2 de Noviembre
Tras volver de Groenlandia la gratificación te supo a poco, no te atreviste a contar la verdad. Volviste a tu puesto de becario pero pronto se te ascendió a reportero raso, pero después de todo lo que habías vivido no era lo mismo. Te faltaba algo, Arkham era sumamente aburrido, apenas pasaba nada y lo más que hacías era redactar artículos sobre accidentes, la calabaza más grande del Estado y cosas por el estilo.
Un buen día despertaste y decidiste que el periodismo de despacho no era lo tuyo, tú querías vivir aventuras, ir por tu cuenta algún tiempo.
Intentaste buscarte la vida unas semanas, pero eso tampoco te satisfizo, lo más que hacías eran reportajes fotográficos para alguna empresa o particular excéntrico.
Decidiste que esperarías tu momento, tu ocasión de volver a inmiscuirte en algo grande, tenías algo de dinero ahorrado y te alquilaste un pequeño local, pensaste que lo abrirías como estudio fotográfico para ir tirando mientras buscabas una historia grande.
Pero ninguna de esas historias llegaba, pasaban los días y tú te dedicabas a hacer fotos tamaño carnet para niños y funcionarios varios, un par de bodas y una comunión ya fueron el colmo.
Te sumiste en un profundo sopor que te impedía ser tú mismo. Lo acontecido en Groenlandia te había impresionado para bien, había despertado en ti unas ansias de conocimiento y aventura que jamás soñaste siquiera con tener y ahora te sentíoas frustrado por no poder desarrollar esas capacidades.
Veías las muertes que habían acaecido como daños colaterales que no te supusieron ningún trauma, al fin y al cabo, Poncelet, Norton y Granger habían ido a Groenlandia voluntariamente. Y esos seres... ¿quién sabe?
El Universo es tremendamente amplio, otras formas de vida... ¡pero qué demonios! tampoco era para ponerse histérico. Muy de vez en cuando te encontrabas con Marlowe por la calle, al fin y al cabo, su despacho (ya no estaba con Heisenberg) no estaba muy lejos de tu estudio, cuando os veíais os saludábais con la cabeza.
Te daba la sensación de que Marlowe estaba profundamente afectado por cuanto había acontecido, ya no era, sino una sombra de sí mismo... una pena.
Saliste a primera hora a dar un paseo y compraste el periódico, te sentaste en un banco del parque frente a tu estudio a leerlo, diste un grito al leer el artículo:
¡ Aquellos bichos de pelo naranja que decían que existían en Groenlandia!
El Boston Adviser reproducía el artículo aparecido varios días antes.
La vida de Collins pasaba anodina... demasiado anodina, la verdad. Y apenas podía entender aquel cambio de comportamiento... él, un niño de papá, un cobarde, un acomodado, que fue a rastras a la expedición y que pudo haber perdido la vida... ahora, tenía ganas de aventuras. Algo simplemente increíble.
Aunque Collins lo achacaba a algunas verdades que había descubierto en aquella expedición, y a que aquel viaje le había hecho "madurar", no acababa de entenderlo.
Y entonces llegó aquel artículo.
El periodista casi se atraganta con el café.
-¡Esas cosas... están ahí!
El periodista empezó a recoger sus cosas, y el arma que había adquirido...
"Si esas cosas están ahí, yo debo ir a investigar y a enterarme de todo aquello"
Pero primero, debía avisar a Marlowe. Así que se dirigió a su despacho, después de dejar todo su equipo preparado.
Estuviste empacando tus pertenencias frenéticamente, cuando todo estuvo listo y tuviste claro más o menos lo que te llevarías te preguntaste si Marlowe estaría de acuerdo en salir corriendo Dios sabe dónde. Miraste las maletas, quizás habías hecho todo para nada.
En cualquier caso ya estaba hecho y te dirigiste al despacho de Marlowe...
Pasamos de escena.