Partida Rol por web

    Sin rumbo fijo te adentras en los desiertos del caos, un erial abrupto en continúo cambio, pocos lugares existen en que los poderes del caos expresen su influencia de un modo tan evidente como aquí. Espinas que brotan de la tierra como si fueran el pelaje del lomo de una bestia enterrada de tamaño ciclópeo, llanuras de cristales multicolores, repentinas junglas de una densidad abrumadora. Todo aquí es posible y, por ello, mantenerse alerta no es una opción.

    Conforme avanzas, comienzas a sentir un crepitar en tus oídos, el bello de tu nuca se eriza y sientes un hormigueo extraño en tus extremidades. Parece que los vientos han dejado al descubierto donde antaño debió haberse librado una cruenta batalla, cadáveres de hombres y bestias siembran la tierra aquí y allá. No te cabe duda que esta guerra debió de tener lugar en el pasado y, sin embargo, los cuerpos apenas han comenzado a pudrirse, aunque eso sí, están terriblemente desfigurados, como si la carne y el metal se hubieran sometido a un calor tan elevado que los hubiera hecho fundirse entre ellos y con la arena del suelo.

    Este lugar irradia una maldad que parece haber tomado forma física hasta el punto de que el propio suelo parece irradiar una mortecina y antinatural luz verdosa que genera en ti cierta inquietud.

- Hum... que interesante. - Me agaché (no mucho) a recoger arena del suelo y verla bien. - ¿Tal vez cayo un meteorito de piedra bruja en medio de la batalla? - Pensé en voz alta y me reí ante la idea. - Si fue asi debió ser espectacular! 

Una vez me asegurase de que estar ahi seria seguro ( o no ) echaria un vistazo a ver si encontraba algo util. 

    La investigación de Malakai sobre el campo de batalla no hizo más que demostrar que sus sospechas eran ciertas, al menos en su mayor parte. Efectivamente, aquel brillo mortecino era producido por el mineral más extraño de todos, fragmentos de magia condensada, lo que los hombres acostumbraban a llamar piedra bruja, o roca de vidente. Sin embargo, no había cráter alguno, lo que lo llevó a aventurarse a suponer que tal vez lo que había alcanzado a los combatientes hubiera sido una tormenta del caos, algo no tan raro en aquella zona, una manifestación salvaje y destructiva de las energías provenientes de los reinos de los dioses oscuros que desgarraban la realidad allá por donde pasaban.

    En esta ocasión, los pobres diablos habían sido aquellos soldados, resultaba curioso el estado de los hombres, esas armaduras no eran propias de guerreros del caos, tampoco de ningún condado del imperio, eran de otra región, seguramente bretonianos en busca de realizar alguna de sus alocadas gestas para mostrar su valía. Por desgracia para ellos, en aquel lugar residían cosas mucho peores que las armas de los salvajes o las garras de las bestias.

    Pero, volviendo a aquello que se encontraba bajo la superficie, la arena había cristalizado, formando cristales de gran valor, tal vez hacerse con unos pocos no fuera mala idea, aunque tendría que manipularlos con cuidado si no quería ser víctima de los efectos adversos de exponerse durante demasiado tiempo a la roca.

    Guiado por la marca atraviesas los páramos en busca de dar con el templo oculto del Dios de la Sangre. Las tierras del caos son un lugar impío en muchos sentidos, pero para ti supone el ascenso para alcanzar el destino para el que naciste. Tus instintos parecen ordenar a tus pies seguir un camino invisible a través de los páramos, sin señales o referencias parece algo inverosímil poder alcanzar algo de ese modo, pero cuestionar el poder de los dioses oscuros en su tierra es algo ridículo.

    Una figura comienza a formarse en el horizonte conforme avanzas, parece alguna clase de fortificación, tus pasos te han llevado por el camino correcto. Aceleras el ritmo y, en pocas horas, la sombra toma la forma de una inmensa fortaleza de roca y metal, sus muros son sobrevolados por criaturas demoníacas aladas y sientes el ser observado desde sus almenas por bestias cuyos deseos se encuentran a un paso de alcanzar a manifestarse en forma física. El acceso principal lo forma una gran escalera que llega hasta un titánico portón de bronce repleto de cráneos incrustados.

    Pero ahora las puertas se encuentran cerradas y a los pies de las escaleras alguien parece haber estado esperando tu llegada, se trata de una figura corpulenta, ataviada con una armadura roja con detalles de bronce y un cinturón del que penden varias cabezas segadas, algunas de ellas parecen recientes. Blande una poderosa hacha y en cuanto te ve aparecer da un paso al frente poniéndose en guardia.

Decidí recoger algunos pedazos de piedra bruja para mis experimentos. Buscando la manera de que no me afectase demasiado, claro. Podia ser inestable, pero era una fuerte de energia excepcional... Y un explosivo aun mas brutal si se usaba bien. 

    El enano comenzó a extraer varios de los fragmentos de piedra bruja, un trabajo sencillo, eso sí, no podía retirarse los guantes y almacenarlos tampoco era fácil. Algunos de aquellos trozos tenían formas peculiares, similares a los fragmentos de la fulgurita. Por desgracia, el centrar toda su atención en no cometer un error con la extracción lo llevo a cometer otro casi peor, a sus espaldas uno de los cadáveres parecía haber empezado a moverse, reanimado por las energías de aquel mineral maligno que en el pasado lo había asesinado y que ahora lo forzaba a actuar como guardián de la llanura desolada.

    Cuando Malakai sintió la amenaza, ya era demasiado tarde, la espada del muerto viviente lo había alcanzado, aunque por suerte la herida no había sido muy grave. Ahora tendría que moverse rápido si no quería dar oportunidad al cadáver andante de intentar eliminarlo de nuevo.

- Mierda! - Exclamé cuando el cadáver me golpeó. 

Mi apreciado cañón trueno no serviria de nada en distancia tan corta, asi que desenfundé mi martillo ligero, perfecto para romper huesos, y me empleé a fondo para luchar contra el esqueleto. 

Un pie delante del otro  su ímpetu por conseguir su objetivo no permitía pensar en otra cosa que avanzar y avanzar, aún el arduo camino y sus complicaciones, de tanto en tanto se miraba la mano y eso le hacía reanimar los ánimos ya de por si subidos.

La fortaleza que se le presentaba delante era majestuosa y las figuras que allí se agitaban parecía ser amenazantes, pero el bárbaro no demostró apenas sosiego sino satisfacción al comprobar que se acercaba más a su destino.

Su objetivo se presentaba delante de él llamándolo, allí delante de las escaleras que subían hacía aquel portón la entrada a la que debía llegar, apenas veía a la figura que se le presentaba delante y se ponía en formación de en guardia, hasta darse cuenta que el portón estaba cerrado de canto a canto, así que observó a aquella figura corpulenta con armadura roja, no perdió detalle en las cabezas que colgaban como trofeos, le pareció grotesco por unos segundos, pero pensó que quizá quedaría bien algo parecido para él.

El bárbaro se acercó unos pasos hasta estar a una distancia de seguridad, lo miró directamente, para con un movimiento grácil sacar su espadón y ponerse en guardia contra la figura que parecía ser el obstáculo hacía su objetivo.

- Creo que serás mi primera víctima para el dios de la sangre por mi mano. He de subir y entrar. - Sonrío y se puso la manos donde llevaba la marca delante de su rostro. - Esta victoria va en tu honor.

    Nuevamente, el muerto reanimado se abalanzó con su arma en alto contra el enano, pero en esta ocasión, Malakai había logrado recomponer su guardia, haciendo que su golpe fallase por completo sin causar mayores daños. Eso no parecía hacer desistir al cadáver, su única voluntad en aquel momento era arrebatar la vida al hijo de la montaña, así que este debería de librarse de su agresor si no deseaba darle más oportunidades.

    -Soy Kumort, de la tribu de los Aeslings. Tú camino termina aquí, tu sangre alimentará a Bardagam y tu cabeza pronto colgará de mi cinto.- El guerrero alzó el hacha por encima de su cabeza con postura amenazante encarando al recién llegado convencido en sus palabras. -¡SANGRE PARA EL DIOS DE LA SANGRE! ¡CRÁNEOS PARA EL TRONO DE CRÁNEOS!- El tiempo de hablar había terminado, y a la vez que lanzaba su frito de guerra, el aesling cargó contra Huan Khul impulsado por un profundo deseo de matar.

El bárbaro observaba detenidamente el avaance del irresponsable que cargaba contra él, una sonrisa de satisfacción dibujaba su rostro por laa sensación que le recorría todo el cuerpo al entrar en combate, había llegado la hora, era el moem to de demostrar al dios de la sangre por que había sido elegido, sería la primera muerte desde recibir la señal, y debía ser rápida y placentera.

- Kumort!!! Será la última vez que se escuche ese nombre, morirás y sangrarás para el dios de la sangre por mi, Huan Khul hijo predilecto de su dios!!!

El bárbaro rápidamente cambió de postura  on su espadón a dos manos, en segundos los ojos parecían inyectados en sangre, daba miedo mirar ese rostro directamente, se había envuelto en algún tipo de furia, por momentos parecía sacar espuma por la boca cuando se avalanzaba contra su contrincante, no tardó en llegar pues su adversario se dirigía directamente hacia el.

Justo en el moemnto que necesitaba, da do u  giro de 360 grado co el espadón en posición asestó un tremendo golpe hacia el ppbre desgraciado, que apenas tubo tiempo de esperar lo qje le venía encima...

- Moriras!!!! Uahhhhhb. El grito fue agerrador, pero se quedó sordo tras el estruendo del choque.

Conseguí desviar su golpe y decidí emplearme a fondo, de modo que saqué el hacha tambien y le lancé una lluvia de golpes. Aunque por el momento estaba igualada la cosa y no conseguia penetrar sus defensas. Me estaba enfadando...