Partida Rol por web

Entré en la habitación azul, admirando la arquitectura de las molduras del alto techo y la enorme lámpara de araña que cae, haciendo que centellee la luz en los pequeños cristales.

Caminaba de espaldas, abstraída con el juego de luces, cuando choco contra algo.

Me giro justo para ver cómo una enorme escultura de hielo cae. Llego a distinguir que era un busto del Príncipe Próspero antes de que tocara el suelo, partiéndose en mil pedazos. Mi cara era un poema en aquel momento.

- Yo... Yo...

Llevé las manos a mi rostro mirando al resto de invitadas, espantada por las consecuncias de mi despiste.

Andras entra en la habitación azul siguiendo los pasos de la condesa Sharon, que involuntariamente empuja lo que parece ser un busto del Príncipe Próspero esculpido en hielo, con desastrosos resultados. La estatua cae a cámara lenta, pero nuestros músculos están congelados, no hay nada que hacer. Para cuando conseguimos reaccionar los fragmentos de hielos están recorriendo la sala en todas direcciones, colándose debajo de mesas, sillas y cortinas.

-No se martirice, mi señora. Desde su misma concepción, el hielo está destinado a fundirse y a desaparecer. De la forma en que lo haga es intrascendente. -Andras se dirige ahora al resto de damas que, tras ella, también van entrando en la habitación. -Creo, señoras, que coincidirán conmigo en que ahora tenemos que estar muy unidas, aunque permaneciendo alerta. Dentro de unos minutos se decidirá a quien hemos de poner en cuarentena, compartiendo habitación con el enfermo. 

Se acerca sutilmente a la señorita Arcangeli. -Debemos cuidar las unas de las otras. No lo olvidéis, mi señora.

Cansada de tanto alboroto en la habitación naranja, me dirigí a otra en la que pudiera estar más tranquila, lejos de donde ocurrió el primer incidente, al menos aquí seríamos menos y habría menos probabilidad de contagio.

Nada más entrar, veo un montón de trozos por el suelo de lo que parece hielo, al parecer no ha sido nada grave, solo se ha caído una estatua, una sensación de alivio me recorrió todo el cuerpo, ya me había temido lo peor. Saludé a la condesa y Andras.

-Estoy de acuerdo, aquí estaremos mejor y más seguras, cuanto menos expuestas estemos, todo nos irá mejor, mientras averiguamos entre todas la forma de solucionar esto y encontrar algo de tranquilidad.-

Me dirigí a una de las sillas y me senté, necesitaba descansar las piernas, aunque fuera solo un momento.

Parece que se está armando un gran alboroto en la habitación naranja. Tanto, que la torpeza de la condesa Liddell ha pasado totalmente inadvertida por la mayoría de los invitados... y por el Príncipe, por supuesto. De todos modos, parece que los asistentes tienen, tenemos, problemas más importantes de lo que preocuparnos. Alguien vuelve de la terrible sala negra. Alguien sale corriendo. ¿Qué está pasando? ¿Otro enfermo? ¿Es que la cuarentena no sirve de nada? ¿Por qué hay gente que ha vuelto de la sala infectada, siendo eso una terrible temeridad? Parece que alguien tiene que tomar cartas en el asunto y hablar con Próspero en persona. 

-Señoras, sinceramente parece que aquí estaremos a salvo. Pero... ¿no os interesa saber qué está pasando ahí al otro lado? 

Sin esperar respuesta mira primero a la condesa, luego a Violet, y sale de la sala Azul.

Andras cruza inadvertidamente la sala Naranja y se dirige directa a la Azul. Hace un gesto con disimulo a Violet y a la señorita Arcangeli, que la siguen extrañadas. 

-Violet, Ginna. Hay un hombre enfermo ahí dentro, en la sala Negra. El señor Reulen necesita ayuda urgente. El doctor Ventura sigue sospechando tanto del Duque del Bastión Carmesí como de Niccola de Piamonte. Pero, sinceramente, ya no sé qué creer. Parece que ni el mismo dottore es realmente un médico, aunque quizá si sea mejor investigador. 

Hace una pequeña pausa al darse cuenta de que Margarita y la condesa Lidell parecen estar escuchando. 

-En cuanto a las acusaciones sobre Toscán, el ebrio parlachín, puede que también tengan algo de fundamento. Si mal no recuerdo, fue el Marqués Casati quien le proporcionó una bebida que milagrosamente curó su borrachera y lo hizo entran en razón en apenas unos minutos. Por lo que sabemos, cualquier cosa podría estar en esa pócima. Un remedio para la embriaguez, o incluso una cura para una enfermedad. Si es verdad que finalmente Toscán no es de fiar, yo tampoco pondría mi destino en las manos de Casati.

Sigo a Andras hasta la habitación Azul.

-Las sospechas son solo eso, meras sospechas… no podemos confiar en nadie.- Bajé la mirada y negué mientras daba un largo parpadeo que se podía ver a través de la máscara. -Yo tampoco sé en quien creer, aunque he ido observando poco a poco lo que va pasando y algunos me parecen mucho más sospechosos que otros… pero como a todos, eso no soluciona nada.-

-Tiene razón, ese borracho no es de fiar, puede que sea inocente, pero su desprecio por todo lo que le rodea me resulta ciertamente desagradable.-

Miro hacia Margarita.

-Ella ha vuelto, parecía enferma pero la tenemos aquí de vuelta, tal vez pueda arrojar un poco de luz sobretodo esto, ayudándonos a descubrir quienes pueden haber sido.-

Con cuidado de no ser demasiado evidente voy, cuando la señora Andras me hace el gesto, detrás de ella y de la dama de violeta, lo hago siendo prudentes mis gestos y movimientos para no llamar la atención, llego con ambas y las escucho en silencio, ofreciéndoles expresión tensa y al mismo tiempo preocupada. 

Parpadeo una única vez al escuchar a ambas, desde luego los comentarios de Andras son muy claros, discretos y llenos de sabiduría, o al menos ese es mi parecer, sonrió nerviosamente, me llevo un dedo a los labios.

-Es posible que el caballero que esta ebrio solo desee provocarnos, me resulta difícil pensar que alguien que es culpable actuaría de forma en la que él lo hace... aun así también es muy posible que sea un modo de esquivar las sospechas de su persona, para lograr que la gente piense que es desagradable, pero ¿Que hombre no lo es cuando ha bebido?... realmente no sé que opinar -susurre al final, bajando la mirada a mis manos - Algunos parecen culpables y otros... solo podemos pensar, siendo amables, que los que han vuelto de la sala negra no son culpables en realidad... ¿tienen ustedes sospechas de alguien señoras? -pregunté, temblando de vuelta -yo... yo me atrevería a pensar en las sospechas del médico... pero es todo tan difícil -retorcí mis manos y negue con la cabeza buscando recordar -Desde luego no es fácil confiar en estás circunstancias...

Volví la mirada hasta fijar los ojos en Margarita, la hermosa dama... 

-¿Quizá debamos llamarla con nosotras? -insinue.