Partida Rol por web

Son solo cuervos- se dijo Ingolt mientras movía la espada ahuyentándolos, aunque en su interior sabía, que había una relación mágica e incomprensible entre los montañeses y esos animales.
¿Por qué si no habían aparecido al matar a uno de ellos?- demasiadas preguntas que no tenían respuesta.

Pero aquello no lo amedrentó, sabia que cosas más peligrosas se cobijaban en el Bosque Negro, él las había sentido al cruzarlo y un par de cuervos no iba a hacer que se asustara, no cuando la vida de sus compañeros y la suya propia estaban en juego.

El bárdido, sin evaluar la situación, se abalanzó sobre el montañés, pero este viéndolo venir, esquivó fácilmente su ataque y se preparó para devolverle el golpe.

Ingolt, de lado a su rival, no pudo más que intentar poner el escudo entre su enemigo y él.

Saradoc vio los cuervos pero no les dio demasiada importancia, estaba muy ocupado vigilando al lobo. El hobbit miro decididamente al lobo, no se le escapaba ningun detalle de este.

Mientras lo vigilaba y veia los movimientos que hacia el lobo vio un momento de debilidad, vio un hueco por donde atacar de forma certera y sin demasiado riesgo. Corrio con furia hacia el lobo y aprovecho ese hueco para clavarle su corta espada y herirle.

Tras un pequeño momento de desconcierto debido a la llegada de los cuervos, Odo tensa de nuevo el arco alentado por su anterior acierto. Y dispara!

     De repente la bandada de cuervos que os rodeaba eleva el vuelo y desaparece, queda el silencio... Ingolt ve al montañés que se dirigía hacia él tirado en el suelo con una segunda flecha saliendo del cuello, Therusia ha dejado tirado a su enemigo, Saradoc se levanta con sangre de lobo hasta el codo y sacando con dificultad su afilada espada del cuerpo del animal y la elfa os mira recelosa con un pie sobre el cadáver de uno de los hombres mientras que el otro, también muerto, está tumbado bocabajo.

     Vais recuperando el aliento y os miráis buscando más enemigos que ya no aparecen y a la vez con la duda sobre el estado de cada uno de vosotros, vuestra sangre y la de los enemigos parece mezclarse y por suerte ninguno estáis heridos de consideración aunque el lanzazo que recibió Ingolt si parece necesitar una cura urgente.

El combate ha terminado y habéis salido victoriosos a pesar de estar en desventaja.

     Saludos viajeros, mi nombre es Lyndale del Reino del Bosque. Debo agradeceros la ayuda prestada, sin vosotros mi vida habría llegado a su fin y aún así siento que ha sido ayuda para nada... Me han robado un objeto de vital impotancia para los días venideros, vengo desde Rivendel para entregarlo al Rey Thranduil y si cae en otras manos la Sombra cubrirá los reinos elfos.

     Debo partir tras el ladrón. Demasiadas vidas están en juego, la libertad de los Pueblos humanos, enanos y elfos podría terminarse si no logro mi objetivo. Si alguno de vosotros desea acompañarme será bien recibido, pero apenas tenemos tiempo para hablar.

—Siempre pensé que los elfos se preocupaban por los suyos, pero veo que no ha preguntado por su compañero —dijo con dureza la enana— Por desgracia nada pudimos hacer por él, más que darle sepultura para evitar que fuese pasto de las alimañas.

La mención a Thranduil llamó la atención de Therusia, pero no dijo nada. Su gente había estado a punto de luchar contra él, pero bien era verdad que habían acabado luchando codo con codo. La enana se decía a sí misma que no debía juzgarla, del mismo modo que detestaba que le juzgase a ella. Finalmente, la enana posó con firmeza el hacha en el suelo antes de echar un vistazo a sus compañeros. Saradoc y ella tenían un par de heridas, pero sanarían solas. En cambio Ingolt necesitaba atención médica. Con un movimiento basto, se colocó de nuevo el escudo en la espalda antes de girarse a la elfa y presentarse finalmente. Al contrario que con sus compañeros, con quien había estado más 

—Mi nombre es Therusia, de las Colinas de Hierro. Hija de Öffi, hijo de Ödi, quienes tallaron muchas de las piedras que vuestra gente porta. Podéis llamarme Therri si gustáis; todo el mundo lo hace—comenzó con tono firme y orgulloso. La enana había usado siempre el diminutivo con el que señalaban su rareza pero entendía que para una presentación de aquel tipo, debía decir más. — No es mi familia especialista en el combate, sino en la artesanía de gemas y sin embargo, ninguno de nosotros se amedrentará ante él si es necesario. Por vuestras palabras lo es y os acompañaré, pero antes de partir, debemos atender las heridas de mi compañero.

El hijo de Ingelt estaba sentado limpiándose la sangre, propia y ajena, de sus ropas. Identificó varias contusiones en su cuerpo y por encima de todo lo que más le dolía, la herida en la pierna.

Puedo moverla bien, creo que no atravesó ningún músculo. Eso sí, necesito descansar.- pensó mientras echaba un poco de agua en la herida y con un trozo de tela retiraba toda la suciedad de alrededor.

Cita:

Ingolt abrió los ojos como platos-una enana, una mujer enana...¿cómo era posible?- pensó mientras miraba a Therry de arriba a abajo.

¿Quién lo diría?- era la primera vez que veía a una enana mujer y le llamó la atención lo similares que eran los varones y las mujeres entre los naugrim.

Por otra parte, la elfa les agradeció su ayuda- qué menos, me han hecho una buena herida por tu culpa- pensó el bárdido mirándose la pierna.

Cita:

Ingolt estuvo observando a la hija de Ilúvatar durante unos minutos, nada de lo que decía parecía indicar que les estaba engañando, así que en su interior, sintió que debían ayudarla.

El problema era saber hacía dónde había ido el asaltante, el montañés que huyó con la bolsa de Lyndale, en esa bolsa se encontraba algo de mucho valor y ese era el motivo del ataque.

Te ayudaremos, si es algo tan importante para los pueblos de la Tierra Media, deberíamos irnos ya...si ese rufián alcanza un campamento o se adentra en las montañas, da por perdido ese objeto.- dijo Ingolt levantándose.

La pierna...- pensó al ponerse en pie. Lo siento mucho, pero no voy a poder ir rápido tras ese salvaje. Seré un lastre- se lamentó el bárdido a sus compañeros.

Algo tímido, Odo se fija en los alrededores, en el suelo y en los rasguños a los que se refiere Ingolt.

"Quizás debamos descansar cuando sea posible para poder seguir adelante" - piensa Odo.

     Mientras los demás se acercan a Lyndale tú te mantienes algo apartado, apenas un saludo con la cabeza, con tu sabueso al lado te sientes más cómodo y seguro que entre los que al fin y al cabo son desconocidos con los que te has visto arrastrado a unas situaciones de peligro con las que no contabas. Por suerte tus flechas han salvado la vida de Ingolt y eso te hace sentir bien.

     Toca revisar que no haya enemigos escondidos y empezar a pensar en qué hacer a continuación, ¿seguir? ¿descansar? mientras tienes esas ideas en la cabeza vas avanzando haciendo una espiral alrededor de tus compañeros y finalmente rebasas la colina y ahí no puedes evitar agacharte al observar perplejo la presencia de huellas de caballo, sólo uno pero bastante cargado por cómo se hunden los cascos en el suelo. No recuerdas haber escuchado ni el piafar de un caballo, ni ningún ruido similar. Además de que un caballo cargando desde lo alto de la colina hubiera supuesto una ventaja enorme en el combate.

     Buscas huellas del montañés que huyó con la bandolera de Lyndale y las huellas llegan justo hasta donde estaba el caballo y luego desaparecen por lo que supones que huyó con él, posiblemente con alguien más. ¿Lo bueno? Seguir esas huellas será muy fácil.

     Hasta ahora ibáis en direción noreste pero las huellas giran completamente hacia el oeste, de vuelta a las montañas que estabáis dejando a vuestra espalda.

Saradoc decidió presentarse ante la elfa - "Saludos Lyndale, soy Saradoc Tuk del Norte y es un placer haber podido ayudarte si si si. Íbamos tras tus pasos debido a que encontramos a tu compañero y nos pidió ayuda."

EL hobbit escucho atentamente lo que Lyndale contaba, mientras intento encontrar un sentido o algo que estuviera ocultando. Tras su presentación dejo que su compañeros tuvieran la iniciativa del diálogo.