Partida Rol por web

Miro al pobre hombre, clara y sinceramente aterrado ante el espectáculo macabro, ante aquellos fetiches de cráneos humanos y pieles de serpiente. Y le entiendo. Después de lo que hemos vivido desde que nos adentramos en la selva, entiendo su terror supersticioso. Y casi lo comparto. Pero Umbopa y los suyos carecen de nuestra educación, de nuestro conocimiento del mundo, de la ciencia que nos permite dejarnos guiar por la razón en vez de por el temor a los espíritus. Pero no puedo obligarles a enfrentarse a ese terror que están sintiendo.

Le pongo una mano en el hombro, y le digo:

-Akela, Umbopa. Antu na hima bembwe. Esha ora nkatu ayombe. Shaka ita. Esha eta mkotu bembwe akatu nwa. Ita sokaa. Adetu, Umbopa. 

Acabo de hablar sonriéndole y cogiendo su oscura mano entre las mías, pálidas y pequeñas en comparación, para dar más énfasis a mis palabras. Luego me vuelvo hacia mis camaradas expedicionarios.

-Umbopa y sus hombres se quedan aquí.

Y levanto una mano mientras sigo hablando, anticipándome a sus protestas.

-Sienten un pánico visceral, creen que se trata de un lugar maldito y que si entramos provocaremos las iras de los espíritus de la plaga y el terror. No puedo obligarles a seguir, y creo que de hacerlo se negarían, o peor aún, nos veríamos con un motín entre manos. 

Me giro de nuevo hacia la selva, hacia los cráneos y las pieles de serpiente. Tales supercherías no me detendrán.

-Cojan lo imprescindible. El resto del camino lo haremos solos. 

Recibo sin sorpresa las noticias de Lady Jeanne, los hombres que nos han acompañado han demostrado varias veces que son temerosos de sus dioses y supersticiones. Si tienen razón o no será algo que debamos averiguar nosotros.

Preparo rápidamente un macuto con lo que encuentro que pueda sernos útil durante la exploración del lugar, reviso y compruebo concienzudamente mis armas y me las coloco al cinto y al hombro.

- ¿Alguna información de lo que podamos encontrar ahí dentro? Tengo la sensación que toda ventaja que podamos tener antes de entrar podrá ayudarnos. - Desde luego no parece un sitio amigable y no creo que se nos considere invitados. Podría estar plagado de trampas para disuadirnos en el mejor de los casos.

Una vez nos hallamos aquí no es el momento de cambiar de opinión. - En cualquier caso estoy listo para continuar. - Miro con fijación hacia la entrada del lugar obviando la tétrica decoración que nos rodea. Respiro profundamente tres veces. - Cuando digan.

Observo las calaveras y las serpientes, con una extraña tentación en el fondo de mi cabeza por tocarlas con la muleta improvisada, mientras otra vocecilla me advierte que no lo haga; y que me de la vuelta. Por supuesto, todo esto carece de importancia cuando miro mas adelante y pienso que tengo ante mi un misterio que llevo tanto tiempo persiguiendo, y el lugar en el que se esta escondiendo el origen de la canción. Trago saliva.

- Bueno. Esta claro que vamos a necesitar comida, agua, algo para iluminarnos, cuerda, el material del doctor...- Comienzo a enumerar y de pronto me pierdo en mis cavilaciones. Mientras pienso en lo que podríamos encontrar.

Comparto las preocupaciones de Lady Jeanne y sus palabras me han acompañado todo el descenso. En silencio he meditado una solución sobre los extraños comportamientos de Sir Jacob. En circunstancias más propicias un internamiento de unos días proporcionaría un gran alivio a su alma gracias a los avances científicos de nuestro siglo: tratamiento moral, frenología, la silla giratoria, trepanación, duchas frías, extracción dentaria, mesmerismo... -¡Claro, Mesmer eres un genio!-.

La teoría del mesmerismo dice que las alucinaciones mentales pueden deberse a los campos magnéticos. Este lugar parece un enclave singular de fuertes corrientes magnéticas y la fisiología de Sir Jacob hace el resto. Rebusco entre la mochila y ahí esta, el fino papel de estaño, creo que le podré hacer un gorro con esto para evitar las ondas magnéticas. Y si esto no funciona siempre nos queda la trepanación.

-Lady Jeane, he estado meditando sobre sus palabras, ¿ve este gorro de papel de estaño? Es la solución ha los problemas de Sir Jacob- proclamo orgulloso. -Sir Jacob, tenga, deberá utilizar esto para protegerse de los campos de fuerza del lugar. Y si le parece, también me gustaría que una hora al día realizáramos sesiones de psicoanálisis- observo con la libreta en la mano listo para apuntar.

-Solucionados estos asuntos yo también estoy listo para adentrarme en este lugar. Aunque... ¿ven esas mudas de serpiente que cuelgan por todos lados? parece una advertencia de lo que podamos encontrar-. 

-¿E... está seguro de que eso servirá de algo? -digo, al ver el ridículo gorro de papel de estaño que el doctor ha hecho para Sir Jacob. Por primera vez, me pregunto si los sucesos no habrán afectado también al buen juicio de Mellanby. Él es el especialista, habrá que confiar en su buen criterio, pero más parece estar divirtiéndose a costa del pobre St. Clair que intentando resolver sus problemas. Pero no, el doctor no es un hombre que bromearía en una situación como la nuestra. En fin, la medicina está avanzando a pasos de gigante, y por caminos muy raros. 

-Usted manda, doctor. 

Mientras Mellanby acaba de preparar el gorro e intenta ponérselo a Sir Jacob, me dirijo al Teniente Lawson.

-Hasta ahora había creído que la ciudad que buscábamos sería una ruina abandonada desde hace mucho, como el Gran Zimbabwe o las ciudades en ruinas de Mashonaland de las que habla Theodore Bent en su libro. Pero esto... -señalo a los cráneos colgados y las mudas de piel de serpiente, colgando de los árboles como zarcillos casi transparentes que intentaran cernirse sobre nosotros- esto parece indicar que el territorio sigue poblado. Lo más posible es que las tribus locales delimiten la zona desde fuera, por el mismo temor supersticioso que hemos visto en Umbopa y los suyos, pero también es posible que en Hekalu la Ahtu aún haya gente... posiblemente alguna tribu que haya degenerado de vuelta al salvajismo tras lo que fuera que causó el declive de su civilización. 

Deberíamos extremar las precauciones, pero no por los espíritus. Y abrir bien los ojos por si encontramos indicios de lo que pudo suceder a la expedición de Walfred Borguen.

Y dicho eso, me vuelvo hacia la negra jungla, dispuesta a enfrentarme a lo desconocido.