Partida Rol por web

Trece y Silmeria corrieron rápidamente hasta el embudo que formaba la unión entre la explanada y la cresta. Sammy también pero bastante más atrasada.

Un grupo de tres orcos logró cerrarle el camino, pero la bardo no detuvo su marcha. Pasó muy justa, prácticamente rozando sus sables, pero logró evitar el bloqueo y reunirse con los otros dos. 

Descender la cresta sería una tarea sencilla: Correr en zig-zag cuesta abajo. Y si los desniveles no eran muy altos, podían incluso saltar. 

Y así hicieron. En un abrir y cerrar de ojos llegaron al cuello que enlazaba la cresta con la explanada del muro. 

Casi la habían atravesado cuando unos orcos aparecieron, saltando de las rocas y colocándose justo en medio. Con un grupo por delante y otros tantos bajando torpemente la rampa, había que actuar rápido. 

La bardo no se lo pensó dos veces y lanzó el último de los hechizos que había estado guardando. Con un gesto y las correspondientes palabras, puso a los orcos que les cerraban el camino a dormir. 

Ya tenían vía libre hasta el muro... Solo faltaba bajar....

Logramos llegar a la zona de unión entre la cresta y la explanada, y la ruta de escape estaba cerca. Nos cortan el paso unos orcos, pero súbitamente se duermen.

- ¡Vamos, vamos, vamos! ¡Queda poco! - animo a mis compañeras, quedándome un poco más rezagado que ellas para entretener a los orcos si hacía falta y protegerlas. Espada y escudo en mano, miro hacia los orcos con mirada amenazante - ¿Queréis acabar igual que vuestro líder? ¡ADELANTE!

Si aún así quieren ir tras nosotros, estoy dispuesto a luchar contra ellos si hace falta.

-Parece que has logrado intimidarles- Le dijo a Trece al ver que tras sus palabras, los orcos habían reculado. -Pero no mucho- Pues tras unos segundos, se despejaron de dudas y empezaron a acorralarles contra el precipicio.

-Menos mal que contábamos con esto- Cogió al muchacho y a Silmeria de las manos. -¿Confiáis en mi? Aunque da igual si no... ¡¡A volar!!- No les dio tiempo a contestar. Con esas palabras, lanzó a sus dos compañeros al vacío, saltando después.

El aire les rozaba sus pieles como cuchillas. El suelo se acercaba demasiado rápido. En pocos segundos alcanzarían las copas de los árboles más altos. 

Pudieron oír a Sammy balbucear algo unas cuantas veces, tratando de lanzar el hechizo, pero la velocidad no el dejaba articular las palabras correctamente. 

A menos de diez metros del suelo, empezaron a notar como la velocidad se reducía gradualmente...

Aterrizaron a salvo. Sólo a salvo. Aunque logró frenar gran parte de la caída, el aterrizaje fue un poco duro, más o menos equivalente a caerse desde un piso de altura. Tendrían algunas magulladuras al día siguiente, pero nada más. 

Cuando Sammy me preguntó si confiábamos en ella iba a decir que sí, pero no me dejó responder cuando nos empujó al vacío.

"¿Pero qué...?"

Caíamos a gran velocidad desde una gran altura, mientras Sammy trataba de conjurar ese conjuro. Viendo que no parecía lograr lanzarlo agarré del brazo a ambas chicas y las traje hasta mí para abrazarlas poniéndome boca arriba y tratar de protegerlas del impacto de la caída. Estaba dispuesto a absorber el impacto de la caída.

Sin embargo la caída se desaceleró y al final todo quedó en algo equivalente a una caída similar desde la ventana de mi habitación, por lo que solo tendré algunas magulladuras. Ignoro si las chicas habrán salido ilesas, pues salieron despedidas tras caer de espaldas al suelo.

- Au... vaya costalada - me incorporo dolorido y emito un quejido, quedándome sentado en el suelo. Miro hacia mis compañeras - ¿Estáis bien?

-Auuuch- Dolorida, se acariciaba el trasero -Espero que no deje marca... Todos dicen que tengo un culo muy bonito- Se quejó. Miró a Trece, frunciendo el ceño. -Menudo colchón estas hecho. No se que esta más duro, si el suelo o tú- Sonrió. -Tranquilo, es broma. Estoy bien, gracias por amortiguar la caída- Añadió entre risas.

Después, miró a Silmeria, quien confirmó estar bien. 

Se incorporó y miró hacia arriba, a lo alto del muro, haciéndose sombra en los ojos con una mano. -¿Creéis qué serán tan idiotas de saltar a por nosotros?- Se preguntó. -No creo que sean tan estúpidos, pero nunca se sabe... Después de todo seguían a un Albino falso- 

- No, gracias a ti por lanzar ese conjuro.

Miro hacia arriba a la vez que la barda. Lo del albiino falso me intriga.

- ¿Un albino falso? ¿Qué quieres decir con eso? De todos modos, yo no pienso esperar a ver si se tiran o no, no sea que nos caigan encima. Será mejor que nos larguemos de aquí cuanto antes, sean estúpidos o no algunos querrán buscar nuestros cuerpos... o caernos encima.

-¿Es qué no te fijaste en cómo le cambió la pigmentación de la piel al morir?- Preguntó sorprendida a Trece. Ese muchacho sin duda era treméndamente fuerte, pero también demostraba ser un poco obtuso a veces. 

-No sabría decir que hechizo usaron, pero sin duda cambiaron el color de su piel de verde a blanco por medio de la magia. Por eso, falso albino- Matizó.

-Aunque de poco sirve darle vueltas a eso. Y tienes razón en una cosa. No quiero que me lluevan orcos. Me dejé el para-orcos en mi habitación- Bromeó. -Volvamos con El Rector- 

El camino de regreso se hizo ligeramente más suave. En lugar de subir la falda de una montaña boscosa, la bajaban. Si no fuera por el cansancio que arrastraban, ni siquiera habría sido un problema volver.

Pasaron cerca de la cueva donde se guarecieron, viendo un grupo de tres lobos darse un festín con el oso que allí habían dejado. Si alguno pensaba hacerse un abrigo con su piel, lo llevaba claro. 

Pasaba de medio día cuando el grupo llegó de vuelta a Antya, al pueblo de Trece.

Habían parado a comer algo por el camino, por lo que no tenían hambre de cara a llegar a la posada donde se hospedaba el rector y dónde habían conocido a la bardo el día anterior. 

Dentro del edificio, fueron a la habitación alquilada por él, que había convertido en un despacho improvisado. 

Y allí estaba, sentado, con unas gafas quevedo a media nariz, leyendo y firmando algunos documentos. 

Cuando tuvieron su atención, Sammy informó por completo de la misión: El buen desempeño de Trece, la inestimable ayuda de Silmeria y lo ocurrido con el orco tras su muerte. 

Tras oír todo el relato, pidió a ambas mujeres que les dejaran a solas...

-Es impresionante lo bien que te ha entrenado Albion. Aunque por otro lado no era menos de esperar. No dudo que estés a la altura de mis mejores alumnos en lo que a fuerza física se refiere. Conmigo y con ellos sin duda te volverás un guerrero más que digno de esa espada que llevas- 

Se quitó las gafas, acariciándose la sienes. 

-Cuéntame. ¿Que te ha parecido la misión?-

Estoy a solas con el Rector, tras recibir éste el informe de Sammy. Escucho algo avergonzado las buenas palabras que me dedica.

- Gracias por sus palabras, señor Rector, pero aún estoy lejos de ser digno. Le aseguro que trabajaré muy duro para ser merecedor de esta espada y de ingresar en la academia - digo con humildad mientras toco levemente la empuñadura del arma. Cuando me pregunta por la misión reflexiono un poco - La verdad es que ha sido una experiencia muy nueva para mí. He vivido peligros, he visto magias que no había visto antes y jamás imaginé que podría haber oponentes tan atemorizantes. El mundo es mucho más amplio de lo que imaginaba. Lo mejor de todo es que con esa misión he ayudado a hacer del mundo un lugar un poco mejor. Como hacía mi maestro.

En este momento tengo una mezcla de sensaciones: alegría, excitación, orgullo... pero el que más domina es una ligera tristeza, por el hecho de que mi maestro ya no estuviera a mi lado. Puede que esté observándome allá donde esté ahora, pero echo de menos el tenerle a mi lado.

Escuchó atento la respuesta del joven Trece. 

-Y aun no has visto nada- Respondió.

-Hay mucho más mundo ahí afuera, esperándote. Aventuras y desafíos que exigirán el cien por cien de ti a cada paso que des. Rivales poderosos que te harán morder el polvo más de una y dos veces. Situaciones donde tu vida y la de otros penderá de un minúsculo hilo. Y sobre todo, peligros que le quitarían el sueño incluso al más bravo-

Miró al joven a los ojos, fijamente.

-Así que ¿Estás listo para embarcarte en esta nueva etapa?-

Más mundo por ver. Más oponentes a los que enfrentar. Más desafíos que superar. La vida es más abrumadora de lo que imaginé, pero para esto me preparó mi maestro. Con determinación, miré al Rector.

- Estoy preparado.

-No se hable más- 

Fue hasta ese escritorio improvisado y trajo un par de sobres, los cuales entregó a Trece.

-Este es un billete de tren a Arcaia. Desde aquí puedes coger uno hasta la estación del Valle, y allí hacer transbordo. Y este otro se un salvoconducto que tendrás que enseñar a los guardias de la estación para que te dejen pasar. No lo pierdas sino quieres meterte en un infierno administrativo. Y en cuanto a Silmeria... Reconozco que fue de lo más útil, me tomaré unos días para tomar una decisión respecto a ella-

- Entendido - digo tomando nota mentalmente de todo lo que me dice el Rector, guardando bien el billete y el salvoconducto.

Voy a buscar a Silmeria una vez hemos terminado la reunión, pero esta chica ya se ha marchado, seguramente a beber en una taberna. Esta mujer es incorregible. Solo espero encontrarla en la academia, me alegraría que ése fuera el caso.

Entonces abandono el lugar poniendo rumbo hacia la estación. Tenía un tren que coger, y era el momento de dar un paso más hacia mi nueva vida.