Partida Rol por web

No sabéis cuanto tiempo ha pasado. Os llevaron por los túneles, os arrojaron a una celda de madera y os amarraron a los barrotes. Demasiado cansados para nada más, incluso para resistiros, el sueño os alcanzó. Frágil, tenso y lleno de espantosos sueños de caras reptilianas, lunas llenas y salvajes gritos. 

Aún con todo, el reposo os ayuda a pensar mejor y dota de cierto vigor a vuestros miembros. Probáis los barrotes de la jaula; bien trabajados, no lográis romperos con vuestra fuerza restringida. A vuestro lado, oís alguien más. Una especie de quejido, de alguien que hay allí. No hay casi luz, pero la antorcha de un lejano pasillo os basta para reconocer siluetas. Otra jaula a vuestro lado, con un hombre dentro. Otro occidental. Su perfil y su porte corresponden con la foto. 

Es Sir Walfred Vorguen de York.

-¿Sir Walfred? -me acerco a él todo lo que me permiten mis ataduras-. Walfred... ¿Está usted bien? ¡Tiene que decirnos todo lo que sepa de esta gente, de este lugar! Encontramos sus notas... hemos visto a su hija... ¡Ayúdenos a buscar la manera de entender lo que está ocurriendo!

Mientras espero a que me responda, intento calmarme y recordar todas las leyendas locales que mis estudios de la historia oral de la región me hicieron aprender... Tiene que haber algo, mitos relacionados que antes no sabía conectar, interpretaciones que antes no me fueran posibles... Lo que sea que me ayude a esclarecer todo esto...

El padre de la niña está aquí, en el mismo estado que nosotros, bien pensaba que llevaría días muerto. - Sir Walfred, es un alivio saber que está usted vivo. - La niña decía literalmente la verdad cuando dijo que nos llevaría con él, tal vez aún no esté perdida del todo, tal vez aún podamos salvarla.

Los intentos de huida por la fuerza son inútiles, la estructura de estas celdas es realmente sólida. Cansados, sin armas y atados nuestras opciones de escapar se reducen a un número ridículo. Estamos a su merced, solo Sir Walfred puede hacer entrar en razón a su hija y hacer que interceda por nosotros, aunque de ser así él no estaría aquí.

Observo con cierta sorna al hombre tras el que hemos estado corriendo pensando que estábamos en una carrera por un gran descubrimiento, solo para acabar todos en esta trampa. Todos parecen animados de que el hombre se encuentre vivo, pero a mi… esta perspectiva no me augura nada bueno. Esto denota que nos necesitan para algo. Y viendo lo que ha pasado con la pequeña eso solo puede significar problemas para nosotros.

Si bien nos deja una pequeña esperanza de sobrevivir y… quizá arreglar este lio. Veo mas probable que acabemos todos sufriendo como debieron sufrir los tipos que vimos antes, o peor.

- No sé porque estáis tan contentos. – Digo con actitud derrotada. – Seguramente este vivo. Porque no atarían un cadáver. Pero… eso es que algo planean para nosotros. Y ya hemos tenido una visión de lo que les gusta hacer, y algo de lo que planean. No sé si estas… pinturas nos ayudaran en algo. – Suspiro y miro con un único zapato y el otro abrasado y doliente. No es así como esperaba que esto acabase. A merced de un… un algo salido de las leyendas, si no descubriendo una ciudad legendaria y posible. No este sueño, esta pesadilla.

El hombre os contempla, sin reaccionar al principio. Su mirada es vidriosa y parece procesar con lentitud, aunque al responder parece una persona sana, de juicio intacto. O casi intacto. Tras entender quienes sois y de donde venís, os ofrece algunas respuestas.

—Estos... impíos, sí, tratan de traer de vuelta a Ahtu. Él solo es el mensajero. Hay otros. Más antiguos que la tierra misma. Seres atemporales. Las inscripciones que encontré... solo extraje lo básico. Y Beca, mi querida Beca —hunde la cabeza en el pecho y solloza—, pareció ver algo más. Algo que quizás solo la mente de un niño pueda captar. Empezó a actuar raro. Y esa noche, cuando nos atacaron... ella los guiaba. Me trajeron aquí. Desconozco el propósito.

-Veámoslo por el lado bueno: estamos vivos, todos, y hemos encontrado a dos miembros más de la otra expedición y, si seguimos juntos podremos salir de aquí-  digo mientras intento animar a todo el mundo.

-Sir Walfred, ¿qué descubrió mientras estuvo aquí? - le pregunto con la esperanza de que pueda ayudarnos.

Ahtu es solo uno… hay más. De modo que Beca es ahora mismo… la portadora de Ahtu, o algo similar. En todo caso esta claro que nos necesitan para algo. – Bueno, entonces nuestro destino es convertirnos en algo similar a Beca… o convertirnos en comida para cuando lleguen. – Suelto una carcajada ronca y rota. Es perfecto. Seremos el carromato de unos seres primigenios o su aperitivo para cuando lleguen a este mundo.

Me pregunto que es lo que evitaba que esos pobladores primitivos fuesen usados antes de que nosotros llegáramos… quizá solo pueden humanos completamente evolucionados y los negros no son aptos para contenerlos. Algo se nos está escapando ¿Por qué nosotros? ¿Por qué la niña?

Si Ahtu es solo un mensajero, no logro imaginarme las dimensiones que puede alcanzar todo esto. - Está claro que ahora Beca está con ellos, desconozco si podemos traerla de vuelta. - Cada vez estoy mas convencido de haberla perdido por completo, solo esperaba que no nos sucediese lo mismo.

- Si me permite Sir Walfred, ¿Por qué trajo usted a su hija a esta aventura? No logró encontrar el por qué de su decisión. - Por mas que lo intento no logro entender por qué Sir Walfred lo hizo ¿Sabe algo sobre las leyendas de estos seres y su hija que nosotros desconocemos? Cada vez me hace sospechar mas de ser todo lo contrario a una decisión inocente.

—Beca... no podía dejarla sola. Es todo cuanto me queda... prometí que jamás la dejaría atrás. Nunca. 

Tiembla con las palabras del doctor. Es el único gesto que indica que las ha oído. 

—Estos degenerados quieren alzar la ciudad e nuevo. Devolverla a su antiguo esplendor. Los seres que la habitaban lo dejaron así escrito, así debe ser. El cristal. Si tan solo hubiera una manera de-

Alguien viene. Sir Walfred salta con brusquedad, aferrándose a los barrotes. La chaqueta con la que se cubría cae al suelo y veis un minúsculo destello plateado. Los hombres serpiente entran, encorvados, presididos por Rebeca. Se ha despojado de sus ropas y solo lleva los símbolos de la tribu pintados, con un rojo descarnado. Una vez más trae consigo esa incómoda sonrisa, tan inocente, tan pura. Como si no pudiera ver el mal que la rodea.

—Padre, ven conmigo.

Abren la jaula y sacan a sir Walfred, que tiembla ante ella.

—Beca, por favor... recuerda nuestra casa. La cabaña de juncos que hicimos. El pastel de grosellas...

Ella lo abraza y besa su frente. El brillo de sus ojos oscila, quizás dudando por un segundo antes de que los hombres serpientes se lo lleven a rastras, balbuceando incoherencias y dejándoos solos una vez más.

-No... no sé si podremos hacer algo por Beca y Sir Walfred... -digo, abatida-. Me temo que me equivoqué. Pensé que la niña sería algún tipo de sacrificio, quizá considerada especial por su piel blanca y su pelo rojo. Pero creo... que lo interpreté mal. Creo que la niña es más bien una especie de... receptáculo. 

Sería algo parecido a lo que cuenta la Iglesia Católica de las posesiones demoníacas, quizá... Beca está poseída por algo. O cree estarlo, a efectos prácticos da lo mismo. Poseída por uno de los espíritus de esta gente. Walfred lo llamó un mensajero. En casi todas las religiones existen ese tipo de seres intermedios, puentes entre la divinidad y los mortales. Si lo que pretenden estos seres es traer de nuevo a su dios y restaurar la gloria a su antigua ciudad... Ya hemos visto lo crueles que son. ¡No podemos permitirlo! Por no hablar de que nos tienen reservado algo para nosotros también... Sin duda, un dios recién despertado necesitará sacrificios para saciar su hambre o aplacar sus iras. 

Ya han oído a Walfred... El cristal es la clave... ¡Vuestra idea allí abajo era la correcta! ¡Tenemos que destruir ese altar de cristal reluciente! Y para hacerlo, tenemos que salir de aquí... 

¿Alguna idea de cómo podemos hacerlo?

Chasqueo la lengua exasperado. Estamos en la que, seguramente sea de las peores situaciones y no hay mucho por hacer. Miro alrededor y tironeo de para intentar liberarme. Arrugo el rostro. El barrote es demasiado duro para romperlo yo solo, y la cuerda… tardaría menos haciéndome una herida y dejando que la sangre me ayude a sacar una mano. Algo que prefiero evitar de ser posible.

-Oiga, sujéteme las piernas… así como hago yo. - Le digo al teniente mientras paso mis piernas alrededor de las suyas para tratar de sujetarme a él. - Cuando estemos sujetos. Tire… No se si esto funcione o sea una estupidez. Pero ya solo queda intentarlo.

-Solo necesitamos que uno de nosotros se suelte las cuerdas para que libere al resto. Y con estas cuerdas podríamos hacer un torniquete para combar los barrotes lo suficiente como para deslizarnos entre ellos. Pero si nos liberamos tendríamos que escapar de la guardia en la que nos encontramos y eso si que parece difícil de conseguir. Tal vez deberíamos descansar y recuperarnos esperando un momento más oportuno para huir - comento algo derrotado por la situación.

Pero los esfuerzos de Sir Jacob podrían servir también, quizás con algo de ayuda. 

Un brillo metálico refleja en mi ojo, algo llevaba consigo Sir Walfred que ha dejado junto con la chaqueta. - ¿Han visto eso? Algo metálico se le ha caído a Sir Walfred junto con la chaqueta, no sé que será, pero puede ser algo de interés.

- Son buenas ideas caballeros, no perdemos nada por intentarlo. - Me fijo en los movimientos que hace Sir Jacob y los reproduzco con mis piernas, una vez entrelazadas intento sujetarme bien para poder ejercer la mayor fuerza posible. - Cuando diga. - La moral crece en mi de nuevo, el solo planteamiento de un par de ideas de escape vuelve a darme esperanzas.

Mientras Jacob y Lawson empiezan a llevar a cabo su plan para sacarnos de aquí, me aproximo al lugar que ha señalado el teniente, para comprobar qué es ese objeto metálico que se la ha caído a Sir Walfred, con la esperanza de que efectivamente sea algo que pueda ayudarnos, por poco que sea, en nuestra precaria situación.

Empiezo a pensar frenéticamente en qué podría usar para llegar a esa curiosa cajita metálica. Por un momento pienso en desabrocharme la pulsera que me dio Akanni e intentar usarla para arrastrar la cajita hacia mí, pero creo que no sería lo bastante larga. Además, por alguna razón siento que no debería quitármela. 

Entonces caigo en la cuenta que sigo vestida con ropa de hombre. Me he acostumbrado tanto a la comodidad y la libertad de movimiento que permiten -por no hablar de la facilidad para respirar sin un maldito corsé- que ya ni me doy cuenta. Me desabrocho el cinturón y me lo quito. Me tumbo en el suelo boca abajo e intento usar el cinturon para arrastrar la cajita, quizá enganchándola con la hebilla.

La idea de Jeanne tiene éxito y consigue atraer la cajita a base de golpes de cinturón mientras Jacob y Douglas siguen en su esfuerzo por soltarse. Aunque manipularla con las manos atadas es complicado, al final consigue abrirla. Dos ítems caen: el primero es una pequeña brocha y el segundo una navaja de barbero, que se abre al golpe. La hoja está muy afilada.