Mis disculpas, venerable. Saiki baja la cabeza y realiza la reverencia más pronunciada que sus compañeros la han visto hacer. Mis palabras no eran sino una expresión de mis dudas interiores. Me resulta difícil imaginar a un humano corriente realizando tales atrocidades sin que nada ni nadie pudiese evitarlo. Supongo que no tuve más remedio que decirlo en voz alta. Saber dónde sucedió y empezar el rastreo desde allí sería útil, pero no estoy segura de que los habitantes locales (en la cabeza de Saiki humanos y espíritus por igual) deban sacrificarse aún más... creo que el coste ya ha sido más que suficiente.
Saliendo de mis absortos pensamientos, -Ahhhh tamori-san pero ahi es donde entramos nosotros, por el bien del imperio, no seria recomendable que el gran Ouyama, coja a todos los mortales como asesinos seria como tener otro enemigo aparte de las tierras sombrias. Yo agradeceria - haciendo una gran reverencia a la dama - que intercediera por nosotros para poder buscar a ese guerrero dorado que ha perpetado tal barbarie. - luego de reojo miro a mis compañeros.
Escucho tranquilo las explicaciones de la Dama; pero sé, como me temía antes de convocarla, que no va a aportar ninguna información más allá de lo que ya sabía.
- Perdonad que intervenga. - digo, temiendo que la conversación derive en ciertas promesas que quizá no puedan cumplirse, o cuyo coste suponga demasiado para alguno de nosotros... - Agradecemos que haya acudido a nosotros, y le transmitimos todo nuestro dolor por lo ocurrido en estas tierras. Sin embargo, el Gran Ouyama ya ha accedido a recibirme a mí y a mis compañeros en unas horas, y estoy seguro que lograremos tratar con Él todo lo relativo al origen del asesinato de su reina. - hago un gesto a los presentes para no insistir más por el camino por el que discurre la conversación...
- Le prometo que no olvidaremos a cualquier espíritu que se mantenga al lado de estos necesitados - señalo a Hoshi - ajeno a la ira desenfrenada que reina en este lugar. Seguro que, cuando consigamos desentrañar todo esto, el propio Ouyama reconocerá vuestra labor... - Hago una reverencia ante la Dama y espero la despedida del resto antes de incorporarme. Me temo que no podemos perder más tiempo y que no sacaremos más información de la que podamos sacar en nuestra próxima reunión...
He oído rumores sobre un humano que había logrado hacer un pacto con la manada pero desconocía los detalles. Tan sólo espero que puedas cumplir tu parte del trato - un aullido lejano hace que los hitodama se agiten nerviosos - El Gran Ouyama está saliendo a vuestro encuentro. Si no queréis nada más de mí es el momento de que cada cual siga su camino...
Coincido con lo dicho por Kitsune Noboatsu-san. vuestra ayuda ha sido más que suficiente y estamos en deuda con vos. Supongo que ahora tenemos que ser nosotros los que continuemos con esta tarea, sólo espero que estemos a la altura y que seamos dignos de la confianza que se ha depositado en nosotros. Permitidme que os agradezca todo lo que habéis hecho, mi Dama, no sólo en nuestro nombre sino en el de todos los que no pueden ya hacerlo. Se inclina profundamente de nuevo.(1)
No sé si el espíritu se va a ir inmediatamente o no, pero como sospecho que queda poco describo lo que Saiki hará justo cuando la Dama se vaya, dado que no va a participar más en la conversación.
Cuando los espíritus abandonan el lugar Saiki se pone en pie, ya un poco más recuperada de la fatiga del ritual. Se acerca a la zona donde la Dama y los hitodama se congregaron y con mucha solemnidad, como si se tratase de una reliquia sagrada de su clan, recoge una piedra del suelo y la envuelve en la manga de su kimono.(2)
1- La educación que tiene Saiki con los espíritus es completamente diferente de la que tiene con los humanos, esto es adrede, no he cambiado el personaje a cortesano de repente. ;)
2- Otra piedra para el saco :D
Mientras los shugenja se preparaban para el ritual, Daijiro se quedó atrás junto a Daiki-san para no molestarles. Cuando le tocó el turno de ofrecer su ofrenda, el samurai Dragón desplegó un pergamino con un corto Haiku escrito con mala caligrafía y, con cuidado de no romperlo, lo colocó en el pequeño altar sujetando sus cuatro esquinas con pequeñas piedras para mantenerlo abierto. No era un gran poema, pero era el que más enorgullecía al novel poeta. Después se retiró de nuevo y se sentó en seiza junto al Fénix.
La música emitida por la flauta dulce del samurai dotaba a la escena de un toque etéreo, casi sobrenatural, que se vio reforzado con la aparición de los hitodama y, más tarde, con la Dama Pálida. Aunque había estudiado con sus hermanos de clan shugenja, nada le había preparado para ver de tan cerca la aparición de un espíritu así. Tenía muchas preguntas que hacerle pero un nudo atenazaba su garganta y le impedía hablar con ella. Su voz, suave y melancólica, incitaban al guerrero a protegerla de un mal del todo inevitable... Y la magia cesó. Tan suavemente como había aparecido, la Dama comenzó a desvanecerse ante la mirada de sus convocadores, mientras sus palabras aún retumbaban con fuerza en la mente de Daijiro: "Cuando lleguen las primeras nieves el espíritu de la reina-lobo se habrá perdido para siempre y los que habitamos el bosque nos convertiremos en una legión de espectros vengativos". ¿Tan grave era la cosa? Si realmente era así, y no tenía realmente ningún motivo para desconfiar de ella, la pérdida de los cultivos de arroz no era nada comparado con el mal que se cernía sobre esas tierras.
Al poco, todo terminó. Los shugenjas recogieron sus cosas y la hermosa música de Daiki-san dejó de sonar. Comenzaron a levantarse para ir al encuentro del Gran Espíritu del Bosque pero, malamente simulando concentración, el joven samurai aún luchaba por no permitir que las lágrimas escaparan de sus ojos y le delataran ante sus compañeros. Centró sus pensamientos en los habitantes del pueblo y la rabia que sintió por la impotencia crispó sus puños hasta poner sus nudillos blancos. No era un sentimiento agradable, pero era preferible a la debilidad que estaba sintiendo en ese momento y, gracias a ello, consiguió tragar el nudo de su garganta y sobreponerse.
Al fin, tras todos sus compañeros, se levantó. Se alisó las ropas para aparentar algo de normalidad y dijo:
- Está bien. Vayamos al encuentro de Ouyama-Kami-sama y veamos si podemos hacer algo para arreglar este entuerto.
En realidad yo no he dicho que el espíritu se marche. Sólo pretendía ir cerrando la escena pero dando una oportunidad de hablar con el espíritu a los que todavía no han posteado (Iroh y Nulhe, que me escribió ayer diciendo que se reincorporaba hoy).