Partida Rol por web

La entrada de la luna era una de las cuatro zonas por donde se podía acceder a la mazmorra de los elementos. Las leyendas indicaban que el anillo del deseo estaba en el interior de ella, pero para ello había que resolver cantidad de desafíos y derrotar a innumerables enemigos.

El camino no iba a ser fácil, eso estaba más que claro, pero había que luchar para lograr el objetivo, había que moverse rápido, en silencio y evitar morir allí dentro. Esa era la oportunidad que siempre se había deseado para cumplir el mayor deseos de todos los tiempos. Pero para eso debía tomar el camino correcto.

CD BUSCAR 20: 

Si estás leyendo esto es que no he salido con vida. He dejado este mapa aquí escondido para poder orientarme la próxima vez que entre o por si tenías suerte tú y lo encontrabas antes que yo, cariño. Este maldito lugar más que una mazmorra parece un laberinto. Todas las salas parecen iguales y todo parece ser exactamente lo mismo. He hecho un pequeño esquema de qué es este lugar y como está distribuido. No quiero poner demasiadas pistas pues no quiero dar demasiados detalles a cualquier posible enemigo que tengamos. 

He dejado indicado los peligros y las runas que necesitamos. Hay que llegar al centro, pero ese maldito lago me lo ha impedido. Sé que el anillo está ahí, pero hay que resolver el acertijo de los molinos, sé que son la clave.

Fdo: A.G.

¡Al fin! El largo viaje parecía haber dado sus frutos. Owel acarició la cabeza de su compañero mientras meditaba qué camino debería escoger. Rice parecía inquieto, expectante.

¿Qué pasa, viejo amigo? - preguntó Owel, mirando atentamente a Rice. A éste parecía incomodarle el lugar.

Tras unos segundos más de indecisión, Owel decidió ponerse en manos de Mielikki y avanzar cautelosamente pero con decisión. No era el momento de dudar tan cerca de su objetivo. Tras examinar rápidamente ambas bifurcaciones, decidió avanzar por la derecha.

Rice, sígueme. - ordenó Owel suavemente, provocando que Rice le siguiera de cerca.

La entrada de la luna era una de las cuatro zonas por donde se podía acceder a la mazmorra de los elementos. Las leyendas indicaban que el anillo del deseo estaba en el interior de ella, pero para ello había que resolver cantidad de desafíos y derrotar a innumerables enemigos.

El camino no iba a ser fácil, eso estaba más que claro, pero había que luchar para lograr el objetivo, había que moverse rápido, en silencio y evitar morir allí dentro. Esa era la oportunidad que siempre se había deseado para cumplir el mayor deseos de todos los tiempos. Pero para eso debía tomar el camino correcto.

De nuevo llegó, o llegaron, hasta otra entrada, o tal vez salida. Allí, por supuesto, estaba la cueva por la que sin duda habría entrado Owel, y eso, incluso para él que no tenía gran idea de planos, hacía bastante sencillo adivinar como se dividía la mazmorra en la que estaban.

Seguramente habría una variable cantidad de accesos, formando seguramente una circunferencia. Desde cada uno, habría un pasillo hacia el centro de aquél lugar, al que sólo se podría acceder tras derrotar a los guardianes, y desde cada uno, además, podrían ir a dos de los guardianes. Si continuaban avanzando, por tanto, alcanzarían la siguiente sala protegida, luego otro acceso, luego otra sala, y así sucesivamente hasta llegar a dónde se habían encontrado. 

Sonrió. 

– Sigamos por ahí – dijo señalando el pasillo directo desde el que llegaban (pasillo de la izquierda) –. Y prepara tus armas.

Mientras caminaba, Owel meditó sobre las palabras de Vincent y lo que había visto hasta ahora en la mazmorra. Si lo que decía Vincent era cierto, las entradas por las que cada uno había entrado a la mazmorra eran similares, o al menos tenían el mismo número de caminos. Si el patrón se repetía, es posible que encontraran una sala como la que habían dejado atrás más adelante. Aún así, aún no tenía bastante información, y tampoco sabía qué clase de puzzle o reto habría tenido que resolver el semiorco para obtener el vial que colgaba de su cinto.

Vincent parecía llevar más tiempo en la mazmorra y tener una mejor idea sobre a qué se tendrían que enfrentar, por lo que Owel, notando el tono de su acompañante, se equipó con su escudo y la cimitarra que le colgaban del cinto sin mediar palabra. Decidió para sí seguir al semiorco y continuar observando todo por el momento.

Una mirada a Rice y ambos continuaron por el pasillo que Vincent señalaba.

Al ver como su compañero se preparaba también, asintió. Esta vez sería más fácil, si confiaba en él...

– Bien. Ahora, seguramente, entraremos en la sala de otro guardián.

No explicó porque lo sabía, no explicó como sería. Simplemente le avisó. Pronto, si tenía razón, no harían falta explicaciones.

– No esperes. No pierdas el tiempo. Ataca en cuanto le veas. Ataca a cualquiera que esté ahí dentro.

A medida que se acercaban al umbral, empuñó su cimitarra, elevó su escudo, dio una orden a su loba, y asintió.

– A por él – dijo en el lenguaje de los druidas, para su animal.