Partida Rol por web

El viaje a Aguasfrías fue tenso. Cinco días de viaje frenético esperando siempre un ataque  que no terminaba de llegar. Cada vez que se cruzaban con otro grupo de viajeros, los aventureros se preparaban para lo peor, y por la noche rehusaban compartir descanso con otros viajeros.

Y al mediodía del quinto día apareció en el horizonte. Aguasfrías, la Capital de Mercatia, posiblemente la ciudad más importante de todo el mundo conocido. Doscientas cincuenta mil almas hacían que la ciudad fuera tan grande que incluso con el tiempo se había visto obligada a crecer más allá de las murallas. Pero lo más notable de toda la vista era el Castillo de Aguasfrías, la sede del gobierno local y de la Confederación, situado en el punto más alto de la ciudad.

Al atardecer el grupo de aventureros cruzó las puertas de la ciudad y se dirigieron sin más dilación al hogar de Caín Veiner, el maestro de Gerin, siguiendo las indicaciones de su discípulo. Ésta estaba ubicada en una zona noble de la ciudad, en la parte más central de la misma. Se trataba de un edificio de tres plantas, algo estrecho con la fachada en un color verde pastel. Igual que los edificios colindantes.

Al llamar a la puerta un mayordomo con aspecto cenizo salió a atenderles, pero tras escuchar las explicaciones de los aventureros no pareció poner pegas a su presencia. Los acompañó hasta una pequeña sala de estar y poco tiempo después Caín apareció.

Caín era un mago anciano calvo, de rostro arrugado, ojos hundidos y larga barba blanca. Casi, casi parecía sacado de un cuento y sin duda su aspecto era el que uno podía esperar de un mago. Todo lo contrario de lo que era Gerin. Parecía natural en él tener una perenne expresión de preocupación dibujada en el rostro, pero cuando terminó de ver a los aventureros, en especial a Clint esbozo una leve sonrisa.

—¡Aaaaaaaaah! Vosotros debéis ser los enviados de Gerin. Diría que tenéis algo para mí, ¿me equivoco?

Al ver entrar al mago, Kilian se puso de pie, quizás por respeto, quizás por cierto recelo. La verdad es que todo lo que había ocurrido desde que habían abandonado la torre de Gerin, más lo duro que había resultado el viaje, lo tenían un tanto crispado.

- En absoluto señor, está usted en lo cierto. –se adelantó a decir nada más oír la pregunta del mago. Y con un gesto de su mano, en el que parecía acariciar una moneda entre sus dedos, añadió en tono despreocupado. –Más creo entender que usted también tiene algo para nosotros.

Sin que diera tiempo siquiera a cualquiera a reprimirle, continuó hablando mientras caminaba por la habitación.

- Por favor, no quiero que tome esto como una afrenta. - dijo con total franqueza en un tono de calidez. – Es simplemente por romper con lo convencional, ya sabe, grupo trae objeto y reciben la recompensa. Quizás el grupo debería de ver también la recompensa a la vez que el demandante ve lo que ha solicitado ¿No cree?

Tras decir eso y mientras seguía paseando con curiosidad por ver todo lo que aquella sala contenía, hizo una breve pausa y continuó diciendo.

- Si lo prefiere, podemos conocernos mejor antes de efectuar la transacción, como no sé, por ejemplo: ¿Le importaría decirnos qué planea usted hacer con la piedra?

Dicho esto, se quedó en silencio esperando la respuesta del anfitrión o quizás a cualquier otra pregunta de los presentes.

Observo como Killian se ponía en pie y casi hizo lo mismo por acto reflejo, se había acostumbrado a hacer algo similar a cada acción rápida de sus compañeros, no quería ser un lastre y estaban siempre alerta. Durante todo el viaje había sentido la paranoia acompañar al grupo entero, no se fiaban de nada ni de nadie y aquello había terminado por hacer que el ánimo en general fuera bastante crispado.

La partida de la espadachina, el no saber si podría hacer algo contra ellos, el secreto de Kerlin, y la piedra, sin duda era demasiado estrés para todos. Pero se quedó en su asiento mirando al guerrero pasearse y hacerle frente al mago. Desvió entonces la mirada para observar las puertas y ventanas y cualquier tipo de movimiento, tenían que estar preparados para escapar si pasaba algo, aunque aquel se supusiera que fuera su destino.

Desvió la mirada a la última pregunta para fijar su vista a anciano con el ceño fruncido, mucho dependería que hicieran de aquella contestación, de eso estaba seguro.

Caín, no se tomó como una afrenta las palabras de Kilian, en lugar de ello se sentó en uno de los cómodos sillones de la sala. La preocupación que parecía perenne volvió a aparecer en su rostro.

—Ponerla fuera del alcance de quien pueda hacer un mal uso de ella—respondió a la última pregunta del guerrero—. Con el conocimiento adecuado, otras iroritas pueden utilizarse de forma provechosa. Pero la irorita azul... es demasiado fácil hacer daño con ella, es peligrosa y lo mejor es borrar su rastro. Espero que entendáis que no pueda daros más información. Cuanto menos sepáis más fácil será hacerla desaparecer.

El anciano mago hizo una pausa.

—Sobre la recompensa me temo que no puedo enseñaros nada pues desconozco de qué se trata. En el breve mensaje que Gerin envió por paloma, especificaba que además de la piedra traíais una carta. Entiendo que ahí vendrá dispuesto de cual es el pago a realizar. ¿Podéis entregármela?

Arael se acomodó en uno de los sillones. Estaba exhausta, física y mentalmente. Estaba tan cansada que, sin darse cuenta, se deslizó poco a poco por el respaldo del sofá, qudando sus caderas fuera del asiento, como una niña pequeña.

—¿Y por qué es tan peligrosa la irorita azul esta? La verdad, solo hemos oído de muchas personas que tienen muchas ganas de tenerla, pero no porqué. ¿Qué mal o qué bien puede hacerse con ella? Al fin y al cabo, nosotros solo hemos tenido unas visiones... No parece para tanto. —La elfa se encogió de hombros mientras seguía buscando una postura que le resultara cómoda, pero no la encontraba.

—Visiones no, recuerdos—dijo Clint corrigiendo a Arael—. Creo que es evidente el daño que se puede hacer. ¿Y si en lugar de mis recuerdos hubieran aflorado los del apóstol Korven que tiranizó Rhovesia? ¿Y no había vuelto locos a unos elfos?

—Una transferencia—musitó para sí Caín mientras miraba al gran trasgo, luego se dirigió a terminar de responder la pregunta de Arael—. ¿Alguno de vosotros se ha atrevido a experimentar una visión con la irorita estos días? ¿Os habéis atrevido a tener más visiones?

¿Por qué íbamos a atrevernos? Sería una imprudencia volver a intentarlo, sabiendo lo que le ha pasado a Clint.... – Miro al Trasgo con una ligera sonrisa, no entendía por que debían intentar hacer ese tipo de locura sin entender ni comprender realmente el poder de la piedra, una locura que solo llamaría la atención y que sería tremendamente peligroso sin saber que podía pasar. – Oh hay alguna manera para hacer algo así sin tener peligro de que pase lo que ya ha pasado, ninguno queremos cambiar de cuerpo ni volvernos locos..

Ante lo comentado por Klaus, sintió un repentino interés:

-¿Se podría conseguir? - dio un paso adelante, saliendo con decisión de la penumbra en la que la había mantenido en la charla- ¿Y si así fuera...podríamos decidir que recuerdos visitar?

—Ese es el peligro que reside en la irorita—dijo Caín mirando a Arael tras la primera respuesta de Klaus—. Imagina que alguien construyera una maza con la piedra. Un arma que cada vez que te golpea te atiborra a recuerdos que no son tuyos. Se me ocurren muchas formas de hacer daño con esta piedra.

El anciano se acarició la barba antes de responder a la segunda pregunta de Klaus y la de Kelrin.

—No me gusta decir que algo no es posible, pero si se puede, nadie lo ha registrado nunca. Y son pocos los registros que existen sobre la irorita.

Mientras los demás charlaban, Kilian no perdió el tiempo, sacó la carta de Gerin con la recompensa y la puso encima de la mesa. La conversación iba tomando unos derroteros que a él no le interesaban lo más mínimo. El viejo ya había dicho que su interés era borrar el rastro de la piedra, y para él, aquello era suficiente. Además, supuso que Caín no iba a contarles algo de valor, a ese variopinto grupo que acababa de conocer.

Es por eso que, una vez que hubo una pausa en la conversación, aprovechó para inclinándose, extender la carta a Caín mientras decía:

- Aquí tiene la carta de Gerin. Si lo ve todo correcto, usted nos paga, nosotros le entregamos la irorita y por mi parte, dejaremos de molestarle. -concluyó volviendo a ponerse en posición erguida.

-No hace falta añadir la piedra a una maza para hacer verdadero daño- Soltó un leve bufido y se balanceó dando media vuelta, exasperada- A no ser que se tenga el control de qué recuerdos imbuyes a alguien al tocarlo- lanzó una mirada a Clint, preguntándose cómo lo habrían conseguido aquellos seguidores de Nashira.

En cualquier caso, el anciano sólo les había dicho vaguedades, por lo que tras la intervención de Kilian se limitó a asentir y añadir:

- Si, finalecemos el intercambio de una vez.

El anciano tomó la carta que le tendía Kilian, rompió el sello y la leyó.

—Parece que falta una persona, ¿no?—preguntó— En la carta ponía que venían siete personas.

La cabeza de Arael era un torbellino, no terminaba de entender nada. ¿En serio unos recuerdos eran algo tan grave? Es verdad que a ella le producieron cierto daño psíquico, pero fue algo temporal. ¿Y el caso de los elfos y Clint? Recordaba la teoría del vaso de agua, pero quizás solo fuera cierta cuando el vaso es pequeño. Quizás la mente de aquellos elfos era débil.

Y estaba el fogonazo azul; Ellos nunca tocaron la irorita y aún así tuvieron esos recuerdos que ahora parecían suyos. ¿A qué venía la historia de la maza, si tenía efecto sin contacto? También pensó en las posibilidades de conocer cómo sentían los seres del pasado, de conocer un mundo que ya no existía. Vivir como Clint, sería como viajar al futuro. Y, si nada de eso es cierto, entonces ¿Qué es...? 

Todos estos pensamientos se posaban en el corazón de la elfa como fuerte sentimiento de curiosidad, mientras las palabras de Caín resonaban en su cabeza: "Hay pocos registros... ¿Os habéis atravido a tener más visiones...?"

Cuando el mago preguntó por Vicenza, lo ignoró. En ese momento estaba recordando aquella visión mientras extraía una bolsita con la piedra de uno de los compartimentos del cinto. 

Dejó caer la piedra sobre su mano y la contempló, en busca de una respuesta.

En el momento en el la piedra azul tocó la mano de la elfa otro destello azul inundó su mente mientras escuchaba lejanamente una exclamación de "¡No!". Y entonces... entonces lo que vivió no se pareció en nada a lo que pasó en el bosque.

No tuvo un recuerdo vívido, un momento de claridad, en su lugar un sinfín de caóticos recuerdos entraron en su mente sin orden ni control. Sólo de algunos llegaba fogonazos pero desdibujados en un sinfín de colores. La elfa vio otra vez ese recuerdo en el que se ordenaba paladín de Nihal. Inmediatamente después saltó al cuerpo de un hombre de peludos brazos bebiendo cerveza en una taberna. Y a continuación sin tiempo para descansara era un enano huyendo de un torrente de lava que acababa por alcanzarle. Con el fuego abrasador aún sobre su cuerpo era una niña y jolgoriosa mediana que jugaba a tirar piedras.

Y al final volvió a ser ella Arael. Estaba de rodillas en el suelo sudorosa y jadeante y la piedra en el suelo. A su lado estaba Dan que parecía ser quien la había hecho soltar la piedra. El dolía la muñeca de la mano con la que había cogido la piedra. Estaba abrumada y temblaba, la metáfora de la jarra de agua le parecía más acertada que nunca. Sólo era consciente de unos pocos recuerdos pero  sentía como un millar de experiencias había traspasado su alma. Experiencias felices, magníficas, cotidianas, tristes y terribles. Estas últimas eran las peores, la arquera sentía que algo en su interior se había roto. 

Y no sabía si se arreglaría.

Arael pierde 1 punto de Inteligencia permanentemente.
Arael pierde 1 punto de Carisma de forma temporal. Lo recuperará en una semana.

—¡NO!—gritó Caín.

Pero ya era demasiado tarde. Cuando la piedra se posó en la mano de Arael está comenzó a brillar y a emitir un aura azulada que comenzó a rodear a la elfa. Todo su cuerpo se tensó en un rictus cuasi inhumano y la expresión de su rostro mostraba un gran sufrimiento.

Algo no iba bien.

Por suerte para la elfa Dan reaccionó con rapidez, aunque sin duda alguna no con la que le habría gustado. Con un leve retraso por la sorpresa, el monje saltó de su silla y de un salto llegó hasta Arael. Después le golpeó en la muñeca para que soltara la piedra.

La elfa cayó al suelo de rodillas y la piedra a unos centímetros de ella dejó de brillar. La arquera sudaba, jadeaba y temblaba. ¿Qué era lo que había experimentado?

—Arael...—preguntó con cautela— ¿Estás bien?

Si alguien sabía lo que había experimentado ese sin duda era Clint, sin embargo no se mostraba seguro ni mucho menos.

Arael respondió a Clint con la mirada vacía —No lo sé— Estaba desolada, aunque no sabía exactamente porqué... Todas esas experiencias terribles ¡Parecía que las hubiera vivido ella! Lo cierto es que dudaba de cuales eran sus recuerdos y cuales no.

—Pero soy Arael. Arael de Sartor—Siguió hablando a Clint aunque, en realidad, era más bien a sí misma.

Se tomó un momento de reflexión, primero para recordar su vida. Fue reviviendo los eventos más importantes desde su nacimiento y los recuerdos de la irorita no cuadraban en ninguna parte. Aunque se pueda pensar que es lógico, para la elfa no lo era en ese momento; lo que acababa de ver se parecía mucho a esos sueños que se confunden con la realidad y, a veces, acaban convirtiéndose en verdaderos recuerdos de algo que nunca sucedió.

Después intentó poner en pie lo que había visto. Al menos, todo lo que no le rompía el alma. —La he visto otra vez... Esa chica, esa capilla... ¿Por qué la jarra ha derrado dos veces el mismo agua...?

—¿Quién eres?—Murmuró, pero esta vez no se dirigía al gran trasgo.