Partida Rol por web

El conjuro de Klaus le reveló trazas mágicas por todo el ambiente. Ni objetos mágicos, ni encantamientos por la zona. Lo único que al druida le quedó claro era que se había utilizado magia durante la reyerta, más allá de eso no había más que pudiera averiguar. Más suerte tuvo Arael en su inspección cuando encontró el cadáver de un humano. Al vislumbrarlo, la elfa no dudó en acercarse a él para revisarlo de arriba a abajo llamando así la atención de Kilian y de Kelrin.

No había nada en sus pertenencias que llamara su atención ni que sirviera de identificativo. No llevaba un equipo muy diferente al que llevaban el guerrero o la arquera y nada que realmente tuviera valor. Había recibido varias heridas durante la lucha pero el golpe mortal fue un mazazo en la cabeza, muy parecido al que había recibido Dan.

Y entonces, Arael lo vio. Un tatuaje en el antebrazo. Un símbolo que todos reconocían, el de una bola de fuego. O quizás el de un meteorito. El símbolo de la Princesa Asoladora. La diosa de la destrucción, la matanza y el fuego. Nashira

Durante unos segundos pareció que Dan se quedaba conmocionado al ver los cadáveres. Pero no fue así. El monje inmediatamente se dispuso a inspeccionar los cuerpos de la misma forma que habían hecho algunos de sus compañeros. Podía llamar la atención por el hecho de como le afectó la visión, pero todo lo contrario. Lo que tenía ante él era algo real y tangible. Y se trataba de la muerte de unos seres deleznables. Lo otro por el contrario... no encontraba palabras para explicarlo.

—¡Rápido venid aquí!—gritó llamando la atención de sus compañeros—¡Hay un gran trasgo que todavía está vivo!

Arael miró a Vicenza levantando una ceja. —Vaya, me sorprendes, no parecía que fueras de las que se considera un listón bajo.—Le sonrió— ¿Por cierto, has visto el tatuaje de este?— Dijo dejando caer el brazo del hombre al que inspeccionaba.— Nashira.

Al oir los gritos de Dan, se levantó rápidamente y se acercó al monje.

Kilian caminaba entre los cuerpos de aquellos trasgos caídos preguntándose qué o quién habría causado esa masacre en tan corto espacio de tiempo. Sin duda, la cosa se estaba complicando mucho más de lo que pensaba. Estaba cerca de Kelrin cuando algo llamó su atención, Arael estaba agachada al lado de un humano. - ¿Sería uno de los asaltantes? –se preguntó. Aunque sus dudas quedaron algo esclarecidas al ver el tatuaje del antebrazo del humano.

Estaba a punto de decirle algo a sus compañeros cuando escuchó a Dan. Se dio rápidamente la vuelta y se apresuró para llegar hasta Dan. - Veamos si podemos sacarle algo de información –comentó mientras hizo chocar los nudillos de sus puños y comenzaba a desenvainar su arma.

Se removió nervioso por el lugar antes de ulular suavemente estirando la mano esperando que Cormag no tardase demasiado en aparecer quizás había encontrado algo que pudiera ayudarles en todo aquello, aunque lo cierto es que no tenía demasiadas esperanzas, y él no iba a acercarse a los cadáveres para registrarlos para eso estaban los demás.

Hay magia en el entorno, alguien uso magia para hacer toda esta escabechina.... – Tras aquello se acercó hacia un árbol cercano para empezar a llamar también a su querida mula tomando un palo del suelo y tocando con este la corteza del árbol para hacer un sonido rítmico que el animal entendía de llamada para que se acercase también.

Kelrin soltó una maldición cuando vio la masacre. Caminó entre los cuerpos junto al guerrero, observando los restos de los trasgos. Se preguntaba si sería demasiado tarde para dar con el que había hecho aquello y exigirle cuentas. Tal vez alguna pista... y casualmente en ese momento aquella charlatana elfa señalaba un tatuaje en un cuerpo humano. Llevando ambas manos a la cintura hizo un ademán de agacharse para verlo mejor cuando el monje gritó.

Se acercó rápidamente, tratando de no tropezar con los cuerpos:

-¿está consciente? -preguntó mirando altivamente al trasgo, tratando de discernir su estado 

Vincenza miró sorprendida a Arael pero no tardó en esbozar una sonrisa.

—Hablaba de estos tipos—dijo señalando los cadáveres—. No pensaba que tenías esa clase de... gustos.

La mujer se quedó mirando a Arael mientras se acercaba al humano muerto. Después se agachó e inspeccionó la marca de Nashira.

—No es la mejor, pero una pista es una pista. No es de extrañar que los nashiritas se tomasen el envío del meteorito como un augurio de su diosa. La similitud entre el emblema y la estrella caída son más que evidentes.

Tras la llamada de Dan, la mujer siguió a los demás hasta el monje para ver al superviviente.

Cormag no tenía nada de información disponible. El cuervo no podía alejarse mucho del grupo puesto que no veía en la oscuridad y la luz de la luna y las estrellas apenas llegaba entre los frondosos árboles. Lo mismo pasaba con el mulo acompañante de Klaus. Pero ese truco de los golpes era útil puesto que el animal se separaba ocasionalmente del grupo por las dificultades del terreno.

El resto de los miembros del grupo se acercaron a Dan. El monje tenía las manos llenas de sangre taponando una herida en el costado. El gran trasgo, inconsciente, tenía mal aspecto. Le habían infligido varias heridas, entre ellas la del costado, y respiraba trabajosamente como si cada bocanada de aire le aferrase a la vida.

Dan no había tenido problemas en identificar cual era la herida por la que se estaba escapando la vida del gran trasgo. No podían dejar que se muriera, había escuchado algo sobre Nashira, pero la mayor fuente de información para averiguar algo la tenían en sus manos. Sin embargo otro asunto rondaba la mente del monje. ¿Qué harían con él después de sacarle la información? Mantenerlo con vida para luego matarlo era depravado, pero dejarlo marchar y darle la oportunidad de que provocara más dolor no era una mejor opción.

—Sí—dijo respondiendo a la pregunta de Kelrin—. Y si no lo estabilizamos se morirá.

—¡Eh pequeño druida!—llamó Vincenza a Klaus tomando la iniciativa—¡Ven aquí rápido! 

Observo a la lejanía esperando señales de sus animales y cuando estos finalmente aparecían solo pudo soltar un suspiro de alivio acariciando el plumaje del cuervo y dejándolo reposar suavemente en la grupa de la mula antes de escuchar como lo llamaban.

Frunció el ceño pero suspiro resignado antes de dar un par de palmadas y caricias a sus animales dejándolos apartados del grupo antes de acercarse trotando lentamente observando o más bien intuyendo rápidamente que es lo que querrían de él.

Observo al desmadejado Trasgo y como intentaban salvarlo, lo más humano seria matarlo, pero ellos querían salvarle, aquello se llamaba destino, y el no solía contradecirlo. – Esta bien....

Las heridas del gran trasgo se cerraron inmediatamente tras el conjuro de Klaus. Ya recuperado de sus heridas, la criatura se levantó de golpe con expresión de desconcierto. Al ver la reacción instintiva de los aventureros a su abrupto movimiento, dio unas nalgadas hacia atrás ayudado por sus brazos alejándose de ellos todo lo posible.

—¡No! ¡No!¡N….!—dijo en común.

Al oír su propia voz el trasgoide enmudeció y una expresión de horror se dibujó en su rostro. Instintivamente se miró las manos y después reparó en uno de los cadáveres que había a su lado. Pareció darse cuenta de algo porque en ese momento la desesperación se unió al terror que ya sentía.

—¿Qué está pasando?—comenzó a gimotear también en lengua común— ¿Qué me han hecho? ¿Quiénes sois vosotros? ¿Dónde estoy?

Intenta tranquilizarte....te hemos salvado la vida, pero tenemos algunas preguntas que hacerte antes de dejarte marchar..... – Le sonrío suavemente intentando calmar al Trasgo, porque iban a dejarlo marchar, el no curaba a la gente para que luego los asesinaran, el destino quería que viviese y por algo seria. – Intenta respirar... Pausadamente, te ayudara...

Tras aquello observo a los demás acercándose un par de pasos hacia el Trasgo. – No te haremos daño...ahora estas a salvo sea lo que sea que te ha pasado...-Sonrío de nuevo intentando mostrarse cordial y tranquilizador como tantas veces había visto hacer a su padre, como si el trasgo fuera un animal herido y desconfiado.

Todo ha pasado ya...

- El muchacho tiene dotes - claramente Klaus estaba interpretando un papel. Dejar ir a un trasgo o lo que fuera... una vez les diera la información lo mejor era degollarlo allí mismo y ahorrarse un cabo suelto.

Tal vez sirviera de algo tratar de hacerle sentir seguro, o tal vez fuera una pérdida de tiempo intentar ganarse la confianza del trasgo. En cualquier caso, no estaría de más orientarle un poco:

-¿Qué ha ocurrido aqui?¿y el meteorito? -preguntó en un tono menos afable que el de Klaus y algo autoritario.

- "¿Qué me han hecho?" Esa no es una pregunta que suela emitirse a no ser que verdaderamente estés asustado y confundido. – pensó. Y comprendió que después de lo sucedido anteriormente con el destello azul, cualquier cosa podría haber ocurrido. Así que reprimió su instinto de acabar directamente con el trasgo, envainó la espada y escuchó lo que sus compañeros estaban diciendo. Había que sacar toda la información posible, pero temía que los engañasen.

Desde luego el niño no se había enterado de qué iba la fiesta; tratarlo como si fuera su asno y decirle que no le haríamos daño, probablemente pondría al trasgo aún más nervioso. En cambio, Kelrin iba a lo que tenía que ir, eso le gustaba. Aunque ninguno había preguntado lo que le rondaba por la cabeza así que añadió a lo dicho por Kelrin:

- ¿Y quién eres? Ah y como consejo, sé sincero en tus respuestas. -dijo con tono seguro y calmado.

El gran trasgo no era un animal que Klaus pudiera calmar, sino que se trataba de un ser consciente y sintiente. Así que como se podía esperar su reacción fue totalmente la contraria.

—¿¡QUE ME TRANQUILICE!? ¿¡QUE ME CALME!?—gritó alterado, entonces le enseñó sus manos al druida—. ¡ÉSTAS NO SON MIS MANOS! ¡ÉSTA NO ES MI VOZ! ¡ÉSTE NO ES MI BOSQUE! ¡ÉSTAS NO SON MIS COSAS!

Los gritos del trasgo se tornaban cada vez más desesperado.

—¡ÉSTE NO ES MI CUERPO!

Ante los gritos, Kilian se puso en alerta, por lo que reaccionó dando un paso al frente y con ímpetu, pateó el pecho del trasgo hasta colocar el cuerpo de este, entre el pie y el suelo.

- ¿Tú no escuchas cuando te hablan verdad?  –dijo de manera muy calmada mientras se inclinó un poco sobre la pierna con la que tiene pisado al trasgo. Prosiguió hablando a la vez que extendía su brazo derecho señalando a Kelrin. –Ahora baja la voz y haz el favor de responder a lo que te hemos preguntado la señorita y yo. Y más vale que digas la verdad, porque igual que el niño te ha sanado las heridas, podemos volver a abrírtelas –culminó en tono serio.

Cuando el humano chafó al trasgo contra el suelo, dio un paso adelante para hacer valer su amenaza. Complacida por la actitud de Kilian, llevó ambas manos a su cintura y dándose aires de grandeza añadió:

- Habla.

No pudo evitar casi saltar hacia atrás para esconderse detrás de los adultos para encontrar algo de seguridad en ellos. Observo al Trasgo o al no trasgo según como se mirase mientras observaba como los demás tomaban las riendas de aquello quedándose a unos buenos cuatro o cinco pasos de ese tipo loco.

Quizás el meteorito le ha vuelto completamente loco, o el contacto directo con esta haga que el estado de ensoñación sea irreversible...

Ante la iniciativa de Kilian y Kelrin, Arael tomó una actitud espectadora. Miraba desde una distancia más prudencial, dejando que sus compañeros que hicieran el trabajo. Aún así, no estaba con la guardia baja, ya que incluso estando la situación bajo control, había alguna probabilidad de que tuviera que poner una flecha en la rodilla de ese trasgo.