargaba de ayudarme.
Conocimiento... oculto... monjes, Overtus . Vale entendido. ¿Debo buscarlos? ¿Son de fiar? ... - aguardo durante unos instantes. Anna me conocía, sabía de mis habilidades.- O... ¿Quieres que te consiga algo de ellos? - pregunto con cierta excitación. La sola idea de robar o falsificar algo de una orden de saber oculto era algo que me generaba mucha adrenalina.. y si además eran monjes.. más.
Consigue todo lo que puedas de los demonios de la tierra antes que las llamas de la guerra devoren su monasterio en Zara. Una chica no sabe que hay en esa biblioteca, pero una chica sabe que ese conocimiento te abriría las puertas de La Biblioteca de los olvidados. Continúo recitando la joven vampiresa. Era obvio que Anna quería algo del monasterio de Zara, ¿el qué?, parecía que ni ella misma lo sabía. El conocimiento podía ser muy extenso y albergarse en formatos muy diferentes, desde papiro a libros o incluso tablillas de arcilla. También había otra dura. ¿Los demonios de la tierra? Habías odio hablar sobre los míticos tzimisce, los demonios de más allá de las montañas, pero todo eran leyendas y habladurías, realmente no conocías a nadie que hubiera coincidido realmente con ellos. ¿Serían los tzimisce los demonios de la tierra a los que hacía referencia Anna? Un chico debe de partir rápidamente, las llamas de la guerra avanzan con presteza.
- Entendido.- le digo a Anna. - ¿Quieres que salve algo en concreto? ¿Cómo encontraré el monasterio? ¿Puedo confiar en ellos o no querrán compartir el saber?
¿tzimisce? Ioanna me había hablado de esos vampiros... pero nunca había podido conocer a ninguno. Además, estaban tan envueltos en la leyenda... que no sabía hasta qué punto serían reales. Pero Anna lo tenía claro. Salvar el saber de las garras de la guerra... eso era algo que me gustaba y me generaba cierta adrenalina.. además si puedo quedarme con el saber.. o venderlo.. o falsificarlo... comienzo a imaginar mil y una formas de llevarme libros, tablillas.. lo que fuera de ese monasterio que debía encontrar.
- Partiré rápidamente a Zara con la cruzada. Conseguiré todo lo que pueda de esos demonios de la tierra... espero volver a verte para poder darte todo lo que consiga .- digo.- Esa biblioteca... de los olvidados, quiero conocerla.
Anna se despidió sin concretar qué era lo que buscaba del monasterio Overtus, seguramente cualquier información seria bien recibida.
Esa misma noche conseguiste pasaje en una carraca que recorrió lenta y pesadamente el brazo de mar entre Venecia y Zara, el recorrido fue largo ya que el viento era casi inexistente en esa época del año. La carraca llego finalmente a avistar Zara 23 de noviembre, trece días antes habían llegado las galeras venecianas y cruzadas. Las galeras, al disponer de remeros, no dependían de los vientos y habían realizado el viaje en apenas tres días.
Todavía recuerdas la noche del 23 de noviembre, tras el asedio de trece días la ciudad había caído esa misma mañana. Muchos de los edificios aun ardían, los barcos del puerto habían sido hundidos y el agua cercana a los muelles se había teñido de rosa debido a la sangre de los muertos. Varias galeras venecianas se alineaban cerca de los muelles cargado las escasas riquezas de la ciudad como parte del pago de los Cruzados.
El capitán, un comerciante orondo que pretendía hacer riqueza con la desgracia de la guerra, se acercó a ti. ¿Quieres esperar una noche más en la seguridad del barco? Pregunto apoyado sobre la borda de la carraca. Los saqueos y las violaciones se prolongarán durante toda la noche.
Agarro mi petate con todo mi instrumental y escucho con atención lo que me dice el comerciante. Nunca me he evisto envuelto en algo así, en medio de una guerra. Desde pequeño me criaron entre algodones y luego me mandaron a la universidad para estudiar teología e ingresar en un buen convento... y luego bueno, lo demás es otra historia pero nada que ver con la guerra.
Veo cómo arde parte de la ciudad y aguardo unos instantes. No es el saqueo lo que me da miedo... son las llamas.
Miro al comerciante.
- Preferiría pasar una noche más aquí, en el barco .- le digo con sinceridad, él no tiene por qué saber que mi miedo son las llamas.- Busco a una orden de monjes... no creo que se vayan muy lejos por unas horas más .- comento distraído.
Al día siguiente el capitán preparo una pequeña chalupa para acercarte a la costa. Según te comento, esa misma mañana ya había bajado con sus hombres a comerciar al puerto. Al parecer los grandes nobles que encabezaban la cruzada había optado por crear patrullas en busca de los alborotadores y los criminales, estableciendo un toque de queda.
La chalupa proporcionada por el capitán iba manejada solamente por los marineros estrictamente necesarios. Tampoco esperarían en la playa, regresarían a buscarte justo antes del amanecer. El capitán no quería correr riesgos innecesarios con el toque de queda y solo accedió a ello después de una generosa propina.
Los marineros bogaron rápidamente hasta una zona de la costa tranquila, sin nadie a la vista, desde la playa llegaste a la ciudad sin problemas.
Fin del prólogo.