Partida Rol por web

-Gracias, -contestó con una sonrisa al cumplido de la chica -y aún no has visto lo mejor.

Dejó caer dando algo de misterio a la conversación, pues se suponía que de eso iba la noche. Era su primera fiesta de Halloween, en su país de nacimiento no se celebraba esa festividad y en los años que llevaba en Edimburgo con su madre no lo habían celebrado, aunque no sabía si por desconocimiento de ella o por alguna otra razón.

Justo cuando Joy acababa de mentarlo el banquete de Halloween se materializó encima de las mesas, Jarek solo pudo pensar que era espectacular. La cantidad de dulces de distintas formas y colores, resultaron tan exquisitos como era de esperar en aquel lugar donde la comida parecía que siempre tenía un toque especial.

La cena transcurrió con normalidad, bueno con toda la normalidad que puede haber con la decoración que había, y en un momento dado el director se puso en pié. Había una atracción en las mazmorras y Jarek no se la quería perder por nada del mundo, quería experimentar su primer Halloween a fondo. Cuando Maebh dijo de ir se levantó de inmediato, tan de repente que estuvo a punto de tirar la silla, sólo su buena vista periférica y una rapidez de reflejos nacida del bochorno que pasaría si llegaba a caerse, hicieron que la cogiese cuando aún estaba en el aire.

-Claro. -dijo ya algo mas calmado y agradeciendo de nuevo la máscara que ocultaba media cara -Vayamos todos, seguro que será divertido.

Joy sonrió. Gracias. Estaba satisfecha por el cumplido de su compañera. ¿Lo mejor? ¿Tienes un as guardado bajo la manga? No te hagas de rogar. Dijo, con una sonrisa traviesa.

Tras escuchar la propuesta de Maebh y la enérgica aprobación de Jarek, a Joy no le quedó otra opción que aceptar. Claro, pero espero que no sea divertido, espero que sea espeluznante. Comentó, divertida. A ver quien es el primero en salir corriendo del lugar.

Dejó los cubiertos en el plato y se levantó, despacio y manteniendo las formas. Pese a estar entusiasmada con la idea no lo podía demostrar, era una Dracons. Espero que no sea decepcionante.

- ¿Chupas Sangre? - Confusión. Aquello era lo que Alexander sentía cuando escuchó las palabras de Caliope. O quizás fuera uno de esos sarcasmos que tanto le costaba entender. Por si acaso, lo mejor fuera que le explicara su error.

- No. - Negó con la cabeza. - Chupas sangre por una necesidad alimenticia, no por placer. Eso no te convierte en maligno así porque sí, si no por la creencia popular de que todo lo que le hace daño a un brujo o bruja es malo. No hay maldad en una necesidad fisiológica como el comer, el respirar o el limpiar las cosas. - Entonces guardó silencio unos segundos, mirándola fijamente mientras pensaba en como contradecirse a sí mismo.

- A no ser que hayas suplido tus necesidades alimenticias, y que aun sigas haciéndolo. Pero eso te convierte en una golosa, no en un ser maligno. Aunque si después lo dejas todo sucio si podríamos considerarte un diabólico animal de la noche. Pero solo chupas sangre ¿No? - Se la quedó mirando, después de toda aquella morralla que soltó por su boca, y vio como los Slytherin se marchaban en un grupo de tres hacia las mazmorras. Apareció lo siguiente -en un aspecto figurado, claro está- este mensaje sobre la cabeza de Alexander.

Pareja 2. Slytherins 3.

2 ≠ 3

O lo que vendría a ser lo mismo, que enviaría otra queja al director para que enseñaran matemáticas en aquel colegio. Aquello no era culpa -aunque le habría encantado poder culparles- de aquel grupo de prepúberes, era culpa del sistema de educación mágico. Lo sabía todo el mundo. Aunque todo tenía más sentido si recordamos que "Consejero de Educación" no es más que otro funcionario. Como su madre. Y eso le dejaba ver qué clase de personas sin futuro ni aspiraciones laborales planteaban las clases en aquel colegio. ¿Y que había de los padres de esos niños? ¿Tampoco estaban interesados? ¿Todos pasaban de sus hijos como lo hacía su madre con él? (Bueno, que su madre pasara de él era totalmente y lógicamente comprensible, todo hay que decirlo).

Una carta de queja sería lo mejor.

Entonces, la niña lo llamó por su nombre. - No soy Alexander ahora mismo. Soy el Doctor Muerte. Vamos Caliope, presta atención. - Le corrigió ¿Pero es que estaba haciéndolo a posta? - No. - Contestó tajantemente a la pregunta de la chica, mirándola sin comprender si además esperaba algún tipo de justificación.

Porque la justificación era obvia. Bueno, justificaciones. Desde que a él los pasajes del terror no le gustaban. Que el Doctor Muerte no iba a la casa del Terror. A que 2 ≠ 3, y por lo tanto, Erik, Caliope y el Doctor Muerte eran tres, y no una pareja.

Aunque aquello le planteaba una nueva duda de la cual podía culpar al Director por su falta de exactitud. Cosa que comenzaba a parecerle repetitivo. Cuando se refería a que debían ir en parejas, aquellos disfrazados de algo que no estaba vivo (y por lo tanto, que a efectos prácticos en aquel momento no lo estaban) ¿Contaban para el mínimo de personas que podían entrar de forma simultánea? ¿Cómo funcionaba exactamente, el aforo de la casa del terror?

- Me quedaré aquí pensando como corregir a McGonagall. - Aquella era sin duda, una actividad mucho más divertida. Sobre todo teniendo en cuenta que debía corregirle todas las cosas que dijo que no eran correctas -o del todo correctas- durante los últimos meses.

Una larga tarea.

Miré a Jarek enarcando una ceja, curiosa por saber a qué se refería con que no habíamos visto lo mejor. Pero ¡si ya estaba fantástico tal y como iba! Pero preferí no hacer ningún comentario, si quería que fuera una sorpresa había que concedérselo. La idea de la casa del terror en las mazmorras me resultaba de lo más excitante y los nervios se apoderaron rápidamente de mí, incrementados al ver el ímpetu de Jarek.

-Sí, espero que lo hayan preparado para dar auténtico miedo. Podemos apostar a ver quien es el primero que no aguanta allí dentro.

Y levantándome igual que ellos, salimos en dirección a las mazmorras. Sabía que el director había dicho que había que entrar de dos en dos pero... alguien habría esperando que también estuviera solo.

-Divertido, espeluznante...- a Jarek le daba igual, lo importante es que era su primera fiesta y no quería perderse nada. Comenzó a andar detrás de las chicas y buscó cruzar su mirada con sus amigos esperando que también se uniesen, al menos uno. Y entonces oyó a Maebh hablar de apuestas -¿Es que todo tiene que apostarse? -se preguntó mentalmente, de momento no le había ido mal pues había evitado hacer ninguna mas, sobretodo en temas que sabía que iba a perder, puso su mejor cara de inocencia y continuó con las bromas como si nada.

-Seguro que uno de los gryffindor, aunque ese robot tampoco parece que pueda aguantar mucho.

Cerca de la puerta se encontraron con Roxane, disfrazada de Dios sabía qué con unos extraños dibujos en la piel, Simon que iba de esqueleto al más puro estilo muggle y la prima de Joy, Selwyn, un año mayor que ellos, quien lucía un vestido de morticia y una sonrisa petulante. Los tres hablaban de forma más o menos animada, aunque parecía que Selwyn llevaba la voz cantante.

- Ah, prima, te ves hermosa - aquel fue el saludo de Selwyn con una sonrisa capaz de deshacer los polos...y envenenar a todos los peces del mar -. Hablaba con Rox y con Simon de los disfraces de algunos...seres - aquella palabra llena de desdén fue acompañada por una mirada hacia el lugar en el que se encontraba Erik -. La casta es importante, ¿no creéis? Aunque hay algunos de por aquí que no parecen entender ese significado ni al parecer el de la palabra dignidad. ¿Os dirigíais a la casa esa del pánico?

Justo habían empezado a marchar hacia las mazmorras, con más ganas que coraje por parte de Erik, cuando una chica vestida de una dulce hada para nada espeluznante se acercó a ellos con una sonrisa. Parecía un poco mayor que ambos, con el pelo largo hasta la cintura y una sonrisa amistosa. A ninguno de los dos les sonaba su rostro, aunque ella había ido directa hacia ellos al verlos.

- Hola - saludó con una mezcla de timidez y entusiasmo mal ocultado -. Perdona, ¿tú eres Erik?¿Erik Gallaway?

Que desgracia. No se podía considerar de otra forma la ausencia de McGonagall en el lugar pues de aquel modo era imposible someterla a su escrutinio y por lo tanto al incesante foco de sus correcciones. Aunque si lo pensaba bien su mera ausencia era motivo de falta pues al fin y al cabo era la subdirectora de Hogwarts y la jefa de casa de Gryffindor, lo lógico y coherente sería que estuviera ahí supervisando el cumplimiento eficaz de los servicios. no obstante, nadie parecía encargado de aquello. ¿Quién supervisaba a los violines que tocaban solos? ¿Y las velas que flotaban de forma tétrica? ¿Qué ordenes seguían los fantasmas para pasearse entre los alumnos? Y lo peor, ¿a quién podría reclamarle todas esas faltas?

Por suerte o por desgracia Violet había decidido acercarse a él al encontrarse sola, pues había deducido al ver a Caliope que o se trataba de Erik o de Alexander. Al ver como la niña se marchaba con el robot hacia lo que imaginaba que era la casa del terror dedujo que el que se había quedado solo sin que al parecer le importara era el maniático y extraño ravenclaw.

- Alexander - la niña no había estado presente durante todo su sermón así que no se dio cuenta de que le hacía repetir las respuestas -. ¿De qué vas? - por su parte, llevaba un disfraz de fantasma muy logrado teniendo en cuenta la edad y los recursos de los que disponían. Guardó silencio mientras esperaba la atípìca respuesta del niño antes de añadir -. Supongo que no querrás ir a la casa del terror, ¿verdad?

Había logrado mantener la esperanza casi oculta pero ahí estaba, escapando de su autocontrol. ¿Para qué engañarse? Le había dolido que su hermano y su amiga la dejaran más tirada que una colilla, que aquellas dos personas siempre se escogieran el uno al otro por encima de ella.

Solo.

Un término que para la inmensa mayoría de seres humanos -o aquellos sujetos a la antropomorfia- resultaba aterrador y deprimente a partes iguales, y nunca en poca medida. No para él, no para el Doctor Muerte, quien una vez sus compañeros se marcharon sin decirle nada -Ya les quitaría privilegios más adelante en cuanto uso del lavabo o uso de los libros de la biblioteca- se cruzó de brazos buscando a la Profesora McGonagall para básicamente, demostrarle con complicados razonamientos infantiles lo erróneo de la mayoría de cosas que decía.

Ella, o cualquier otra persona que no fuera él mismo, por supuesto.

Y así, feliz, siguió cruzado de brazos, comenzando a pensar sobre teoría de transformaciones, mientras vigilaba:

Uno, que nadie se le acercara. No le gustaba que desconocidos se le acercaran. Menos si iban disfrazados. Y menos aun si era para asustarle. Porque entonces se vería obligado a hacer lo que cualquier mente superior -como la suya- haría. Echar a correr como si no hubiera un mañana con los ojos cerrados y tapándose los oídos hasta su habitación.

Algunos dirían que no llegaría muy lejos si no podía ver ni oír. Se equivocaban. Alexander había memorizado exactamente cuantos pasos hacían falta, los giros, y la velocidad para llegar desde prácticamente cualquier punto del colegio, hasta su habitación. Más exactamente, hasta la parte baja de su cama, donde había montado un lugar seguro contra ataques y catástrofes.

Eso le recordaba que debería revisar el de Erik. Seguro que no limpiaba su refugio como era debido.

Dos, vigilaba que nadie estuviera cometiendo algún pecado imperdonable. Como dejar caer comida al suelo, derramar un vaso, ensuciar, no lavarse las manos, compartir comida, no mantener el espacio de seguridad entre personas y cosas similares. Porque allá donde miraba, alguien siempre estaba haciendo algo incorrecto.

Y si nadie quería ser la autoridad, como el Director o McGonagall -a quienes en cierta parte podía disculpar por los diferentes empleos que tenían. Bueno, no podía disculparles, no ante una falta así. También les culparía de tener trabajos en exceso y no poder desarrollar ninguno de ellos correctamente- él sería la autoridad. Bueno, una autoridad un tanto cobarde, pero la autoridad después de todo.

¿Dónde se había metido su Liga de la Justicia ahora que la necesitaba?

¡Todos huidos! ¡Cobardes! Bueno, ahora tocaba bajarlos de categoría -para su desgracia, tenía pensado bordar personalmente los uniformes de cada uno de ellos con un distintivo de la liga de la justicia- desde Liga de la Justicia a Banda de la Justicia. El caos lo ponía nervioso. Y los cambios, la falta de normas, la falta de luz, los ruidos fuertes, uno de los violines que desafinaba... casi todo le ponía nervioso, a decir verdad.

Tres, aquellos elementos inanimados que ahora se movían por arte de magia -nunca mejor dicho- no decidieran realizar un alzamiento, rebelándose contra sus creadores. ¡Qué horrible destino! Ahora le daba miedo también la teórica de que los objetos encantados tomaran consciencia propia de su propio yo y se alzaran contra sus creadores en un baño sangriento de muerte, caos y destrucción.

Porque aquello, bueno, aquello si que era inadmisible en varios aspectos. El primero la suciedad resultante. El segundo en que desconocía las políticas del gobierno resultante. El tercero porque las peleas le daban miedo. El cuarto aspecto hacía referencia a la falta de antropomorfía en las nuevas castas dirigentes y la dificultad para comunicarse con ella. El quinto y quizás más importante: Que aquello era un cambio.

Y todo el mundo sabía que a Alexander Weir, los cambios no le gustaban.

Fue entonces cuando se acercó Violet. Disfrazada de fantasma. Tenía varias dudas, la verdad, sobre aquel disfraz. Y ninguna era por saber como lo había conseguido. La primera era saber cómo había conseguido ser trasparente, pero de una forma en que trasparentara tanto la ropa como la piel, pero la ropa transparentara sobre lo que había de fondo y a su vez no lo hiciera sobre su piel. En resumen, su curiosidad le empujaba a desear saber como la chica había hecho para que la ropa fuera trasparente, pero no la mostrara tal y como había venido al mundo.

Interesante.

- No soy Alexander. - Si en aquel momento había alguna duda en que lo fuera, por el tono de voz, la actitud tomada y el acento quedó patente que lo era. - Soy el Doctor Muerte. Un supervillano que busca la dominación mundial en pro de imponer un nuevo orden mejor para todos. Por suerte, podía hablar con el fantasma de su madre, lo que hace que podamos tener esta conversación. - Le informó, totalmente serio y seguro.

Vamos, que era posible que sin aquella explicación, la hubiera ignorado simplemente.

Y tras observarla, tuvo sus dudas sobre si estaba haciendo correctamente su papel, o realmente estaba mal. Principalmente porque parecía estar triste o afligida por algún motivo, y no sabía si era parte del disfraz o lo estaba realmente.

- ¿Quieres una bebida caliente? - Le preguntó, pues sabía a ciencia cierta que era lo correcto si ella estaba mal. Si la rechazaba, era porque no estaba tan mal, o estaba interpretando su papel y cualquier preocupación o motivo para alarmarse estaban totalmente infundados.

Era posible que el chaval no se hubiera dado cuenta que él se trataba del segundo plato de Violet ante el rechazo de Megan y su hermano. O que si lo fuera, y le daba igual. O que no comprendiera que quería decir segundo plato. O que directamente, desconocía que debía hacer en estos casos.

- Desde un punto de vista externo, pareces dolida ¿Verdad? Dada la observación anterior, supongo que es porque tu hermano y Megan se han marchado. No tienes nada de qué preocuparte. Yo estoy aquí. - Dijo, en tono tranquilo, humano incluso.

¿Comprensivo?

- ¿Quieres ir tu a la casa del terror? - Le preguntó. No comprendía porque quería ir, o el objeto final de la casa del terror. ¿A quién le gustaba pasar miedo? ¡Si querían saber que era el miedo podía pedirle a Violet que hiciera explotar una rata en su cara!

Gracias, prima. Dijo Joy, devolviéndole la sonrisa, aunque menos escalofriante. Aunque tú vas más acorde a la temática. Añadió. Estaban en Halloween y, sin lugar a dudas, ella iba más... escalofriante.

Nosotros también estábamos comentando algo al respecto. Joy arrugó la frente con desagrado. Nos dirigíamos hacia allí ahora mismo. ¿Nos acompañáis? La invitó Joy con educación. Le caía bien su prima, pero había cierta gente que no la soportaba. Tener la personalidad tan marcada era lo que tenía.

La carrera les sirvió para llegar primeros aunque sin aliento. Las mazmorras, frías y sombrías, resultaban espeluznantes de por sí por la noche. En días como aquel casi podía escucharse a las piedras lamentarse contando sus historias y llorando sus muertes, muertes que sin duda Hogwarts tenía a sus espaldas. Visto así, ¿cómo no pensar que una casa del terror ubicada en aquel lugar pudiera ser terrorífica?

A medio camino de lo que ellos sabían que era el aula de pociones habían elevado una reja metálica con una puerta llena de telarañas. La cerradura herrumbrosa tenía salpicaduras de sangre y estas podían verse extendiéndose por el suelo hacia el interior de lo que era sin duda la casa del terror, pero una niebla paranormal impedía ver más allá. ¿Qué sería lo que ocultaría?

- Pasad si os atrevéis... - dijo una voz gastada y sin aliento, salida de la nada, que consiguió asustarles a ambos.

El propietario de la voz pronto apareció a su lado, al otro lado de la verja. Una túnica negra con capucha ocultaba la identidad de la persona, cuya guadaña lo identificaba como La Muerte. Con su mano libre, cubierta por sucias vendas que no ocultaban del todo las pústulas supurantes y verdosas de su piel, se había sujetado a la verja. No había manera de saber quién estaba detrás aunque la voz era masculina y la altura le identificaba como un adulto muy bajito o un chico de un par de años más que ellos.

- Atreveros a visitar los mundos de la locura...afrontad vuestros miedos...y sobrevivid...si podéis...Yo, La Muerte, seré vuestro guía esta noche y vuestro compañero el resto de vuestras vidas a partir de hoy...

En ningún momento se me había ocurrido pensar que fuéramos los únicos interesados en entrar en aquella casa del terror, y a la prueba estaba que ya había muchos alumnos esperando su turno. Sólo esperaba no llevar una decepción cuando entráramos. Por fortuna para nosotros, nos encontramos con Rox, Selwyn y Simon, así ya éramos pares y podríamos entrar en parejas como el director había pedido.

Escuchaba por encima las palabras que se cruzaron Joy y su prima, ansiosa por ver lo que nos habían preparado, pero lo suficientemente atenta para asentir de vez en cuando dándoles la razón sobre algunos de los disfraces. Para los muggles vestirse por ejemplo de fantasmas podría resultar algo de lo más original, pero para nosotros... No, fantasmas ya veíamos a diario como para molestarnos en copiarlos.

Emocionada, miré a un lado y a otro esperando nuestro turno para entrar, aunque antes habría que decidir como nos íbamos a repartir.

-¿Podremos entrar ya? Me muero de ganas por ver qué han hecho y si es tan terrorífico como nos lo quieren pintar.
 

Jarek dejó que las dos chicas abriesen la marcha y se puso enmedio de ellas pero un par de pasos rezagado, como escoltándolas, además así las tenía a las dos en su visión sin apenas mover la cabeza. Cuando llegaban a la puerta se encontraron con las personas que el chico había estado buscando mientras se levantaba de la mesa y salía del Gran Comedor, Rox y Simon venían acompañados de una chica rubia.

La chica iba tan elegante como las que acompañaban al joven Cerny, Simon iba todo pintado como un esqueleto y Jarek se quedó mirando durante un momento a su amiga intentando dilucidar de qué iba disfrazada. En ese corto espacio de tiempo oyó a la rubia hablar con Joy -Es su prima...- pensó Jarek y dirigió su mirada hacia ella curioso, era una versión mas estirada y un poco mayor de Joy.

Como no le habían presentado, y no era de buena educación interrumpir mientras otros hablaban, dejó que fuesen las primas las que intercambiasen opiniones y se mantuvo a la espera con la cara seria, como correspondía a su personaje. Cuando Maebh intervino, sintió que ya podía hablar y se dirigió a los recién llegados intentando que su voz sonase más profunda y misteriosa.

-Seguro que no es peor que lo que hay aquí fuera - comentó contestando a Maebh señalando a los mentados enteriormente para luego sonreír y alargar la mano en dirección a la nueva* -Soy Jarek, encantado de conocer a la prima de Joy.

¡Aquello sí que era una casa del terror y lo demás eran tonterías! Continuaba sujetando la mano de Megan con dos propósitos claros:

El primero era sacar de él toda la tensión de estar en un sitio tan terrorífico, sosteniendo con firmeza la mano de la chica. ¡Qué currado estaba! ¡Pero si hasta el tipo disfrazado parecía realmente la muerte!

El segundo consistía en guiar a la chica en todo momento, haciéndola sentir segura. Troy no era ni mucho menos un gran mago ya que acababan de empezar las clases, tampoco era muy grande y solo tenía once años. Pero una cosa era cierta, pertenecía a Gryffindor y no se echaría para atrás en ningún momento. La valentía dictaba sus acciones.

Miró al chico disfrazado aunque no muchos segundos. Era tan real que le acongojaba la simple idea de ofenderle con su observación.

- Sí que nos atrevemos.- contestó el chico con decisión.- Vamos, Megan. Esta será una buena prueba. Ya empezaba a aburrirme ahí arriba...

De refilón escucho a alguien apostar algo sobre el robot. Por el tono en la voz, intuyo que no apuestan porque vaya a ganar nada precisamente y, por un instante una mueca de tristeza cruza mi rostro. Pero, aquellos pensamientos negativos pronto quedan a un lado y dedico mi mente a menesteres más interesantes. 

El doctor muerte. Sabía que el nombre que había mencionado Alexander me sonaba de algo, pero no lograba ubicarlo dentro de ninguno de mis esquemas mentales. Decido dejarlo para más tarde, mientras camino al lado de Caliope, pletórico de que la chica haya aceptado y de no tener que aventurarme solo en aquella casa llena de sustos y espantos. Por favor que no haya arañas, ni lechuzas, ni gatos...Me veo obligado a interrumpir la lista de cosas indeseables que no quiero encontrarme ahí dentro, cuando una chica se nos acerca a ambos. 

Cuando se dirige a mí, no puedo evitar abrir la boca, absolutamente sorprendido. Tanto que tardo bastante en contestar y cuando lo hago, mi voz sale acompañada de un leve tartamudeo. 

- E-Esto  s-sí. Soy Erik. ¿Quién eres tú?-  mi tono está cargado de curiosidad infantil. Algo que, por otra parte, no es raro en mí. 

Tras despedirnos de Alexander, me dirigi con Erik hacia las mazmorras, dando saltitos por el camino, con una enorme sonrisa-  Ya veras como va a ser genial, Erik... ¡Nos vamos a morir de miedo! - dije, sonriendo, radiante, mientras cogia la mano del chico, resuelta- Tu dame la mano y no te preocupes por nada... ¡Ya veras! - añadi, con el gusanillo en el estomago, emocionada y acojonada a partes iguales.

Pero entonces, antes de que pudieramos llegar a las mazmorras, una chica se acerco a nosotros. No la habia visto nunca, aunque parecia mayor que nosotros, eso si. Y tambien parecia conocer a Erik, porque fue directa a preguntarle que si era el.

La sonrisa se congelo en mi rostro entonces, suavizandose ligeramente, y acabe por soltar la mano del chico, haciendome a un lado, para dejarlos hablar- Hola. - dije a la chica, alzando una mano, sonriente. Y, con toda la discreccion que podia tener alguien como yo, cabecee a Erik, dandole a entender que fuera a hablar con ella, que yo podia esperar.

Hasta que llegaron al lugar de la casa del terror, Megan no había notado lo tenebrosas que resultaban las mazmorras de noche, pensando de inmediato en los pobres Slytherin que debían vivir allí y en su madre, que había pasado por lo mismo. En aquel ambiente de pesadilla, lo único que podía desear era salir de allí rápido, pues el haber corrido hacia allá no le había permitido detenerse en el punto en que le hubiese parecido prudente.

Miró con ojos expectantes alrededor al escuchar aquella voz de ultratumba que se acompañaba de la visión de sangre y telarañas, apretando un poco más fuerte la mano de Troy que se negaba a soltar ahora. Pero ni siquiera aquella sensación de protección que le significaba aquel gesto pudo protegerla del salto que dio al ver a La Muerte mirándolos, lleno de asquerosas heridas en su piel. Buscó la mirada de Troy inmediatamente, sin embargo el parecía tan encantado como entusiasmado por seguir.

“Yo, La Muerte, seré vuestro guía esta noche y vuestro compañero el resto de vuestras vidas a partir de hoy...”

Un escalofrío recorrió su espalda al comprender lo certero de aquella frase, la que para una niña amada y protegida como ella misma podía dar un sentimiento de incomodidad inexplicable y muy profundo.

Asintió a las palabras de Troy, aunque en ese momento hubiese deseado salir corriendo de vuelta. Si esa era la bienvenida ¿Qué horribles visiones les esperaban por delante? Solo debía mantener en mente: Era todo ficción.

Vamos. – respondió fingiendo seguridad, aunque probablemente el Gryffindor no tardaría dos segundos en notar su nerviosismo.