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La Sociedad Fénix

Steampunk (Ambientación)

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17/10/2010, 16:56
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Sólo para el director
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08/11/2010, 18:35
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Un poco de historia

Líneas generales

Corre el año 1897 y la reina Victoria se dispone, con gran fasto, a celebrar su jubileo de diamante, la conmemoración de los 60 largos años de su reinado. Desde que era joven, el mundo ha cambiado a pasos agigantados, aunque todavía se mantienen la formas, y en cierta medida el modelo social que imperaba a comienzos del siglo que ya muere.

Por eso, la nobleza tradicional y los hombres de negocios se pelean por un buen sitio en el desfile, o para poder asistir a la ceremonia conmemorativa en la catedral de Saint Paul. Pero junto a ellos, otras personas que son genuinamente de aquel siglo y época, pasean por las calles dándose (o no) aires de grandeza e importancia, aunque solo puedan permitirse una buena comida con su familia al año.

Al otro lado del Canal de la Mancha, la República Francesa se encuentra convulsionada por la sucesiva debilidad de los gobiernos de la Tercera República, y el Imperio Ruso debe enfrentarse al descontento de la creciente burguesía y el campesinado oprimido durante siglos por el despótico gobierno de los zares, tras haber sido derrotado humillantemente por Japón en la guerra de Manchuria.

El gran enemigo de Europa, sin duda, es Alemania. Un país joven, creado por el reino de Prusia tras la unificación resultante de la guerra Franco-Prusiana, ganada a los galos en 1871. Gobierna el país el joven káiser Guillermo II, aunque el poder real lo detenta el viejo canciller Otto von Bismarck*. Aunque ya acechado por la enfermedad, este astuto político creó, durante más de 30 años el sueño de una Alemania unificada y poderosa, creando un sistema europeo de alianzas y contraalianzas que, manejando astutamente las debilidades de cada país, engrandeció a su propia nación.

Pero el viejo canciller no puede soportar ya todo el peso del poder, y nuevos políticos, con ideas más agresivas, aconsejan al káiser Guillermo, continuando la carrera de armamentos y la consecución del prestigio colonial alemán en África, enfrentándose a potencias como Inglaterra o Francia por el dominio de la última porción del mundo sin sojuzgar.


Famosa formación en cuadro de la infantería británica en Egipto

Viejas y nuevas potencias

Desde la época de Napoleón, Europa sigue un balance de poder establecido. En primer lugar se encuentra el Imperio Británico, que controla 1/4 del planeta, con posesiones coloniales en África, América, Asia y Oceanía. Aunque posee un ejército relativamente pequeño, si bien bastante preparado y bien armado, confía en una poderosísima flota de guerra (la Royal Navy) para defender su estátus como potencia arbitradora del mundo. Esto es así ya que, a pesar de su poder, Inglaterra sigue fiel al estilo de política que practicó desde el siglo XVI: no inmiscurise en problemas europeos si no es para defender su estátus o intereses, manteniendo una balanza de poder en la que ningún país fuera lo suficientemente poderoso como para poder amenazarla directamente y tener éxito en un ataque lanzado contra las Islas Británicas.

La potencia emergente e inesperada es, sin duda, Alemania. Tras una espectacular industrialización, y tras varias victorias en sucesivas e importantes guerras, las tropas del káiser se lanzaron a la conquista de las áreas de influencia africanas y asiáticas pactadas con las otras potencias, en una auténtica carrera por "llegar primero". Pero, conscientes de que el mundo por conquistar no es infinito, los alemanes preparan cuidadosamente a su ejército y su flota para la gran guerra europea que está por llegar, esperando, al final acabar con los 100 años de dominio inglés en Europa, y en el mundo.


Crucero de combate SMS Prinz Eugen, de la Kriegsmarine, y aeroplano de observación experimental

Inadvertidamente para unos, consecuencia lógica para otros, otras potencias se perfilan en el horizonte. Tras la ruptura que supuso la Guerra Civil y tras la penosa reconstrucción del sur, los Estados Unidos de América, asegurado y pacificado el Oeste, busca nuevas fronteras y áreas de influencia. Su industria, que crece a pasos agigantados, comienza ya a competir en lo económico con el Reino Unido, comenzando a reemplazarlo como prestamista de los jóvenes estados hispanoamericanos. Asimismo, siguiendo las teorías del "destino manifiesto" y la tésis del almirante MacMahon, los americanos han construído una poderosa flota, con la que comienzan a expandir su influencia en Centroamérica, amenzando a las últimas colonias de España: Cuba, Puerto Rico y las Filipinas.

En la misma estela, Japón, tras superar la dura prueba de la Era Meiji, se ha convertido en una potencia industrial y militar a tener en cuenta en Oriente, especialmente tras ayudar a los occidentales a sofocar la Rebelión Boxer en China, y sobretodo tras derrotar a los rusos en Manchuria y la batalla naval de Tsushima.

Otra potencia secundaria, aunque de relevancia, es la Bélgica de Leopoldo II, enriquecida tras una revolución industrial exitosa. Incapacitada para tener colonias oficiales, Bélgica, y más concretamente su rey, han encontrado un subterfugio perfecto con la fórmula del "territorio personal" del Congo, cedido en la Conferencia de Berlín, donde los belgas y otros aventureros occidentales se instalarán en el marco de un régimen despótico, paternalista y abiertamente racista.

Sobre los otros países, cabe destacar el gigante con pies de barro, el Imperio Austro-Húngaro, acechado siempre por guerras y crisis en los Balcanes donde se enfrenta a los intereses paneslavistas de Rusia. España, otrora un gran imperio, vive los últimos días de su gloria colonial en una larga y costosa guerra contra los rebeldes cubanos, mientras la italia recientemente unificada busca su lugar en Europa, y el mundo, sin embargo con gran retraso respecto a otras naciones.


Repartidor de periódicos parisino

El Tratado Secreto de Aix-la-Chapelle*

Fruto de la inestabilidad creciente y el peligro alemán, Francia y el Reino Unido, rivales coloniales, deciden aunar fuerzas en secreto contra las pretensiones alemanas. Aprovechando la oportunidad, y dado el acercamiento de Alemania a sus rivales austro-húngaros, representantes del Imperio Ruso se reunen con sus homólogos británicos y galos en Aix-la-Chapelle, donde se firma un tratado secreto de amistad y alianza en cualquier operación destinada a minar el creciente poder de los teutones y sus aliados.

Rubricado en 1896, verá sus primeros avances en el campo del espionaje y las operaciones secretas que cada país desarrollaba por separado. Ahora, los esfuerzos de estas naciones en este campo se unirán. La vieja Sociedad Fenix, grupo secreto al servicio de la reina, pasa a convertirse en un club no exclusivamente británico, y en la punta de lanza de la nueva alianza y su mayor interés: mantener el estátus y la paz de Europa.


Antiguos miembros de la Sociedad Fénix

Notas de juego

*Dato históricamente incorrecto y propio de la diegesis de la partida

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12/11/2010, 00:43
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El mundo de juego

La Revolución Industrial

Los autores, sean historiadores o simples novelistas del genero steampunk, coinciden en que la Revolución Industrial es el proceso clave para entender esta época. Pero el género steampunk no se desarrolla durante la Primera Revolución Industrial, en la que Inglaterra fue pionera durante el siglo XVIII, y primer cuarto del XIX, si no en la segunda, que se desarrolla justamente después.

Si en la primera, fue el algodón y las fábricas de textiles las dueñas del desarrollo de las naciones avanzadas, en la segunda lo son el carbón y el acero, que llevan de la mano a otras industrias nuevas, pero no menos importantes, como la química o la incipiente industria derivada de la electricidad. Los altos hornos donde, gracias a convertidores Bessemer, se exportan cantidades ingentes de acero industrial, han permitido que las naciones civilizadas tejieran redes de ferrocarriles, crearan poderosos buques de guerra y crearan maravillas arquitectónicas como la Torre Eiffel. El progreso ha venido de la mano del carbón, el acero y la máquina de vapor.

Esta máquina, con tantas aplicaciones en lo civil y lo militar, es la clave de la época. La tecnología del vapor, da nombre a un mundo donde son posibles gigantescos automátas hidráulicos de combate, alimentados por rugientes calderas de vapor. El mundo steampunk.


Fases finales de la construcción del Tower Bridge

¿Steampunk?

Pero, ¿Qué hay de steampunk en este mundo? ¿La tecnología distópica ha cambiado la cara del siglo XIX tal y como lo conocemos? Paradójicamente, no. Y esto es así por que el mundo steampunk es esencialmente inmovilista, fundamentado en una sociedad de fuertes y arriagados valores. Por ello, los fantásticos inventos de brillantes profesores visionarios son utilizados, si, aunque de forma subsidiaria a lo que los europeos entienden por economía, sociedad y guerra civilizadas.

Por eso, es posible que los personajes se encuentren en una gran fábrica alemana donde el contable use una máquina analítica (un ordenador) para resolver la tabulación de envios y llegadas de material, pero nunca esta máquina será utilizada con un fin tan prosaico como jugar a un juego previamente diseñado por un programador, y ni mucho menos para crear una red de ordenadores conectados entre si que permita a sus usuarios relacionarse y hablar a distancia, sustituyendo inapropiadamente a la decisiva vida social del periodo. Lo mismo sucedería con un automáta de servicio (robot) empleado en esa misma fábrica para trasldar palés. Ningún hombre civilizado se plantearía dotar a esa máquina de la inteligencia necesaria para que suplantara a un ser humano en las calles París o Frankfurt.

No solo se trata de máquinas imposibles, si no de adelantos impropios de la época. Aviones de combate o tanques serán una rara avís, y solo un villano se le ocurriría emplear esas armas novedosas y extrañas de modo poco honorable, causando con ello el rechazo y la persecución de todas las gentes civilizadas de los países de la vieja Europa, todavía dueña y señora del mundo.


Máquina lógica módelo Lovelace II

La sociedad de clases

A pesar de los deseos de la nobleza, la sociedad de estamentos, dividida en función a la posición social, no es sino un bello anacronismo de dignidad y gloria con el que los burgueses sueñan. Aunque sin duda, la gran nobleza todavía existe y es poderosa, la nobleza menor de toda Europa, salvo en Rusia (donde la nobleza es terrateniente) se ha aliado con la burguesía, que desea imitar sus formas y modales. A menudo, esto toma forma con ventajosos matrimonios concertados, donde un noble menor, con rentas menguadas, se casa con la hija de un poderoso industrial, aunando así poder y prestigio social.

En Inglaterra, sigue vigente el viejo sistema de la Cámara de los Lores, representantes de la nobleza del país, y cámara alta (senado) del Reino Unido, frente a la creciente importancia del Parlamento, arena política donde lores y burgueses se disputan el control del Imperio. En Francia, no obstante, se mantienen títulos y dignidades aristocráticas, para contentar al sector político más conservador de la República. Lo mismo sucede en España o Italia, donde la nobleza y el rey siguen, en teoría, en la cúspide social, pero dejando que el gobierno y sus respectivos parlamentos diriman todas las cuestiones de importancia de la nación.


El inspector Lestrade, el agente Clark y otros patrulleros de Scotland Yard

Por debajo de la nobleza, se sitúa la burguesía, una clase social surgida con fuerza a lo largo del siglo. Está integrada por grandes, medianos y pequeños burgueses. Los grandes, que han apostado por la industria, el comercio y las finanzas, son realmente el poder en la sombra, y crean grupos de presión que empujan a los gobiernos a adentrarse en lejanas colonias, en busca de mercados de donde sacar materias primas y colocar sus productos manufacturados, creados en sus grandes y modernas fábricas.

Por debajo de ellos, pequeños y medianos burgueses, desde dueños de exitosos negocios hasta las llamadas "profesiones liberales", como la abogacía o la medicina, mediante las cuales cualquier proletario con inteligencia y capaz de costearse estudios, consigue de facto un estátus social superior al que ninguno de sus abuelos pudo soñar.

Si algo define a esta época, es el proletariado. Compuesto por una masa de familias que, huyendo del superpoblado campo, buscaban una vida mejor vendiendo su fuerza de trabajo al mejor postor, constituye el motor de esta época. Ningún barco sería construído sin obreros especializados martilleando chapa y soldando en los astilleros de La Rochelle, Danzig o Portsmouth. Ningún tren circularía por sus vías si no existieran pudeladores que, abriendo el horno de mezcla de acero, remuevan la incandescente y peligrosa masa de hierro fundido para facilitar la expulsión de los gases contenidos en el mineral. Y, por supuesto, ninguna señora de Londres vestiría a la moda si los niños no se turnaran en la peligrosa tarea de liberar las lanzaderas volantes de hilo en las selfactinas.

Viviendo a menudo en condiciones insalubres, sin luz de gas, agua corriente o alcantarillado, el proletariado se dispone en barrios de chabolas o bloques de sucios pisos donde se hacinan varias familias formadas por padre, madre y 3 o 4 hijos. Ya que bien es sabido que, cuantas más manos haya para trabajar, mejor será la vida de una de estas familias.

Más allá, en el campo, sus primos y sobrinos cultivan con máquinas la tierra que antaño se labraba y recogía a mano, haciendo que el trabajo de aparcero se haya convertido en uno de los peor pagados de las naciones civilizadas. No es de extrañar que, gracias a la bajada de la mortalidad por la mejora de las condiciones higiénicas y la sanidad, una familia con muchos hijos se vea forzada a emigrar a lugares como Liverpool o Sheffield, donde los sueldos de los obreros comienzan a bajar de modo preocupante, dada la abundancia de mano de obra dispuesta a dejarse el pellejo, si hace falta, en las peligrosas fábricas donde el progreso y el beneficio se dan la mano.


Pobreza en las calles de Leeds, Inglaterra: niños mendigos

 

La buena sociedad

Damas y caballeros de la burguesía o la aristocracia, o cualesquiera que tenga el dinero suficiente como para aparentar estátus, entrará en un mundo donde lo social es todo. Un lector avispado pensaría que, ya que un hombre puede hacerse a si mismo con su trabajo, y ganar importancia y confianza de sus mejores gracias a su trabajo y saber hacer, eso hace que las familias de bien que comentan las novedades del barrio durante la cena, pudieran obviar cualquier detalle relativo a su vida íntima y sus gustos personales. Nada más lejos de la realidad.

En la buena sociedad, uno es lo que aparenta, pero sobretodo lo que otros dicen de él. Y, claro, en realidad poco importa que bajo una fachada de caballero correctísimo se esconda un maltratador o un vicioso. Mientras lo que se comente de él sea bueno, nadie sospechara ni alzará demasiado la voz señalando sus faltas.


El doctor Watson y su esposa, Mary

Pero a pesar de que este entorno puede ahogar, también tiene una parte positiva. Conceptos como el honor, la virtud o la caballerosidad son aceptados tanto por amigos como por enemigos. Poco importa que nos batamos contra un verdadero villano desalmado, que el caballero de bien se negará a rematarle una vez esté en el suelo, desarmado y aturdido, y no constituya una amenaza. Aunque lo que realmente esté preparando, por supuesto, sea un revólver que llevaba en el bolsillo interior de la chaqueta. Vencer como un villano nunca tuvo mérito, ni hizo merecedor al campeón de la Cruz Victoria, la más importante condecoración impuesta por Su Graciosa Majestad.

Hasta para los militares, existen dos clases de guerra. Una es la guerra contra pueblos bárbaros o sin civilizar, donde todos los medios necesarios para la victoria son permitidos, aunque sean de dudosa moralidad. La guerra contra naciones civilizadas, sin embargo, posee un código ético y de honor, que impide, por ejemplo, maltratar a un prisionero de guerra o matarle cuando depone las armas para rendirse, especialmente si se trata de un oficial (normalmente considerado un caballero), al que hay que tratar con respeto aún en el cautiverio, y del que solo se necesita su palabra para permitirle asistir a cenas de oficiales con sus enemigos, o que pueda pasear libremente por el campo de prisioneros, o fuera de él, si fuera menester. Él, asimismo, no huiría jamás. No sin sus hombres, al menos.

Comportarse bien y hablar bien no es ninguna broma, y sobretodo si estamos en un buen sitio, charlando con un lord que posee contactos en Scotland Yard. La calumnia es motivo de cárcel o multa, y muchos prefieren que la policía se encargue. Otros, sin embargo, jamás tolerarán un insulto, ni para él, ni para sus familiares, y por supuesto para su esposa o prometida. Aunque el duelo a muerte está penado en todos los países civilizados, batirse a espada o pistola por una afrenta tal, no es infrecuente y si símbolo de gallardía y nobleza.

Y, por supuesto, olvidáos de llegar a la cama en la primera cita.


El famoso ladrón francés Arsène Lupin y la condesa de Cagliostro en una galería de arte

La mujer en el mundo steampunk

Aunque la mayoría de las mujeres siguen, por voluntad propia o presión social, relegadas al papel de madres y esposas, la mujer de este siglo tiene un grado de equidad con el hombre mayor al de otras épocas, y recibe (cuando es de clase alta) un trato exquisito y casi rozando el mimo.

La mujer trabaja en la fábrica, la tienda y el campo, y aunque percibe por ello menos sueldo que el varón, lucha con fuerza por sacar adelante su familia, o por labrarse un futuro mejor. Ayudada por las pioneras feministas y sufragistas, sus condiciones laborales, de vida y trato, comienzan poco a poco a cambiar.

Entre la clase acomodada, la mujer joven ha dejado de ser un objeto totalmente pasivo. Se le permite tener aficiones propias, lo que incluye practicar deportes, entre ellos la esgrima, antaño feudo de los hombres. Y aunque suele vérsela por la calle acompañada por un hombre (aunque sea un criado) o una carabina (ama de llaves, dama de compañía, hermana o amiga especialmente insulsa y entrometida), recibe libertad para asistir a reuniones sociales, bailes y eventos lúdicos, tales como el teatro o el novedoso cine, además de los espectáculos de variedades o el tan demando circo.

Una dama que se precie, debe serlo en todo momento. Eso incluye el vestir, que será siempre elegante y acorde con la situación, haciendo gala de poder y posición, pero también de gusto refinado. La moda comienza a realzar la belleza femenina, más que esconderla, aunque todavía se estila el icono sexual de la mujer de grandes curvas, con pecho opulento, cadera ancha y nalga abultada, lo que conllevaba, entre otras cosas, el uso del corsé y el polisón. Todo ello se combina, no obstante, de forma cada vez más ligera, atrevida y coqueta, convirtiendo a la sobria dama de antaño en algo diferente, que anunciaba la época que estaba por llegar: una mujer activa, astuta y bella, de la que ahora se apreciaba tanto como su belleza su intelecto, sagacidad e incluso capacidad de desenvolverse en los negocios.

Ser dama tiene una parte buena, y una parte mala. La parte buena, evidentemente, es el trato debido a su condición. Al ser considerada el "sexo débil", una mujer necesita protección del varón, pero también respeto, si este es un extraño. La virtud de una dama, basada en su pureza sexual, o lo intachable de su conducta a este respecto, hace que solo los caballeros más zafios y desesperados deseen obtener sus favores con rudeza y malos modos. Siempre habrá un hombre dispuesto a ayudar a una dama a subir y bajar de un carruaje o tren, y siempre habrá un caballero presto a defenderla cuando unos malechores intenten robarla o violarla en oscuro callejón.

Pero como esto siempre no es así, y como ella no desea que siempre lo siga siendo, la mujer de este mundo aprovecha tomando la iniciativa, y demostrando a los demás que puede ser algo más que una bonita muñeca de porcelana a la que admirar y dedicar versos y canciones. Independiente de que eso le guste o no.

 
Artemis Sowreston

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12/11/2010, 02:32
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Las fuerzas en liza

El mapamundi

Aunque ya existían imperios coloniales en el siglo XVI, esas viejas potencias, en su mayoría, no han resistido los embates del tiempo y el progreso. Liberadas las colonias americanas de España (1823) e independizado el Brasil portugués (1825), Francia tuvo que tolerar la pérdida de algunas de sus colonias caribeñas durante el convulso periodo de la Revolución (como Haití en 1800). Pocos imperios mantienen territorios en América, y en su mayoría son zonas marginales (como las guyanas o las islas del Caribe). La excepción es Canadá, aunque virtualmente independiente, forma parte del Imperio Británico a través de la Commonwealth, y posee acuerdos de defensa mutua con el gobierno de Londres.

La nueva zona de expansión se encontró en otros continentes, por ejemplo en Asia, donde tras la derrota del Imperio Chino en las Guerras del Opio, la firma de los llamados tratados desiguales llevo al auge del intervencionismo de las potencias occidentales en estas latitudes. A día de hoy, el sur de China y sus principales zonas portuarias se encuentran controladas por los occidentales, incluídas concesiones de defensa de los estuarios y cursos de los principales ríos del país. Japón, que cuenta con sus propios protectorados, ha engrosado sus territorios asiáticos gracias a la derrota del Imperio Ruso en la Guerra de Manchuria* (1895).

Pero el principal territorio colonizado es África, que se encuentra casi totalmente sujeto al dominio occidental tras una fulgurante campaña de conquista que siguió a los acuerdos de la Confederancia de Berlín (1889).

El Imperio Británico

Controlando 1/4 del planeta, el Imperio Británico es el más extendido y poderoso del mundo. Inglaterra, la única potencia que no dejó de engrosar posesiones desde el siglo XVII, vivió con gran trauma la independencia de las 13 colonias norteamericanas (1775), a las que combatió en dos guerras, la primera de ellas saldada con un fracaso (1783) y la siguiente con una victoria (1812), aunque sin poder recuperar ese territorio.

Sus miras se centraron entonces en otras zonas del planeta, sobretodo las articuladas en torno al eje Asia-África, y especialmente la India, considerada "la joya de la corona", que fue administrada por una sociedad privada llamada Compañía de las Indias Orientales, hasta que en 1853 estallara una violenta revuelta de tropas nativas que se convirtió en guerra por la independencia, fallida aunque muy sangrienta. Desde entonces, la corona británica administra directamente el territorio, ahora llamado Raj Británico, gobernado por un virrey, delegado de la reina Victoria, que recibió el título de "emperatriz de la India".

En cuanto a África, Inglaterra fue la pionera en lanzarse a su captura, operando desde dos bases diferentes: su dominio en Egipto desde comienzos del siglo XIX y sus bases desde lo que hoy es Sudáfrica, donde tanto el gobierno como aventureros adinerados (encarnados en Cecil Rhodes) se lanzaron a la conquista de las áreas designadas por la Conferencia de Berlín. A pesar de que la mayoría del territorio cayó sin problemas, algunas culturas guerreras nativas les pusieron en grave aprieto, como fue el caso de los zulúes, que llegaron a derrotar en una batalla campal (Ishadlwana) a un ejército británico.

A pesar de estas guerras coloniales, Inglaterra ha vivido tranquila, en lo que se ha llamado el "espléndido aislamiento", solo estorbado por episodios puntuales como la Guerra de Crimea, la Guerra Boer (1880) o el Bombardeo de Alejandría (1888), que le obligó a retomar el control de Egipto como protectorado. La Guerra de Afganistán (también llamada Guerra Afgana), ganada de 1881 y la llamada Guerra Matabele (1893), son los últimos conflictos armados en los que tropas británicas han entrado en combate.


El HMS Prince of Walles atracado en el Támesis

Fuerzas oficiales del Imperio

La fuerza más imponente de Gran Bretaña la constituye su flota, la Royal Navy, que posee el dominio indiscutible de los mares desde la época del almirante Nelson. Esta superioridad deviene del gran número de buques, muy superior al de otras naciones, y la calidad regular de los mismos, adaptados a las últimas tecnologías. Su tradición naval y el elitismo de la Armada hacen el resto, aunque realmente la flota inglesa no ha participado en conflictos significativos desde su intervención en Japón (década de los 60) y el bombardeo de Alejandría, tan solo defendida por una batería costera.

El cuerpo que si ha participado en numerosas guerras ha sido el ejército. Tradicionalmente pequeño, ha debido adaptarse a los nuevos tiempos, y a la necesidad de controlar tan vasto imperio mediante acantonamientos militares repartidos a lo largo del mundo. Los soldados del Imperio, que siguen vistiendo el famoso uniforme de guerrera de color escarlata (razón por la que son conocidos como "casacas rojas"), son una fuerza disciplinada pero heterogenea, cuya tropa está formada tanto por soldados blancos como por soldados "nativos" de las respectivas colonias. Los diferentes territorios de la Commonwealth, asimismo, colaboran con tropas en momentos de necesidad. Conocidos son los bravos canadienses, o los alocados australianos, que compiten en fiereza con los cipayos indios o los gurkhas nepalíes, que acostumbran a cargar contra el enemigo empuñando sus temibles espadas cortas conocidas como "kukri". Frecuentemente abandonados en insalubres acantonamientos o peligrosas zonas limítrofes, estos soldados son la columna vertebral que mantiene unido el Imperio frente a cualquier conato de rebelión o ataque extranjero.


Tropas británicas marchando en el Sudán, actual zona de conflicto

Detrás del ejército se encuentran las fuerzas civiles, dependientes del ministerio del interior, como es la policía. La mayoría de cuerpos de policía se encuentran en ciudades, aunque existen cuerpos de policía militares o paramilitares como la Imperial Yeomanry (una caballería ligera que vigila el entorno de la campina inglesa e irlandesa) o la policía montada, que existe en casi todas las colonias, aunque la más famosa sea, sin duda, la canadiense. Especial mención requiere Scotland Yard, una policía que opera en Londres y alrededores, y que viste vistosos uniformes azules con botones dorados, y que persigue el crimen a golpe de porra y blackjack. Existen asimismo los llamados "consultores externos", mentes maestras que ayudan a las fuerzas del órden pero que no dependen de un ministerio, si no de quien les pague para investigar. Hoy en día les llamarían "detectives privados". El famoso de ellos, es el británico Sherlock Holmes.

Servicios secretos

Detrás de estas fuerzas visibles existen otras, ocultas, que operan realizando labores de espionaje, contraespionaje y saboteo de planes nocivos realizados contra la emperatriz o sus intereses en el extranjero. Son los llamados servicios secretos, que trabajan de incógnito, frecuentemente en el extranjero, combatiendo al enemigo antes ni siquiera de la que la guerra se haya declarado. El más conocido de estos servicios secretos es el MI6, despendiente del ministerio de asuntos exteriores.

Detrás de estas fuerzas más conocidas, se encuentran otras que son totalmente ignotas para el público civilizado. Entre ellas, la más elitista es, sin duda, la Sociedad Fénix, una agrupación de agentes secretos divididos en comandos o grupos operativos que llevan a cabo misiones, bajo las órdenes lord y lady Talbot, un matrimonio aristocrático comprometido con la defensa del estátus quo en Europa, y la salvaguarda de las vidas de la gente de las naciones civilizadas, frente a poderosos poderes que compiten por sojuzgarles.


Antiguos miembros de la Sociedad Fénix: Dorian Grey, Archibald Sowreston y Dr.Owen

Notas de juego

*Dato o fecha cambiada en el mundo de juego.