Therusia había pedido aprovechado aquel momento de descanso para comenzar a empapar las heridas de la cabeza. Habían empezado a formarse unas costras y aunque no sabía gran cosa de curación si que sabía que tendría que levantarlas de nuevo para lavarlas y evitar una infección. La enana no había podido evitar poner los ojos en blanco al oír que se referían a ella como un "señor enano", pero no corrigió el error. Lo mismo daba al fin y al cabo. Fue entonces cuando Ingolt, con toda naturalidad se refirió a ella como compañera. Y luego le encomendó contar la historia. La enana se quedó unos segundos paralizada, sin saber muy bien como reaccionar: lo que al principio de la aventura hubiese sido un fuerte gruñido ahora sin embargo fue una leve risa, tosca pero cargada de amabilidad.
—Me temo que no soy la mejor contando historias— dijo, y aquello era verdad, pues no estaba acostumbrada a tener público, y menos uno que escuchase de verdad. Aquella sensación era nueva, pero aunque parte de su orgullo le hacía desear intentarlo y aprovechar el momento sabía que había alguien que no solo se le daría mejor contarlo, sino que deseaba hacerlo. Al fin y al cabo había partido de su hogar buscando vivir una. Debía practicar para narrarlo a su pueblo.— Es maese Tuk, a quien nunca se le caigan los pelos de los pies, quien tiene el don de las canciones... y el de el sigilo, si se me permite decirlo. Gracias a su habilidad conseguimos averiguar mucho y volver para contarlo. A él y a Odo y Huan, quienes nos guiaron sabiamente y sin ellos nos hubiesemos perdido sin remedio, cayendo en manos de los trasgos. Y por supuesto, de Ingolt, hijo de Ingelt, gran guerrero y a quien debo la vida, pues fue su espada la que acabó con el troll de las cavernas que intentaba matarme. El camino nos unió, pero la historia que ahora van a oír fue la que hace que les llame amigos.
La enana se llevó el puño cerrado al pecho y agachó la cabeza en señal de agradecimiento a sus compañeros y se apartó para dejar hablar al mediano. Therusia sabía que sería capaz de deleitarlos a todos con su historia. Y después, por fin podrían descansar al menos un tiempo, pues aún había trabajo que cumplir.
No quiero pisar a Saradok, que es el cuenta historias :)