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Cuando el grupo llegó de vuelta a la Posta y tras cruzar la puerta de la empalizada, encontraron mucho revuelto en torno a esta. En el patio había una veintena de hombres y mujeres de armas todos con escudos de color burdeos con la efigie de un dragón plateado. Pero entre todas las figuras había una que destacaba sobre las demás. Se trataba de una mujer de entre treinta y cuarenta años de gesto regio y severo. Su pelo casi dorado era largo y estaba recogido en una informal cola. Vestía una armadura de mejor calidad que la del resto de los soldados y sobre ésta llevaba un tabardo también de color burdeos con el misom dragón plateado bordado.

—¡Es la duquesa!—exclamó Niobe nada más verla.

Guntar se acercó a los aventureros nada más los vio llegar.

—¿Lo habéis conseguido?—les preguntó en voz baja intentando no llamar la atención—¿Ha ido todo bien?

Mara se quedó mirando a la duquesa, era la primera vez que veía a alguien tan distinguido. Aunque no hubiese estado esperando su llegada, la presencia y el aura que rodeaba a su figura la hubiesen hecho pensar que se trataba de alguien importante.

Cuando Guntar se acercó y les hablo, Mara dejo de mirar a la duquesa y respondió al posadero también en voz baja:

- No ha salido tan bien como hubiésemos deseado –le dijo arqueando un poco la boca y continuó. - Dimos con ellos, e incluso abatimos a su segundo Bullrich, pero Kristin no estaba con ellos y no sabemos dónde puede estar. Sin embargo, Helmuth encontró algo que puede ser de suma importancia para todos, incluida la duquesa, un colgante de plata con el símbolo del Barón Proscrito –concluyó Mara mirando la expresión del posadero.

—Era de esperar algo así—repuso Guntar al ver el colgante—. Todo bandido que sobreviva el tiempo el tiempo suficiente acabará respondiendo ante el Barón. Aunque la lealtad de un bandido pueda ser más que dudosa.

El tabernero se encogió de hombros.

—Por suerte de momento el problema está resuelto. La duquesa va a dejar algunos hombres aquí para que protejan la Posta, así que Kristin dejará de ser un problema. De todas formas, gracias—dijo de forma sincera—, sin vosotros la duquesa se habría encontrado algo muy distinto al llegar aquí. Y aunque no podamos daros la recompensa que os merecéis, os devolveremos lo cobrado estos días. Aquí no volveréis a pagar, es lo mínimo que podemos hacer.

El hombre miró a los aventureros con algo de vergüenza, parecía que realmente sentía no poder recompensarles de la forma que consideraba.

Mara dedicó una sonrisa y agachó levemente la cabeza en agradecimiento. Tras eso, le dijo al posadero.

- No te preocupes, lo más importante es que todos estén bien y no vuelvas a tener este tipo de problemas. Bastante difícil es llevar un negocio como para que también tengas que sufrir este tipo de acciones. Yo te comprendo por la parte que me toca…

Mara se dio cuenta de que quizás se estaba enrollando demasiado, así que rápidamente desvió el tema.

- Por cierto, ¿Ha dicho algo la duquesa desde que ha llegado? ¿Ha hablado algo acerca del trabajo? –preguntó Mara que empezaba a pensar si sería adecuado ir acercándose a donde estaba la duquesa.

—Todavía no—respondió Guntar—. Le comenté que algunos habíais salido de la posta a recorrer la zona y decidió esperar para que estuviérais todos. Hoy mismo se volverá a Bredonia.

Uno de los hombres se acercó a donde estaba Guntar hablando con los recién llegados.

—¿Son estos los aventureros que quedaban por llegar?—le preguntó al tabernero—¿Están ya todos?

—Sí Karl, ya están todos.

—Perfecto, en ese caso iré a informar a la duquesa de que ya puede comenzar.

Karl fue hacia donde se encontraba Hilda y habló con ella en voz baja. Unos segundos después, todos los hombres de armas se abrieron en torno a ella dejando un espacio a los aventureros para que se posicionaran frente a la duquesa.

Cuando todos se hubieron colocado, el hombre se dirigió a ellos para hacer las presentaciones pertinentes.

—La duquesa Hilda Schteigerbran. Duquesa de Schteigerbran. Marquesa de Habsolia.  Baronesa de Mienchburg. Baronesa de Höger. Baronesa de Wald.

Tras una inquisitiva mirada a los aventureros por parte de la duqesa, ésta tomó la palabra.

—Gracias Karl. Damas, caballeros—saludó a los presentes con las manos enlazadas a la espalda—. Es para mí un honor y un placer ver que tantas personas han respondido al anuncio. Lamento tener que haber adelantado mi visita en un día, pero he sido convocada con urgencia por el príncipe Henrich.

La duquesa no se molestó en ocultar su molestia por ese hecho, de todas formas era bien sabido las malas relaciones entre el príncipe y ella.

—Estoy segura de que queréis saber por qué os he convocado. No me andaré con rodeos. Ha llegado la hora de recuperar las Tierras Sin Señor. Vuestra tarea será eliminar o expulsar a los bandidos que se han adueñado de esta zona.

Tras el anuncio de la duquesa se hizo un silencio que Helmuth aprovechó.

—¿Y cuál será la recompensa excelencia?

Hilda miró al rufián con severidad durante unos segundos. No se podía adivinar si le había molestado o no la interrupción porque ese era su gesto habitual.

—Además de poderos quedar con todo botín que encontréis, a aquel que me traiga la cabeza del Barón Proscrito se le concederá el título de Barón de Wald, vasallático al ducado de Schteigerbran. Y recibirá mi apoyo para instalarse en este territorio.

Gambrinus, con las manos en los bolsillos de su larga casaca roja miró a la duquesa con curiosidad.

—Sólo uno de nosotros podrá ser barón entonces. ¿Qué recompensa se llevarán los demás?

La duquesa confirmó la afirmación del mediano.

—Si el futuro barón o baronesa realiza con sus compañeros algún tipo de acuerdo o de pago, yo como su futura señora, me encargaré de que se cumpla.

—Esto va a ser interesante—dijo Niobe con media sonrisa—¿Cuántos de aquí están dispuestos a jugarse la vida para que otro se lleve el premio gordo?

—¡Jia jia jia jia jia!—rió Voltabeldar divertido— Si la bolsa de oro es bien grande… pueden contar conmigo. ¿Para qué quiero ser barón? ¡Soy el heredero de Montoya! ¡Dadme libertad y dadme oro!

Karl carraspeó en alto y las voces se acallaron. Entonces Hilda volvió a tomar la palabra.

—Para un auténtico líder, uno nacido para gobernar, esto no debe de ser un problema. Si no es capaz de tener un grupo de personas que le apoyen, no merece el título de barón.

Mara estuvo escuchando atentamente tanto la intervención de la duquesa como la de los demás aventureros.

¿Ella baronesa? Sinceramente aquello le había pillado de sopetón y, por otra parte, ella nunca se había planteado algo así. Pero, a decir verdad, tras el incidente de los bandidos, le había cogido cierto gusto a comandar a un grupo.

- Pero ¿Quién va a apoyarme?, ¿Quizás Niobe? ¿Querrá ella ser baronesa? –se preguntaba una dubitativa Mara. - Además, ¿Tendría que estar encerrada en algún lugar? Me parece que no, la duquesa está hoy aquí. Y la verdad es que, si quiero ayudar a las personas, cuanto mayor sea mi rango de acción mayor cantidad de personas podré socorrer –continuaba cuestionándose.

Tras unos segundos, finalmente logro decantarse y con decisión, dio un paso al frente tomando a su vez la palabra.

-Mi excelentísima señora –comenzó diciendo Mara, que había recordado las palabras de Ahmed, mientras hacía una genuflexión. –Mi nombre es Mara de la Vega y si me lo permitís, y alguno de los aquí presentes tiene a bien acompañarme, me gustaría traeros la cabeza del Barón Proscrito.

En ese momento, no estaba segura de quién o quienes querrían acompañarla, ni cómo o qué le pedirían a cambio. Pero si estaba segura de algo, quería vivir esa aventura

La mayoría de los presentes miraron sorprendidos a Mara. Y no pocas expresiones eran especialmente amistosas. Para alivio de la espadachina Niobe si le sonrió entre afable y divertida.

—¡Jia jia jia jia jia jia! ¡Menuda estás hecho pajarito!—rió Voltabeldar divertido mientras se rizaba los bigotes—. Qué poco hay en ti del viejo.