—Mortales— repitió la voz de Désiré con algo de frialdad estupefacta. —Humains.— dice y sus ojos parecieron abrirse, disfrutando un poco del momento de la revelación.
—Remi, ésta no será una noticia fácil. No volverás a ser el mismo después de esta noche. Me temo que hace unas horas moriste en mis brazos— el hombre, pálido a la luz de la lámpara, lleva una mano a tu brazo. Al tacto se siente frío como una piedra. —¿Romántico, no es verdad? Ah... Il y a de la poésie dans des accidents— dice, con un suspiro que parecía forzado y dificultoso. —Unos minutos más tarde volviste a la... no-vida. Como uno de los condenados. Un vástago. Un descendiente de Arikel. Un Toreador.— dice, saboreando cada palabra con lo que sólo podrías considerar orgullo.
—Ironique, n'est-ce pas? Aquel que debió haberte dado la muerte, es ahora quien te ha dado vida eterna. Y cualquier otra noche, habrías vuelto a morir en el silencio de nuestra cruel naturaleza.— hay otra pausa artificialmente dramática. Su mano lentamente comienza a desamarrar tu brazo derecho de la cama. —Pero han querido las circunstancias que sea otro tu destino, al menos por ahora.— susurra con un tono coqueto, seductor.
—¿Puedes sentirla? Mi vitae, en tu interior. Animando tus músculos, dándote la energía de hablar, de pestañear, de pensar, de sentir... es como si llevases un pedazo de mí dentro de ti.— tras desatar una de tus extremidades, su mano baja por tu brazo hasta tu rostro, con una sonrisa. —Estás entre los no-muertos gracias a mí, Remi. Sé agradecido, ¿quieres?— y te observa con cierto aire burlón de superioridad.
¿Era aquello una broma? Debía serlo sin duda. Pero no lo parecía. No después de todo lo que dijo. No después de todo lo que había sentido. ¿Una mala broma? No podía ser, se había sentido demasiado real. Cerró y abrió los ojos varias veces.
Remi se quedó quieto y todavía no se había dado cuenta de que no necesitaba respirar, por lo que estaba literalemtne quieto. Lo que aquel hombre le estaba contando, le sonaba a una película americana. ¿Un no-muerto? ¿Toreador? Qué era aquello, no tenía sentido alguno.
La caricia de ese hombre, fría, le consiguió asustar, pero se quedó quieto. Lo de la vitae no lo entendió y prefirió no pensar en lo que ese hombre podría haber metido en su cuerpo.
Entonces cayó en la cuenta. ¿Mortales? Oh... ¿qué significaba aquello? ¿él ya no era mortal?
—Pero.. pero..—susurró sin atreverse a moverse pero lo que sí que hizo fue asentir a la última pregunta de aquel hombre. Sería agradecido. No podía tampoco hacer otra cosa. Era demasiado extraño todo. Sintió su mano libre ¿le estaba soltando? — ¿He muerto? —preguntó aquella absurda pregunta. Pero si estaba vivo. Pero había muerto. Y ahora era un vástago. Un Toreador. Ni siquiera sabía qué significaba aquello.—¿Vo-voy a poder volver a casa?—preguntó con tiento.
—Definitivamente— responde Désiré, extendiéndose un poco para desamarrar tu otra mano. A tú última pregunta, simplemente emitió una carcajada pueril y te observó con lástima. —Si tu veux. Ou pas— dijo, hasta que su frío tacto te liberó la otra extremidad. —Pero hay reglas. Algunas que debes seguir y otras que es muy recomendable que sigas. ¿Sabes de vampiros, Remi? Bestias cargadas de sexualidad, de pasión, inhumanas y proscritas por Dios, forzadas a vagar de aquí para allá debido al pecado de Caín.— y mientras dice eso, mueve los dedos índice y anular sobre tu pecho de forma juguetona.
—Todo es verdad. Algunas cosas son más verdad que otras. Pero todo es verdad— dice mientras se levanta. Camina alejándose de ti, dejándote un momento a solas con el duro pálpito que comienza lentamente a consumir tus pensamientos. Había algo salvaje, furioso, algo que parecía reptar bajo tu piel y apretar tu garganta desde dentro, que parecía querer salir a través de tu piel y que con su tacto rabioso sentías una sed alienígena crecer. No era agua lo que añorabas, era algo que recuerdas haber bebido, algo... diferente.
Désiré trajo a una mujer medio desnuda hacia ti. Parecía perdida, pálida y enfermiza. Su cuerpo era atractivo, pero su postura revelaba la falta de voluntad y vitalidad. Sus cabellos eran de un rubio pajizo y sus ojos azules parecían sumidos en algún trance alucinógeno. Sin embargo, a tus ojos, había algo deseable, más allá de lo físico o lo espiritual. Algo dentro de ella, algo que podías oler y escuchar moverse a través de sus venas, regarse por sus vasos por todo el cuerpo al ritmo de una palpitación tras otra: Sangre.
—Toda tuya, mon cher— comenta él, rompiendo el trance del hambre, y dándole un empujoncito a la "mortal" para que se acercase a ti. —Como dirían los americanos. Drink in moderation— sugiere con un guiño.
Lanza autocontrol a dificultad 8 o tu bestia te obligará a alimentarse de la mujer.
¿Vampiros?
En cuanto Remi se sintió liberado se incorporó despacio. No hizo ningún movimiento brusco que pudiera molestar a aquel hombre pero tampoco iba a quedarse tumbado. Se acarició las muñecas en un gesto más inconsciente que necesario pues no le dolían apenas y eso que había estado horas atado y revolviéndose. La adrenalina de lo que estaba viviendo superaba sin duda cualquier dolor previo.
—¿S-soy un vampiro? ¿T-tu eres un vampiro?—preguntó nervioso y tartamudeando al comprender de golpe lo que estaba sucediendo. No era mentira. No era mentira porque entonces vio a la mujer y sintió que necesitaba beberse su sangre. ¿Aquello era repugnante? Lo era ¿Una aberración? También ¿Posiblemente más de diez delitos? También. No pensó que la mujer estaba drogada, secuestrada... allí contra su voluntad en definitiva, solo pensó en lo que quería hacer, en lo que quería hacer y lo hizo.
En cuanto la acercó hacia él dio un salto de la cama en la que estaba y recorrió la distancia que había entre la mortal y él para cogerla en sus brazos y sin detenerse a pensar, morder en su cuello para beberse su sangre. No era él dueño de sus actos en ese momento, no se sintió libre para elegir, solo se sentía libre para disfrutar aquella placentera situación.
Motivo: Autocontrol
Tirada: 3d10
Dificultad: 8+
Resultado: 17 (Exito) [9, 6, 2]
Perdona, pasé una mala semana en el curro y me dormí el jueves por la tarde y el viernes también estuve descansando.
Una duda, al tener la desventaja que elegí con Remi, la dificultad es 8 o sería 10?
—Il n'a pas inventé le fil à couper le beurre, hein?*— musita despectivamente Désiré hacia la otra persona, cuya presencia había pasado desapercibida para ti hasta el momento.
Las nieblas rojas de tu hambre se desvanecieron a medida que la sangre de aquella mujer iba tocando tus labios y bajando por tu garganta a grandes borbotones. Su sabor sacíaba tu sed con cada sorbo, aunque había algo insatisfactorio en aquella sangre, como beber una cerveza muy aguada o un vino agrío. Pero en aquel momento, a tu bestia interior poco le importó.
Para cuando terminaste, tu víctima cayó al suelo con un golpe seco como si no fuese más que una vieja muñeca de trapo desechada y muy blanca, como intepretando una exagerada dramatización de la muerte, si algo que parecía nunca haber tenido ni un ápice de vida pudiese en realidad fallecer. Caes de rodillas, más por reflejo que por voluntad, intentando entender lo sucedido.
Désiré descansaba sobre la cama, volviéndose en dirección opuesta con un gesto de asco, sin mirarte a ti ni a la humana. A tu lado se arrodilló la segunda presencia. Podías sentir el silencio de la muerte, la ausencia de latidos o respiraciones, y un olor a perfume y a agua que llegó a tu olfato antes que sus palabras.
* Es una expresión francesa que básicamente significa que no eres muy inteligente.
En efecto, tu dificultad es 10.
—Regarde-la— pronuncia con voz profunda. Tersa y cargada de sutiles florituras que sólo eran perceptibles prestando bastante atención. El hombre a tu lado tenía ojos azules y te observaba como quien divisa a un bebé llorando desconsoladamente y finge ignorarle. En lo más profundo de él, había una inhumanidad discernible y sobrecogedora que se expresaba en sus palabras. El cuerpo de la mujer yacía inmóvil y solitario.
—Esto es lo que no somos. Asesinos. Bestias sin mente. Grábate esta imagen para no repetirla nunca más.— Sientes su mano firme en tu hombro y el peso que impone sobre tus hombros.
Cuando Remi terminó, le costó unos segundos asimilar lo que acababa de pasar. La mujer yacía a sus pies muerta, se había bebido su sangre y la había matado ¿qué diantres había sido aquello?
Entonces miró al hombre que había aparecido nuevo en aquella escena y sintió la autoridad que aquel hombre tenía. Sintió su mano en el hombro y tragó saliva. ¿Estaba arrepentido de lo que acababa de pasar? ¿Ya no había humanidad en él?
—No he podido... no he podido controlarme.—explicó a aquel hombre a modo de disculpa por lo que acababa de hacer.—Lo recordaré.—aseguró.
—Très bien— musitó el extraño fríamente. Luego susurra a tu oído —Esta noche tu sire te ha otorgado el don de la vida en la muerte. Y tanto él como tú me debéis vuestra existencia. Tampoco lo olvides— dice y se pone en pie. El sonido de sus pasos revelan que se aleja.
—Désiré. Prepárate. Tu chiquillo estará bajo escrutinio de la progenie de la vicomtesse. Más te vale que lo prepares— concluye la extraña figura, y Désiré sólo le arroja una mirada culpable, como la de un niño malcriado que acaba de escuchar que debe hacer los deberes.
El silencio de su partida es atronador, y los pasos de tu sire se dejan oír luego. —Levántate. Vas a tener que cambiarte, estás hecho un desastre. No podemos permitir que te vean así. No van a ser noches tranquilas Remi. Vamos a tener que preparar tu "muerte", y que pueda ocupar tu lugar alguien que sirva a tus antiguos padrinos. Y créeme que van a querer exprimir hasta el último de tus secretos. Con suerte, si sobrevives a que licúen tu recuerdos, podrás hacer un vástago decente— pero no parecía que hablase contigo, parecía más bien pensar en voz alta con cierto deleite resentido.
—Y luego, si veo que vales la pena, intentaré hacer un Toreador decente de ti. No te prometo nada. ¿Sigues ahí? De pie, he dicho. Me sofoca este ambiente— dice sin hacer ninguna expresión particular. Aquel iba a ser el comienzo de un camino largo y tortuoso, de la inmortalidad a un precio alto, y el que pudieses disfrutar de las ventajas de tu nuevo estado iba a depender de ti mismo... y de algo de buena fortuna.
Fin de la escena, puedes añadir un post de cierre.
— ¿Que le debemos la existencia? — preguntó Remi en cuanto se dio cuenta de que aquel señor les había dejado ahí. ¿Que le iban a escudriñar? ¿Qué diantres era aquella cosa? ¿Por qué se había metido en ese lio?— ¿Por qué? — fue lo único que alcanzó a decir a ese al que se habían referido como su "sire". Ni siquiera sabía qué era aquello.
Asintió a las indicaciones que le daba sobre su muerte. Todavía estaba aturdido.
— Me conoce mucha gente.— le intentó explicar. No parecía que supieran quien era él, sin duda lo habrían planteado todo desde otro punto de vista. Tal vez se había visto en un fuego cruzado. Aunque eso no explicaba todo lo que había trabajado para Gregoire. Había demasiadas preguntas. Así que empezaría por una.— Me gustan los trajes.— fue lo que le dijo a Désiré. Entonces musitó. ¿Por qué había dicho eso? — Quiero decir... ¿todos los que me conocen pensarán que he muerto?— preguntó y se frotó las manos.
La aventura había comenzado. No tenía muy claro cual era su papel o si conseguiría sobrevivir. De momento ya le habían advertido varias veces de que podía morir, así que tampoco tenía muchas esperanzas de hacerlo. Se levantó y caminó hacia él.
— Toreador. ¿Qué es? Lo has dicho varias veces.— comentó. Había asumido que aquella sería su vida, no una mala pesadilla no, sino su vida.
Motivo: Consciencia
Tirada: 2d10
Dificultad: 8+
Resultado: 9 (Exito) [6, 3]