Partida Rol por web

Mientras que el conjuro de Kelrin iba directo hacia el león, la flecha de Arael que paso zumbando por el oido de Dan no llego a su objetivo. El animal estaba en las últimas, pero ahí estaba, resistiendo y dispuesto a llevarse por delante atodos los que pudiera.

Justo al sentir pasar la felcha el monje sintió que era su momento de atacar. Fueron dos patadas rápidas lanzadas al vientre y al menton del animal. Dos golpes contundentes, pero que tampoco terminaron de tumbar a la criatura.

Dan hace un ataque completo contra el león acertando un golpe y provocándole seis puntos de daño.

Pero el golpe definitivo quedó para Clint. El gran trasgo enarboló de nuevo su espada, o más bien la espada que había cogido del Gran Bosque, y lanzó una estocada directa al cuello. Con el león tan cansado, la hoja acertó de nuevo y se hundió hasta la empuñadura. El animal sólo dio un quebrado gruñido antes de desmoronarse en el suelo.

Clint ataque al león, acierta y le provoca ocho puntos de daño. El león muere.

Había dado un golpe certero al león y por lo que le estaba costando sacar el espadón del interior de la criatura, tuvo la sensación de haberse quedado a muy poco de haberla partido en dos.  A pesar de la satisfacción por aquel golpe, sintió lastima y respeto por aquel animal, pues al mirar a su alrededor, se percató de que habían sido necesarias quince personas para acabar con él.

Cuando sacó su arma del interior de la bestia, borbotones de sangre resbalaban por el espadón y caían hasta el suelo; de tal manera que le pareció estar agarrando un ala roja. - Quizás sería un buen nombre. – pensó mientras empezaba a limpiar el arma.

- Menudo lio se ha formado ¿Verdad? –comenzó diciendo en tono despreocupado mientras miraba a los desconocidos que se habían enfrentado al león. - ¿Acaso era vuestro? –dijo haciendo un ademan con la cabeza hacia el cuerpo inerte del león, pues le parecía poco común que un animal salvaje deambulase por caminos transitados.

Los aventureros parecieron desinflarse con la caída del león. El humano herido se desplomó literalmente en el suelo, posiblemente casi sin fuerzas. El enano se arrodilló junto a su congénere fallecido y los demás también se alejaron de la criatura buscando un lugar en el que sentarse, descansar y lamentar a sus caídos. Todos menos el líder que se dirigió a sus salvadores.

—Gracias—dijo mirándolos a todos para después responder a Kilian—. No, claro que no. Habíamos oído hablar de una peligrosa bestia y pensamos que quizás podríamos obtener alguna recompensa en Sartor o Mesné. Pero no nos esperabamos esto, no.

El hombre frunció el ceño.

—Por suerte ha aparecido una carreta llena de aventureros escondidos listos para luchar. Zaurak hoy ha estado de nuestro lado.

Tras caer el león, se tomó unos segundos mientras su agitada respiración volvía a la normalidad. Entonces se acercó con paso decidido al león y echó un vistazo a su cadáver, tratando de vislumbrar si se podría aprovechar algo de él o lo habían convertido en un alfiletero lleno de rastrojos.

Revisó cuántos de los aventureros quedaban: cuatro, tenían la ventaja numérica. Sopesó si preguntarle directamente sobre el salteador de caminos, pero decidió dar un rodeo:

-Sin duda Zaurak nos ha sonreído, aunque sea levemente -dijo en referencia a los caídos- Tal vez podáis ayudarnos, buscamos a un tal Ómaco -añadió mirando al que parecía ser el portavoz de áquel grupo.

Sintió como el miedo aún seguía atenazándole el cuerpo cuando vio al León caer y apretó los labios, antes de correr sacándose los guantes para ir a los heridos y buscar algún signo vital en alguno de ellos, quizás pudiera salvar a alguien, siempre cabía esa posibilidad.  Observo de reojo como un tipo iba hacia sus compañeros y casi freno su carrera observándolos.

¿Quizás....no debería intentar ayudarlos?... Se paró dónde estaban los demás mientras le picaban las manos por ayudar, pero era cierto que eran desconocidos, y busco con la mirada los demás, esperando algún tipo de instrucción, quería ayudar, pero también era cierto

Apretó los labios mirando nerviosamente a los heridos, pero permaneció con los suyos, mirando a Kelrin, quizás eran los bandidos o quizás podían hacerles también daño, nunca se podía confiar en nadie, aunque el confiaba en sus compañeros, solo un poco. Asi que se coloco al lado de la chica cruzandose de brazos y poniendo un gesto adusto.

Al escuchar el nombre de Ómaco todos los aventureros levantaron la cabeza como si tuvieran un resorte. Su líder instintivamente se llevo la mano a la empuñadura de su estoque pero alzó la otra como si llamara a la calma. Durante unos segundos observó a sus salvadores en silencio. La tensión se palpaba en el ambiente.

—Yo soy Ómaco—dijo con voz tirante—. Aventureros escondidos en una carreta... espero que no sea lo que parece, no me gustaría tener que luchar contra aquellos a los que les debo mi vida.

La respuesta del aventurero le pilló por sorpresa, o el tabernero se había equivocado o le estaba engañando, y se sentía más inclinada por la última opción. Permaneció unos tensos segundos en silencio, tratando de recomponer sus ideas y finalmente dijo:

-Tenía entendido que Ómaco era sacerdote de Nashira -Le miró de arriba a abajo y, adoptando una pose relajada, enarcó una ceja- Disculpa mi decepción, pero no pareces un sacerdote. 

Dio un paso hacia él, con aire amistoso. 

-Decís que nos debéis la vida... no queremos vuestras vidas para nada, pero nos vendrían bien algunas respuestas -y más te vale que sean sinceras, estoy harta de dar vueltas.

El aventurero se quedó en silencio unos segundos mirando a la elfa.

—No, no soy ningún clérigo de Nashira—respondió finalmente con la misma voz seca—. Así que o estáis buscando a otro Ómaco, lo cual me parecería una macabra coincidencia, o alguien os ha mentido deliberadamente. Queréis respuestas, ¿no? De acuerdo, pero primero responded vosotros. ¿Quién os envía?

Mientras escuchaba la conversación que Kelrin mantenía con el líder de los aventureros; empezaba a intuir qué podría estar ocurriendo, pero aún no tenía la suficiente seguridad. Había notado algo extraño en aquel tabernero, pero quizás este “Ómaco” les estuviera mintiendo. Sea como fuera, la cosa parecía estar poniéndose algo tensa, así que sería mejor no andarse con rodeos.

- No nos envía nadie. –dijo interviniendo a la pregunta del líder con total calma. - Vamos en busca de un objeto y en la posta del Pony Pisador nos dijeron que quizás un tal Ómaco o su jefe, podrían saber el paradero.

Comenzó a dar pasos hasta colocarse cerca de Kelrin mientras iba arrastrando el espadón por el suelo y con tono desenfadado añadió. – En nuestra busqueda, casualmente nos hemos topado con vosotros. Pero claro, si tu afirmas ser ese Ómaco, pero no eres sacerdote de Nashira… ¿Entonces cuál es tu historia?–concluyó mirándolo con atención.

Se quedó de pie cerca de la mujer pero observando aun a los hombres con su actitud férrea. Él no tenía gran cosa que añadir, sus compañeros habían hablado y demandado y ahora solo quedaba esperar una respuesta sincera de las palabras de aquellos que habían salvado.

Quizás fuera una trampa, o quizás fueran los bandidos que buscaban, o incluso podrían estar tras la piedra, era algo que no sabían, pero aquella tensión lo ponía a el mismo nervioso y tensionado. Sentía que en cualquier momento se haría un movimiento en falso y todo empezaría de nuevo. - Es mejor que seas sincero....

—¿Es eso una amenaza?—respondió de forma malencarada a Klaus.

Ómaco levantó la mano de nuevo para parar a su compañero. Puede que no quisiera pelear pero no quitaba la mano de la empuñadura del estoque.

—Calma—ordenó—. Ya os he contado la historia. Oímos que había rumores de una bestia en la zona y nos decidimos cazarla. Y ha salido mal. No sé por qué se tabernero ha dicho que soy un clérigo de Nashira, la última vez que pasamos por la posta tuvimos una discusión por la calidad de la comida pero no creo que sea para esto. ¿Qué objeto estáis buscando?

—La verdad que para ser un grupo de aventureros, sois bastante numeroso, ¿no?—preguntó Vincenza—. Nosotros somos siete y ya nos parecen muchos, pero vosotros os lleváis la palma. Nueve y seguro que alguno más se quedó por el camino mientras huíais. Sin saber cuánto iban a pagaros por la bestia… os arriesgábais a una recompensa baja, ¿no?

—¡Muestra un poco respeto!—respondió la aventurera arcana— Éramos dos grupos. Nos conocimos en la Posta y decidimos unir fuerzas. No sólo buscábamos ganar dinero, también queríamos ayudar.

Arael había estado en un segundo plano desde la muerte del león. Disfrutaba llamando la atención, pero en el momento correcto.

-¡No me jodas!- Intervino la elfa, hablando casi por encima de la aventurera arcana, ignorandola. -Por la calidad de la comina se pega un puñetazo en la mesa y te vas sin pagar, no pones un salón entero patas arriba... ¡Y menos peleando con un tarbernero!

La elfa recordó, mientras hablaba enfurecida, lo de los dos cadáveres en el patio de "El Pony". En aquel momento, supuso que era verdad, pero ahora no se fiaba del tal Mantecosa, por eso no dijo nada. Se arrepentía de no haber ido en mitad de la noche a desentarrer alguno de ellos y confirmar lo que pasaba allí; siempre se le escapaban ese tipo de detalles... Algún día aprendería a prestar más atención.

Aún así, puede que todavía sea una buena jugada para confirmar quien miente.

-El tal Mantecosa miente. Pero tú no nos estás contando todo.- Sentenció, encarando a Ómaco.

Kilian no pudo reprimir una sonrisa, para él, la situación le resultaba tan surrealista que estaba empezando a tomar tintes cómicos. La idea de Kelrin le había gustado, pero estaba claro que este grupo estaba cerrado en banda y no iba a decir la verdad. Por lo que quizás, lo mejor sería ver como reaccionaban ante la verdad que ellos conocían.

- A ver si me aclaro; dos grupos os encontráis en una posta, como sois muy altruistas os ponéis de acuerdo para dar caza a una criatura de la cual no sabéis si hay recompensa. Y, además, ¿Me estáis diciendo que destrozasteis aquel lugar por culpa de la calidad de la comida? –dijo en tono desenfadado y añadió seguidamente en tono de broma. –Probablemente la comida era tan mala que las tumbas que allí había serían la de los pinches y su cocinero.

- Pero creo que mi compañera tiene razón –y se tomó una breve pausa porque estaba seguro de que aquello podría poner la situación patas arriba. – Es posible que aquél tipo, Mantecosa, nos mintiera y ni siquiera sea quien dice ser. Pero, a decir verdad, Tharnaros tu tampoco pareces estar siendo de lo más sincero. –finalizó de manera natural, como si todo el rato se hubieran estado refiriendo al jefe de aquel grupo con ese nombre y permaneció muy atento a las reacciones de aquel grupo.

Ómaco, o Tharnaros o vete tú a saber quién, comenzó a reirse. Sus compañeros por otro lado seguían mostrándose tenso.

—¿Primero soy un sacerdote de Nashira y ahora el bandido más famoso de la zona? ¿Pero de dónde habéis salido vosotros? ¿Lo próximo que va a ser? ¿Acusarme de ser un miembro de la Mano Negra? ¡O mejor aún! ¡Un caballero de la Hidra! En fin, creo que ya he sido bastante considerado con vosotros. Me habéis ayudado y os lo agradezco, pero estoy empezando a cansarme de este jueguecito que os traéis.

El ruido de unos pasos se escuchó encima del terraplén y un hombre apareció, seguido de tres más.

—¡Estáis aquí!—exclamó uno.

—¡Benditos los ojos!—exclamó otro.

Pero había otro que no estaba tan contento.

—¡Maldita sea Tharnaros!—dijo a modo de recriminación— ¡Ya te dije que esa bestia nos traería problemas!

El misterio acababa de resolverse.

Tharnaros no palecía molesto por la revelación puesto que miró a los aventureros con una sonrisa ufana y gesto desafiante.

—Misión cumplida—dijo y señalando a los aventureros gritó—¡MATADLOS!

Tirad iniciativa muchachos. Si alguien saca más de un 24 que actúe, si no haced pose de power ranger y posicionáos en el mapa (en el recuadro verde).

Actualizaré vuestras fichas del tablero cuando Kelrin se arregle la frente.

Mapa del combate