Uno de los celestes fue el primero en vislumbrar a la criatura que a tanta gente había reunido. Sólo para verle aunque fuera una vez en su vida. A mí modo de ver, la criatura habría vivido días mejores, no es que yo sea un experto, pero me lo imaginaba más esbelto, radiante y de un blanco que desprendiera pureza con sólo mirarlo. ¿Puede que ese fuera su verdadero aspecto?
Pero ante las reacciones del resto de la gente que allí se encontraba, algo me decía que no, que esto no era lo normal. No fui capaz de contener el mismo grito, que nos unía a todos en aquella plaza, cuando el unicornio empezó a caer. Nuevamente fue la magia la encargada de evitar un mayor desastre, aunque me parecía a mí que aquel ser no volvería a levantarse.
Los murmullos comenzaron, poco a poco fueron elevando su volumen, hasta que se convirtió en un auténtico griterío del que apenas se podía entender mucho. Lo que estaba claro es que todo el mundo estaba descontento con el resultado de la aparición.
-¡Seguro que han sido los szish! ¿quién sino sería capaz de algo así? -uno mi descontento al griterío general-.
Pero no dejaba de ser una especulación, el verdadero culpable era un desconocido.
El varu se siente agobiado ante toda la gente que le rodea. Su piel está reseca por el calor del gentío y el brillo combinado de los tres soles. Aún así, la conjunción es hermosa, y Entu reparte su atención entre el hexágono que se forma en el cielo y la búsqueda ansiosa del unicornio.
Finalmente, avisado por los gritos, vislumbra a la criatura en la colina. Un animal de pura luz, de un blanco tan hermoso, si cierra los ojos aún puede recordar el momento fugaz en que la criatura se le apareció años atrás; pero... el ser que observa no es como el que recuerda. Parece herido, apagado, incluso moribundo. El pequeño varu abre la boca atónito y se estremece en un escalofrío de terror al ver al ser celestial caer casi completamente ennegrecido.
¿Para esto la profecía? ¿Qué clase de broma de mal gusto de los dioses es esta? Entu no entiende nada. Como semimago, la visión le produce un efecto especialmente notable, nota la tenue magia que posee vibrar y revolverse en su interior por unos momentos, hasta que finalmente cae en el suelo de rodillas.
-Quién podría haber hecho eso...
Shela, como mucho de los magos, estaba paralizada, sin ser capaz de mostrar ningún tipo de estímulo ante las reacciones de la gente. Los magos habían sentido cómo la criatura les había concedido su mayor don, y ahora estaba ante ellos, negro y muerto.
Nadie parecía querer acercarse, hasta que la maga decidió dar un paso adelante. Y después, otro. Pero la gente no se apartaba, y recurrió a su magia para quitarlos de su camino. Shela creó un pasillo por el que pasó lentamente, acercándose a la criatura. Los que eran capaz de desviar la mirada del unicornio, podían ver cómo Shela lloraba desconsoladamente.
Al final, llegó hasta el unicornio. Se arrodilló junto a él y, con la mano temblorosa, la acercó lentamente hasta el cuello, y empezó a acariciaró. El cuerpo de la mujer se estremeció tras unos segundos, y se levantó, dando la espalda a la criatura, mirando a todos los allí presentes.
Ya no hay magia en él dijo, todo lo alto que pudo. El unicornio estaba muerto.
Otros magos se acercaron con prisas para comprobar las palabras de Shela, pero todos se alejaban espantados.
La gente iba despertando del shock, y los llantos y gritos eran el coro del momento. Rápidamente, la furia se había hecho con el control de la gente, que empezó a clamar venganza, y las razas empezaron a atacarse unas a otras.
Como si fuera pólvora, la muerte del unicornio había desencadenado una batalla en la plaza de los Haii. Aquello iba a resultar en masacre, pues no había diferencia. Cualquier objetivo era bueno, siempre y cuando no fuera de su misma raza.
Pero los celestes actuaron. Todos los magos azules se unieron, y alzando las manos, crearon diferentes burbujas protectoras para separar a unos de otros. Y no fueron los únicos. Magos de todas las razas unieron sus fuerzas en esos escudos protectores, consiguiendo mezclar burbujas para separa a los que se habían quedado peleando dentro de los escudos.
Una voz se alzó sobre las demás ¡ES COSA DEL SÉPTIMO, Y ELLOS ESTÁN AQUÍ PARA DECIRLE A SU SEÑOR QUE EL UNICORNIO HA MUERTO! Los szish, que no habían entrado en la pelea y estaban en un único globo protector, fueron el foco de numerosos insultos.
Cuando la gente despertó del shock, se libró una pequeña batalla campal. Yo no pude librarme, estaba en el árbol todavía intentando entender que había pasado cuando un tipo me agarró del pie y tiró de mi hacia abajo. En el suelo aprovechó para zurrarme de lo lindo hasta que debió de darme por muerto. Entonces me soltó y no se que pasó con el. Yo seguí tendido en el suelo con los huesos molidos hasta que alguien gritó que era cosa del séptimo. Ahora mismo poco me importaba, subí al árbol de nuevo, esta vez todo lo alto que pude para evitar que me volviesen a coger y me quedé allí, pensando,mirando y escuchando.
"El Séptimo". La simple idea le recorría como veneno en las venas, haciendo que el bello se le erizara. Tenía los ojos alegados de lágrimas ante la pérdida de un ser tan magnífico, tan único. La vida... o la muerte... La diferencia era muy fina, a veces confusa.
Estaba ocupada pensando en eso cuando todo el mundo comenzó a alborotarse. El chico que poco antes se encontraba en una rama algo más baja ya no se encontraba en su campo de visión. Había desaparecido en la marea de gente. Quizás había bajado a curiosear... Se sentía totalmente inútil desde que salió del bosque. Creía que era mayor, que había madurado... Pero ahora se daba cuenta de lo equivocada e insegura que se encontraba.
Apretó el puño alrededor de la ropa de su pecho, en el mismo lugar donde se encontraba el collar, tratando de encontrar algún punto de apoyo. Pero todo lo que encontró fue un tirón en el pie. Por suerte consiguió aferrarse a la rama con fuerza, pataleando en el aire para no caer, consiguiendo soltarse tras un forcejeo bastante incómodo -¡¡suéltame asqueroso!!- con el pie que tenía libre le dio una patada en la cara, consiguiendo zafarse y ponerse a gatas en la rama, mirando hacia abajo.
En ese momento el chico volvió a subir, lo que hizo que soltase una especie de bufido, ¿o era un suspiro de alivio? Con tanta confusión ni siquiera ella lo sabía. Se acercó saltando de rama en rama, colgándose de alguna y evitando las más débiles hasta llegar a su altura. Le miró con gesto serio -Eres idiota. No sé para qué bajas-. Ceya tenía los ojos rojos, pero parecía hacer fuerza por no seguir llorando, por intentar asimilar lo que había pasado mientras sacaba ungüentos de su bolsa para tratar de curar las heridas superficiales del chico, y quizás tratar de que no le saliesen hematomas.
Y los gritos y las acusaciones infundadas, movidas por el puro racismo, hicieron que el caos se apoderara de la plaza. Hubiera renunciado al conflicto si hubiese sido capaz, si hubiera podido ceder amablemente mi sitio a otro que quisiera formar parte de la gresca que se había montado. Hasta que un golpe alcanzó mi espalda, imposible saber quien había sido, demasiadas manos moviéndose a la par, todas buscando algo con lo que pagar la muerte del unicornio.
Haber recibido un golpe no era motivo suficiente para unirme al salvajismo, pero la tensión que se respiraba en el ambiente, sumado a presenciar la muerte de la criatura, sacaron a flote lo peor de mí. Lanzaba golpes a todo lo que estuviera a mi alcance, llevado por la ira que se contagiaba al ver a algún feérico cerca.
Todo se acabó tan rápido como empezó, y me encontraba flotando en el interior de algún tipo de magia. Dolorido recupero la compostura, avergonzado por lo que había pasado, y de lo que había hecho.
Hasta para alguien con el perfecto autocontrol de Meerelu, los acontecimientos suceden de forma demasiado rápida e inexplicable. Nada la había preparado para la visión del unicornio muerto, con sus perladas crines teñidas de un color oscuro. -Esto no debería ser así... esto no debería estar pasando...- Sin poderlo evitar, en un gesto reflejo, alzó la mirada hacia los cielos como si esperara que estos le fueran a entregar una respuesta a sus preguntas, pero estos permanecieron mudos.
Pronto se desató el caos, y quedó atrapada entre el cuerpo de las distintas sacerdotisas que se movían desordenadamente de un lugar a otro. Las voces sonaban por todos lados, todos se acusaban mutuamente, aunque nadie sabía realmente que es lo que había ocurrido. Algunas incluso comenzaron a acusar al Séptimo de lo ocurrido.
Pero eso no podía ser cierto. ¿O sí? Poco a poco, trató de separarse del resto de sus hermanas deslizando su cuerpo escamoso hacia los límites de su burbuja. Una única duda, un único pensamiento le martilleaba la mente y la obligaba a avanzar a pesar de los posibles peligros.
Finalmente, un pensamiento trató de hacerse oír por encima del griterío hacia la mente de los szish, un pensamiento que trató de ser calmado y frío, pero que realmente era vibrante a causa de la emoción. Del cúmulo de emociones que la joven sentía en ese momento. -¿Ha sido vuestro Dios? ¿Es Él quién ha hecho esto?
Namib bajó rápido para ayudar a los Celestes a controlar la situación. ¿En que ayudo? ¿Que sigue? Se movía de un lado al otro, nerviosa. ¿Piensan encarcelar a los Szish? Ayudó a calmar a la gente, dirigiendo a los torrentes de gentes por las calles, sin que se atropellaran.
Por allá, avancen hacia los barrios de hospedaje. Se hará una investigación. Se reunirán representantes de cada pueblo para decidir que hacer. Si. Manténganse tranquilos. Así se ayuda más. Avancen por favor. Esa niña, si, ahí está su mamá. Por favor avancen. Era amable, firme, coordinada.
El caos se desató tan rápido que Aylandris se vio envuelta en él antes de tomar plena conciencia de lo que estaba sucediendo a su alredor.
La maga, ¡la maga!. No la puedo perder...
Aquel pensamiento se fijó en su mente como su objetivo inmediato. La miró, junto al unicornio, lamentando su muerte. Y entre ella y Aylandris decenas de individuos en plena pelea. Alcanzarla era tarea complicada, pero no imposible.
Se agachó, poniéndose casi a cuatro patas, y comenzó a deslizarse entre la muchedumbre. Más de una vez la pisaron, muchas veces más tropezaron con ella, haciendo que varios seres terminaran con el trasero sobre la arena, y perdió su rumbo más de lo que había deseado. Pero cada vez que se incorporaba un segundo para ver hacía donde tenía que seguir caminando, corregía su trayectoria, volvía a agacharse y a reptar hacia su objetivo... hasta que sin saber porqué sintió que sus pies y sus manos perdían el contacto con el suelo. Pestañeó, sin saber qué era lo que estaba viendo. Levantó la vista del suelo, mirando rápidamente al exterior para intentar buscar respuesta.
-ARRRRRRRGGGGGGG -exclamó asustada cuando vio que estaba rodeada de una especie de burbuja que la hacia flotar, alejada del suelo. Dio un respingo e intentó incorporarse, pero perdió pie y terminó sentada, flotando, a unos escasos metros de la maga.
Suspendidos todos en el aire, una celeste caminó hasta el centro del lugar. Un mago se acercó a ella e hizo unos movimientos cerca de la cara de la celeste. Acto seguido, su voz llegó amplificada a todos los rincones de Rhyrr.
Ciudadanos de Idhún, por favor, mantengan la calma Al principio su voz estaba quebrada, pero poco a poco recuperaba la cordialidad. Aquellos que tenían algo de empatía comprendieron lo que suponía para los celestes aquella situación. De hecho, muchos de ellos se habían alejado de la zona.
La celeste empezó a levitar para estar visible a todos los allí presentes Soy Re-Min, la líder de los Celestes se presentó para aquellos que no la conocían. Y no voy a permitir estas alteraciones en mi ciudad. Todos estáis aquí pacíficamente, todos nos hemos unido a un hecho que iba a ser único... Y lo ha sido terminó la frase mirando hacia el unicornio, que seguía en el mismo lugar.
Basta de peleas y de declaraciones de guerra. Nadie sabe quién o quiénes han podido causar esta atrocidad. Y repito, NADIE las palabras eran claras Si alguien tiene hechos que demuestren que una raza o persona lo ha hecho, estaré dispuesta a escucharle, pero si son sólo acusaciones sin argumentos, no quiero escucharlas.
Re-Min hizo un gesto a los magos, y éstos bajaron los brazos, haciendo descender a todas las razas hasta el suelo, liberandolos de sus burbujas. La celeste seguía levitando, quedando encima de todos los presentes.
La situación nos pide tomar medidas complicadas. Nadie puede abandonar la ciudad hasta que se resuelva este asunto o demos instrucciones diferentes Re-Min notó en su interior las miradas de odio que había en el lugar, incluso algunas iban dirigidas a ella, pero continuaba sin inmutarse Los representantes de las dos Iglesias, así como los magos y miembros de las razas de Idhún se reunirán conmigo en la Sala Transparente de la Biblioteca. Si alguien más quiere acudir, será bienvenido, pero siempre respetando a todo el mundo. Sugiero que todos vayan a las posadas a descansar, además se habilitarán nuevas zonas para el descanso de los visitantes. Magos y sacerdotes patrullarán juntos la ciudad, para evitar cualquier altercado.
Re-Min ascendió todavía más y se alejó, directa a la Biblioteca. El murmullo se hizo otra vez presente, pero ahora nadie se atrevía a gritar ni a decir nada directamente. Algunos miembros representativos se movieron camino a la Biblioteca.
Tu voz llegó hasta los Szish, y sólo uno de ellos te miró directamente a los ojos. Algo te decía que podía ver tu interior, saber la verdad de tu conciencia. Pero tu descubriste en su mirada que estaba desconcertado y asustado. Si había sido obra del Séptimo, él no lo sabía. Su curiosidad por la llegada del Unicornio era sincera, y ahora sus vidas corrían serio peligro.
Chicos, ¡qué os toca! XD
No se si se os ha olvidado o no sabéis qué postear. En caso de que sea esto último, no dudéis en decírmelo por la escena de Dudas para poder evitar estas cosas :)
¡Ay,huy,duele! digo a la chica mientras me cura las heridas ¿qué yo bajé? ¡aaaayy! , ¡ese animal me enganchó por el pie, el muy bestia. Ay!
Cuando escucho a la celeste hablar me pongo en movimiento, todavía estoy dolorido, pero no todos los días se forma parte de la historia, aunque sea trágica, de Idhun. ¡Vamos, quiero ver que hacen en la biblioteca! Todavía estoy triste por lo del unicornio, mas aún por los golpes, pero tengo un ánimo renovado y parece que las heridas duelen menos. Me pongo pues camino de la biblioteca.
-Tch, ¿todos los hombres sois tan quejicas?- le miró con una ceja levantada mientras una sonrisa burlona se asomaba en sus labios.
Ya habían vuelto al suelo (el simple hecho de "volar" le había encogido el estómago en un puño). Miraba con los brazos cruzados a la Celeste. No lo podía evitar, le transmitía cierta calma, tranquilidad y seguridad... Pero por dentro seguía llena de dudas, aunque no se atreviese a expresarlas en voz alta.
-¿Te vas a la biblioteca?- miró al chico de nuevo con esa expresión de "¿eres tonto?", sacudió la cabeza a ambos lados y le puso la mano sobre el hombro para acercarse y susurrar -no sé tú, pero yo no quiero quedarme encerrada en este lugar- y sin más se dedicó a caminar esquivando a las personas, casi como si bailase, ocultándose detrás de unos y otros.
Se disponía a salir de la ciudad y olvidarlo todo. El viaje había sido un error. Volvería... ¿pero a dónde? Si volvía así, su tía y su prima la mirarían con desaprobación, y el resto de feéricos no serían menos.
"No... no puedo volver así"- se paró en seco y se giró mirando las caras distintivas de cada raza -"además, le prometí a esa bárbara que le ayudaría a encontrar al ladrón de Wash".
Soltó un bufido desdeñosa. No le gustaba sentirse así. Sentía que era demasiado débil para negarse a hacer lo que prometía "tengo que aprender a que todo me dé más igual".
Deshizo sus pasos para volver junto al chico igual de rápido que se había marchado.
Antes de que al pobre le diese tiempo a abrir la boca, Ceya ya estaba estirándole de los mofletes.
-¡Que sepas que eres un pequeño niño idiota y cabezón!
-¡JUM!- apretó los labios mirando "indignada" hacia un lado. Fue cuando vio en la lejanía a los yan. ¿Ellos también sentirían curiosidad por lo que estaba pasando?, ¿sería verdad que su corazón ardía como el fuego?, ¿se quemarían si los metes en una hoguera?
-¿Crees que sacaremos algo en claro en la biblioteca? Es que no estoy ahora mismo como para meterme entre cuatro paredes. Además, he oído que es un sitio lleno de libros... ¡¡habrán muchos símbolos de esos raros a nuestro alrededor!! Qué mareo con solo pensarlo...
Además, tengo curiosidad. ¿Has visto a alguno de esos magos estirados que parezca sospechoso? Como si hubiese robado algo... ¿sabes lo que son los wash? Son bichos asiiiiiiiií de grandes- estiró ambos brazos hacia los lados indicando el tamaño de los animales -muy peludos y que comen hierba. Quiero saber para qué lo puede querer utilizar alguien.
Las palabras de la celeste sonaban reconfortantes y, en cierta medida, me hacían sentirme un poco mejor tras lo que había pasado en la plaza. Pero eso no le quitaba la gravedad al asunto que se estaba tratando, el unicornio había muerto delante de todos los ojos que allí se había concentrado para verle en su máximo esplendor.
Poco a poco, la burbuja va bajando hacia el suelo, mientras la celeste termina con su discurso. Invitando a todo el mundo que quisiera asistir a la reunión que se iba a celebrar en la biblioteca. Me hubiera ido por dónde había venido sin dudarlo, pero la restricción impuesta por la que nadie podía salir de la ciudad me impedía irme. Además, aunque no se lo mereciera, no podía abandonar a Shela a su suerte. Por muy cínica que se hubiera vuelto, no dejaba de ser Shela, en algún punto, oculto entre tanta magia, debería estar la yan que yo conocí hace mucho. Suelto un desganado suspiro. Estaba claro que no podía dejarla sola.
Si tenía que volver con ella, en el caso de que ella quisiera volver claro, tendría que esperar a que todo esto terminase. Puede que colaborando con ellos se resolviera antes, y para eso tendría que acudir a la reunión. Debí haber previsto que una petición así por parte de la maga traería malas consecuencias, pero no lo vi.
Suelto otro suspiro y me uno al torrente de gente que se va dirigiendo a la biblioteca, con la sacerdotisa celeste a la cabeza. Espero que Shela recapacite cuando todo esto haya pasado.
Namib corrió adelante para la reunión en la biblioteca. Quería encontrar un buen lugar. Quería además ver la reacción de las distintas razas ante lo acaecido. Espero no estalle una guerra. Sus trenzas largas y anudadas bamboleaban sobre su espalda. El tamaño corto de gnoma, y la agilidad natural de esta raza le daban una ventaja. Llegar primero para escuchar. Sentarme junto a una ventana para escapar. Uno nunca sabe si es que quienquiera que lo hizo quiera que regrese el caos. Venía viendo a unos y otros tratando de identificar chispas de odio antes de que se escaparan y encendieran las mechas tendidas por años de separación e incomprensión. Grande es la magia de los celestes. Quien fuera una de ellos.
-¡La ciudad cerrada! entonces no podré salir al río.- La idea de estar atrapado entre las mareas de gente que le rodean asusta al varu. La batalla campal que se ha formado ya ha sido una mala experiencia para él, pero quedar atrapado en la ciudad sería aún más duro. A pesar de ello, no se plantea huir de forma "ilegal", cuando llegue la noche ya tendrá ocasión de intentar razonar con los guardias.
-Yo quiero ir también a la biblioteca.- Además de querer enterarse de lo más que pueda sobre la desgraciada muerte del unicornio, Entu tiene otra razón para optar por la biblioteca: cree que allí estará algo más a salvo del caos que probablemente se forme en la ciudad en las próximas horas. Busca con la mirada quienes del grupo que estaba viendo la llegada del unicornio con él comparten su deseo de ver qué pasa en la biblioteca. -¿Os importa acercarnos antes a una fuente? Necesito refrescar mi piel.