Katia se queda callada, y el silencio se hace en la habitación.
De pronto, con un crujido, una de las ventanas del salón se abre, dejando entrar una corriente de aire helado.
Me sobresalto ante la abertura repentina de la ventana, y doy un respingo en el sillón. Que oportuno... Intento tranquilizarme mientras el viento frio me sobrecoge más aún si cabe.
Una historia muy peculiar digo en tono nervioso mirando a todos los presentes.
Estas historias suelen tener un fondo de enseñanza, pero no sería capaz de aventurar una moraleja apropiada...
El vino me empieza a pasar factura...Perdone señorita Vadja, ¿me podría indicar donde están los servicios?
Boris, que se habia mantenido apartado, pero pendiente de la conversacion, se acerca a la ventana y la cierra con pestillo. Luego se acerca al señor Abberline.
- Acompañeme, yo le indicare. - y ambos salen de la estancia.
No hace falta que omitáis a Abberline en vuestros posts.
-Curiosa historia, no cabe duda -digo, mientras miro cómo Boris cierra la ventana. Se agradece, porque entraba una corriente bastante gélida-. Evidentemente se trata de una leyenda, claro, pero las leyendas suelen provenir de algún hecho verídico. Me pregunto cuál será ese poso de verdad.
Me quedo pensativo durante un instante.
-De hecho, me llama la atención la iglesia en ruinas y abandonada que se menciona en la historia. ¿No se tratará por un casual de la iglesia que encontramos en el bosque el señor Holzer y yo? ¡Oh, perdone, lady Katia! Usted no estaba todavía en la mesa cuando lo hemos contado.
Dicho lo cual, repito para la dama la narración de nuestra aventura.
-Si mi hipótesis es correcta, el pueblo de la historia sería Mirgorod, y la iglesia del bosque sería el lugar donde encontraron muerto al pobre Khoma. Eso explicaría su estado de abandono, y la superstición que rodea al lugar se vería reforzada por el falso "lamento" del órgano. ¿No creen?
Katia te escucha con curiosidad.
- Nunca me he planteado que la historia tuviese algo de verdad. No obstante, aunque pudiese usted tener razón, tenga en cuenta que en esta región hay numerosos bosques, y seguro que hay muchas otras capillas que hayan quedado en ruinas.
- Cuando leí el relato por primera vez, pensé que la capilla de la que se hablaba se encontraba en el centro del pueblo. Mirgorod lleva en el mismo lugar varios siglos, con lo que creo que lo mas probable es que esa parte sea también ficción.
Katia se sube las piernas en el sofá, y se apoya en el reposabrazos.
-¡Por supuesto! -sonrío ante la respuesta de Katia-. Sólo son elucubraciones de una mente ociosa. Evidentemente, como usted señala de manera tan acertada, puede tratarse de cualquier pueblo y cualquier capilla. De hecho, es posible que la historia no contenga un ápice de verdad y no exista tal pueblo ni tal capilla. A veces no puedo resistirme a tratar de desvelar un buen misterio, pero esta línea de pensamiento no nos lleva a ningún sitio.
Hay otra línea de pensamiento y otro misterio, no obstante, que no estoy dispuesto aún a abandonar.
-Sin embargo, ahora que he vuelto al tema de la capilla en ruinas... No se lo he mencionado aún, pero sospecho que allí se encuentran los restos de Asa Vadja, de quien usted nos habló antes. El rostro esculpido en el sarcófago guarda un asombroso parecido con la dama del tapiz -y con usted, pienso, pero no lo digo-. Su señor padre nos confirmó que la capilla fue construida por la familia Vadja, aunque afirma que en la actualidad pertenece a la Iglesia. Pero no nos confirmó ni negó que se tratase de la tumba de su tátara tía. ¿Qué piensa usted? ¿Ha estado alguna vez en esa capilla del bosque?
Katia miro al doctor con los ojos muy abiertos
- Es muy posible. La verdad es que muchas veces he visto esas ruinas y me he preguntado si seria la capilla de la que habla la historia, pero jamás me anime a explorarla. Quizás soy un poco supersticiosa, como mi padre.
Levanta la vista hacia el cuadro de su padre durante unos momentos y luego vuelve a posar sus ojos en el doctor.
- Yo desconocía que la capilla la hubiese construido mi familia, el relato que les conté solo dice que el padre de Asa la enterró en una capilla. Pensaba que era de la iglesia, como todas las construcciones religiosas. Seguro que el padre Berky puede contarles algo más sobre esa capilla, es el hombre más sabio de Mirgorod, y el cura del pueblo.
- Le agradezco que me lo haya contado Doctor Heideck, me gustaría visitar la tumba, y verlo por mi misma. He pasado muchos años de mi vida obsesionada con esa triste historia.
Desde luego, el relato de Katia me ha mantenido totalmente despierto, es más, cabe la posibilidad de que me desvele más de lo deseado en lo que queda de noche -pienso. Mientras ella lo estaba contando, en mi mente lo escinificaba todo dentro de la capilla que el doctor Heideck y yo habíamos explorado, lo que hacía que me estremeciera todavía más la historia.
Y como colofón, la maltida ventana. Poco faltó para que diera un brinco y quedara en evidencia.
Seguidamente escucho con atención al doctor y a la señorita Vadja. Sin duda, el doctor es un hombre muy deductivo y perseverante en sus pesquisas, lo cual me agrada, pues algunas de las cuestiones que plantea también me intrigan a mí; y otros de sus argumentos ni siquiera los había pensado, y despiertan mi atención.
Me mantengo en silencio para seguir escuchando la conversación de los presentes. No obstante, no tardaré mucho en proponer que nos marchemos, seguramente en cuanto el señor Abberline regrese.
Estaba inmerso en la historia, observando la belleza de Katia iluminada intermitentemente por el resplandor del fuego. Su dulce vos que hacía que su talente en el arte de narrar historias se elevara, logrando que me involucre en la propia piel de Khoma durante la narración, lo que casi provoca que grite como una niña al abrirse de golpe la ventana. Por suerte logre soportar la tentación y solo un suspiro ahogado salió de mi vos, evitando pasar vergüenza ante los presentes.
En verdad quería comentar algo, pero la historia me había dejado sin palabras y temía que mi vos se quebrara, afortunadamente el doctor comenzó con sus brillantes deducciones y me dio tiempo de recuperar el aliento poco a poco.
- Señorita Vadja, ha sus habilidades narrativas son increíbles, sin mencionar que su voz acompaña dulcemente cada detalle. Sin embargo debo admitirle que la curiosidad está haciendo mella en mi lado creativo y me preguntaba… - un tono rojizo subió a mi s mejillas y la vos se me apago de golpe, por lo que hice una pausa mirando al fuego y a las pinturas de la sala buscando la forma de continuar – me preguntaba si la representación de esta fascinante historia podría llegar a molestar a alguien.
Lo que no le dije a la joven es que esa imagen mental que se estaba formando en mi mente contaba con la alucinante belleza de nuestra anfitriona como protagonista.
Katia le dirije una mirada calida y sincera a Modesto:
- Señor, me encantaría ver una obra suya plasmando los mitos y leyendas de mi tierra. Le ruego que si se decide ha hacerlo, me permita ver su obra. Mas aun, estoy segura de que mi padre la patrocinaría gustoso.
La respuesta con tanta honestidad y entusiasmo me tomo por sorpresa, pensaba que solo iba a obtener una afirmación diplomática, sin embargo este atractivo interés por mi trabajo me llenaba de alegría y me daba aún más curiosidad sobre la leyendas del bosque.
- Le agradezco la posibilidad que me está brindando. Todas estas historias que nos está contando son un mar de riquezas para mi arte y sin duda que vuestra hospitalidad al relatarnos la leyendas del bosque de Mirgorod ha despertado en mí un interés imposible de resistir.
En ese momento entro en la sala acompañado por Boris. Todavía noto el frescor del agua de la palangana secándose sobre mis manos. Que agradable servicio, todo aromatizado con finas hierbas de monte; hubiese sido incluso tranquilizador si no fuera porque Boris permaneció en todo momento al otro lado de la puerta y sus piernas hacían sombra por debajo de la misma... pienso mientras atravieso la estancia hacia los sillones.
Me siento en el sillón (dedicando una sonrisa cordial a los presentes), que ha perdido todo el calor residual que había quedado. Y me pongo a escuchar parcialmente la conversación que mantiene la señorita Vadja y el señor Modesto, con la intención de interrumpir lo menos posible.
-Hum... si tenemos un poco de tiempo por la mañana, antes de partir a Moscú, intentaré hablar con el padre Berky entonces. -digo, más para mí mismo que para nadie.
La conversación deriva hacia el arte de Arrabbiati, y creo que no me equivoco al percibir cierta simpatía entre el pintor y nuestra anfitriona. Ante esto, prefiero no interrumpir, pese a que el cansancio y el sueño comienzan a apoderarse de mí y tengo la tentación de proponer que nos retiremos. Me parece haber visto que Holzer daba una cabezada hace un rato, así que apoyos no me faltarían. Sin embargo, prefiero resistir y esperar un poco.
Constantine se levanta de su sillón, y coloca una mano en el hombro de su hermana, que parece absorta en su conversación con Modesto.
- Katia, creo que deberías dejar que nuestros invitados se retirasen. No tengo duda de que están cansados después de su largo viaje, y necesitan descansar.
Constantine mira alternativamente a Abberline, Holzer, y Heideck con una sonrisa amable mientras les habla.
- Deben disculpar a mi hermana. Como ya les hemos dicho no tenemos demasiadas visitas, y la presencia de su amigo, un artista, ha hecho que mi hermana olvide sus buenos modales. Si me lo permiten les acompañare al carruaje, y el cochero les llevara hasta sus alojamientos en el pueblo.
Las palabras de Constantine no pueden ser más oportunas. Por un momento dudo de si me ha visto entornar los ojos.
-Confieso que ha sido un día muy ajetreado, y mi aguante ya no es el que era -digo mientras me levanto-. No sé cómo agradecerles la estupenda velada. Espero que volvamos a encontrarnos en el futuro y compartamos más anécdotas.
Sin más, espero a mis compañeros para marchar hacia el carruaje.
- Me parece prudente, siempre se dice que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Además no queremos aprovecharnos en exceso de su hospitalidad. en ese momento me levanto del sillón y rebusco en mi chaqueta; finalmente saco una de mis tarjetas de visita y se la ofrezco a joven Constantine - Ya sabe, si en algo puedo ayudarles en el futuro, no duden en acudir a mi y a mi bufete digo con tono comercial pero sincero.
Estrecho la mano del muchacho y hago un saludo reverencial a la señorita. Despidanos del príncipe, y agradézcanle de nuevo su hospitalidad para con nosotros.
Acto seguido me retiro hacia donde esta el señor Holzer.
Igual que mis compañeros, me pongo en pie para despedirme de nuestros anfitriones.
-Muchas gracias por esta velada tan deliciosa. Y me sumo a lo que ha dicho Abberline: hagan extensivo nuestro agradecimiento al príncipe. Le dejaré mis señas a Boris antes de que nos vayamos. Si van alguna vez a Viena, no duden en hacerme una visita. No olvidaré la hospitalidad de los Vadja, y me encantaría poder corresponderla algún día.
Con una sonrisa, me uno a Holzer y Abberline mientras espero a que Arrabiati se despida.
La amable charla con la Katia me había hecho perder la noción del tiempo y mis compañeros estaban sufriendo los efectos del viaje, por lo que sería mejor retirarse.
- Ha sido una fantástica velada. Por favor trasmítanle mis agradecimientos al príncipe Vadja – estrecho la mano de Costantine en señal de agradecimiento, para luego girar hacia Katia y hacer una reverencia sin poder evitar pensar lo agradable que sería volver a verla – Señorita Vadja, ha sido un placer compartir esta agradable conversación con usted, es una gran conocedora del arte, sería un placer continuar esta charla en el futuro.
Me encamino hacia la puerta donde el resto del grupo aguardaba junto a Boris ansioso por llegar a la habitación del pueblo y poder bocetar la fabulosa leyenda que Katia nos había contado.
Constantine y Katia se despiden de vosotros. Katia se muestra especialmente efusiva al despedirse de Modesto, aunque siempre dentro de los limites de la dignidad de una dama de su posicion.
Boris por el contrario se muestra serio, seco y casi diriais que esta agradecido de ver que partis al fin.
El cochero os abre la puerta del carruaje. Se trata de un joven bajo y moreno, de aspecto fornido, y poco hablador, pero conduce el carruaje con rapidez y seguridad por lo que pronto llegais al pueblo.
FIN DE LA ESCENA