El sol se eleva lentamente en el horizonte, y a pesar del follaje, los primeros rayos de Apolo se filtran entre hojas troncos y ramas para alcanzar el lugar, y el cuerpo de la bestia de Kalyssia empieza a se iluminado poco a poco.
Sin embargo, algo extraño le pasa. Poco a poco se produce un prodigio.... cambia... el cuerpo del monstruo se trasforma... en...
...una mujer de belleza incomparable y dorados cabellos. Su cuerpo de ojos cerrados, pálido y muerto sobre el dosel de ojas, a la luz de un sol que jamás llegaría a ver.
Los héroes la reconocen enseguida como Hipodémona. Es la hija del Rey Sirio.
Ella era, entonces, la Bestia de Kalyssia.
PD: El resto de cuerpos de yeguas permanecen inalterables cuando les alcanza el sol. Vamos, que esas otras eran lo que eran.
Néstor aún estaba sopesando la situación, lo que había ocurrido con la bestia mientras la noche empezaba a dar a su fin. Los primeros rayos de sol empezaron a filtrarse por el follaje, rompiendo aquella oscura noche y, por ende, la macabra escena.
Estaba enfadado, decepcionado, no sabía si con sus compañeros o consigo mismo. Estaba destinado a ser un héroe, es por lo que siempre había luchado... y sus acompañantes de viaje no le habían dejado acabar con aquella bestia ¿acaso creían que él solo no podría haberla matado? Miró a la bestia...........que se está transformando. Se quedó perplejo por un segundo y después se acercó a cuerpo inerte que había quedado. Contempló a la princesa que había visto por primera vez horas atrás y que ya se había ganado un espacio en su corazón.
- ¿Qué hemos hecho? - preguntó en voz alta, sin esperar recibir respuesta, sin dirigirse a nadie.
- Por las flechas de la sagrada Ártemis...- susurró Melanctha al ver el cuerpo de la princesa.
Colgándose el arco a la espalda, la cazadora se acercó a examinar el cuerpo sin vida de Hipodémona. Efectivamente, comprobó que estaba muerta, no podían hacer ya nada por ella. Néstor, que ya antes se mostraba apático, parecía a punto de derrumbarse.
- ¿Qué extraña maldición sería la que afectaba a esta pobre niña?- se preguntó en voz alta.- Los dáctilos debían sacarla por las noches para que saciara su hambre, lo que me pregunto es quién es el causante de su maldición.
Miró de reojo a Aristocles, esperando que el sabio pudiera arrojar algo de luz sobre aquella extraña situación.
Alcé la mano en gesto de silencio, para que el resto guardase silencio. Lo último que necesitaba eran preguntas a las que no tenía una rápida respuesta.
En alguna parte de mi ser, sabía que la criatura podía ser la muchacha. Todo encajaba, sin duda. No obstante, preferí pensar que los dioses eran menos crueles, y que bastante castigo tenía con vivir entre los enanos. Pensaba que estaría escondida, viendo la luz de las estrellas.
Por desgracia, me equivoqué. Y ese error había costado una vida. No obstante, por muy princesa que fuese, había arrasado campos y robado vidas. Sin duda, su castigo era bien merecido. La pregunta era, ¿acaso merecía ese fin?
Así pues, para sacar al resto de dudas, dije—. Sin duda, es una desgracia que la joven haya muerto. Una muerte que podíamos haber evitado de haberlo sabido. Pero no lo sabíamos. Sólo nos atacó y nos defendimos.
—Además, no olvidemos el hecho de que este ser arrancó vidas y bienes a las gentes de todos estos lugares. Vosotros mismos habéis visto como acabó con los pobres salvajes. ¿Que no lo hacía de forma consciente? Puede, pero sin duda su castigo no ha sido nada desmesurado para sus actos.
Dicho esto, doy un paso al frente, para añadir—. Nosotros no hemos matado a la princesa. Solo vimos a un ser que nos atacó y de ese ser nos hemos defendido. A la princesa la mató la misma bestia que lleva Esta es la ironía a la que los dioses juegan. Si queréis culpar a alguien de lo que aquí ocurrido, culpadles a ellos.
—Ellos mismos podrían haber retirado esa maldición. Ellos podrían haber propiciado este encuentro de otro modo. Y a menos que tengáis ganas de descender a las mismísimas profundidades del Hades, poco podemos hacer por la muchacha, más que llorar su muerte. Y regocijarnos, pues la bestia, ahora, ya no es un problema.
Y, tras estas palabras, esperé la respuesta del resto. Aunque era duro, poco se podía hacer.
Motivo: Saber de Monstruos
Tirada: 2d20
Resultado: 6, 4
Dejo hecha una tirada para saber algo sobre maldiciones y cosas así. Como soy erudito, hago dos tiradas. No le he puesto ningún modificador porque no sé cuál procede.
Lamentablemente, ninguno de los muchos pergaminos leídos ni de las leyendas escuchadas por el sabio Aristocles parecían poder iluminar al anciano sobre lo que le acaecía a la princesa Hipodémona, hija del Rey Sirio de los Dáctilos.
Así pues, el desconcierto de los presentes no hallaría solaz, por desgracia, en los profundos conocimientos del sabio y maestro Tenita. Puede que fuese uno de aquéllos misterios destinados a permanecer en las tinieblas de la historia para siempre.
No le he puesto ningún modificador porque no sé cuál procede.
En todo caso se usaría el bono de Ingenio (+3) que sumado a la tirada más alta sacada (6) da un resultado final de 9, insuficiente para dar una pista siquiera del origen de este fenómeno.
Vuestros personajes están fatigados y hambrientos tras pasar gran parte del día anterior y toda la noche yendo de aquí para allá. Decidme que harán con el cuerpo de Hipodémona antes de volver a la aldea de Kalyssia, donde, narraré el epílogo de la historia.
- No podemos dejarla aquí, sola - dijo el noble, que parecía realmente afectado por la muerte de la joven. Volvió a mirarla, no sabía que la había afectado, y seguramente no lo sabrían jamás. Y aunque no se sentía en absoluto culpable por su muerte.. siempre le quedaría esa pequeña parte que pensara que podría haber sido más inteligente, haber averiguado más y quizás podría haber salvado su vida - Diremos que la bestia le dio muerte, como bien dice Aristocles - concluyó
Aetos tarda unos minutos en recuperarse del impacto de ver que la criatura a la que han dado muerte es la princesa. Comprende las palabras de Aristocles, aunque al igual que el noble, se siente mal por lo que ha sucedido. La preocupada personalidad del hoplita hace que además se culpe a sí mismo por todo lo que ha sucedido.
La propuesta de Néstor de ocultar lo que ha sucedido, hace recordar algo a Aetos, que tarda unos instantes en situar. Justo antes de que la comitiva de los enanos saliese con la princesa hubo algo que llamó su atención... entonces lo recuerda.
-Aristocles, uno de los guardias hizo un comentario irónico sobre la princesa estando a salvo, algo así como que corría más peligro quien se encontrase en su camino, ¿lo recuerdas? ¿crees que es posible que ellos supiesen de lo que le ocurre?
[penejotizado]
Esta era sin duda una pregunta mucho más fácil de responder para el anciano sabio que la anterior: —Si, lo recuerdo. Y Melanctha acaba de comentar algo a colación.—
Mesa sus barbas antes de añadir. —Bueno. Poco más podemos hacer por aquí, salvo incinerarla o llevarnos su cuerpo.—
[penejotizada]
—Bueno, podríamos llevarla de vuelta a su padre...— Al contemplar las miradas de sus compañeros sobre ella Melanctha añade —...aunque claro, esa tal vez no sea tan buena idea.—
- Ya no importa lo que era, pero merece ser enterrada por lo suyos - dijo extrañamente, quizás pensando en lo que Melantcha acababa de decir. Después su cara cambió, como si su mente hubiese ido a otro sitio - ¿ Creéis que los enanos la secuestraron - tenía claro que así había sido - sabiendo en lo que era o se convertiría ? ¿ Cómo un arma ?
- Está claro que los dáctilos conocían la maldición que le aquejaba.- dijo la cazadora, aún pensativa.- Imagino que tenían que sacarla fuera para que se alimentara. Ya sabéis, siempre es mejor que se alimente de humanos de la superficie, que no de tu propio pueblo...- dijo, con una mueca.
- No sé si es buena idea volver a meternos en esas cavernas, después del incidente que hemos tenido con esos gnomos.- opinó sobre el asunto de qué hacer con la princesa.- Como mucho, podríamos esperar a que retornen los guardias a buscarla, e intentar explicarles lo ocurrido. Incluso eso sería arriesgado, pero por lo menos podríamos tomar precauciones.
- Como por ejemplo, yo podría trepar a un árbol y esconderme en la copa. Si se ponen violentos, tendría oportunidad de ir abatiéndolos.- añadió.
- No quiero explicarles nada, quiero acabar con ellos - dijo en un tono bastante tranquilo - Son los culpables de todo esto - sentenció
-Néstor, ya hemos acabado con la bestia, que es lo que pretendíamos. Es una pena no haber podido salvar a la muchacha, y yo también creo que deben responder por sus crímenes, pero no hay nada que podamos hacer ahora.
Aetos se acerca al noble y se quita el casco. Es cauto al tratar de convencerle; conoce bien el carácter impulsivo de su amigo, pero también su ego y sus aspiraciones de grandeza.
-Como dices deben pagar por el terror que ha causado la "princesa", pero volver ahora a su reino sería un suicidio. Cuando cuentes a Theseos lo que ha sucedido, seguro que querrá organizar una expedición de castigo, y quién mejor que tú para dirigirla, seguro que el rey de Tenas es capaz de darse cuenta.
- Está bien, llevémonos el cuerpo de la princesa entonces, y que la entierren entre humanos.- asintió Melanctha.
Por mí puedes pasar a narrar el epílogo. ;-)
Néstor miró primero a su compañero y después a su maestro. Bajó los brazos, como si se hubiese cansado de batallar o como si se rindiese ante la impotencia de no poder hacer nada. De todas formas... la princesa estaba muerta, poco se podía hacer y nadie parecía interesado en rendir cuentas al que había causado aquello y todas las desgracias que había acarreado aquella aventura.
Después de que Nestor fuera a recuperar a Crinos del lugar en el que lo había dejado, los héroes tomaron rumbo a la cercana aldea de Kalyssia, portando también el cuerpo de la princesa Hipodémona. Allí fueron recibidos con expectación por los campesinos de la misma, especialmente por Calístrato.
Los habitantes de Kalyssia habían iniciado la reconstrucción de la aldea. Melanctha y Aristocles se encontraron con una serie de destrozos en la aldea que no existían cuando ellos marcharon de ella (cosa a parte Melanctha y Aristocles en cambio si fueron testigos de los daños causados en los campos de cultivo de los alrededores por la Bestia de Kalyssia y sus engendros). Al parecer, Néstor y Aetos frustraron un ataque de tropas heraklyanas sobre la aldea, y Calístrato aún conservaba como prisionero en Kalyssia al que lideró el ataque: El jóven Lykaios, heredero del noble Aukonímedes, líder de la Facción de la Espada en Heraklya.
Aunque estaban cansados y deseaban dormir, los habitantes de Kalyssia estanban ansiosos por saber si habían acabado con la Bestia que los aterrorizaba. Los héroes narraron a Calístrato y los habitantes de la aldea lo sucedido con sus propias palabras, y todos se sintieron compungidos por la tragedia, aunque consideraron que los héroes habían hecho lo que debían, y les felicitaron por librarles de semejante mal.
Calístrato se mostró especialmente afectado con la triste historia de Hipodémona, y se ofreció a que realizar los ritos funerarios en la misma aldea, pues quizás el cuerpo de la princesa llegase demasiado deteriorado a la lejana ciudad de Tenas. Además creyó más adecuada una pira funeraria para los restos de alguien de sangre noble, y se realizaron los preparativos. Aquella misma noche el cuerpo de la joven se consumió en las llamas, bajo unas escogidas palabras de Aristocles.
Al día siguiente, Calístrato se ofreció a viajar con ellos a Tenas y corroborar la historia de los héroes ante la corte. No era necesario realmente un testigo, al contar el grupo con alguien de sangre noble como Nestor, de cuya palabra no podía dudarse, pero la historia sonaría mejor de manos de los afectados por la Bestia de Kalyssia. Además, Calístrato hizo entrega a Aetos y Néstor del prisionero Lykaios que temporalmente dejaron bajo su custodia en la aldea.
Tras un largo pero tranquilo viaje desde Kalyssia, los héroes llegaron a la polis de Tenas y fueron recibidos como héroes. Habían conseguido un magnífico semental y a un importante prisionero en victoria contra un rastrero ataque.
El que los héroes capturaran a Lykaios y este confesara sirvió para descubrir que la "Facción de la Espada" heraklyana (liderada por el padre de Lykaios) había actuado a espaldas del Rey Thalos de Heraklya.
Al parecer, estos seguidores incondicionales del Dios Ares habían creado una conjura para hacer renacer la animosidad entre Heraklya y Tenas. Por suerte, el Rey Thesseus de Thenas informó de lo sucedido a su igual Heraklyano, y la conjura que había intentado romper 60 años de paz continuada entre las tres Polis (Tenas, Heraklya y Argos) fué desmantelada. La "Facción de la Espada" de Ares cayó en desgracia frente a la "Facción del Escudo" de Zeus, lo que garantizaría al menos durante los proximos años una estabilidad política entre las tres ciudades-estado.
Así pues, el Rey Thesseus celebró una gran fiesta en su palacio en honor a los Héroes de Kalyssia.
Este recordó a Néstor que no había cumplido del todo su palabra, pues juró al Rey de Tenas capturar a la Bestia viva y llevarla a Kalyssia, no matarla. Pero este pequeño detalle no quedaba deslucido ante el hecho de que había salvado a las Tres Ciudades de una posible guerra, y librado los subditos del Rey en la aldea de Kalyssia del horror del engendro.
Aetos y Nestor fueron honrados por el Rey de Tenas con el título de Defensores de la Ciudad. El primero recibió oro y un pedazo de tierra como recompensas por sus servicios. Para el noble Néstor, el respeto y alabanzas de un Rey debían ser más que suficientes. Si bien el hecho de que su historia se extendiera por las Tres Ciudades haría que aumentase el respeto de las mismas por Tritonis, la patria de Aetos y Nestor.
Melanctha fue cortejada por soldados y nobles durante la fiesta, y su valor alabado. Pero la auténtica recompensa llegó cuando su padre fue liberado del reclutamiento forzoso en las milicias de Tenas, tal como se le había prometido por sus servicios y ambos, padre e hija, pudieron estar juntos y libres de nuevo. Además se daba la circunstancia que al evitar una guerra quizás hubiera salvado la vida de su padre, que sin duda habría tenido que acudir alistado a la misma.
Aristocles, para el cual el conocimiento suponía la mayor recompensa, había obtenido nuevos datos en su viaje sobre el Mundo Subterráneo y las costumbres de los Dáctilos, que no tardó en recopilar en escritos, para que ese saber perdurara.
Posteriormente escribiría en sus crónicas como poco tiempo después el Rey de los Dactilos se levantaría en armas contra las Tres Ciudades, declarándose en guerra contra ellas por la muerte de su amada hija.
Pero esa es una historia que debe ser contada en otra ocasión.
Como epítome, podéis añadir un post final narrando lo que deseéis sobre vuestros personajes antes del cierre final.
Como colofón de esta historia, dejo constancia de mi partida. Los dioses han jugado a un juego demasiado irónico durante demasiado tiempo. No deseo sus secretos, ni tan siquiera destruirlos. Sólo deseo hacer justicia, o al menos, lograr entender sus motivaciones.
No espero ni deseo encontrar la muerte en esta empresa, pero ya no soy un joven capaz de escalar una montaña o aguantar largas jornadas de viaje sin reposo. Sólo espero poder llegar a culminar mi labor, para morir entiendo lo que ocurre y por qué. Tiene que ser ahora o nunca.
Así, parto en busca de los dioses. Donde quieran que se encuentren, daré con ellos. Sea lo que fuere, no puedo explicar lo ocurrido en lo anteriormente contado, no sé el fin de todo eso. Y mi objetivo no es otro más que ese.
Antes de partir, dejo estos escritos a mi pupilo, Aristóteles. Espero que él sepa hacer buen uso de ellos, así como aprender de sus errores y repetir sus aciertos.
Si vuelvo, espero poder ampliar toda la información aquí recopilada. Que los dioses tengan a bien mi partida.
Aristocles.
Por cierto, Aristocles es el verdadero nombre de Platón.