Pat escuchó las palabras de Leo y sin saber porqué se relajó, como si las palabras del anciano ex-luz blanca que tanto había visto en su larga vida, fuesen un calmante. Brujos para arrebatarnos los poderes, pensó, pues no pienso dejarlos, la próxima vez estaré mejor preparada, se dijo a sí misma. Vió como la cara del hombre se descomponía de pena, se acercó a su tía Piper y a su tío Leo, y los abrazó.
- Lo lamento mucho tíos, teníamos que haberle ayudado - calló mientras se separaba de ellos y los miraba a los ojos a los dos, a duras penas aguantaba las lágrimas a raya - era muy poderoso, pero el mal tiene muchas caras... demasiadas para un sólo hombre. La Fuente pagará por lo que ha hecho, en su nombre.
La última frase era una promesa, se separó de ellos y se acercó a darle un beso en la mejilla y un abrazo, a su madre y a Paige, dió media vuelta y salió del local.
Cuando las puertas se abrieron la claridad del día la deslumbró por un momento, se detuvo y aspiró aire, tragó saliva y se montó en la moto.
- Espero que podamos juntarnos todos y hablar de lo que vamos a hacer ahora - murmuró mientras se ponía las gafas de sol - la escuela de magia será un buen lugar para ello.
Pat iba pensando en todo lo que se le ocurría mientras conducía hacia su casa, cualquier cosa le iba bien para mantener la mente ocupada. Al llegar para dejar la moto en el garaje, la visión del coche de Christian fué más de lo que podía soportar y, sin ni siquiera bajarse, rompió a llorar inclinándose hacia adelante. Recuerdos dolorosos acudieron a su mente, pensamientos confusos sobre dos muertes de hombres jóvenes, poco más de treinta años, su mano derecha golpeó el depósito de gasolina en un vano intento de expulsar tantos sentimientos, rabia, dolor, ira, pesar, impotencia. Éste último muy fuerte, tengo ganas de...
Una mano en su hombro hizo que reaccionase levantándose de golpe y lanzando el brazo hacia atrás.
- Tranquila Pat, soy yo - una voz conocida llegó a su mente antes de que pudiese identificar la silueta borrosa por las lágrimas, Cass - ¿Qué pasa?
Recordó que había quedado con su amiga por la tarde, ¿ya es tan tarde?
- Nada, yo... - dijo con voz ronca, no le salían las palabras. Se levantó con la cabeza agachada, mirando el suelo - te importa cerrar la puerta. Necesito beber algo.
Con esas palabras entró en la casa, dejó las cosas en la primera superficie plana que encontró, se sirvió un vaso de bourbon y justo cuando acababa de llenarlo Cass entró.
- ¿Quieres uno? - Le preguntó llevando un vaso vacío y la botella a la mesa baja que había delante del sofá, se sentó y comenzó una larga charla, con muchos silencios y no pocas lágrimas.
Sobre las seis, cuando ya todo estaba dicho, llorado y secado, Pat subió a darse una ducha y arreglarse para el funeral, Cass la acompañaría, irían en su coche. Eligió unos patalones negros con raya, una camisa gris marengo de manga corta y una chaqueta fina de lino negro, el pelo se lo recogió en una cola alta con la que hizo un moño, un poco de maquillaje para ocultar los restos de las lágrimas y un colgante con una lágrima de lapislázuli azul para adornar su cuello expuesto. Bajó las escaleras y antes de salir llamó a su jefe y le explicó lo que se podía de lo que había pasado, su primo había muerto y necesitaba unos días de asuntos personales, no sabía cuántos, quizás se cogiera días de vacaciones.
Cass estaba frente a ella, dándole ánimos, y cuando colgó se dirigieron hacia la entrada principal para montar en el coche e ir al P3.