Violet sólo había tenido tiempo de medio asentir ante la pregunta de Megan cuando un chico se acercó a ellos con una sonrisa ladeada.
- Buenas noches, me llamo Niall Connolly, soy prefecto de Ravenclaw y vuestro guía de esta noche - el chico hizo una ligera reverencia que suavizaba la formalidad con la que se había presentado -. Ahora acompañadme, os enseñaré dónde está nuestra casa, cómo acceder a ella y alguna que otra información que os interesará saber - el chico esperó a que los de primero se arremolinaran a su alrededor para empezar a andar con paso enérgico hacia la puerta del Gran Comedor y a partir de ahí ascender por una escalinata que parecía no tener fin -. Os sugiero que leáis Historia de Hogwarts para saber más cosas sobre el castillo pero desde ya os adelanto que las escaleras se mueven de modo que el camino a recorrer hasta un punto puede variar un poco según el momento en el que lo hagáis. Y también... - su mano frenó a Megan, que estaba a punto de dar un nuevo paso -...hay escalones falsos. Un mal paso y puedes hundirte hasta la rodilla. Pronto recordaréis dónde se encuentran pero hasta el momento os aconsejo que vayáis con cuidado. Otro factor importante a tener en cuenta en vuestros recorridos por Hogwarts es Peeves. Es nuestro poltergeist y disfruta especialmente haciendo la vida imposible a todo el que se cruce por su camino. Sobre todo, disfruta tirando cosas a los alumnos, inculpándonos, burlándose de nosotros e inventando cancioncillas ridículas. Sobre todo, si escucháis a Filch quejarse de él dad un rodeo porque suele ponerse de muy mal humor cuando Peeves le hace una jugarreta de las suyas - mientras hablaban habían subido ni más ni menos que siete pisos de escaleras que les habían dejado exhaustos y en aquel instante andaban hacia el ala oeste del castillo. Cuando Niall por fin detuvo sus pasos se encontraban ante una puerta con una aldaba en forma de águila -. Esta es la puerta que da ante nuestra sala común. Al contrario que otras casas, nosotros no tenemos una contraseña fija sino que va cambiado y se formula a través de una pregunta que pretende poner a prueba algunas de nuestras capacidades, como el ingenio. No os preocupéis por las preguntas, no van a ser las mismas para un alumno de primero que para uno de sexto - Niall le dirigió una sonrisa amable a Roxane antes de dirigirse a ella -: Adelante, llama - la niña no tardó en hacer lo indicado con cierta reticencia, golpeando una vez con la aldaba sobre la desgastada madera de la puerta.
De repente el pico metalizado del águila se movió para pronunciar su adivinanza, una sencilla teniendo en cuenta el nivel de sus alumnos.
- Verde como el campo, campo no es, habla como el hombre hombre no es.
- ¿Quién quiere responder? - preguntó Niall, dando por supuesto que todos conocerían la respuesta.
A los demás ya les he dado paso para irse a dormir pero venga, a vosotros os dejo un post más xD
A pesar de que el comentario de Burkely me había parecido un tanto prepotente no le di mayor importancia. Su padre podría tener todo un equipo de quidditch pero mi familia tenía negocios que abarcaban muchos campos y más importantes. Mi abuelo, al igual que había hecho mi padre, me había repetido cientos de veces que no tenía porqué alardear ante extraños así que, encogiéndome de hombros, comencé a servirme en el plato la cena, aunque tardé varios minutos en decidirme por donde empezar.
No sabía quién era la tal Rox de la que hablaban, pero al ver cómo Jarek enrojecía visiblemente, no pude evitar una sonrisa maliciosa echando un vistazo nada disimulado a la mesa de Ravenclaw, aunque no tenía ni idea de a quién se referían. Sin desprenderme de la sonrisa seguí con mi cena atendiendo a las conversaciones, asintiendo de vez en cuando y metiendo baza cuando me parecía oportuno.
Jarek por fin se decidió a salir del mutismo en el que se había encerrado producto, con toda probabilidad, de la vergüenza.
-Tengo tres hermanos mayores. Liam, que trabaja con dragones, Darren, que está en el Ministerio y Niall, prefecto de Ravenclaw. -Hice un gesto con la mano señalando la mesa de las águilas-. Ah sí... y una medio hermana pequeña... la mocosa. -El gesto y el tono de mi voz dejaron bien claro que de ella no tenía pensado hablar.
Para terminar la cena me decidí por un trozo de tarta de chocolate con frutos del bosque. Quizás fuera demasiado dulce para esas horas, pero en aquellos momentos poco me importaba. Miré sorprendida a unos y a otros cuando Joy habló de una apuesta.
-Anda ¿y qué habéis apostado?
Me había metido la última cucharada de pastel en la boca y me disponía a beber un vaso de zumo mientras esperaba la contestación de alguno de mis nuevos compañeros, cuando uno de los alumnos mayores nos llamó.
Vaya... Si es premio anual. Qué suerte.
La seriedad de su voz y comprobar quién era, no me dejó dudas de que lo mejor que podía hacer era seguirle sin rechistar, y eso fue lo que hice. Escuché atentamente tanto su nombre, bastante conocido por otra parte, como cada una de sus palabras, las cuales no me cogieron demasiado por sorpresa ya que ponía el mismo énfasis en hablar de la casa de las serpientes como lo solía hacer Liam. Estaba claro que tendría que hacer un gran esfuerzo para no dejar en mal lugar a nuestra casa aunque, por otra parte, ¿qué motivos tenía para hacerlo? Estaba en la mejor casa que me podía haber tocado y eso era motivo de mucho orgullo.
A medida que descendíamos escaleras hacia los sótanos y recorríamos aquel lúgubre pasillo, me eché a temblar por el frío, memorizando el camino que recorrería, a partir de ese mismo instante, en muchas ocasiones. Pero lo mejor de todo vino cuando, aquella pared húmeda y del todo insignificante, se abrió para mostrarnos el interior de la sala común de Slytherin.
-Vaya...
Sabía por Niall que la sala estaba bajo el lago, pero verlo en primera persona impresionaba mucho. El efecto de los reflejos del agua en la sala era increíble y se veía uno de los lugares más cómodos y confortables que hubiera visto con anterioridad. Me sentía como si hubiera vuelto a casa y, de hecho, ahora podía decir que estaba en casa.
A pesar del cansancio del viaje, de la espera y, sobre todo, de la comilona, me sentía aún tan emocionada que no tenía demasiadas ganas de irme a dormir. Pero Derek había sido muy claro en sus palabras y no me parecía muy buena idea comenzar mi estancia en Hogwarts llevándole la contraria al prefecto de mi casa y, encima, premio anual.
-Buenas noches Derek. Buenas noches chicos.
Mi giré hacia Joy para ver si me quería acompañar.
Jarek escuchó la respuesta de Maebh con atención, de todos los hermanos parecía que el único que se ganaba su aprovación era el mayor, por otro lado se apuntó mentalmente no hablar de 'la mocosa'.
- Con dragones... Deber ser emocionante estar cerca de ellos. - comentó entre bocados.
Las palabras de Joy no hicieron mas que corroborar el sentimiento que se había instalado en el joven, cuando mencionó la destreza de la que había hecho gala sobre la escoba y cómo iba el tema del cobro de la apuesta, se encogió de hombros y negó con la cabeza no queriendo darle mayor importancia. Pero la pregunta de la otra chica hizo que, si quería quedar bien y no como un borde, no pudiese esquivar el tema.
- Un día de...
Justo en ese momento se oyó una voz detrás de ellos y el chico se quedó callado en mitad de la frase, se giró levemente para ver a quién pertenecía y se encontró con una insignia plateada en el pecho del alumno -¡Tenemos al Premio Anual en nuestra casa!- enseguida se irgió en el banco dejando la servilleta delante suyo. Apenas una mirada a sus compañeros de curso y cuando quiso volver a mirar el chico mayor ya se alejaba esperando que le hiciesen caso, salió raudo al pasillo y siguió sus pasos.
Solo cuando traspasaron una puerta y comenzaron a bajar escaleras el Premio Anual se presentó. A Jarek le sonó el apellido, supuso que lo debió oir en alguna de las fiestas así como también se debió enterar de algunos cotilleos acerca de su situación. El joven Lancaster hizo mucho incapié en el honor de pertenecer a Slytherin, en lo unidos que debían estar todos y en el peso que eso conllevaba, al llegar al final de la escalera Jarek se reafirmó en su idea de hacerse con una copia de las normas y de todo aquello importante para la ganancia o pérdida de puntos.
Comenzaron a recorrer un pasillo húmedo y el joven recordó las palabras de Duff -Debemos estar cerca ya-. El siguiente comentario de Derek acerca de las otras casas no fué una sorpresa del todo, al menos había tenido razón y Ravenclaw se salvaba. Hubiese hablado igualmente con Roxane, no pensaba negarle la palabra, pero saber que no estaría mal visto por miembros de su 'nueva familia' le aliviaba. Por fin llegaron, la pared no tenía nada de especial pues era igual de anodina y húmeda que el resto, pero esa era la entrada a su sala común -Mi hogar durante los próximos siete años...- aunque no era cierto pues ese lugar estaba en otro sitio, pero dado que el tiempo que pasaría en el colegio iba a ser mayor que el que estaría en casa así iba a parecer. Memorizó inmediatamente la contraseña, no quería llegar un día y quedarse fuera por no acordarse, y siguió a Derek al interior.
Los tonos verdes de la gran sala le recordaron el follaje de los árboles en primavera y a través de las ventanas se podía ver el interior del lago, la verdad es que el interior era mucho mas cálido que el pasillo y a Jarek le gustó. Después de un primer momento de admirar la suntuosidad del lugar el Premio Anual volvió a hablar dando las últimas indicaciones, al acabar el joven Cerny iba a preguntarle por el listado de las normas pero no le dió tiempo, cuando quiso abrir la boca el chico ya se perdía escaleras arriba y al mismo tiempo Maebh se despidó de ellos. Aprovechó la apertura de boca para contestarle y así no parecerse a los peces que había al otro lado de los cristales.
- Buenas noches. Nos vemos para desayunar.
Y se esperó viéndolas marchar, no se movió hasta que desaparecieron escaleras arriba.
- Vale. - Contestó automáticamente a Roxanne. Si ella decía que no importaba, era porque no importaba. ¿Quién iba a pensar que detrás de aquellas palabras podría haber otro significado diferente, como por ejemplo "No quiero hablar de ellos" "Me da vergüenza" "Tengo miedo de lo que digan mis padres". No, no... estaba claro. Ella afirmaba que no tenía importancia, y debía no tenerla. Seguramente replantearía su "pero" sobre la frase y se daría cuenta que sus argumentos carecían de fundamentos para ser defendidos ante un intercambio de opiniones.
Chica lista. Por eso estaba en Ravenclaw, claro.
No... estaba claro que Alexander no sabía leer entre líneas, que no comprendía el gesto de Roxanne o el tono utilizado, quedándose solo con lo literalmente dicho. Pero descartada aquella conversación, necesitó girar levemente la cara para mantener la otra conversación.
¡Girar levemente la cara! Estaba claro que aquel no era el sitio óptimo. Lo era el de Roxanne. La miró unos segundos. Mañana iría a ese sitio y lo nombraría como suyo. Y exigiría a quien se sentara en él que era suyo con largas, copiosas, cansinas y repetitivas explicaciones que era suyo y debía apartarse hasta que lo consiguiera. Miró entonces a una niña de segundo. - Así no estás bien sentada. - Le indicó. - Si no te sientas con la espalda recta, te dolerá dentro de noventa minutos. - Explicó, con total tranquilidad. ¿Cómo podía estar esa chica en Ravenclaw si no sabía ni sentarse? ¿Pero que tipo de colegio era aquel, más propio de una jauría deseosa de destruir lo establecido como correcto?
Pero su atención se centró en Megan cuando le pidió ideas. La miró, extrañado. - No. - Negó levemente con la cabeza, ante las afirmaciones primeras de Megan. - Eso no es esclavitud. - Añadió, seguro de lo que hablaba. - Además de carecer de un contrato firmado y aprobado por una institución legal, lo que dices se parece más a una concesión de Servidumbre Condicionada. - Entonces, hizo el gesto de comillas con los dedos. - "Concesión Condicionada" - Repitió, más lentamente. - ¿Te has fijado en las comillas? - Le preguntó, mientras bajaba las manos, dando a entender que aquel gesto de comillas indicaba que no, no era tampoco exactamente una Servidumbre Condicionada.
- ¿Habéis definido previamente que separa un comportamiento cruel o humillante de otro divertido y gracioso? - Megan estaba siendo imprecisa. Cosa que a Alexander Weir no le gustaba. ¡Es que si no dejaba claro todas las condiciones de su contrato verbal en presencia de testigos, no podía ayudarla! - En algunas culturas la servidumbre está considerada como algo humillante, por eso lo pregunto. - Aclaró. Y aquello tenía una ironía implícita, teniendo en cuenta como se portaba con su hermana. - ¿No lo sabías? - ¡Y lo peor es que había cierta sorpresa en aquella pregunta!
- Puedes aplicar el concepto de Servidumbre de términos generales. Que incluye realizar todas las tareas físicas que te competen, como llevar los libros, limpiar tus cubiertos, arar tus tierras, entregar un diezmo a cambio de protección. Ese tipo de cosas. - Se la quedó mirando, serio. Vamos, que estaba hablando en serio encima. Pero pareció recordar algo, que incluso él pareció sorprenderse de haber olvidado algo en su enumeración. - Oh, claro. Y también puedes negarle el derecho a matrimonio. - Añadió al final, asintiendo con la cabeza.
Entonces, un chaval se acercó. Y Alexander se tensó, porque la idea de que se acercara alguien desconocido, invadiendo de forma deliberada su espacio vital no le hizo la menor gracia. Se acobardó, retrocediendo lo que pudo y acercándose ligeramente a Megan, que, aunque tampoco le hacía gracia acercarse a ella, al menos la conocía -y lo más importante, sabía que a pesar de sus diversos problemas como querer darle la mano, o no ser del todo precisa en sus preguntas y afirmaciones, no le deseaba ningún mal.-.
- Buenas noches. - Contestó educado, aunque acobardado. - Alexander Weir. De Tórshavn, Feroe. - Contestó al prefecto cuando este se presentó. Bueno, al menos se había presentado y no había intentado darle la mano. un Weirpunto para él, todo había que decirlo. Ahora lo situaba con un nombre, en una posición y escala social. Ya no-no le gustaba tan poco. ¡Pero es que no tardó en meter la pata!
- No es una casa. - Afirmó, sin problemas ninguno. - Una casa requiere de al menos una o más habitaciones, un lavabo, una sala de estar y una cocina. Las salas comunes carecen de cocina. - Explicó de carrerilla, como si estuviera leyéndolo en un libro... ¡y qué demonios! ¡Es que estaba leyéndolo en el libro de su cabeza! ¡Como todo hijo de buen vecino! - Nos enseñarás donde esta nuestro hogar. - Le corrigió. Bueno, cabe decir que Alexander disfrutaba de aquello. - Que es donde habitan una o más personas independientemente de la forma y características del habitáculo. -
- ¿Y qué información nos interesa saber en este preciso momento que tenga tanta importancia como para ser dicha esta noche, pero no tanta como para no ser dicha ahora mismo? - Preguntó, con toda curiosidad e inocencia, obviando que acabara de corregirlo de aquella manera. Por supuesto, era posible que el chaval no fuera consciente de que la gente se "enfada" si les "corriges".
Una vez más, cuando los de primero se acercaron al chico, el permaneció en segundo plano, alejado del grupo. No quería estar cerca de la gente... pero esta vez vigiló por su seguridad, sobre todo por la parte en la que un maloliente gigante hiciera presa sobre su cuerpo y buscara asesinarlo brutalmente de la forma más despiadada posible.
Bueno, aquel debía ser el problema número 62 del día. Subir escaleras. - No me gusta subir escaleras... - Se quejó por lo bajo, mientras comenzaba a subirlas lentamente. ¿Eran aquellas cosas las que su hermana le decía que acabarían gustándole? ¡Pero qué tipo de depravado podía pensar que a unos críos de once años les apetecía subir mugrientas escaleras justo después de cenar.
¡Peor aún!
¡Después de cenar un Domingo de Comida China algo que no era Comida China! ¡Imperdonable! Pero bueno, leer le gustaba. Así que aceptó la sugerencia. Y escuchó lo de que las escaleras cambiaban, no pudo evitar preguntar. - ¿Mantienen un patrón? ¿Según... la hora del día, la posición anterior, el peso, la cantidad de gente, la estación, la cantidad de luz, el ruido, la suciedad, la humedad o la relación entre gente que baja y sube? - Existían miles de posibilidades, pero claro, no iba a mencionarlas todas. Eso habría sido horriblemente largo.
Otro error. "Pronto recordareis" No, no... él se había fijado donde pisaba el prefecto, había memorizado el patrón y lo seguiría siempre. Así nunca se vería atrapado por un escalón. Además, la idea de hundirse hasta la rodilla le parecía asqueroso y horrible. No, no... mejor evitarlo por el bien de todos. También las advertencias sobre Peeves. ¡Un fantasma molesto! ¡Lo que faltaba en aquel colegio! ¿Era aquello algún tipo de colegio donde premiaban la supervivencia sobre la inteligencia! Quería volver a casa. Definitivamente, ir hasta allí había sido un error. ¿Y cómo iba a saber quién es Filch si no se lo habían señalado? ¡Pero cuanto esfuerzo por hacerle corregir a los demás!
Problema número 63. La puerta era un águila. A él no le gustaban las aves en general. Le parecían repulsivas y odiables. Y motivo para salir corriendo como alma que lleva el pájaro. No, no le gustaban. Y aun estaba pensando en todo aquello que no le gustaba, cuando llamaron a la puerta y su interés se centró en aquel acertijo.
Vamos. Era evidente.
- Es evidente. - Soltó. - Que sea verde y "hable" - Volvió a hacer gesto exagerado de comillas. - Aunque realmente no habla, si no que imita con precisión sonidos que escucha repetidamente. Se refiere al Loro amazónico Frentirrojo. "Loro" - volvió a hacer aquellas comillas con los dedos, exageradamente.
Mucha gente, fantasmas, preguntas, escalones falsos. Aquel colegio era una trampa mortal.
En cuanto escuchó el aviso de la prefecta, Troy se puso en camino. Al principio ni se fijó en la chica acostumbrado como estaba en centrarse en otros asuntos para él mucho más interesantes. Pero conforme la chica hablaba con aquella naturalidad y, por qué no decirlo, bordería innata, el chico fue prestándole más atención. Ciertamente era más alta que él y se suponía que era de sexto curso. Apenas les miraba según iba caminando y subiendo las escaleras.
Aquellas eternas escaleras... se fijó en que Caliope debía de estar tremendamente asfixiada por su físico - y la de subidas que le quedaban a la chica-. Justamente cuando la miraba de reojo terminó por pisar un escalón falso. Normalmente habría levantado el pie o intentado sacarlo sin más, sin preguntarse qué opinaban los demás ni si había hecho el ridículo o no, pero fue el contacto de Amanda lo que provocó un cambio en la tranquilidad del chico. Sus miradas se juntaron un instante. ¡La única mirada que Amanda les había dirigido había sido para él! Inmediatamente empezó a notar calor subiendo hacia sus mejillas, algo que nunca antes había sentido. Se puso nevioso y solo le salió un pequeño tartamudeo:
- L-lo siento.
Sintió que ella ni había escuchado sus palabras. Y prosiguieron hacia arriba. ¿Qué era aquel sentimiento tan extraño? ¿Admiración? ¿Molestia? ¡Pero si era una borde y mal hablada tremenda! Al final alcanzaron el séptimo piso y llegaron hasta el cuadro de la señora Gorda - ¡¡el cuadro hablaba!!- que les permitió entrar tras decir la extraña contraseña. Una vez en el interior quedó fascinado por la sala. Así que allí estarían todos los Gryffindor como si de una familia se tratase...
No le dio tiempo a fijarse mucho más, pues Amanda se marchó sin mediar más palabras con su grupo de amigos. Aún así, a Troy le salió una palabra más mientras miraba su espalda:
- Buenas noches.
¡¡¡¿¿¿Buenas noches???!!! Aquello habría sido propio de Henry con Agnes, pero no de Troy. ¿Se estaba empezando a convertir en su amigo?
Debo de estar cansado. Eso es todo.
Intentó apañárselas para que pareciera que había dado las buenas noches a sus nuevos amigos. Les miró y les sonrió aún sintiendo las orejas arder. Luego pasó un brazo por los hombros del pequeño y encantador Jason.
- Venga. Vamos a pillar una cama antes que los demás.
Y lo peor de aquello era que Amanda le recordaba a Agnes en ciertas ocasiones.
Había comido tanto que estaba segura de que iba a reventar. Entre la comida que había cogido ella y la que Troy se había asegurado de incluirle en el plato esa cena de ensueño se había convertido en toda una pesadilla. La comida desapareció de los platos cuando apenas le quedaba un par de bocados de la última delicia que el chico le había instado a probar, y por poco se echó a llorar de la emoción. No le cabía nada más. ¡Hacía ya un par de platos que había dejado de hacerlo! ¿Pero cómo decirle que no? Hubiera sido tan desagradable...
Permanecía sentada en el asiento, con la mano sobre la barriga y los ojos entrecerrados. Su concentración destinada exclusivamente al compás de su pesada respiración. Iba a ser una noche muy dura. Se levantó como pudo y siguió a sus compañeros hacia la zona donde se encontraba la chica rubia. Si hubiese estado en mejores condiciones se hubiese quedado embobada con su estatura, su belleza y la seguridad que tenía en si misma. Pero eso sería algo de lo que se percataría al día siguiente. La comida amenazaba peligrosamente con subir por el esófago y salir por el sitio por el que había entrado. Cerró los ojos con fuerza, obligándose a respirar hondo. Podía notar como una extraña sensación de agobio y mareo invadía todo su cuerpo.
Se acabó la cena, niños, así que anda, a la cama
Fueron las palabras clave para hacer que volviera en sí. No se le había pasado el malestar, por supuesto, pero estaba demasiado preocupada por tener que valérselas sola en ese enorme castillo como para no dejarlo en segundo lugar.
Soy Amanda Collin, prefecta de Gryffindor, penúltimo año como prefecta
Decidió guardarse esa información a fuego en su memoria. Algo le decía que necesitaría a esa chica muy a su pesar. Pronto se arrepintió de pensar aquello. ¿Sufrir? ¿Les haría sufrir? ¿Pero qué clase de chica era esa? ¿Y ella iba a encargarse de que todo les fuera bien? Miró desconcentrada tanto a sus nuevos compañeros como a Jason intentando encontrar una mirada tranquiliadora. Todos estaban demasiado ocupados mirando a la chica Collins (nunca Amanda ni Amy) como para fijarse en ella.
Al llegar a la entrada de la Sala Común de Gryffindor ya había registrado en su memoria varias cosas que no olvidaría por nada del mundo:
1. Las escaleras cambiaban a placer. Viviría perdida en el castillo hasta el fin de sus días.
2. Había escalones falsos. Pronto recibiría un vergonzoso mote del que nunca podría escapar.
3. Debía huír de Peeves. No le conocía pero ya le tenía miedo.
4. Si quería ser respetada en Hogwarts debería empezar a introducir la palabra 'joder' en todo su vocabulario.
Ni siquiera la expectación consiguió que Lizbeth entrara a la Sala Común con la cabeza alta. Estaba muy cansada y demasiado deprimida como para sorprenderse por la viveza de las paredes, la altura de los techos o la cantidad de personas que esa sala incorporaba. No llevaba ni un día en ese colegio y ya tenía más que seguro que no iba a irle bien. En realidad, eso no era lo peor. Sabía que en el instituto no le iba a ir bien. Pero en Hogwarts, no tenía claro ni si iba a conseguir salir del colegio de una sola pieza.
- Buenas noches... - contestó a Troy en un susurro. - Yo también voy a ir a la habitación - continuó, esta vez mirando hacia Calíope. No esperó a ver su respuesta y echó a andar directamente hacia el lugar indicado por la chica mayor.
El apuesto chico que llegó a la mesa cortó a Jarek cuando se disponía a responder a Maebh. Le habría considerado un maleducado y le habría dicho algo al respecto, de no haber sido por el tono que no parecía aceptar réplica. Seguramente aquello formaría parte del ritual de primero. Así pues, me levanté, no sin antes dejar todo ordenado y limpiar los posibles restos de comida que hubieran podido quedar en la boca con la servilleta que había puesto sobre el regazo.
Un Lancaster y premio anual. Tal vez la familia aún pueda recuperarse de su miseria.
Miré con interés al chico. Para ser premio anual tenía que ser uno de los estudiantes más brillantes de Hogwarts, el más brillante de su curso. Y estaba en Slytherin. Me dejé encandilar por las alabanzas hacia la casa Slytherin, sus palabras no hacían más que confirmar lo que yo ya sabía sobre la misma. Hasta las sutiles advertencias y amenazas me agradaron. Tiene razón. Somos una familia. Me sientiré como en casa. Una sonrisa se formó en mi rostro.
Recorrimos pasillos a medida que nos íbamos adentrando en el suelo, descendiendo hacia lo que suponía que eran las mazmorras. Intenté memorizarlos mientras escuchaba las palabras de aliento y consejos de Derek mientras asentía para mis adentros. Cuando se detuvo y vi que no había nada especial en aquel lugar, supuse que nos iba a decir algo importante y que se había detenido para que nos centrásemos en ello. Estaba equivocada, se trataba de la entrada.
Anguis. No será difícil.
Wow... El interior no podía ser más acogedor. Los tonos verdes iluminaban el oscuro interior de aquel hermoso lugar, creando una sensación de misterio en aquel lugar. Elegante, sofisticado y misterioso, exactamente lo que le gustaba a Joy. Estuvo admirando aquella estancia durante unos segundos hasta que sus acompañantes empezaron a despedirse.
Sí, será mejor que nos vayamos a la cama. Mañana empieza todo. Había dejado transmitir cierta emoción en aquellas palabras. Las clases empezaban el siguiente día y estaba algo ansiosa. Buenas noches, chicos.
Miré a Maebh y, al ver que estaba esperando a ir a los dormitorios, asentí y me encaminé hacia donde Derek nos había indicado. Buenas noches, Maebh. Dije, una vez me había cambiado la ropa, había dejado las cosas en orden y me había acostado. Mañana todo empieza.
Una vez que las chicas se hubieron ido a su habitación, Jarek dirgió una mirada recorriendo toda la estancia y memorizando la posición de cada detalle. En realidad buscaba el tablón de anuncios que el director había dicho que estaría en las salas comunes para conseguir una copia de las normas. La lista de objetos prohibidos tendría que esperar hasta el día siguiente pues no tenía ni idea de dónde estaba el despacho del conserje, además se preguntaba a qué hora era el toque de queda y si habría pasado ya.
Mientras se dirigía hacia el lugar en cuestión decidió que era mejor seguir el consejo de Derek y, en cuanto tuviese la información que necesitaba, irse a dormir. La verdad es que estaba realmente cansado -Debe ser la emoción, espero poder descansar bien-.
- Puede que tengan algún patrón pero debo admitir que me mantengo ocupado con otros estudios, digamos que prioritarios para mí. Que nadie conozca el patrón no quiere decir que no exista, por supuesto, y puedes dedicarte a ello si es de tu interés - aquella había sido la respuesta que Alexander recibió a su comentario sobre las escaleras, poco antes de que el muchacho se dedicara a adivinar la contraseña, a lo cual Niall asintió, satisfecho -. Como bien has dicho era algo evidente. La dificultad irá aumentando, por supuesto, pero con ello no se pretende dejar a nadie fuera de la sala común sino promover otro tipo de pensamiento que el que se alienta en clase - mientras el prefecto de Ravenclaw hablaba la puerta se abrió, dando paso a la sala común de la casa de las águilas. Lo primero que fueron, a parte del predominante azul de la sala, fue la estatua de una hermosa mujer con una extraña diadema sobre ella. Al pie de la misma se podía leer el nombre "Rowena Ravenclaw", que la delataba como la fundadora de la casa. Alrededor de la misma había varias butacas azules y una chimenea en la que danzaba un alegre fuego aunque aquello era lo de menos teniendo en cuenta el abrumador aspecto de biblioteca que tenía el lugar pues las paredes estaban cubiertas de estanterías repletas de libros. Finalmente unas ventanas con vistas a las montañas que rodeaban Hogwarts acababan de rematar la escena y, casi ocultas entre las estanterías, dos escaleras de caracol que ascendían y se perdían de vista -. Esta es la Sala Común, lugar en el que pasaréis muchos ratos. Como veis, también cumple su función de biblioteca así que os sugiero que no alborotéis mucho si no queréis recibir alguna que otra reprimenda. Las escaleras de la izquierda dan al dormitorio de las chicas y las de la derecha al de los chicos. Como consejo, id a dormir, mañana os espera un día intenso. Por mi parte, me voy. Si necesitáis cualquier cosa acudid a mí o a los prefectos de las otras casas. Buenas noches.
Tras aquellas palabras el chico se perdió escaleras arriba hacia las habitaciones de los chicos.
Abro la boca para responder a Roxanne pero en ese momento Alexander interviene con una conclusión que no puede por más que resultarme cómica. Tras soltar una risita, vuelvo a mirar a Roxanne.
- Pues si te gusta deberías sonreír. Dicen que es la casa de la gente lista, ¿no te alegras de que te consideren una persona lista? Seguro que tus padres estarán muy orgullosos cuando lo sepan.- A los padres siempre les encantaba que sus hijos fueran listos. Cada vez que traía buenas notas a casa, se podía ver orgullo en sus ojos e incluso alguna vez salíamos a celebrarlo.
No puedo seguir la conversación pues en ese momento un chico mayor se acerca a nosotros y se presenta como prefecto. Algo que suena parecido a un delegado de clase, pero aplicado al colegio entero. Le sigo junto con el resto de primero, escaleras arriba. En un momento determinado casi meto el pie en el escalón trampa del que habla, embobado como estaba mirando por la barandilla e intentando averiguar el mecanismo que empleaban aquellas escaleras, pero consigo apartarme a tiempo aunque dándome de bruces contra Roxane, que caminaba cerca.
- Lo siento.- murmuro avergonzado y redirijo rápidamente mi atención al prefecto. - ¡Eh. Yo tengo ese libro!- exclamo emocionado, cuando menciona Historia de Hogwarts.- ¿Y pone quién inventó estas escaleras? ¿No son un poco peligrosas para los alumnos? Si te caes por un agujero trampa de esos te puedes hacer mucho daño...A lo mejor en el libro explica el patrón- añado, en respuesta a una de las miles preguntas raras de Alexander, una de las pocas que comprendo, encogiéndome de hombros.- ¿Quieres verlo? Te lo puedo enseñar en la Sala Común.
Cuando el prefecto les explica que la manera de entrar es un acertijo, me preocupo un poco. ¿Y si no consigues averiguarlo? Pero entonces, al ver la poca complicación de la adivinanza en cuestión dejo escapar el aire que había retenido en mis pulmones, aliviado. Si todos eran así, no pasaría nada. La respuesta había sido evidente pero Alexander se me había adelantado en responder. Pero el prefecto no tarda en decir que cada vez serán más difíciles.
- y, ¿qué pasa si un día no consigues adivinar el acertijo? ¿Te quedas a dormir en las escaleras?- Si algo malo podía pasar seguro que me pasaba a mi.
Su vergüenza solo aumentó al ver a un chico guapísimo acercarse al sector de la mesa dónde ellos se sentaban, de ojos tan hermosos que casi habían logrado embobarla lo suficiente para no notar el pequeño saltito que Alexander había dado para acercarse a ella. Le sonrió a su compañero y luego, cambiando un poco esa sonrisa a una bastante coqueta, prestó toda su atención a quién acababa de anunciarse como Niall. El prefecto no tuvo que pedirselo dos veces, pues a mitad de oración Megan ya estaba parada a su lado y lista para partir.
Es taaaaan lindo - pensó mientras él explicaba algo sobre las escaleras y ella le hacía ojitos, sin mirar por dónde caminaba. De pronto, el puso su mano frente a ella, frenándola, y temió que fuese a decirle que le molestaba como lo miraba o algo así. Pero no. Había intentado salvarla de la humillación pública y una herida segura. ¡Su héroe! No le podía contar a James de Niall, de seguro no le gustaría nada que durmiera en la misma torre que un chico tan guapo, inteligente, simpático, genial, y...¿A que iba con todo esto? Ah, si, a James no le gustaría. No, no podía decirle. Suspiró. Es taaaaan lindo - volvió a pensar.
Antes de que se diera cuenta, estaba en la puerta de entrada. Tendría que asegurarse de llegar aquí con alguien el primer día, porque no había prestado atención alguna al camino. Esperaba que Violet sí. El águila dijo su adivinanza, y Megan se paralizó. Se sentía tan presionada por impresionar al muchacho mayor que se tornó roja tomate y se quedó en completo silencio, incapaz de responder una adivinanza que parecía de juego de niños.
Para su desgracia, al ver la hermosa sala común que los alojaría, supo que sería momento de que Niall partiera. Solo esperaba volver a verlo pronto, lo más pronto posible.
Buenas noches, Niall. Gracias por todo... - logró decir, aún rojísima y con la sonrisa coqueta plantada en el rostro.
- Yo tengo dudas ahora. - Informó al prefecto, pero igualmente, se marchó. Aquello confundió y puso ligeramente nervioso a Alexander, pues no sabía qué hacer en aquel momento, mirando a su alrededor. ¿Alguien habría tocado sus cosas? ¿Tenían que dormir en una cama que no conocía? ¿Cómo sabía cuál era su cama? ¿Tenía que compartir habitación con alguien más? Bueno, por suerte, él siempre venía previsto, así que ya había preparado un contrato de convivencia para compañeros de habitación "por si las moscas".
Pero eso no resto que se quedara quieto, confuso, por la propuesta del prefecto y su marcha después de haberlo escuchado. Él estaba en el derecho legitimo de ser escuchado. Bueno, claro, es que eso le pasa a él por preguntar. Por que mejor se hubiera callado y hubiera resuelto sus dudas por sí mismo, como era lo legítimo. ¡Y pensar que él podría haberle enseñado algo! ¡Qué tontería!
Entonces miró a Megan. - Buenas noches. Estas roja. ¿Estás bien? ¿Tienes alguna enfermedad? - Se apartó dos pasos de ella. - ¿Es contagioso? - Y recordó algo, mirando a Erik. - Enséñame el libro. - Le informó. Bueno, es que Erik le había dicho que le enseñaría el libro, él solo se lo estaba recordando. Y sin esperar mucho más, marchó hacia el dormitorio, explicándole las cosas a Erik.
¿Es que siempre tengo que explicárselo todo?
- Que te quedas fuera. - Contestó a su pregunta. - Sí. - contestó a su segunda pregunta, a pesar de haberla contestado la primera vez. - A no ser, que venga alguien más listo y lo conteste y tu aproveches para entrar, claro está. Que astuto eres. - Lo felicitó -aunque no venía al caso, ni había sido idea de Erik-
Y al llegar a la habitación, lo primero que hizo es acercarse a su baúl, que por suerte, no parecía que nadie lo hubiera tocado y después de ponerse los guantes, lo abríos sacando un montón de papeles manuscritos y entregándoselos a Erik. - Toma. Fírmalo. Y quédate una copia. Son las normas de la habitación, es por el bien de todos. ¿A qué hora vas al lavabo por las mañanas? - Le preguntó, sacando un lápiz para anotar algo. - Te aviso que de siete a siete y media estará ocupado. -
Las normas resultaron ser un seguido de frases típicas que se alargaban hasta el infinito y muchas de las cuáles estaba obviamente fuera de tiempo dado que trataban sobre duelos de espadas algo que, según creía Jarek, no era una práctica común desde hacía siglos.
Por lo demás valía la pena recordar, a parte del toque de queda o la prohibición de entrada al Bosque Prohibido, no lanzar hechizos por los pasillos, que los chicos no podían entrar a las habitaciones de las chicas, nadie podía entrar a las salas comunes ajenas y que las faltas de respeto o las peleas se verían severamente castigadas en caso de producirse.
El joven Cerny encontró el pergamino, que parecía alargarse mágicamente hasta el infinito, y comenzó a leerlo rápidamente para no pasarse toda la noche en vela. Conforme iba leyendo, las cejas de Jarek iban moviéndose y reflejando sus impresiones sobre lo que leía. La mayoría de las normas eran pura basura que nadie se había molestado en tirar pero entre todos esos renglones, actualmente sin sentido, encontró algunas interesantes que no habían dicho.
Con parte de la tarea autoimpuesta realizada, se dió media vuelta y se dirigió al dormitorio de los chicos -Mañana será un día intenso-.
Me queda la duda de cuándo es el toque de queda: después de cenar, al anochecer, cuando el reloj marque las seis... XD
Como no has dicho nada no he puesto que Simon me haya esperado n__n
Pongamos que una hora después de la cena :P
Al llegar al dormitorio se dirigió a la cama en la que su baúl y Pod estaban a los pies. Cogió la jaula con el ave y la puso al lado de la ventana, esa noche no le había dado tiempo pero al día siguiente preguntaría por la lechucería y lo dejaría allí, sería mejor para Pod poder salir libremente a cazar y no tener que esperar a que él se acordase de sacarlo. Se acercó hasta el baúl y preparó lo que necesitaría para el día siguiente, luego cogió unas chucerías para su mascota y su pijama y lo cerró. Le dió algo de comer a la lechuza mientras acariciaba su plumaje con un dedo y se fué al aseo para limpiarse los dientes y cambiarse.
Cuando salió, con su pijama negro con rayas grises, ya todos sus compañeros estaban acostados por lo que dejó la túnica en el respaldo de la silla para que no se arrugase y se metió en su cama. Le costó un poco dormirse, demasiadas preguntas e ideas rondaban su mente, pero al fin y al cabo solo tenía once años por lo que acabó cayendo en brazos de Morfeo mas pronto que tarde.