Llego al aeródromo, ir en coche no es lo que más me guste, pero el saber que me alejaba de tanto principito me consolaba un poco. Bajo del coche de un salto y sin pensar ni mirar hacia atrás me subo a un ataúd.
Todos entráis en los ataúdes, que son cerrados por Harbad, cuando los cierran dejáis de escuchar lo que se habla fuera, no podéis oír nada. Notáis como sois subidos al avión, y antes de que despegue entráis en un profundo sueño.