- ¿Pero qué coño...?
Desde su improvisado refugio no puede sino sentir un escalofrío recorrerle la espalda al ver a tan numeroso grupo de vecinos moverse como si fuesen bandidos en pos de sabe Dios que oculto objetivo.
- Estos cabrones son capaces de aprovechar la tormenta para linchar a alguien con toda impunidad. No se de qué va la fiesta... ni quiero saberlo, a ver si pasa rápido esta maldita tormenta y puedo volver a casa.
Everett se vuelve al interior de la cuadra, se acomoda lo mejor que puede... y empieza a plantearse seriamente el trasladarse a vivir a cualquier otro sitio.
La procesión terminó pasando. La tormenta arreció. Pasaron las horas.
Fin de la escena.