Los samuráis sólo se detienen en la aldea el tiempo justo para avisar a los campesinos que pueden acudir al bosque para a aprovisionarse para el invierno. Son pocas las ocasiones en la que los samuráis reciben unas reverencias tan repletas de sincero respeto y agradecimiento.
Al llegar al castillo de Mirumoto Kobo les aguarda una enorme sorpresa: en el castillo ondean las banderas de la familia Mirumoto junto a las de las familias Seppun y Toturi. Soldados Seppun patrullan los muros junto a los Mirumoto, atentos a cualquier amenaza. Tras dejar sus armas a un edecán los samuráis son conducidos al salón principal del castillo. Allí les aguardan el daimyo local, Mirumoto Kobo, acompañado por Mirumoto Masayuki y una mujer de pelo plateado que viste un sobrio kimono de color gris perla. Toturi Kaede. Emperatriz de Rokugán. El Oráculo Luminoso del Vacío.
Incluso sin tener a una docena de guardias Seppun dispuestos a cortarlos en pedazos ante la mínima ofensa, la presencia de la emperatriz hace que los seis samuráis y la ronin se postren ante ella por instinto, arrodillándose e inclinándose hasta tocar el suelo con la frente.
Nuestros enemigos han llegado - dice la Emperatriz. Con su mano señala el casco de Cayo Lucio Veridio que Shiba Daiki lleva en sus manos - Rokugán se enfrenta a una nueva era de guerra, dolor y sangre. Habéis visto sus rostros y habéis cruzado vuestros aceros con ellos. Decidnos ¿Cómo es? ¿Cómo se hace llamar?...
La presencia de Mirumoto Masayuki no sorprende a Saiki. Ni el hecho de que parezcan saber que están siendo invadidos. Incluso sin percepciones sobrehumanas cualquier Daimyo que se precie tiene exploradores y guardias repartidos por todo su territorio, y mucho más los que gobiernan zonas fronterizas. Se pregunta si Kobo-sama no habría estado actuando de manera tan extraña debido a que conocía (o sospechaba) que había problemas mayores en sus tierras. Se pregunta también si no habría sido mejor pedir su ayuda y consejo nada más llegar, en lugar de adentrarse sólos en el bosque.
La figura de la Emperatriz, sin embargo, la deja completamente estupefacta. Reacciona por instinto y se inclina junto con sus compañeros, agradecida por tener una forma de ocultar una mirada de incredulidad que no puede evitar, pero le cuesta unos segundos asimilar lo que acaba de ver. No sólamente se trata de la Emperatriz, sino de uno de los shugenjas más poderosos (si no el que más) vivos actualmente en el Imperio.
Le gustaría decir algo, pero entre el asombro, la admiración hacia lo que representa el Oráculo Luminoso del Vacío y la falta de entrenamiento de Saiki para las cuestiones sociales lo único que puede hacer es maldecir en su cabeza y pensar que quizás dentro de una hora se le ocurra algo apropiado que decir ante semejante audiencia, pero ahora no le viene nada.
Daiki se postró en la puerta de shogi su frente tocaba el suelo de tatami de la sala de audiencias. Esperó a un señal para levantarse con los mejores modales de que disponía para acercarse mirando al suelo y postrarse de rodillas de nuevo delante de la Emperatriz.
Las palabras de la hija del Sol y la Luna le sonaron un canto angelical mientras esperaba en silencio a que pudiera encontrar las palabras adecuadas para responder a la persona a la que juro proteger con sus votos.
El Fénix se irguió y miro al suelo cercano a la Emperatriz -"Danna, mi nombre es Shiba Daiki del Clan Fénix. Porto el yelmo del difunto Taisha de los gaijin invasores, que se hacía llamar Cayo Lucio Veridio. Se denominan a sí mismos Yodotai. Sus filas las forman lanceros de gran disciplina y devoción por su credo. Desprecian la existencia de los Kami y las plegarias de nuestros shugenjas con gran esfuerzo les afectan. Luchan con orgullo y honor, sin dar un paso atrás. Conocen nuestras costumbres e idioma y se preparan para invadirnos. Su campamento se encuentra a una semana a caballo de la frontera Dragón. Creo que su avanzadilla se formará por unos 500 hombres como mucho. También puedo deciros que, de algún modo, respetan el honor de la muerte entre los suyos, ofreciéndoles sepultura digna desde la perspectiva de sus costumbres extranjeras".
Daiki dejó el yelmo en el tatami ofreciéndolo a las personalidades que se encontraban delante de él y volvió a posar su frente en el suelo guardando silencio de nuevo.
La Emperatriz escucha las palabras del Fénix con una expresión de suma preocupación en su hermoso rostro - Comprendo - dice cuando éste termina - Shiba Daiki-san ha mencionado un credo ¿Qué sabéis de ese credo? ¿En nombre de qué, o quiénes, pretenden combatirnos estos Yodotai y por qué? ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar para defenderlo?...
El Fénix levantó su rostro mirando al suelo de nuevo frente a su Emperatriz antes de continuar. -"Al parecer representan al Sacro Imperio Yodotai de las arenas ardientes, por desgracia poco más puedo ofreceros Danna, puesto que sus guerreros preferían morir antes que dar un paso atrás o rendirse honorablemente. El líder de los gaijin habló de los diez Dioses caídos del cielo, Gaia y Caelus. Creo que quieren erradicar la magia y unificar los pueblos de los hombres bajo su estandarte. El difunto líder habló de que su ejercito estaba compuesto por una superioridad de diez a uno respecto a nuestras tropas. Además conocía la existencia de las Tierras Sombrías. Si todos los soldados siguen el patrón mostrado por sus exploradores, no se detendrán, ni negociarán. Deberemos derrotarlos y hacer que la confianza que tienen sobre sus deidades extranjeras se debilite en favor de nuestro credo Imperial. Su fuerza se basa en una férrea disciplina y un convencimiento erróneo del funcionamiento del mundo".
Daiki guardó finalmente silencio de nuevo y su frente volvió a tocar el suelo en señal de respeto.
Es lo que temía - dice la Emperatriz - El espejo de la realidad nos muestra otra de sus facetas y nuestro reflejo en ella - Kobo y Masayuki tuercen el gesto en una expresión de extrañeza, pero ninguno de los dos se atreve a replicarle. Ella coge el casco Yodotai y lo sostiene entre sus manos - No nos doblegarás, Aureliano-san - le susurra al casco - Vendrás con toda tu furia, toda tu fe y tus miles de aceros, pero jamás conseguirás que ni un sólo rokuganés te reconozca como su señor - deja el casco en el suelo y mira solemnemente a los samuráis.
Nue-san, vendrás conmigo a la capital como mi invitada personal.
La aludida abre los ojos como platos por la sorpresa. Su boca se abre y se cierra sin saber cómo reaccionar o qué decir. La Emperatriz levanta una mano para apaciguarla - Todo lo que les revelaste a los Yodotai sobre nosotros lo hiciste bajo los más atroces e inhumanos sufrimientos. Eres un ser humano, no una traidora. Por eso necesito que vengas conmigo y pongas por escrito todo lo que aprendiste en los cuatro años que fuiste prisionera del enemigo. Una vez concluyas esa tarea serás libre de elegir entre seguir sirviendo a tu Imperio o terminar con tu vida con tu honor intacto.
Dos gruesas lágrimas caen por las mejillas de la mujer - Mi honor, mi vida y mi alma por Rokugán, mi señora - dice mientras toca el suelo con la frente.
Todos vosotros habéis servido al Imperio Esmeralda con valentía, honor y sabiduría - Ahora Kaede habla para los otros cuatro samuráis y el monje - Se espera de vosotros que sigáis haciéndolo durante los tiempos turbulentos a los que estamos abocados. Como Emperatriz reconozco vuestra valía y así deberá hacerse saber a vuestros señores y a todo el Imperio. Como Oráculo del Vacío encuentro muy interesante que hayáis sido precisamente vosotros quienes hayáis tenido el primer encuentro con nuestros enemigos y estaré atenta a las noticias que los kami me traigan sobre vosotros...
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Jamás en su vida habría pensado que la Emperatriz de Rokugán estuviera ya no sólo en la misma sala que él, ¡sino hasta en la misma provincia! Y por si fuera poco, con sus palabras sacaba del ostracismo -voluntario mayormente- al que se había sometido el shugenja, tanto con su familia Tonbo como en el propio Clan de la Libélula. De esto, en verdad, no sabía si estar agradecido o no, pues lo situaba en una posición que jamás había tenido
Como es lógico, en ningún momento, salvo cuando la Emperatriz se dirigió a ellos, apartó la frente del suelo
Al escuchar a Daiki entendió que nada más había que añadir. Había hecho un resumen exacto y conciso de cuanto sabían sobre los extranjeros, y poco más podía añadir. Decidió no poner en peligro su honor abriendo la boca, pues ignoraba qué clase de tontería podría salir de ella. Simplemente se quedó ensimismado, observando la sala con aire distraído y jugueteando en sus manos con las botellitas de cristal que había fabricado