Partida Rol por web

Hace tiempo que ha anochecido. La fría oscuridad lo envuelve todo y agarrota las articulaciones de tus doloridos miembros. te maldices por haber bajado la guardia al buscar un buen sitio donde acampar. Lo creías haber encontrado en un pequeño oasis. ¡Qué estupidez! ¿Acaso naciste ayer? Los asaltantes eran muchos, pero habrías partido algunos cráneos si no te hubiesen encontrado despellejando un conejo recién cazado. Solo pudiste golpear a uno antes de que las tinieblas se apoderasen de tus sentidos. Se lo han llevado todo: caballo, armas, agua y el dinero que llevabas en las alforjas.

Por suerte y por algún motivo desconocido, tenían prisa y se olvidaron de rebuscar en tu ropa. Descubres con alegría que siguen contigo las cinco monedas que llevabas ocultas en un bolsillo interno de tus ropajes.

Con esa calderilla como única pertenencia, caminas sin dirección por un sendero que acabas de encontrar. Sabes que estás en la parte meridional de Zamora, no muy lejos de la frontera con Koth. Agradeces que tus sandalias pisen tierra batida después de un par de leguas de terreno pedregoso y vegetación espinosa.

A medida que avanzas en silencio, notas que a tu alrededor se van definiendo siluetas colosales y estáticas, como guardianes amorfos que velan por la extraña paz de la llanura solitaria.

Había dejado la vida como pirata, durante un tiempo estuvo bien y le permitió escapar de la venganza del nuevo rey. Pero esa vida no era para el, necesitaba los lujos de las ciudades, de que sirve el oro si no tienes ni donde ni en que gastarlo. De regreso a Zamora sufrió un desgraciado encuentro con los ladrones, que le habían dejado con vida, pero con poco mas. 

Dolorido de los golpes, seguir el camino resulto duro, necesitaba llegar hasta algún sitio donde poder descansar y comenzar a labrarse un nuevo fututo. Aun tenía el pelo y la barba bien cuidados, y esperaba que le durasen unos días, ya que de momento ni pensar en buscar un barbero. A no ser que aquella herida de la cabeza no dejara de sangrar o volviese a abrirse. Aun arrastraba el polvo del desierto, y ya estaba pensando en un buen baño, y comprar algunas ropas nuevas, aunque mucho se temía que con lo que le quedaba eso también tendría que esperar.

De repente, fue consciente del silencio que se había apoderado de la zona, y vio unas extrañas figuras, enormes y quietas. Sintió la necesidad de acercarse a ver de que se trataba, siempre había sido muy curioso, y esto le había traído más de un problema, pero también le había evitado algún que otro susto.

Así que con cuidado, se acerco a las siluetas más cercanas para estudiar de que se trataba.

Contienes la respiración y te acercas con cautela a la sombra ciclópea más cercana al camino. Es demasiado estática como para estar viva, pero entre lo que has vivido y lo que te han contado, sabes que el mundo está poblado por criaturas que no responden a lo que esperas de un ser animado. Además, después de lo sucedido con los ladrones, no quieres más sorpresas.

Cuando estás cerca, respiras con alivio. Apoyas una mano en una superficie dura y fría. Es una pared en ruinas.

Al irse acercando a las columnas que se apreciaban a ambos lados del camino, se dio cuenta de su colosal tamaño. Además estaban muy quietas, pero no las tenía todas consigo, podía tratarse de gigantescas criaturas dispuestas a caer sobre cualquier incauto que osara acercarse más de la cuenta a ellas. 

Los últimos pasos los da con mucho cuidado y temor, esperando que en cualquier momento tuviese que echar a correr, o en el peor de los casos ser aplastado por aquellos gigantes. Pero cuando finalmente puede tocar la figura más cercana, siente una cierta tranquilidad al darse cuenta de que parecen ser las ruinas de alguna antigua construcción. Y se pregunta de que podría tratarse, y que podría haber allí, en mitad del desierto.

Pero la tensión del momento no le permite recordar de que pueda tratarse. 

Te acercas con mucho cuidado, pero solo son viejas rocas. Desconoces qué son estas ruinas, pero desde luego parecen ser muy antiguas. Aunque aparentan ser inofensivas, decides alejarte de ellas por si son morada de espíritus y retomas el camino.

Caminas una hora más hasta que percibes a lo lejos que el cielo sin estrellas se torna amarillo, señal inequívoca de presencia humana. ¡Ya creías que ese camino no llevaba a ninguna parte! Aceleras la marcha y no tardas en ver campamentos desperdigados a ambos lados del camino, con las hogueras iluminando rostros que te ignoran. Forman racimos alrededor del camino y de la puerta de una ciudad amurallada.

Tras dejar atrás aquellas misteriosas ruinas, continuó andando camino de algún lugar civilizado. Y al tiempo, pudo ver a lo lejos el color amarillo de los fuegos y luces humanas. Estaba llegando a su destino. Antes de las puertas amuralladas de la cuidad, vio la presencia de numerosos campamentos, mucha gente alrededor de hogueras. Y pensó que podría ser una buena idea acercarse a una de aquellas hogueras, para ver que podía descubrir antes de adentrarse en la ciudad. Aquellos rostros no parecían muy amigables, le ignoraban como sino existiera, pero quien sabe si tal vez pudiese hablar con alguien, estaba cansado de caminar. Y quería olvidar el desagradable encuentro con aquellos ladrones, tenía ganas de tratar con personas decentes, aunque no sabía si aquellas lo serían.

Se acercó con cautela a una de aquellas hogueras.-Buenas noches, serían tan amables de permitir a un viajero cansado compartir un rato su fuego.-

Estabas ya cansado de la caminata, era de noche y hacía frío. Además, por el rugido de tu estómago, sabías que podrías comerte un camello entero. Te fijas en uno de los campamentos más cercanos del camino. Sabes que en la lumbre debe de haber comida, ricos estofados, tal vez. Aunque no te fías mucho, decides acercarte a una hoguera donde ves a una familia apretujada ante el fuego. El cabeza de familia sostiene un espetón con trozos de carne ante la mirada atenta de su hija y su esposa.

Te aproximas a ellos y los saludas enseñando las dos manos. El hombre da el espetón a la mujer y se levanta.

-Buenas noches. ¡Quédese ahí! ¡No se acerque más!

El tipo se levanta y te mira de arriba a abajo catalogándote para averiguar qué tipo de hombre eres.

Estaba muy cansado y hambriento, y el olor a comida procedente de las hogueras, era demasiado tentador para continuar el camino a la ciudad. Pero no se fiaba de quien podría encontrar en aquellos fuegos, ya había sido robado hacía poco, y no quería arriesgarse a perder la vida. De pronto vio a una familia, con comida en torno al fuego y decidió acercarse a ellos. El hombre se levanto alarmado por su presencia, y el trató de calmarlo.

-¡Buenas noches! Soy un caminante maltratado por el camino. Mis intenciones no son hostiles y no quiero molestarles. Pero les estaría muy agradecido si me permiten compartir su fuego.- Y tocaba esperar a ver si tenían un buen corazón y podían ayudarle. 

El hombre te avalúa y al final decide dejarte acercarte. Te hace un gesto con la mano.

-"Está bien, acércate y toma asiento alrededor del fuego; hace una noche fría. Los caminos son peligrosos para una persona sola." Dijo observando tu reacción.

Te acercas con la mejor de tus sonrisas, pero el hombre te mira aún receloso. Comprendes que es debido a la responsabilidad que tiene como padre. Te sientas enfrente de la hoguera, entre medias del hombre y de su mujer e hijo.

Al menos no le habían echado directamente, sino que le habían permitido sentarse al fuego. Trato de entrar en calor y descansar un rato había sido un día muy duro. Era normal el recelo del hombre, tenía que velar por la seguridad de su familia, había todo tipo de gentes por los caminos. Y con algunas mejor no encontrarse, como con aquellos ladrones que podrían haberle matado. 

Paso a la sección 819. 

Sentado alrededor de la hoguera, te calientas rápidamente. Tu estómago ruge con fuerza al ver y oler la carne asada. Ves como el hombre se levanta y se acerca a ti con el pedazo de carne humeante y un pequeño odre flácido. Extiendes las manos para coger aquellos preciados objetos, pero el individuo los retiene y te mira con expresión severa.

-Somos pobres, entienda que me tiene que pagar una moneda. Te dice serio.

Te parece un precio justo, así que le das el dinero y un minuto después tienes los ojos cerrados para saborear mejor aquella carne que te parece exquisita. Luego levantas el odre y dejas que un chorro de vino bañe tu boca reseca. Está caliente, pero te calma la sed.

-Muchas gracias, señor. No le voy a molestar más, pero me pregunto si tendría usted alguna espada o daga para venderme. Le comentas al tipo.

-Mmm... ¿Una espada, dice? Responde pensativo.

Parecía que al final, además de poder compartir con ellos su fuego, iba a poder comer. Y tras todo el día caminando, y el susto que le habían dado los malditos ladrones, aquello era un auténtico lujo. Pagó una de las 5 monedas que le quedaban de mil amores. Y saboreo aquella carne, que le supo realmente exquisita. Además de beber algún trago de vino, que aunque caliente, también le reconforto. Luego pensó en su triste situación, no tenía nada, sus ropas y cuatro monedas, ni una daga con la que poder defenderse. Tal vez aquel hombre podría venderle alguna. Otra cosa es que el tuviera suficientes monedas como para comprarla.

Tenía que ir pensando en como abandonar la situación de miseria en la que le habían dejado aquellos ladrones. Y una vez cubiertas las necesidades básicas de comida y calor, tal vez un lugar cercano al fuego donde poder dormir. Tendría que buscar la forma de poder ganarse la vida. Y a el no le gustaba una vida de trabajo y sufrimiento, así que tal vez no sería de la forma más honrada, en la que pensaba emplearse en los próximos días. Pero de momento no tenía ni una miserable daga. 

Sale un 4, así que pasa a la sección 125.

El hombre te mira de arriba abajo antes de volver la vista a la hoguera. Habla con su esposa en bajo y luego vuelve a mirarte.

-Lo siento, pero no puedo ofrecerle nada de eso, señor.

Como era de esperar, aquel hombre no tenía ningún arma para poder venderle. Si tenía alguna, la utilizaría para defender a su familia, y además era posible que el con sus pocas monedas no hubiese sido posible comprarle nada. Así que le pregunto por aquella ciudad, tal vez conociese algo que le podría ayudar. El partía de cero, así que cualquier ayuda, y la información era de gran importancia, podría ayudarle a mejorar su difícil futuro.-Conoces esta ciudad, ¿hay alguna cosa de ella que puedas contarme? Acabo de llegar y me robaron unos ladrones, no conozco la ciudad y cualquier información sobre ella podría serme de gran utilidad. Así que te estaría muy agradecido de cualquier cosa que me podrías decir sobre esta ciudad.-Sin armas y con tan poco dinero, iba a tener que esforzarse para ganarse la vida.

Le pregunto por la ciudad amurallada, paso a la sección 501.

-¿Qué me puede decir de esta ciudad? Le preguntas, señalando las murallas que se levantan por encima de las casuchas, caravanas y tiendas de lona que se arraciman a ambos lados de la puerta fortificada.

-¿No ha estado nunca en Hazor? Te pregunta incrédulo.

-Es la primera vez que piso Zamora. Le respondes.

-¿Y nunca ha oído hablar de Hazor? Te vuelve a preguntar.

-No. ¿Por qué tendría que haber oído hablar de ella? Le dices algo irritada.

-Es la antigua capital del antaño esplendoroso reino de Zamora, antes de que entrara en decadencia y la corte se trasladase a Shadizar. Con el paso de los años, Hazor se ha convertido en un reclamo para quien pretenda perfeccionar sus artes de latrocinio. En pocas palabras, si desea convertirse en una persona experta en el arte de robar, ha ido a parar al lugar ideal. Por algo es conocida como la Ciudad de los Ladrones. Te cuenta bajando la voz.

-Una ciudad de ladrones... ¿Qué sentido tiene? Le preguntas.

-Eso, criatura, tendrás que descubrirlo tú. Mi familia... toda la gente que ve usted en este caravanal hemos venido a la feria que se celebra cada año por estas fechas. Durante cuatro días, Hazor es un buen lugar para mercadear... ¡Si uno tiene la suerte de que no le roben! Te comenta.

-Gracias por la información, buen hombre. Te despides.

Escucha con atención la información que le da sobre la ciudad. Hazor, la ciudad de los ladrones. Podría ser un buen sitio pra volver a comenzar. Aunque sin dudas, no sería sencillo. Agradecido por la acogida y por la información que este hombre le había dado, saco una de las pocas monedas que le quedaban y no dudo en dársela.-Tome esta moneda, no puedo darle más, ya que como le dije me han robado. Muchas gracias por la información y por su hospitalidad. Le estoy muy agradecido y le deseo la mejor de las suertes a usted y su familia.-

Le da una moneda, pasa a la sección 675.

El hombre se alegra y se deshace en agradecimiento.

-¡Ya sabe, si va a Kamalla, venga a ver al viejo Manush Apostolov! Se despide.

Te despides y sigues el camino en dirección a la puerta de la ciudad.

A medida que te acercas a la muralla, ves que la concentración de edificios en mal estado, algunos de ellos en ruinas, y de barracas, entoldados y carpas es abrumadora. El camino y sus ramificaciones laberínticas están llenas de gente de toda procedencia. Te llaman la atención los juegos de azar improvisados encima de cajones de madera, los buhoneros subidos a tarimas que proclaman a los cuatro vientos las bondades de sus quincallas, las rameras y prostitutos que se insinúan a los transeúntes. Uno con un entrepierna enorme te llama con el brazo. En medio de la marabunta, te cuesta avanzar.

Te acuerdas de las palabras de Manush sobre la concentración de latrocinio en Hazor y proteges el poco dinero que llevas.