Revisamos los demás vagones para comprobar si quedan más, hasta que llegamos al de lujo. Allí nos aguarda un tipo con una cresta que encuentro estrafalaria. Nos habla y se alegra de que nos ocupáramos de los suyos porque son menos entre los que repartir. ¿Acaso no siente ningún aprecio por los suyos? Lo peor viene cuando escuchamos voces de fuera. ¡Tienen de rehenes a Gal y Amelia! Cierro los puños con rabia, pues sé que si doy un paso al frente ellos dos acabarán muertos. ¿Acaso no podemos hacer nada por ellos?
- Algún día pagarás por esto... - le advierto mientras veo cómo se marcha con una furia indescriptible.
Tirada de atletismo con dificultad 35. Si ninguno la superáis, logra escapar. Eso claro, si vais tras él.
Ni me lo planteo, ni es sensato ni tengo el valor en atletismo como para siquiera intentarlo. Y mi pj no querría hacer nada que hiciera que peligraran sus vidas.
Si... Me he pasado un poco con la dificultad. Es prácticamente imposible. La dejo mejor en 25
La forma tan tosca y vulgar de hablar que tenía el líder de los bandidos, decía mucho acerca de la cuadrilla en general. Eira se colocó en posición defensiva, observando y evaluando el lugar. Las voces del exterior desviaron su atención. Creía que sería solo momentáneamente, pero lo que anunciaron hizo que apretara los labios hasta tensarlos en una fina línea.
-¡No te escaparás, rufián!- anunció con vehemencia, corriendo tras los pasos del tipo, esforzándose por seguir su ritmo. ¿Cómo podía correr tanto con ese saco a cuestas?
Motivo: Atletismo
Tirada: 1d20
Resultado: 15(+8)=23 [15]
Uyyyy por 2 xDDD
Al ver que Eira no se aminala en absoluto me lo pienso un poco. Si dejamos que se vayan con nuestros compañeros ellos estarán acabados de todos modos. Mierda, me he equivocado esta vez. Inspirado por Eira me lanzo a la carrera tras el tipo. No tardo en adelantar a la paladín y, un poco más adelante, agarro del cuello al tipo, lo estampo contra la pared del tren y le apunto al cuello con mi espada.
- Pensándolo mejor, si tus hombres tocan un solo pelo a nuestros amigos nosotros te mataremos, señor - le advierto educadamente.
Motivo: atletismo
Tirada: 1d20
Dificultad: 25+
Resultado: 19(+10)=29 (Exito) [19]
Motivo: intimidar
Tirada: 1d20
Resultado: 4(+22)=26 [4]
Gasto un punto de fuerza de voluntad para intimidar, aunque no me ha salido una tirada muy buena...
PD: Tranqui, yo le alcanzo de sobra xD
Eira no lo dudó ni un instante. Haciendo caso omiso a las palabras del forajido, se lanzó a la carrera para tratar de capturarle antes de que escapase. Al ver el arrojo de su compañera, Trece, quien en un principio había dudado entre si perseguirle o no, también acabó por intentarlo.
A pesar de la ventaja, el joven guerrero no tardó en adelantar a la paladín. El forajido, al verlos, trató de escapar saltando por la ventana. Sin embargo, el pesado saco le ralentizaba. Ambos se acercaban, uno de ellos ya estaba peligrosamente a su alcance. Así pues, en un acto desesperado, lanzó el saco cargado con el botín hacia el muchacho. Si bien no llegó a darle, ganó algo de tiempo al hacerle esquivar. Unos preciosos segundos que fueron decisivos, pues logró salir del vagón y reunirse con su compañero, quien ya le estaba esperando fuera en una moto con sidecar.
Jefe forajido: -Ziempre rekordareiz este dia como el dia en que kasi me kapturais- Y, entre risas y el sonido de un viejo motor, se alejaron.
A los pocos minutos, un hombre uniformado entró en ese mismo vagón, saliendo de la locomotora. Un hombre ya llegando a la vejez, algo bajo, pero con buen porte. Se quedó mirando a ambos, Trece y Eira.
Encarado del Tren: -Muchas gracias por encargaros de los forajidos. Nos habéis salvado a todos- Se sentó, aliviado, en uno de los sillones. -Perdonad que no os ayudáramos, aun siendo los responsables del tren y todos los pasajeros. Lo siento mucho. Pero en estos casos estamos obligados a aislar la cabina para evitar daños mayores-
Esquivo por los pelos el saco del botín, lo suficiente como para que aquel tipejo lograra escapar por la ventanilla para alejarse en un sidecar. Me asomo para comprobar que ya no hay nada que hacer.
- Mierda, escapó...
Un hombre uniformado se acerca a nosotros para agradecernos por encargarnos de los bandidos. No estoy con ánimos para responderle, pues esos bandidos se han llevado a Gal y Amelia mientras él mantenía su trasero a salvo. Cierro el puño con rabia solo con pensar en la situación de esos compañeros.
- Deberíamos ir tras ellos, Eira. No podemos dejarlos a merced de esos tipejos... - murmuro a mi compañera paladín.
Nos habéis salvado a todos
-No a todos- masculló con rabia entre dientes, mirando cómo los forajidos se alejaban en sus vehículos.
Aunque le habría gustado actuar impulsivamente, para variar, y aceptar la propuesta de Trece, se obligó a poner la mano sobre el hombro del muchacho mientras negaba con la cabeza. -Será inútil perseguirlos. Lo que conseguiremos es que nos maten a todos- guardó silencio, obligándose a mantener la compostura, cosa que no le costó demasiado gracias a su formación. -Será mejor llegar hasta la Academia e informar de lo sucedido. Esperemos que, para entonces, sigan con vida- añadió con fría calma. Pese a todo, podía verse un brillo de dolor en sus ojos por el orgullo herido.
La respuesta de Eira no me satisface, pero puedo ver en los ojos de la paladín que a ella tampoco le satisfacía. Pero siento que tiene razón en sus palabras, muy a mi pesar. No somos lo suficientemente fuertes como para salvarlos. ¿Cuán fuerte tengo que volverme para ayudar a todos?
Y no solo eso. ¿Dónde los buscamos? Cuanto más lo pienso más veo que nosotros somos incapaces de salvar a Gal y Amelia, y eso me desanima mucho. Sobre todo si pienso que ellos van a estar en una situación muy similar a la mía, cuando acabé en esa cantera de esclavos.
- ... tienes razón. Será mejor informar en la academia, y espero que el Rector pueda hacer algo.
Cabizbajo envaino mi hoja y empiezo a encaminarme de regreso a nuestro vagón.
Vio cómo el guerrero se alejaba de vuelta a su vagón. Parecía haber encajado la realidad buenamente.
-Ahora que todo vuelve a estar en orden, ponga en marcha el tren cuanto antes- indicó al encargado. No quería perder más tiempo. Cuanto antes llegasen a la Academia, antes podrían informar de lo sucedido allí y de su agridulce triunfo.
Antes de seguir los pasos de Trece, Eira señaló el saco con el índice. -Asegúrese de devolver las pertenencias robadas a sus respectivos dueños- porque su trabajo había terminado. Habían despachado a los bandidos, no estaba por la labor de hacer de buena samaritana y repartir ella misma los objetos.
Desanimados por el resultado de los acontecimientos, Trece y Eira vuelven a su vagón. Ahí, las cosas habían empezado a volver a una relativa tranquilidad. Los pasajeros estaban en su sitio, alterados pero sanos y salvos. Además, el personal del tren ya se habían encargado de llevar los cuerpos de los forajidos fuera y se encontraban acabado de limpiar las últimas marcas de sangre del suelo.
Una hora después sonó un anuncio por la megafonía: El equipo a cargo de despejar las vías acababa de llegar y pronto se pondrían en marcha.
Al cabo de media hora, reanudaron el viaje. El camarero del bar, como agradecimiento, les llevó lo que Trece había pedido anteriormente, el té helado con la rodaja de limón y el sandwitch mixto, acompañado por una botella de agua, totalmente gratis.
El resto del trayecto transcurrió sin problemas. Al cabo de una hora, escucharon el aviso de que estaban a punto de llegar a la estación. Y poco después, el tren empezó a frenar hasta detenerse por completo.
La gente no tardó en salir, arremolinándose en las compuertas.
Con vuestros posts cierro y continuamos en otra escena.
¿Queréis ir directamente a la academia o un poco de periplo en la ciudad?
Se reanuda por fin el viaje, rumbo a la ciudad. Rumbo a la academia. El camarero del bar nos trajo lo que pedí para Eira y para mí, pero no pruebo un solo bocado del sandwich. No tenía apetito por pensar en la situación de Gal y Amelia. Media hora más tarde me lo zampo.
Horas más tarde por fin llegamos al destino. Recojo mis pertenencias con premura y espero a Eira antes de dirigirnos a la salida. No me apetece mucho visitar la ciudad, preferiría ir directamente a la academia e informar al Rector. Bueno, eso depende de lo que quiera hacer mi compañera paladín, y no me quejaría si ella quisiera ver la ciudad.
Una vez de vuelta a sus asientos, Eira abrió su maleta, la cual tuvo que sostener para que no se abriese a presión. Parecía haber guardado la ropa de toda una ciudad, al menos esa podría ser la impresión que se llevaría alguien tan humilde y pobretón como Trece. Cogió el primer "trapo" que tuvo a mano para evitar rebuscar demasiado, tras lo cual se subió sobre la maleta para volver a cerrarla. Tras disculparse un momento fue hacia los baños para cambiar su ropa actual, rota y ensangrentada, por una sencilla camisa blanca, adornada con unos sencillos volantes en la zona del pecho.
Pasó el resto del viaje mirando por la ventanilla, sin llegar a fijarse en el paisaje. Todavía se sentía cabreada por lo inútiles que habían resultado sus otros dos compañeros. ¡Habían sido capturados por una panda de matados! Resopló, como haría otras tantas veces durante el trayecto.
Ya en la ciudad, Eira recogió sus pertenencias y bajó del tren. Observó la estación con curiosidad, tratando de parecer imparcial, aunque sin poder reprimir el brillo de curiosidad y emoción en sus ojos. Era la primera vez que iba. Se había prometido ir, pero con su deber como templaria nunca había encontrado el momento adecuado.
-Reconozcamos el perímetro- una forma sutil y profesional de decir que quería conocer la ciudad en la que vivirían en adelante. Sin esperar respuesta, tiró de la maleta mientras se acomodaba el macuto al hombro, dirigiéndose a la zona en la que veía más movimiento de gente. Aglomeraciones generalmente era un sinónimo de tiendas cercanas.
Por mí cotilleamos el lugar xD
Al escuchar a Eira asiento con la cabeza y echo mano de mi bolsa, la cual apenas tiene lo justo y necesario (al contrario que mi compañera, quien parece llevar todas sus pertenencias encima). Voy a ir tal cual cuando veo que mi compañera se ausenta con ropa limpia. Cierto, no debería presentarme en la academia con la ropa cubierta de sangre.
Tras cambiarme (llevando unas prendas más bien humildes) sigo a mi compañera y, una vez fuera del tren, veo con asombro la aglomeración de gente. Nunca había visto a tantas personas juntas (si obviamos ese ejército orco). También observo boquiabierto los edificios que hay a mi alrededor, cuya arquitectura es tan diferente del de mi hogar.
Me pregunto si habrá una tienda de armas y armaduras para mirar el género que tienen... y quizás buscar un sustituto a mi escudo, el cual ya tiene muchas abolladuras que parecen difíciles de reparar.
Pues a cotillear se ha dicho.