Partida Rol por web

Os encontráis en uno de los pasillos del Castillo de Loarrus. Como cada mañana os dirigís hacia el patio de armas privado para vos, a realizar vuestros entrenamientos diarios en las artes de la lucha. Pero de repente y tras la puerta de la estancia de vuestro padre el Rey Loarrus, escucháis una reveladora conversación entre él y el Mago Magnificuss:
- No hay más remedio, hay que hacerlo de la manera que sea- dice vuestro padre- hay que reunir a los mejores para ir a buscarla. Ya hemos esperado bastante tiempo ¿no creéis?
- Si mi rey,yo opino lo mismo. Sin esa piedra somos vulnerables a los ataques de cualquiera, yo aun conservo mucho poder pero no el suficiente para mantenerlos a raya durante mucho tiempo.- le contesta el altivo mago.
- Pues no se hable más. Convocad a 4 soldados que busquen a los mejores de entre los mejores. No será una tarea fácil pero es necesario intentarlo o todo nuestro reino puede desmoronarse.

Al escuchar esto sabéis que una gran misión está forjándose. Vos siempre habéis defendido vuestro reino con mano de hierro ganándoos el sobrenombre de "Diamante de Loarrus". Os entran unas ganas inmensas de participar en la misión y recuperar lo que es vuestro. ¿Qué hacéis a continuación?

-Padre -dijo conforme abría la puerta del aposento del rey- Deberiais cuidar vustro tono de voz, desde el pasillo se os escucha, y eso podría ser perjudicial para oídos equivocados.

Cerró la puerta tras de si e inclinó la cabeza levemente a modo de salido para con ambos.

-Solo has de buscar a tres hombres mas. Me sorprende que no me hayáis tomado en cuenta.

Por su actitud, no parecía que fuera a dar el brazo a torcer en cuento al tema.

- Mi pequeña Diamante, ¿cómo voy a teneros en cuenta para tal misión? Con lo bella que sois no arriesgaré vuestra vida en una lucha con final incierto y en la que podéis perecer. Debéis quedaros acompañando a vuestro padre a recibir a los elegidos ya que mis 4 soldados fueron a buscarlos. 

El mago agacha la cabeza asintiendo, dando a entender que está de acuerdo con su rey. Viéndose venir la disputa familiar que se avecina (como de costumbre) decide marcharse para atender unos asuntos de los que se ha acordado de repente.

En la estancia quedan el rey y su hija, uno frente al otro y mirándose de manera desafiante.

-He crecido lo suficiente como para cuidarme por mi cuenta. ¿Acaso no he demostrado ser digna? -alegó sosteniendo la mirada- Además es lo que mas conviene para el reino. Cuatro soldados que pueden no tener nada que ver con la suerte, teniendo en sus manos un objeto de tanto valor...¿quien asegura que no se lo llevarán, o lo venderán al mejor postor? Por ningún motivo esto debe permitirse -luego añadió, con una mirada suspicaz y una leve sonrisa dibujada- Y ya estáis muy viejo para formar parte de una empresa tan arriesgada, por no mencionar que el trono no puede quedar solo en un momento así. Desde el punto de vista táctico, sería lo mejor -Finalizó.

Vuestro padre muestra una cara de enfado que va en aumento tras oir vuestras palabras:

-¿Cómo osáis llamarme viejo? ¿Esa es la educación que vuestra difunta madre y yo os hemos dado?

Vos sabéis perfectamente cómo actúa cuando se enfada, por menos de eso ha mandado matar gente o incluso los ha matado él con sus propias manos sin mostrar un ápice de piedad.

- ¡No permitiré que mi única hija salga de cruzada sin saber ni siquiera si volverá! ¿Quién heredará entonces el trono? ¿Acaso queréis que se lo quede cualquier impostor que no sea de nuestra sangre?

Aquel caracter era mutuo, pues los lazos de sangre se reflejaban como un espejo estando enfrentado a ella, cara a cara.

-Sois el único que duda de mi vuelta. Si yo no tuviese confianza en mi misma, y vos tampoco por lo que parece, ¿que dejaríais en el trono? Alguien incompetente que no podría dirigir las riendas de Loarrus correctamente. Quiero ganarme mi lugar, aunque por derecho haya de heredarlo.

Sonrió mas acentuadamente, de forma sincera.

-La edad no perdona ni siquiera a un rey, padre. Algún dia yo misma me repetiré las palabras que os he dicho. Con la edad viene la sabiduría, pero como pago, también viene el desgaste físico. Dejad entonces, que yo que aún tengo lozanía y soy carne de vuestra carne cuide el devenir de nuestro pueblo.

Se cruzó de brazos con suavidad, observandole severamente ahora, tras desaparecer la sonrisa.

-Si la campaña fracasa, es probable que todos muramos de todas formas y ya no haya un trono que heredar. Cruzarme de brazos a esperar, hacia donde se decanta nuestro destino es algo que no podría permitirme. Y estoy segura de que lo sabéis tan bien como yo...

Vuestro padre os mira totalmente perplejo al oir vuestras sabias palabras. Se lleva la mano a la cara en señal de fatiga y se acomoda en una vieja silla. Tras unos segundos se decide a hablaros:

- Hija mía, no dudo de vuestra vuelta, simplemente debéis comprender que como padre he de preocuparme por vos. Quiero imaginarme un futuro en el que estéis casada con un gran heredero y muchos hijos vuestros que corretéen a mi alrededor haciendo de mi vejez una estancia feliz y tranquila. Si morís en esta cruzada eso nunca se podrá realizar y moriré solo sumido en una gran tristeza por haberos perdido - descansa para tomar aliento y prosigue- pero no dudo en que seáis una gran guerrera. Nadie mejor que yo ha podido ver vuestros progresos en el arte de la guerra desde que soís pequeña. Habéis recibido los mejores entrenamientos y sabéis manejar la espada mejor que un caballero. No puedo reteneros en contra de vuestra voluntad, siempre acabáis haciendo lo que queréis ¡tozuda como vuestra madre, así habéis salido! Pero permitidme que os prepare bien para esta misión, es lo único que os pido.

Vuestro padre parece que por fin entra en razón. Ya no sois una niña a la que tiene que proteger y aunque le duela decirlo sabe que podéis cuidaros vos solita. Os pide una última cosa:

- Llamaré al mago Magníficuss para que avise a alguien poderoso que os acompañe. Él no puede ir ya que el reino no puede quedarse sin su protección y la piedra del poder lo necesita vivo. Necesitarás algo de magia que te ayude por el camino o sino no podrás conseguirlo. Miles de criaturas se esconden en esos parajes desconocidos y utilizan la magia para enfrentarse contra sus enemigos.

-Entonces tened fé, padre, porque ciertamente os digo que si alguna de esas criaturas se interpone en mi camino, no tendré piedad con ella. Sin embargo es cierto que la ayuda no estará mal. No estoy dispuesta a arriesgar vuestro futuro y el del reino por una negligencia de mi parte.

Suavizó la mirada, conforme se acercaba. Ahora se podía apreciar un rostro mas amable del que solía mostrar al mundo.

-Y mientras esperáis que todo esto acontezca luego de que me marche, manteneos calmo, pero firme. También os aguarda trabajo aqui. La gente necesita sentirse segura, y si se sucede un asalto al castillo mientras esté fuera o algún imprevisto...os ordeno manteneros vivo y a salvo.

- Pues no se hable más entonces y llamemos a Magníficuss para ver qué solución nos da al respecto. No debe estar muy lejos porque hace poco rato que se fué de aquí, este anciano mago no quería vernos discutir ¡cómo nos conoce!

El rey llamó a uno de sus siervos y le ordenó que buscara al mago y lo trajera a la estancia en la que se encontraban. Mientras esperaban decidió darle a su hija un bien muy preciado que él conservaba en un pequeño cofre:

- Acercaros pequeño diamante y observad lo que tengo para vos. Este anillo perteneció a vuestra madre. Cuando estaba en su lecho de muerte me pidió que os lo diera al cumplir la mayoría de edad. Yo he preferido entregároslo en el momento más adecuado y creo que ese momento ha llegado. Os dará fuerza para la misión que vaís a llevar a cabo.

Saca el anillo del cofre y os lo pone en uno de vuestros delicados dedos. Es un anillo de oro con un rubí en el centro. Sin duda el más hermoso que habéis visto jamás.

Observó aquella joya con aprecio. Lo cierto es que a veces extrañaba a su madre, aunque la vida debía continuar y ella lo sabía.

-Lo portaré con orgullo. Os lo agradezco -y dicho esto aunque pareciese un comentario frío se acercó y ,cosa inusual en ella, dió un abrazo. Quizá fuera para ahorrar palabras que no sabía bien como decir, o simplemente por la proximidad de la peligrosa empresa. Aquel gesto fue cuanto pudo hacer para explicarse.

La puerta de la estancia en la que os encontráis se abre de repente:

- ¿Me llamábais mi señor? He venido en cuanto me han avisado- dice el mago mientras contempla cómo os abrazáis- lo siento, espero no haber interrumpido nada importante.

El mago se queda de pie frente al rey sin mediar palabra, esperando las órdenes de este.

El rey recibe con alegría vuestro caluroso abrazo y observa cómo entra en la estancia su mano derecha el mago.

- ¡Ohh Magníficuss, ya estáis aquí! Siempre habéis sido bastante rápido cuando os he llamado, y hoy no iba a ser distinto- dicho esto os suelta para comentarle al mago sus inquietudes- os he hecho llamar para comentaros que mi hija aquí presente partirá con los elegidos a realizar la misión. No ha sido fácil que me convenciera para ello pero no tengo más remedio que dejarla partir. Necesito vuestra ayuda. Ya que vos no podréis acompañarla en el viaje quiero que busquéis a alguien de vuestra confianza que controle los poderes mágicos suficientes como para tenerla a salvo durante todo el camino. ¿Creéis que podréis encontrar a esa persona?

El mago se lo piensa durante unos instantes para después responderle:

- Creo que tengo a la persona indicada pero debéis darme potestad para que pueda usar esos poderes ya que según nuestras leyes solo yo puedo usarlos.

- Contáis con mi permiso, partid ya en busca de lo que os he encomendado- responde el rey.

Véis cómo Magníficuss sale de la estancia y volvéis a quedaros solos.

Escuchó la conversación en silencio, observando como se ponían en marcha los engranajes para aquel viaje, del cual pendía el reino entero.

-Será mejor que vaya preparandome entonces yo también. ¿Arebuck no se ha pronunciado en absoluto luego de la hostilidad? -Quiso saber, observando al rey.

- No sabemos nada del Rey de Arbebuck- comenta vuestro padre-  la única información que tenemos es que uno de nuestros arqueros mató a un hombre que traía consigo un pergamino que decía: "Nunca la recuperaréis". La noche en la cual ese arquero estaba vigilando el horizonte en una de las almenas, vió a lo lejos una figura y disparó una flecha sin dilación alguna. Desde que ocurrió el ataque a nuestro castillo les ordené que dispararan primero y preguntaran después. El hombre que traía el pergamino era uno de los siervos del Castillo de Arbebuck, el muy cobarde tiene que mandar a sus súbditos para traernos los recados, nunca se atrevería a dar la cara.

Dicho esto el rey se levanta de la silla y se acerca a una de las ventanas de la estancia. Abre las cristaleras dejando que entre el aire fresco de la mañana.

- Venid y contemplad. Este es vuestro reino y espero que lo defendáis con templanza. Ahora iros y preparáos. Os espero al ocaso en la sala del trono para reuniros con los guerreros que os acompañarán. Tened por seguro que mis soldados y el mago elegirán a los mejores, así tendréis más posibilidades de acabar vivos y trayendo la piedra de vuelta.

Observó durante largos minutos la vista desde la cristalería, a un lado de él.

-Y así será. Suerte en vuestra parte, padre. Yo cumpliré la mia.

Se dispuso a marcharse, aquel abrupto cambio de su esquema en el día le había dejado con poco tiempo para evitar entorpecer la marcha de la avanzadilla que estaba proxima a emprender camino. Luego de tomar lo esencial, solo le quedaría esperar el momento.

Os despedís de vuestro padre con cierta nostalgia, esta misión puede cambiar vuestras vidas por completo pero sabéis que es totalmente necesaria. Por un lado podéis perecer en la misión pero por el otro tenéis la posibilidad de recuperar la piedra del poder para conservar vuestro reino. Está en vuestras manos.