El camino es pesado y el forzar la vista me cuesta cada vez más; pese a todo, la situación límite en la que me encuentro me da fuerzas para seguir avanzando y continúo observando el camino con una claridad algo decente.
Provengo de la casilla [7,19]
Amanece un nuevo día y el miedo de llevar 4 días caminando sin encontrar a nadie se apodera de mí. A casa paso, sitúo mis ojos en todos los posibles puntos donde encontrar enemigos y afino mis oídos. Mi trayectoria es recta hacia abajo, ¡Aguanta Watanabe, no te vayas!
Voy hacia la casilla [9,19]