El irlandés miró en dirección a donde le reclamaban, empujando al askari que quería herirle con la bayoneta. Aquella criatura gigante tenía mala pinta, y parecía un hueso duro de roer. Era como los antiguos relatos de caballeros enfrentándose a dragones. Pero este caballero tenía una ametralladora entre las manos.
-¡Traga plomo, dragona de mierda!
Apretó el gatillo, y los músculos se tensaron como si fueran de acero, controlando el retroceso. Una lluvia de balas cayó sobre la wyverna. Esta se retorció sobre si misma, y las duras escamas que la recubrían comenzaron a saltar, y bajo ellas, la sangre de color verdoso. Aún así, la dragona seguía acercándose a Adrienne, que desenfundó su revólver MAS con la izquierda. O'Keefe agotó el cargador disparando una gran ráfaga de veinte balas. Cuando terminó, Helga estaba en un estado casi humano, a excepción de las garras y unos afilados incisivos con los que pretendía atacarla.
Motivo: Ráfaga
Tirada: 1d20
Resultado: 16(+5)=21
Motivo: Ráfaga
Tirada: 20d6
Resultado: 63
Su mirada estaba llena de odio. Estaba herida, pero no muerta. Pensaba llevarse a Adrienne a la tumba, antes de que los soldados pudieran clavarle sus bayonetas hasta la muerte. Por eso se avalanzó sobre la francesa, buscando agarrarla con sus brazos, y morderla en el cuello.
Motivo: Presa
Tirada: 1d20
Resultado: 5(+11)=16
El doctor salió del mecha en llamas arrastrándose como una serpiente. Luego, se arrastró unos metros más, hasta la cobertura más cercana, mirando que sucedía en aquel campo de batalla apocalíptico y estrecho. El humo lo invadía todo, y un robot gigante ardiendo no hacía nada para remediarlo. Aguzó la vista, y vió siluetas más allá del humo. Siluetas de hombres peleando entre si.
Entonces vió un golpe de viento, que despejó su visión unos segundos preciosos. Vió a Von Krauser de pie, quitándose del cuerpo el sable de Durand que tenía clavado en el costado, y como Durand volaba unos metros hacia atrás, recorrido por un espasmo eléctrico. Conocía bien aquella sensación. Los trabajos del ruso Pavlov eran un caso de estudio que estaba entre sus lecturas. Sintió que tenía las piernas algo cansadas, y miró en dirección al otro lado del ala. No había más soldados alemanes por allí. Es más, le pareció que una claridad creciente venía de las otras cámaras, las que conectaban con el sarcófago de la reina. Un ruido como de piedra deslizarse le hizo preguntarse que demonios estaría sucediendo en la tumba.
Sin embargo, lo que si vió fue a un pelotón de alemanes rezagados, aunque tenían un uniforme diferente, que corrían a sumarse a la pelea. Entonces, cayó en la cuenta. El cañón estaba allí, y nadie lo vigilaba. Corrió unos metros, y el señor Octopuss lo acompañó, agarrándose a la tela de su turbante. Comenzó a mirar aquello, y vió que el mecanismo era bastante sencillo. Pensado para militares, que no eran precisamente unas lumbreras. Él no dominaba el alemán, pero su pequeño ayudante le auxilió en la traducción, cuando abrieron las cajas con los diferentes proyectiles.
-Ññeesste -dijo Octopuss- ¡Tralla, tralla!
Había llegado la hora de ganar la batalla al estilo Ness.
¿Que estaba ocurriendo en la cámara de la reina?
La idea de que Candance pudiese estar en peligro, hizo que Irvin desease correr hasta allí, olvidarlo todo para ir hasta ella a protegerla. Por desgracia el Doctor no era un hombre de acción, y su cerebro le decía que siguiendo sus impulsos solo lograría poner en peligro a su prometida que trataría de protegerle.
Y entonces los soldados alemanes le dieron un nuevo objetivo, cuanto antes acabase el enfrentamiento antes podría acudir a la cámara con quienes si podrían salvar a Candance si es que ella lo requería.
Corrió hasta el cañón, y con demasiado ímpetu cargo el mismo con la metralla que el Señor Octopuss le indico, antes de disparar.
Aquella arma era extremadamente sencilla en su manejo, apropiada para los cerebros cuadriculados de los militares. Pero si ser cuadriculado no es una gran virtud, la impaciencia tampoco lo es y con las prisas de accionar el mecanismo y cargarlo Irvin olvido lo que realmente importaba. Apuntar.
Motivo: Ataque
Tirada: 1d20
Resultado: 2(+6)=8
Comprender maquinaria +4, y destreza +2. No se si hay que sumar 10 tambien que es lo que pone en Ataque.
No tuvo tiempo de esquivar los ataques de Klaus. ¿Cono hacerlo si tu enemigo te sorprende agarrándote del brazo que sujeta la espada que le acaba de atravesar el pecho? noto como el voltaje de la electricidad recorría su cuerpo, provocando que cayese de rodillas -era como si no pudiera controlar sus músculos de su cuerpo- y tras esto, una ráfaga de aire fue suficiente para tirarle al suelo.
Arghh- se quejó Durand mientras se levantaba del suelo. Miro hacia su enemigo y una ligera sonrisa apareció en sus labios- creo que alguien se ha cabreado.
Motivo: ts fortaleza
Tirada: 1d20
Dificultad: 16+
Resultado: 17(+6)=23 (Exito)
Prefiero guardar por el momento los PA. Tu dirás que ocurre con haber pasado la tirada.
Te recuerdo que tienes cierta dote... de obtener un 20 automático... cambiando cualquier tirada. Ejem.
Al darse cuenta de su estupido error, Irvin dio un manotazo a la pequeña palanca que controlaba la altura del cañon corrigiendo el disparo en el ultimo instante.
Creia que era una vez por escena, y como se uso con la metralleta antes no la he usado, pero si se puede la uso claro.
Esfuerzo supremo: El PJ puede gastar 1 PA* para sustituir cualquier tirada de 1d20 por un 20. Solo se puede usar una vez por enfrentamiento.
Entiéndase enfrentamiento como conjunto de combates que tienen un principio y un fin. Antes era "fuera de la pirámide". Hubo un descanso. Ahora es "dentro de la pirámide". Lo que solo se puede usar una vez por escena es heroicidad (dote que se compra con PX). Que te convendría, por cierto.
Motivo: Subir
Tirada: 1d20
Dificultad: 20+
Resultado: 14(+10)=24 (Exito)
Motivo: Disparar
Tirada: 1d20
Resultado: 7(+7)=14
Motivo: Daño
Tirada: 2d6
Resultado: 7
Motivo: Disparo 2
Tirada: 1d20
Resultado: 16(+7)=23
Motivo: Daño 2
Tirada: 2d6
Resultado: 9
Eso por fiarme de mi memoria XD
Gracias jefe, y perdona, porque no se si has leido el tema que he puesto en el foro, pero estoy un poco disperso con problemas personales. De todas formas me encanta tu partida, y me he propuesto cumplir hasta el final, por eso eres el unico director al que no le he puesto un link al foro de usuarios.
Me honras :). Espero no defraudar con la partida. Quedan un par de escenas más, ya que esta está terminando (falta que posteen tus compañeros), y el final que tengo pensado es bastante espectacular.
A ver si para cuando acabe el verano doy final honroso a la partida. Que lleva un año y pico ya abierta, entre pitos y flautas. Y me da susto alargarla más.
En realidad nos honras tu a nosotros porque estas haciendo una partida impresionante, de verdad.
Había tenido una excelente puntería y el golpe mortal del cuchillo contra la carne me lo dijo claramente, podía evitar todos los demás ruidos, ignorarlos pero no ese por el cual me sentía orgullosa, habría agradecido a mi maestro si le hubiera querido un poco pero entonces, me percaté de que debía subir cuanto antes, así que sosteniéndome como podía de las rocas, una pierna tras de otra, impulsándome con facilidad cuál si estuviera subiendo un minúsculo arbusto en la selva. Lo que vi me dejó, bueno, no perpleja, ya me lo estaba esperando todo y entonces, me di cuenta que había otro soldado, aquel que no había sido alcanzado por la ráfaga de la granada y me maldije por confiarme, estaba en el blanco de su arma pero tampoco me esperaba y eso me dio unos segundos preciosos de reacción que me permitiero sacar mi revolver y disparar una vez, con tan mala suerte y la emoción, apenas le di por el hombro y no en en el corazón pero antes que pudiera volver a dispararme, mi revolver fue accionado de nuevo y esta vez pude deshacerme del soldado que se aprestaba para dispararme de nuevo.
-¡Homolka!
Tenía un cetro en la mano y mi revolver apuntándole.
-¿Cuantas balas te puedo meter en la cabeza antes de que te moleste? Suelta el cetro
Bueno, si íbamos a hacer las cosas, mejor que las hiciéramos bien. No sabía si Candy estaba bien, viva pero confiaba en que sí y esperaba poder ponerla a salvo ya mismo.
Modificado por el máster. Conocías a Homolka, y ya le has disparado otras veces. Sabes que aparte de empujarle hacia atrás no pasa "nada".
Adrienne miró a su nemésis con idéntico odio al que Helga manifestaba hacia su persona. Su boca se torció en un gesto de desprecio cuando está se abalanzó sobre ella. Un simple gesto del sable sirvió para rechazar sus intentos por inmovilizarla y en un remedo de las clases de esgrima efectuadas con Durand, estiró el brazo armado apuntando al hombro de la wyverna. Levantó el pie derecho como si fuera a marchar, sin apoyar el talón en el suelo, dejando caer el peso en la pierna izquierda. Estiró la pierna derecha y dio un paso largo sin mover la izquierda y su brazo hundió el sable en la carne de su enemiga.
-Prue, va por ti -murmuró.
Motivo: Esquiva espada
Tirada: 1d20
Dificultad: 16+
Resultado: 11(+9)=20 (Exito)
Motivo: Ataque espada
Tirada: 1d20
Resultado: 6(+12)=18
Motivo: Daño
Tirada: 1d8
Resultado: 3(+1)=4
El sable entró por el pecho de la wyverna. Poco a poco, esta volvió a su forma humana, mientras intentaba agarrar la hoja, y las manos de Adrienne, cada vez con menos fuerza. Durand recobró el sentido en sus miembros, y se arrastró en busca de su espada, esquivando a los hombres que pisoteaban por doquier enzarzados en el combate. Krauser, herido, vió como su "novia" era atravesada por una letal estocada de la francesa. Helga acabó dando su alma al diablo, cayendo de rodillas con los ojos todavía abiertos.
-¡NOOOOOOOOOOoooo! -gritó Krauser.
Un haz de electricidad recorrió su cuerpo, como si se tratara de una bovina tesla. Más soldados alemanes se sumaban al combate, y todo parecía en vilo, cuando una voz se escuchó a sus espaldas: la voz del doctor Ness.
-¡Legionarios, al suelo!
Krauser se giró a mirar, y vió al doctor empuñando el mecanismo del cañón, con una sonrisa en los labios.
-Goodbye, bastard -dijo, antes de disparar.
Un haz de metralla recorrió la sala de la tumba, sembrando la muerte y la mutilación. Los legionarios se tiraron al suelo rápidamente, y los alemanes, que iban a bayonetearlos con facilidad, murieron en masa, cayendo como segados por una hoz. En el último segundo, Krauser rodó sobre el suelo, ocultándose tras una caja, que se hizo astillas. Algunas de ellas le hirieron en el brazo izquierdo, que acabó traspasado por fragmentos de madera.
Se hizo el silencio, y Krauser supo que era ahora o nunca. Salió corriendo, provocando un vendaval en ambas direcciones. Cojeaba. Pasó al lado del doctor, que estaba agarrado al escudete de la pieza de artillería, y le miró con odio antes de escapar. Segundos más tarde, el viento se disipó igual que como vino, y los franceses se pusieron en pie, mirándose con cierta incredulidad.
-¡A la carga! -dijo O'Keefe- Limpiemos esta tumba de boches.
Como poseídos por un furor homicida, los supervivientes, apenas 50 legionarios, se lanzaron con las bayonetas por delante a acabar con los enemigos que quedaran. Si es que quedaban.
Homolka caminó hacia ella, estirando la mano que sostenía su "bastón oscuro". Artemis no esperó a la magia. Abanicó el revólver, y disparó dos balas a su pecho, y una a la cabeza. El conde cayó al suelo, perdiendo el bastón de Candance. Cuando se acercó a intentar clavarle la bayoneta del enfield, se convirtió en murciélago, y salió volando, escapando en dirección al zeppelin.
Artemis se acercó entonces a donde estaba Candance, que ya había perdido el conocimiento. Golpeteó sus mejillas, pero no obtuvo reacción. Soldados alemanes se replegaban desde la tumba, y trataban de escapar subiendo a las escalas que había lanzado el dirigible. No parecieron prestarle atención, concentrados como estaban en poner pies en polvorosa. Un clamor de voces en francés se acercaba.
Cuando se estiró para coger el cetro, sintió como si le dieran un mazazo en la nuca, y comenzó a perder el conocimiento. Von Krauser estaba allí, con una pistola en la mano, malherido en el costado y con el brazo izquierdo inservible, pasado a astillas. Guardó el arma, y cogió el cetro.
Luego miró hacia arriba, y al pasillo por donde venía una turba de legionarios, que remataba sin piedad a cuanto alemán se encontraba por el camino. No había tiempo para esperar a que alguien le ayudara a subir. Creó un torbellino de aire ascendente, que le impulsó hacia arriba, camino del zeppelin.
El avance fue loco y sangriento. Arrollaron un puesto de ametralladora, y remataron a todo el que se movía, fuera enemigo o un simple espectador. Krauser huyó con dificultad, hasta la cámara de la reina. Ness tenía que saber que había sido de Candance, así que corrió el primero, como un loco, y vió como el alemán se levantaba en al aire sobre un torbellino. Miró hacia arriba, y vió algo increible. La pirámide estaba abierta como si fuera una flor, y sobre ella, había un zeppelin alemán. Los teutones intentaban huir trepando por las escalas. Ness se agachó a ver a Candance, que estaba ante el féretro abierto. Inconsciente, y no muerta, se apresuró a comprobar. Tenía un dardo clavado en la piel, y lo examinó. Un potente somnífero. Se fijó un momento en ella. Estaba... diferente. No había llegado a la tumba con aquella ropa tan rara y arcaica.
Cuando llegaron los franceses, se pusieron a hacer tiro al blanco, y muchos de aquellos bastardos no volvieron a Baviera a comer ensalada de patata, cayendo al vacío. Krauser se elevó hasta el zeppelin, con un cetro en la mano. Un cetro que contenía la joya de la reina Candace.
-Que te has creido eso, bastardo -dijo el doctor.
Se lanzó sobre el torbellino, ascendiendo tras él. Durand y Adrienne llegaron justo después, junto con Tupolev, y vieron la kafkiana escena. El valiente doctor, loco de amor y de rabia, voló por los aires hasta llegar a la altura de Krauser, y este le miró, incrédulo, tratando de sacar la pistola. Ness le pegó un puñetazo en la nariz, y esta desconcentración hizo que perdiera sus poderes, y que el torbellino de aire se detuviera. El doctor agarró el cetro con la mano, y desde la cabina del zeppelin, un hombre con un sombrero, que Artemis conocía, se apresuró a agarrar a un inconsciente Krauser: Kerner. Este rió al ver como ambos estaban suspendidos un centenar de metros sobre el suelo, bajo una pirámide abierta en canal, y un ejército inglés que no paraba de intentar darles con su artillería.
-¡Soltando lastre! -dijo, sacudiéndole con un golpe de brazo.
Ness cayó, pero se llevó el cetro consigo. Cerró los ojos, y se dejó llevar. Lo había conseguido. Solo lamentaba morir de aquella manera, y no poder besar una última vez los labios de su amada. Sin embargo, algo detuvo su caída. Resbaló sobre la tela de un globo, y unas manos le agarraron para que cayera dentro de la cesta. Aquel bastardo inglés, Kitchener. El general le miraba con una sonrisa.
-Nosotros también tenemos globos -dijo.
Luego, volvió a mirar a través de los prismáticos, y mediante un operador de radio, comenzó a corregir el tiro. El zeppelin se alejaba, a pesar de que recibió varios impactos muy cercanos. Nuevamente, la orden de Thule se marchaba con el rabo entre las piernas. Y sin conseguir su objetivo.
Sociedad Fénix: 2
Órden de Thule: 0
Fin de escena