| JUGADA MASTER |
El tiempo fue pasando con bastante rapidez. Marenwën casi no tenía tiempo para su vida privada pues dedicaba cada segundo del día a restaurar el daño causado por Asis. Éste había sido incinerado para evitar mayores sorpresas, para evitar linchamientos a su propia tumba. La incineración les liberaba a todos y aunque ese final era digno de reyes, Marenwën había preferido hacerlo así pues a pesar de todo seguía considerándole su hermano. Malvado y vil, sí, pero su hermano. No había nada que Marenwën respetara más, nada por encima de la familia.
Hiceron también actos en memoria de Kenneth, el padre de Marenwën. Todos velaban por su alma y mostraban sus respetos a su antiguo Rey. Muchos habían querido proclamar a la elfa Reina de Anárion pero ésta se había negado, al menos hasta que hubieran despedido a los fallecidos. Hubo tres días de luto en los que no se hizo celebración alguna, por respeto a los caídos.
Llegado el cuarto día todo Anárion le hizo saber a Marenwën que querían coronarla. La elfa ya contaba con ello y no le sorprendió pero sí temía no ser digna de tal cargo. Había luchado incansablemente por acabar con la breve tiranía de Asis, pero no lo hacía por ocupar ella el lugar sino por devolver a los habitantes la paz que tantos años había durado. En ese momento que se encontraba a poco tiempo de ser Reina de Anárion se sentía indecisa, nerviosa, confundida. Así se lo hizo saber a Aradan durante una de sus visitas al bosque. Allí, tumbados en el césped y abrazados, miraba al cielo con el ceño fruncido.
- ¿Y si les someto a un destino peor que el de Asis? ¿Y si el poder me transforma? No quiero dejar de ser quien soy- le dijo una Marenwën preocupada.
| Bosque |
Aquellos días pasaban a toda prisa. Era increíble lo que mi nueva vida me estaba gustando. ¿Me podría acostumbrar a aquello? Sabía que sí.
Quería coronar a Marenwën y eso significaba que yo también me convertiría en Rey. Era un cargo importante, muy importante. Lo hablé en una ocasión con mi padre, mientras le ayudaba con su trabajo y dijo que confiaba plenamente en mí, pero yo, al igual que Marenwën, no estaba muy convencido.
-Si estamos juntos lo haremos bien, Marenwën.-le dije, tumbados allí en el césped.-Apoyémonos entre nosotros y que no nos avergüence pedir consejo. Tenemos un consejo privado más que preparado para asistirnos, a ambos.-la besé en la frente con suavidad.
Entonces pensé en lo que dijo Asis... ¿Marenwën realmente estaba embarazada? Comencé a darle vueltas a aquello, en silencio.
| BOSQUE |
Asentí con la cabeza creyendo en las palabras de Aradan. Siempre había sido muy sabio, siempre tenía las ideas claras y descargaba positividad por cada uno de sus poros. Positividad que me contagiaba a mí de vez en cuando.
- Muy pronto seré coronada y vos, Aradan... En fin, quiero que seáis el Rey de Anárion pero para serlo habrá que... Hay un detalle... Bueno, no sé si me entendéis- dije, titubeando.
Hablar del matrimonio no era fácil pero si realmente estaba encinta e iba a ser coronada, quería a Aradan a mi lado. Para siempre.
| Bosque |
Sabía a lo que se refería y sonreí sin que me viese. Me levanté, la ayudé a levantarse y disfruté de su mirada, no sabía a que venía aquello.
-Creo, querida, que sé muy bien de que estáis hablando.-aquello lo tenía pensado desde el día anterior, pero no había encontrado el momento. Ella misma me había dado el momento oportuno. Me arrodillé y pude ver como comenzaba a comprender todo.-Marenwën...-saqué un anillo del bolsillo, un anillo con una pequeña perla que yo mismo había sacado de las minas, unas minas que antiguamente trabajaba para recolectar buena piedra u otros minerales. Era de color azul claro.-¿Seríais capaz de hacerme más feliz aún y entregaros a mi en matrimonio?.-alcé la mano con el anillo, para que lo viese bien. En mi rostro se veía una gran sonrisa.
| BOSQUE |
Nos pusimos en pie y por un momento pensé que daríamos un paseo, como solíamos hacer casi siempre que tenía algo de tiempo libre desde que todo acabó. Sin embargo no avanzamos, nos quedamos en el mismo lugar.
Mis ojos se abrieron exageradamente cuando le vi arrodillarse y supe qué estaba sucediendo, qué pasaría a continuación. Sacó un precioso anillo y no pude evitar llevarme las manos a la boca mientras las lágrimas comenzaban a salir de mis ojos. Estaba muy emocionada, jamás imaginé un momento tan maravilloso como aquel. Aradan lo estaba haciendo fenomenal y sería un momento que grabaría en mi retina para toda la eternidad.
- ¡Diablos! ¿Por qué habéis esperado tanto? ¡Claro que quiero!- exclamé emocionada tendiéndole la mano para que me pusiera el anillo. Cuando lo hizo me lancé a su cuello y le abracé con fuerza para después besarle de forma apasionada-. ¿Lo teníais planeado desde antes de venir al bosque?
| Bosque |
Reí ante su respuesta y recibí su beso con gusto. Era increíblemente feliz.
-Sí, pero no tenía ni idea de como hacer para dároslo. Vos me disteis la ocasión perfecta sacando el tema.-acaricié su mejilla suavemente.-Tal vez es poco romántico y precipitado, pero no aguantaba más y esperaba a la primera oportunidad.-la besé, esta vez yo, de forma apasionada, disfrutando del momento. Sellar mi vida para siempre con Marenwën era maravilloso.
| JUGADA MASTER |
Marenwën irradiaba felicidad por cada uno de sus poros y de sus lágrimas, esas que se apresuraba por limpiar antes de que llegaran a la mitad de su rostro. No por vergüenza sino porque tampoco quería parecer una histérica. Se fue tranquilizando poco a poco y de sus labios salieron tres palabras que grabaría para siempre en la historia de Anárion:
- Os amo, Aradan.
El tiempo pasó con bastante rapidez. Es lo que suele suceder cuando se disfruta cada minuto y aquella pareja lo estaba haciendo. La boda fue un acto muy hermoso donde ambos se entregaron mutuamente para toda la eternidad. Aprovecharon ese mismo acto para celebrar también la coronación pues así lo había querido la propia Marenwën. No quería derrochar dinero, ese que tanto hacía falta para recontruir todo Anárion, incluyendo las casas de los habitantes que habían sido derruidas por capricho de Asis.
Les hicieron jurar que actuarían en beneficio del reino, que antepondrían las necesidades de éste a las suyas propias y que jamás volverían a someterlo a una oscuridad como la de Asis. Aceptaron gustosos pues todo aquello ya entraba en sus planes desde el principio. Todos los presentes habían escogido sus mejores galas y el acto se celebró en el mismo bosque, por petición expresa de los contrayentes. Después del juramento ambos recibieron sus correspondientes coronas plateadas que les otorgaban el poder de Reina y Rey de Anárion.
- ¡Viva la Reina Marenwën! ¡Viva el Rey Aradan! ¡Viva Anárion!- exclamaron los invitados y aquellos vítores se repitieron por todo el gentío.
Hasta los animales habían acudido para persenciar el enlace y la coronación. Hasta los padres de Aradan que miraban con tremendo orgullo a su hijo.
Después de aquello no tuvieron ni un respiro durante el resto del día. Todo eran felicitaciones, abrazos, besos, reverencias, juramentos... Se celebró un modesto banquete en el cual todo el mundo comió lo que quiso, hasta los habitantes de clase baja. Para los nuevos Reyes de Anárion todos eran iguales a sus ojos. Nadie era menos que nadie. La igualdad era y sería siempre lo que regiría su reinado.
Llegó la noche y por fin pudieron encontrarse los recién casados en sus nuevos aposentos. Habían sido decorados para la ocasión pues ninguno sabía de las relaciones sexuales que habían mantenido antes del matrimonio. Ni siquiera ellos mismos podían confirmar o descartar el posible embarazo de Marenwën. Sin embargo todo el mundo esperaba que a partir de ese momento comenzaran a trabajar para concebir herederos. No fue hasta ese momento cuando Aradan pudo observar con detenimiento el traje de su ya esposa. Era de color blanco y largo con una falda muy amplia. El corpiño estrechaba su figura y realzaba sus senos. Durante el día se había desprendido del velo de modo que ya no lo tenía puesto. Las mangas del vestido eran ajustadas hasta la muñeca, desde donde se ampliaba y se alargaba hasta llegar al suelo. El cabello se lo había recogido en un elegante moño a media cabeza.
- Menudo día...- dijo Marenwën con una sonrisa aunque con ojos cansados. Observó con atención a su esposo con aquella corona que tan elegantemente portaba-. Os amo, esposo mío...
| Aposentos |
Después de todo aquel día, largo pero intenso y emotivo, llegó la noche. La corona sobre mi cabeza se sentía especialmente rara, no me acostumbraba a ella y algo me decía que tardaría en hacerlo.
Por primera vez desde que comenzó el día pude mirar detenidamente a Marenwën. No es que antes no lo hiciese, pero ahora pude pararme y deleitarme con su figura. Estaba increíble, como siempre.
-Y yo, esposa mía.-le contesté, acercándome a ella y besándola con una pasión que parecía tener escondida en alguna parte a causa del cansancio.
Miré a mi alrededor y pude ver un aposento bien decorado, insinuante incluso para ser la noche de casados. Sonreí de medio lado y volví la vista, pero parando primero en los pechos de Marenwën para luego subir a sus ojos. ¡Fue un acto reflejo! Reí levemente por ello.
-Se han tomado muchas molestias...-comencé a decir, posando una mano en su espalda, acercándola más a mi y otra en su mejilla, acariciándola.
| APOSENTOS |
Sonreí ante la respuesta de Aradan y le besé apasionadamente, sintiendo cómo acariciaba mi espalda.
- No es para menos, ahora somos los Reyes de Anárion- comenté, como si repetírmelo una y otra vez ayudase a asimilarlo. Al parecer Aradan también se sentía extraño con aquel nuevo cargo, con aquel nuevo título-. De ésta noche esperan que plantes la semilla y empecemos a tener hijos pronto... Lo que no saben es que igual la plantaste ya días atrás- comenté con una sonrisa en los labios.
Aún no tenía que venirme el periodo de modo que no podíamos hacer cálculo alguno.
| Aposentos |
Asentí, sabiendo que era eso precisamente lo que estaban esperando. ¿Quién era yo para negarme a ofrecer algo que tanto querían? Menudo canalla estaba hecho...
-Creo que no deberíamos de esperar a averiguarlo.-le dije, sin hacer desaparecer mi sonrisa, bajando mi mano que tenía posada en su mejilla, pasando por uno de sus pechos, que acaricié suavemente por encima y posando la mano en su cintura.-Quién sabe, tal vez Asis solo quería ponerte nerviosa, asustarte...-realmente era una posibilidad, lo decía completamente enserio.-En conclusión, deberíamos empezar a ejercer como reyes.-no pude evitar reír un poco esta vez.
| JUGADA MASTER |
Marenwën sonrió de forma picarona y comenzó a desatar el lazo de su corpiño, mientras le hacía partícipe de aquel espectáculo. Lo sucedido a continuación era más que evidente. Ambos se sumieron en una noche tan romántica como la propia ceremonia. Caricias, besos, abrazos y palabras hermosas llenaron los aposentos de los nuevos Reyes de Anárion.
Los meses pasaron y no sólo se dedicaban a crear nuevas leyes, a mejorar el reino, sino también a hacer crecer la familia pues Marenwën estaba ya encinta. Desconocían si Asis estuvo en lo cierto o le concibieron en la noche de bodas. Independientemente de eso, ambos estaban felices al igual que el reino. Cuando llegó el momento del alumbramiento todo era expectación y a pesar del dolor que sufrió la Reina de Anárion, tuvieron un precioso niño al que llamaron Keeneth como su abuelo.
Con ellos había quedado atrás la oscuridad a la que les sometió Asis. Con ellos comenzaba una nueva era...
Un hijo, un precioso hijo al que educar, enseñar... Era increíblemente feliz y adoraba aún más si se podía a Marenwën por haberme entregado tal regalo. Me pareció genial llamarlo Keeneth.
Los días en el reino no eran aburridos, al menos de momento. Había mucho que hacer, siempre estábamos ocupados y eso nos gustaba, en cierto modo. Los tiempos libres los pasábamos con el pequeño Keeneth, mimándolo todo cuanto podíamos, aunque rara vez, exceptuando las noches, Marenwën y yo coincidíamos juntos con el pequeño. Realmente llevábamos bien todo aquello, mejor de lo esperado incluso.
Mis padres no quisieron dejar aquella pequeña y modesta casa en el bosque, tampoco les insistí en ello, les comprendía. Un fatídico día, después de un par de años de tener a Keeneth, mi padre murió en las minas porque sí, siguió trabajando a pesar de que no fuese necesario siendo su hijo el propio Rey. Era un gran elfo y le ofrecimos una hermosa ceremonia antes de incinerarlo. Mi madre pareció enfermar después de aquello, tal vez por la tristeza, la soledad de aquella casa... Aún así no quería mudarse y yo la visitaba diariamente, sin excepción.
Con el paso de los años, Keeneth se convirtió en un joven elfo, travieso y aventurero. Siempre decía que quería viajar, visitar otros lugares, vivir aventuras... Cada vez que hablaba sobre ello a mi mente venían los tiempos de guerra y terror a causa de Asis... Me alegraba saber que él nunca tendría que vivir algo como eso. Al menos eso esperaba, ya que nunca se sabía que mal podría estar alzándose en cualquier rincón oscuro...