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La Sociedad Fénix

Epílogo

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29/10/2012, 17:35
Director

Los coldstream guards eran relevados en el patio de armas del palacio de Buckingham. La sala del trono de la reina, engalanada y solemne como de costumbre, acogía a personalidades de las más diferentes naciones del globo. El presidente de Francia, Fauré, el gobernador-general de Kenia, la esposa del zar Alejandro o el presidente de los Estados Unidos, el secretario de defensa de los Estados Unidos. Todos vestían sus mejores galas, y aguardaron junto al resto de la corte, mientras el coro de voces blancas cantaba el himno del Reino Unido.

Lady Talbot estaba allí, de negro riguroso por la muerte de su esposo. Parecía una sombra de si misma, demacrada, como si hubiera envejecido 10 años más. Se mantenía junto a ellos. Había pasado un mes desde la batalla de la Torre Eiffel, y muchas cosas habían cambiado. En Francia, los Rosseau habían sido colmados de honores. El resto ganaron la legión de honor, y el reconocimiento del presidente Fauré, allí presente, que les miraba a veces, de reojo.

Cuando la canción ceso, el conde de Rosebery, primer ministro del Reino Unido, se adelantó para dar un discurso.

-Libertad. Esta palabra significa mucho para nosotros. Libertad es algo por lo que luchar, y algo que debe ser defendido. Nuestras gloriosas naciones, mucho antes del estallido de esta cruenta guerra, sellaron sus destinos con un pacto. Un pacto para defender la libertad. Hoy, honramos a los héroes que este pacto posibilitó. Los miembros de la más ilustre y noble sociedad de nuestro imperio. La Sociedad Fénix.

Hubo aplausos. Al cabo de un rato, el macero de la reina reclamó silencio golpeando el suelo con la maza ornamental.

-El almirante Mijail Tupolev...

Vestido con su mejor uniforme de gala, y luciendo algunas medallas más, Tupolev se acercó al estrado, y se inclinó levemente ante la reina. Esta respondió con un leve asentimiento de cabeza.

-Por su extraordinario heroismo combatiendo a los enemigos de la libertad, dentro y fuera del campo de batalla, el almirante Mijail Tupolev de la Armada Imperial Rusa recibe la cruz victoria, la más alta condecoración del imperio británico.

Todos aplaudieron, y el comandante en jefe del ejército británico, Lord Kitchener, le impuso la medalla y estrechó su mano. Luego, Tupolev se retiró unos pasos hasta donde se encontraban las autoridades, que le felicitaron.

-¡La señorita Artemis Sowreston, súbdita de su majestad en el protectorado de Kenia!

Era una de las pocas veces que pudieron ver a Artemis vestida como una auténtica dama, con un vestido de gala muy bonito. Hizo una graciosa genuflexión ante la reina. Su madre hubiera llorado de emoción al ver que las clases de buenas maneras que un día le diera habían servido para algo.

-Por su heroismo, más allá de la llamada del deber como agente de la Sociedad Fénix, a riesgo frecuente de su propia vida, siendo artífice de la victoria en la batalla de las Pirámides, la señorita Sowreston recibe la cruz victoria.

Nuevamente, le impusieron la medalla, pero le pidieron que permaneciera allí.

-Asimismo, por órden del mariscal de campo lord Kitchener, la señorita Sowreston recibe el rango de teniente coronel del ejército británico, con mando sobre su propia unidad en el protectorado de Kenia. Se convierte así en la primera mujer de la historia con mando directo sobre una unidad de combate.

Hubo aplausos, y lord Kitchener le estrechó la mano. Luego ella le saludó militarmente, y él respondió.

-¡Sir Irvin Urquart y su esposa, Candande Urquart!

El escocés iba vestido con un traje escocés de gala, con tuxedo y kilt. Candy optó por un magnífico vestido al gusto occidental, blanco y plateado. Irvin se inclinó ante la reina, y Candance hizo una breve genuflexión.

-Por su extraordinaria aportación a esta victoria, que no hubiera sido posible sin ellos, su majestad la reina ha decidido concederles varias mercedes. En primer lugar, reciben la cruz victoria, por su heroismo ante los enemigos de la libertad...

Hubó aplausos mientras les imponían las medallas. La reina les indicó que se acercaran, y luego les hizo un gesto para que se arrodillaran.

-Asimismo, por su extraordinaria contribución a la seguridad de este reino y su imperio, y por su comportamiento galante y sin mácula, su majestad la reina otorga el título de "condes de Varanasi" al señor y la señora Urquart, con ingreso en el peerage del reino y asiento para lord Urquart en la cámara de los lores.

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29/10/2012, 17:35
Reina Victoria

La reina tomó la espada ceremonial y dió el espaldarazo a Irvin y Candance.

-Alzaos, lord y lady Urquart, condes de Varanasi. Mis hijos predilectos.

Hubo aplausos, y Ness se acercó a la reina un paso, poniendo nervioso al agente del servicio secreto que estaba detrás. Luego besó su anillo, como en tiempos medievales, y ella sonrió.

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29/10/2012, 17:37
Félix Faure

Hubo aplausos, y se retiraron luego a la zona de autoridades, donde tuvieron que estrechar muchas manos. Faltaban los Rosseau, y el primer ministro cedió la palabra y el podio a su colega francés, el presidente Faure. Este se inclinó levemente ante la reina, y luego les llamó.

-Monsieur et Madame Rosseau, caballeros de la legión de honor.

Se acercaron allí. Adrienne iba vestida con un traje muy bonito, tanto que hacía enrojecer de envidia a Isabel, hija de la reina. Durand vestía con uniforme de gala de coronel del ejército francés, su nuevo rango. Se inclinaron ante la reina, y esta asintió.

-El señor Primrose me ha cedido el honor de hablarles a ustedes. No hay palabras para describir su contribución a esta victoria, a la supervivencia de París, y al destino del mundo. Han sido galardonados en Francia, y todo galardón se me antoja poco para ustedes. Por su extraordinaria valentía en combate, Durand Rosseau recibirá la cruz victoria, y el rango honorífico de coronel del ejército británico.

Le impusieron la medalla, y estrechó la mano de su presidente y de Lord Kitchener.

-Por su arrojo y valentía, más allá de la llamada de todo deber, aún esperando a un hijo, Adrienne Rosseau recibe igualmente la cruz victoria.

La condecoración fue prendida del pecho de su vestido. Iban a retirarse cuando el presidente prosiguió.

-La reina quiere dedicarles unas palabras.

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29/10/2012, 17:46
Reina Victoria

La reina se levantó entonces, despacio. Ya era una anciana. Todos se mantuvieron en silencio, a la espera de sus palabras.

-Debemos admitir que nos sentimos emocionada en este día. A pesar de la pérdida de un gran hombre como lord Talbot, al que Dios tenga en su gloria, hemos obtenido una victoria sin precedentes. Una victoria que se debe a ustedes. Cuando el difunto primer ministro disraelí nos propuso ampliar la Sociedad Fénix a otras naciones aliadas, tuvimos nuestras reservas. Sin embargo, el resultado ha escapado mucho más allá de nuestras previsiones más halagüeñas.

Les miró.

-Hay en este mundo gente con poderes, y gente que no los posee. Pero ningún poder puede reemplazar a un corazón valiente, a un alma resoluta y dispuesta a servir a los demás. Ustedes lo han demostrado. Porque no hay poder en este mundo que pueda superar al poder de la bondad, al poder de la justicia, al poder de la libertad.

Sonrió a Adrienne, y le pidió que se acercara.

-Arrodillate niña -le susurró.

Alzó luego la mirada a los presentes, con una fuerza que recordaba su juventud.

-Por petición de Lady Talbot, que no desea proseguir en sus funciones como directora de la Sociedad Fénix, os preguntamos, Adrienne Rosseau: ¿Estás dispuesta a combatir al mal, a frenar la injusticia y la opresión, y a defender la libertad en este imperio y en el mundo entero?

Ella la miró confusa. Y la reina sonrió, esperando su respuesta. Al cabo, dijo que si.

-Se como el ave fénix, y resurge siempre de tus cenizas. Trabaja, incansable, protegiendo a aquellos que no pueden protegerse a si mismos.

Le dió una especie de cetro rematado en un fénix, de color plateado. Luego le impuso una mano encima de la cabeza, y pudo sentir una vibración cálida. Abrió los ojos, sorprendida. La reina también tenía una serendipia. Y mediante ella, le impuso el mismo poder del que había gozado Lord Talbot. Nada podía matarla ahora, salvo una muerte natural.

-Te nombramos entonces, directora y regente del destino de la Sociedad Fénix. Álzate, madame Rosseau, mi hija predilecta.

Las lágrimas resbalaron por sus ojos conforme se levantaba. Y todos estallaron en un aplauso atronador.

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29/10/2012, 18:04
Director

Dos horas después, chocolatería "Lincolnshire Fudge".

Sentados en una discreta mesa del interior, los miembros de aquel comando de la Sociedad Fénix disfrutaban, ahora si, de un merecido chocolate. Sabían que sus destinos podían separarse de allí en adelante, y todavía estaban anonadados por lo que había sucedido en la ceremonia. Lady Talbot les había despedido hacía un rato, dándoles las gracias. Era descorazonador verla en aquel estado. Accedió a permanecer junto a Adrienne co-dirigiendo la sociedad con ella y enseñándole todo lo necesario para desenvolverse en sus nuevas tareas.

Adrienne estaba radiante, aunque el peso del deber se iría imponiendo poco a poco sobre sus hombros. La magnitud de la tarea podía abrumarla, pero en el fondo de su corazón sabía que había nacido para aquello.

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29/10/2012, 18:10
Mijail Tupolev

El capitán suspiró, mirando a sus compañeros. Era una tarde agradable, aunque brumosa, en Londres. Allí, alejados de la guerra, la vida era buena.

-Creo que es momento para decir un adios... -dijo entonces- Quiero que sepáis que jamás había tenido el privilegio de luchar con hombres y mujeres de tal valor.

Miró a los Rosseau, a Candance y luego a Artemis.

-Espero que sobrevivamos todos a esta guerra, y pueda invitarles a mi boda. Pero ya lo he hablado con Artemis, no será hasta que la guerra termine. No quisiera dejarla viuda.

Candance estaba dando el pecho a su hija, tapada con una pequeña manta (hubiera resultado escandaloso), mientras escuchaba aquello. Sentían pena por tener que despedirse, pero seguro que sus caminos se cruzarían de nuevo.

Notas de juego

Podéis postear vuestras impresiones-reflexión-post final-despedida y cierre.

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29/10/2012, 18:35
Adrienne Rosseau

Adrienne tenía la vista prendida en el ventanal, mirando sin ver el exterior, aún anodada por el nombramiento, por cómo iba a cambiar su vida y la de Durand, por los múltiples caminos que se abrían ante ella. Ante las palabras de Tupolev, volvió a la realidad. Posó su mano sobre la de Durand, apretándola levemente y sonriéndole, antes de volverse al ruso.

-Mijail, por favor, tutéanos -pidió-. Creo que después de todo lo que hemos pasado va siendo hora de que nos empecemos a tratar como lo que somos. Amigos. Al menos, en la vida civil y mientras no haya una misión de por medio. Y permite que te lleve la contraria. Por una vez, amigo mío -señaló guiñándole un ojo-. No digamos adiós, sino hasta luego. Os conozco, os quiero, han sido meses de compartirlo todo. En lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad y sin que la muerte nos haya separado -compuso un gesto de circunstancia sombreado por el dolor de una única pérdida que todos reconocieron. La de Prue-. Somos como un matrimonio. A veces bien avenido y que en otras discute. Pero sé que sobreviviremos a la guerra y que esta acabará. Y para ello no necesito una visión. Volveremos a vernos. Por separado o todos juntos y hemos comprobado que el mundo no es tan grande como para que suponga un obstáculo y nos impida reunirnos. El de hoy ha sido un día especial. Muy especial. Un día que rememorar, un día que podríamos fijar para vernos siquiera una vez al año. Una cruz en nuestro calendario para destacar un día que nos dedicaremos a nosotros -propuso con una amplia sonrisa-. Me siento orgullosa de haberos conocido, de haber peleado codo con codo con todos y cada uno de vosotros, pese a cierta granada que aún recuerdo -Adrienne miró a Artemis y sonrió cómplice-, de poderos llamar amigos, hermanos. Nada de adioses. Solo un hasta la vista -Adrienne tomó la taza de chocolate con gesto risueño y a la par travieso y la alzó en alto-. Y quiero brindar por ello. Por todos vosotros, por la paz, por nuestros hijos y por el mañana, un mañana que volverá a vernos juntos. Chinchin.

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31/10/2012, 15:52
Artemis Marie Sowreston

Me sentía feliz, casi plena... De no ser por la guerra. Pero de momento lo único que importaba era precisamente aquella mesa rodeaba de amigos, de familia como bien había atinado a decir Adrienne. Habíamos hecho muchas cosas y puntualmente yo había hecho cosas que nunca creía que fuera capaz de hacer, comprometerme con Mijail era una de ellas y sonaba tan raro como hermosa. También me había puesto un vestido digno de un cuento de hadas, vamos, ni en mis peores pesadillas pero no lo había pasado mal, al contrario y además, ahora tenía un puesto nuevo, con un cargo que muchos desearían y que pocos tenían. Respiré profundo y tratando de calmar el enrojecimiento de mis mejillas cuando la francesa mencionó la granada.

-No tendré tiempo suficiente para disculparme por lo de la granada...-dije intentando sonreír.-Pero como bien dices, Adrienne, somos como un matrimonio, ni la familia es tan cercana, menos para los que no tenemos... Teníamos... Doy mi voto por esa iniciativa.

Tomé la mano de Mijail con desparpajo, apretándola con fuerza y haciéndolo mirarme.

-No me vas a dejar viuda... Y si lo haces, tendré que recurrir al milagro de Candy.

Sonreí y le guiñé un ojo mientras volví a ver a mis amigos.

-Señores, señoras, han sido todo este tiempo las únicas personas en las que podía confiar y creo que siempre lo serán. Agradezco al destino haberlos puesto a todos en mi camino y sobre todo, agradezco no haberme cargado a ninguno...- eché a reír un poco, no quería ponerlos a llorar. -En el fondo, es una despedida que duele pero una despedida temporal... Siempre los llevaré conmigo. Gracias a todos.

Respiré profundo.

-Ahora voy a callarme porque estas cosas no se me dan muy bien, soy un bicho raro criado en el medio de la nada, aunque prometo una boda decente y los querré a todos allí...

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31/10/2012, 16:59
Durand Rosseau

Después de todo lo que habían pasado, al fin consiguieron acabar su misión: París estaba salvada y los Krauser derrotados, aunque eso supuso la pérdida de un buen amigo. A pesar de todo, la guerra continuaba y aún se debían hacer muchos esfuerzos para finalizarla.

Pero ellos se habían ganado un pequeño descanso, y debían disfrutarlo ahora que podían. En poco tiempo volverían de nuevo a sus quehaceres, y con mas trabajo si cabe. Le devolvió el apretón de manos a su mujer, mientras sonreía a las palabras de Artemis.

Artemis, no debes pedir disculpas- le dice- al fin y al cabo, lo hiciste por una causa mayor... o al menos eso espero- mira a sus compañeros, amigos mas bien, tranquilos y sonrientes. Se habían ganado todos ellos ese momento- me sumo al brindis de mi amada- dice mientras alza su copa- y solo añadir lo ya dicho: nos volveremos a ver, de eso no tengo ninguna duda. Solo espero que sean en mejores circunstancias que estás.

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01/11/2012, 16:08
Doctor Irvin Ness

El doctor escuchó todo eso y le pareció demasiado triste. Él estaba convencido de que iban a sobrevivir a la guerra. Se lo merecían. Por eso no quería decir adios, sino un "hasta luego". Esperó a que Candance regresara con la niña y entonces alzó la taza de chocolate como si fuera a brindar.

-Por el grupo de personas más valientes que jamás he conocido -dijo, alzándola- Amigos mios, quiero que sepáis que para lo que necesitéis podréis contar conmigo y con Candy. Espero que nuestros hijos crezcan juntos en un mundo en paz. Y aunque me habría gustado que esta guerra no hubiera tenido lugar, creo que es algo que escapaba a nuestro control. Hemos luchado a lo largo y ancho del mundo y ahora, parece que nos corresponde volver a dirigir la lucha de la sociedad. ¿Quien nos iba a decir que Adrienne sería la nueva "jefa"? Seguro que con ella el mundo es un lugar más seguro.

Miró a su esposa un momento, y tomó asiento luego.

-Como habéis dicho, espero que esto sea un "hasta luego" y no un "adios". ¿Quieres decir algo, cielo?

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01/11/2012, 17:58
Candance Urquart

Estaba como adormecida, no en el sentido de cansancio si no de ensueño.

Habia muerto...

En ese breve instante previo a desaparecer la había cambiado para siempre...

Escuchaba a los amigos hablar tranquila mientras Prue terminaba de comer. Amar y dar la vida, no había nada mejor que hacer y que aportar al mundo. La sonrisa serena ahora era en ella permanente. Se cerró el pecherín, colocó a la niña erguida para que echara los gases y regresó junto a los demás. Estaba en paz, era feliz...

Quedó algo sorprendida ante la pregunta del doctor, todos la miraban.
Comparó aquella visión con la noche que se conocieron en Talbot Manor, tenía gracia, de los 400 años que llevaba en este mundo su vida solo había sido real, solo había sido vivida desde que los conoció.
Desde el fin de la batalla las ceremonias y honores se habían desarrollado ante ella como una especie de teatro, lores, princesas, presidentes y generales danzando a su alrededor declamando discursos llenos de palabras grandiosas, no se acordaba de ninguno y lo cierto es que le daban igual,   ella tenía el tesoro mas grande que nadie pudiera tener jamás, su familia, su gran y extraña familia.

-Yo...

Dijo din saber como empezar

-Em... no se que decir... al final de la batalla, cuando... en el momento final... de toda mi vida, de esos 400 años lo único que brillaba de verdad erais vosotros. Nunca hubiera imaginado que me iba a pasar nada de esto, que nada sería así y es que creo que no he estado viva hasta que vosotros lo habeís hecho posible... es extraño, no se como explicarlo.

La voz empezaba a temblarle

-Que puedo decir? No tengo palabras... que soy feliz y que sois lo mejor que me ha pasado, que ojala no tuvieramos que separarnos nunca por que he tardado demasiado en encontraros. Que quiero  que nos juntemos por navidad, que celebremos cumpleaños, que veamos crecer a nuestros hijos y nos hagamos viejos juntos. Que sois un regalo del cielo, el mayor tesoro de este mundo y que aunque yo ya no sirva para luchar y ni siquiera sepa hacer una tortilla voy a estar siempre ahí para vosotros para lo que podáis necesitarme

Le era imposible contener las lágrimas

-Si pudierais veros a través de mis ojos, sois mucho más grandes de lo que podáis imaginar... en otro tiempo vuestra historia habría sido cantada de generación en generación como la Iliada o el Mahavarata, héroes de leyenda.

Hizo una breve pausa intentando ordenar las ideas

-Todo esto empezó conmigo siendo una soberbia y estúpida egoísta, creyendome más que nadie... si me sacrifiqué en la batalla fue por que me sentí la más prescindible de todos, por que los verdaderamente importantes sois vosotros, los que me habéis dado lecciones de vida una detrás de otra, los que os mereceis el verdadero premio de esta gesta que no es otra cosa que vivir felices.

Sonrió aceptando lo irónico de todo y como se habían dado la vuelta las tornas. La leyendas hablaban de héroes que en recompensa por sus victorias eran convertidos en dioses, pero... quien hablaba de dioses que renunciaban a su divinidad para ser humanos? Todos allí estaban de acuerdo en que su mayor aspiración era llevar una vida larga y tranquila llena de amor ¿No era esa la verdadera y más valiosa de las recompensas? Ella lo sabía bien.

-No se donde acabaremos por asentarnos (dijo estrechando la mano de Irving), tenemos que sentarnos y hablar pero dentro de todas las ideas que tenemos, en todas, os tenemos presentes y allí donde estemos tendreis siempre vuestro hogar. Adrienne... si tu y Lady Talbot me lo permitís... me gustaría colaborar estrechamente con vosotras, creo que puedo aportar bastantes cosas en lo que a conocimientos místicos y control de serendipias se refiere... Durand, Artemís, Mijail... me preocupa que tengais que continuar con esta maldita guerra, ojalá pudiera hacer algo... pero si os sirve de algo... pensad que os estamos esperando ¡Por ciero Mijail! Se me olvidó decirte, que el Asha tenía un mensaje para ti, dijo que debías sentirte orgulloso eres el primer hombre que puede presumir de haberla poseído (refiriendose al trance a bordo del Suvorov) y que lamentaba que yo hubiera elegido al doctor, ella te prefería a ti

Parpadeó con las mejillas enrojecidas de emoción... y ahí se le acabaron las palabras o al menos las frases largas. Le dio la niña a su esposo temiendo despertarla con su respiración agitada

-Que más puedo decir, os quiero tanto... os debo tanto...

Solo le quedaba hacer una cosa al estilo de su antiguo ser, por Inanna, por el Asha, por Boran, por generaciones de mujeres que habían luchado bajo el signo del fuego. Se levantó de la silla, unió las palmas de las manos al estilo hindú y a continuación se arrodilló hasta clavar la frente en el suelo con la solemnidad de miles de años y rompiendo a llorar solo podía repetir una única palabra

-Gracias, gracias, gracias...

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01/11/2012, 18:14
Director

El duro y frío Tupolev se levantó ante aquellas palabras, y abrazó a Candance como si fuera su hermano.

-Gracias a ti. Porque sin ti, nada de esto hubiera sido posible.

Los presentes se sumaron a este abrazo para consolar a la emocionada bailarina turca, sin importarles las miradas que atrajeron en la chocolatería. Tomaron luego una copa, brindando por el futuro, y por la Sociedad Fénix. Aquello no había hecho sino comenzar, y lo sabían.

En el infierno de la batalla de Verdún, el coronel Durand Rosseau miró a los soldados antes de desenvainar la espada. Los alemanes estaban atrincherados en sus posiciones, y los proyectiles de artillería seguían cayendo. A pesar del hedor de los muertos, de las cápsulas de gas, del alambre de espino y los inmensos cráteres de la tierra de nadie, parecía conservar el optimismo. El ataque debía ser un éxito, y lo sería.

-¡On ne passe pas! -dijo, pronunciando la frase que le haría inmortal.

Cargando a través del fuego de ametralladora y los proyectiles de mortero, el héroe hizo historia con sus hombres, tomando a la bayoneta aquella fortaleza con sus hombres, cansados, heridos y desesperados. Fue ascendido a general de brigada por sus acciones.

En Talbot Mannor, Adrienne escuchaba las noticias en la radio, mientras reunida con agentes y militares, coordinaba los planes de guerra y se adelantaba a los planes de lo que quedaba de la orden de Thule. Cumpliendo sus órdenes, Candance se asomó a la compuerta del ornitófero remozado, mirando la silueta del castillo en los Alpes bávaros. Neuchwanstein ardió, y Homolka escapó por poco, convertido en un murciélago chamuscado.

Artemis miró su reloj de pulsera, agazapada entre las hierbas altas de la sabana. Los alemanes avanzaban, y ella imitó el sonido de una pantera. Sus guerreros massai, con uniforme británico, atacaron a la columna con todo lo que tenían, haciéndola pedazos. Una larga fila de prisioneros desfiló por la ciudad, bajo su atenta mirada, mientras los lugareños la aplaudían.

En el mismo día del asesinato del zar, Tupolev asumió el mando como líder de la Rusia blanca. Cerró la tapa del camafeo con la foto de Artemis, y luego descolgó el teléfono, anunciando la orden de ataque. En la gigantesca batalla sobre el hielo, el ejército rojo sufrió un duro revés, y el avance hacia Moscú solo fue detenido por una traición. Encerrado en una oscura celda, miraba el techo pensativo. La guerra en Europa había terminado hacía años, pero él proseguía en su lucha. Dos guardias le condujeron hacia el pelotón de fusilamiento en el patio de la cárcel. Robando el arma a uno de sus captores, escapó a tiros, y luego camuflándose en el interior de un camión de suministros. Disfrazado como soldado soviético, su peripecia le llevó a recorrer la ancha Rusia para reencontrarse con su amada. El régimen de Lenin anunció que había muerto.

En las Highlands de Escocia, una gigantesca fábrica de las más maravillosas tecnologías había sido inaugurada. Símbolo de la recuperación de la posguerra, los Urquart fundaron la empresa homónima, que dió trabajo a miles de personas. Candance sostenía otra niña entre los brazos, mientras que la pequeña Prue, de cabello rojo, jugaba con un perro lanudo. Ness, ajeno a las trastadas de su hija, daba un discurso a sus obreros sobre el futuro. Urquart Technologies se convirtió en una de las principales empresas del nuevo campo de la tecnología dieselpunk, con fuertes contactos con el ejército y el gobierno.

En la última escena, los presentes, algo más viejos, estaban en una bonita boda en una iglesia colonial de Kenia. Adrienne, junto a una hija que ya tenía diez años, atendía a la ceremonia secándose las lágrimas. Durand vestía con su flamante uniforme de mariscal de Francia, y vigilaba con la mirada al trasto de Prue, que estaba tirando de la falda de la novia. El señorito William, ya algo más que un niño, se la llevó discretamente, ante sus protestas. Candance la reprendió en privado, mientras Ness seguía atendiendo la ceremonia junto a su hija Sarasvati y el pequeño Darius, su tercer vástago. La pirokinética llegó justo a tiempo para ver el si quiero, y como se besaron entre aplausos. Cuando salieron del templo, el aeroplano de los hermanos wraith dibujó un fénix sobre los cielos, con un ingenioso sistema de humo y fuegos artificiales. Las campanas tocaron, alegres, mientras el arroz volaba sobre las cabezas de los novios, y el señor Octopuss hacía como que lloraba de emoción.

El mundo estaba, al fin, en paz.

FIN

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01/11/2012, 18:45
Director

¿FIN?

1923, Prisión de Landsberg

El carcelero miró al pequeño hombre enlutado y con gafas de sol, que deslizó su solicitud entre las rejas, tenía sello del Bundestag. El guardia le condujo a través de los oscuros pasillos, hasta la celda de puerta metálica. El guardia abrió la puerta, y el conde Homolka se deslizó dentro. El único superviviente de la debacle de la Órden de Thule la había hecho reverdecer, aún en los tiempos más oscuros de Alemania. Ahora, su poder política era inmenso.

Un hombre, espaldas a la ventana, estaba vestido con un uniforme de presidiario. Pintaba un cuadro, algo que la cámara no podía ver. Sobre la cama, había unos papeles escritos a lápiz. Homolka se acercó con curiosidad y los examinó, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

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01/11/2012, 18:56
Conde Homolka

El libro era prometedor, pero no estaba allí para hablar de él. Lentamente, se quitó los guantes, dejando ver sus manos huesudas.

-Herr Hitler. Usted no me conoce, pero represento a una organización muy interesada en "su lucha". En su partido.

Le miró con una sonrisa afilada que daba algo de miedo. Pero aquel no era un hombre al que pudiera atemorizarse fácilmente.

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01/11/2012, 19:00
Adolf Hitler

El bávaro miró a aquel hombre desagradable, algo desencantado. Su camino hacia la política había sido rápido, pero aquellos malditos conspiradores de Weimar le habían traicionado. El pusch había sido un fracaso, y ahora languidecía dentro de una prisión, acusado de alta traición.

-El movimiento está descabezado. El presidente Hindenburg jamás permitiría que el NSDAP llegara al poder. Alemania está en ruinas, y mis partidarios compiten para quedarse con un pedazo de lo que los aliados han dejado en pie de mi país.

Parpadeó, y volvió a mojar el pincel. Sin embargo, vio en la solapa de su chaqueta un símbolo, un símbolo que era vagamente familiar, al estar iniciado en el ocultismo: el sol negro de Thule.

-No puedo serle de mucha ayuda dentro de esta prisión. La república me teme demasiado, a pesar de que el pueblo me ama. Ahora mismo, solo puedo pintar y escribir sobre el futuro. Sobre un futuro que usted no podría ni imaginar.

Volvió a mojar el pincel en el color rojo, y lo aplicó sobre el lienzo.

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01/11/2012, 19:06
Conde Homolka

Homolka sonrió, despacio. Una sonrisa basta y maligna como solo podía ser la de un hombre que había vivido durante miles de años, solo para traer la oscuridad a este mundo. Rió entonces, despacio, y miró lo que estaba pintando. Era un emblema rojo, con una esvástica negra en el centro.

-Hay gente poderosa, herr Hitler, que cree en usted. En su mensaje, en el futuro de Alemania. La cárcel solo será un pequeño contratiempo.

Se metió las manos en los bolsillos, y siguió mirando aquel emblema hipnótico. Pronto todos los alemanes lo lucirían como una insignia de la que estarían orgullosos. Un símbolo de su fuerza y su destino: ser los amos del mundo, un mundo que solo ellos serían dignos de habitar. La maldad había encontrado a la maldad.

-Ha escuchado alguna vez la expresión: "Tenga cuidado con lo que desea, ¿Por que puede convertirse en realidad?"

El carcelero abrió la celda, y de hecho terminó cuadrándose ante él. En su mano, tenía un documento que le garantizaba el perdón presidencial. La pesadilla había comenzado. Pero sin duda, la Sociedad Fénix estaría presta a combatirla.

Porque cuando el mundo libre la necesitara, la Sociedad Fénix, respondería.

Continuará...