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Gritar y suplicar no me hubiese servido de nada y la verdad es que no era la primera vez que acababa entre dos guardias y en una celda encerrada. Yo sabía que no estaba enferma, pero... mi acompañante no tenía buen aspecto. Más que el aspecto era aquella sangre que había salido de su boca.

- Mientras no me hagáis acercarme a ella demasiado... no quiero acabar enferma de verdad. - Dije a los guardias que me llevaban.- Debí mantener la boca cerrada y no recordar a los presentes que crucé dos frases con el enfermo amigo suyo... - proseguí mientras seguíamos caminando, apretando un poco el paso.

- ¿Realmente váis a meterme en esa habitación con quien realmente está enferma? Estoy más sana que nunca y no me apetecería que, por decisión de quienes queda claro que están cegados por el vino, han decidido deshacerse de mí de esta manera tan vil y cruel. - Y así, poco a poco, logré que los guardias no me encerrasen allí con Margarita.