Ana se acuclillo con la espalda contra la pared del mausuleo, estaba como ida y casi no conseguia pensar en cual debia ser su proximo movimiento.
Entonces escuchó el grito y ella también vio la abominación, tuvo entonces que acallar el suyo propio con la mano. Estaba inmovil por el terror y solo podia mirar a Mario con los ojos desorbitados.
Motivo: Cordura
Tirada: 2d6
Dificultad: 10+
Resultado: 3(+1)=4 (Fracaso)
Tengo +2 a la razón por eso solo he puesto +1
Creo que Ana no sale de esta.
Lo siento pero es que estoy hasta arriba de trabajo (2 proyectos que han de terminar antes de año y además el trabajo de fin de carrera que he de leer antes de navidades). Si crees que es mejor pnjotizarme para no seguir retrasando esto, quizás sea lo mejor. Lo siento, de verdad.
Mario se miró las manos. Le temblaban como si acabase de levantar una roca de 50kg. Rápidamente se agarró una con la otra e intentó calmarse. Miró a Ana, estaba descompuesta, casi desfigurada por el terror, definitivamente peor que él.
Dios, no vamos a salir de esta, maldito Teo... ¿por qué tuviste que volver? - pensó. Tras darse unos segundos, agarró el rostro de Ana e hizo que le mirase fijamente a los ojos, que sólo se centrase en él.
- Ana, ¡cálmate carallo!, Anita mírame. Vamos a salir de esta. El bicho ese es más lento de lo que parece. Mira, tranquila que lo vamos a conseguir - hablaba despacio, intentando insuflarle toda la tranquilidad que él no tenía, inventándosela más que sacándola de algún rincón de su mente - vamos a correr como si nos persiguiera el demonio hacia allá - señaló al muro - que es donde está Tomás. Con suerte ahí acabará todo. No vamos a caer aquí.
Le besó la mejilla.
- No hay tiempo que perder - tiró de su brazo para que los dos se incorporasen - ¡Vamos! - le dijo convencido de que Ana iba a seguirle con todas sus fuerzas al tiempo que comenzaba una carrera hacia el muro.
Motivo: Clase Alta
Tirada: 2d6
Resultado: 2
No sé qué tirar para convencer a Ana ahora que está PNJtizada y acojonada. Voy a usar por probar algo diferente el movimiento "Clase Alta". Tengo +1 en afinidad y -1 por la penalización, aquí no aplican los puntos de confianza ¿no?.
De todos modos, con un 2, voy a rolearlo como que creo que la he convencido y salgo pitando seguro de que me va a seguir sin dudarlo aunque creo que la he convencido de lo contrario y se va a ir de morros hacia el monstruo o lo va a dirigir hacia mí...
El grito de Ricardo reverberaba en aquella amplia estancia. Echó la cabeza hacia atrás tratando de valorar la huida de sus amigos. Una vez vio que Mario había sacado a Ana de la estancia miró fijamente a la criatura y concentró sus fuerzas en la mano donde sostenía el puñal para lanzar varias estocadas dispersas hacia la criatura. Dudaba que aquel puñal pudiera hacer daño a aquella criatura pero con suerte podría librarse de ella y salir corriendo de aquel lugar.
Motivo: Daño
Tirada: 2d6
Resultado: 6(+2)=8
Motivo: Quitarme al bicho de encima
Tirada: 2d6
Resultado: 8
Me llamo Ricardo, RI-CAR-DO. A ver, en realidad me llamo Roberto, pero manda cojones que en la vida real me llames Sharak y en una partida me llames por mi nombre real en lugar del de mi personaje XDDDDD
Dejo una tirada para quitarme al bicho de encima. No he sumado nada. Mi intención es quitarmelo de encima y salir corriendo. Sospecho que podría ser el habitual "Actuar bajo presión" con lo que sumaría razón (+2) y tendría éxito completo. Si es por Físico (-1) porque estimas que estoy intentando hacerle daño es un éxito parcial (un 7).
P.D: Me gustaría saber que habría pasado si en la anterior tirada no llego a tener éxito
Con el impulso del monstruo ambos cayeron rodando por el suelo. Mario empezó a lanzar tajos intentando tomar el control de la situación. Aquel fantasma les había dicho que el cuchillo era lo único que podía parar al Indiano y esperaba que fuera cierto.
Uno de los tajos alcanzó al muerto viviente en el estómago. El líquido de embalsamar putrefacto se derramó por el brazo del detective y la presa que el monstruo ejercía sobre él se relajó lo suficiente como para que pudiera propinarle una patada con la que echarlo hacia atrás, contra la base del atril de piedra sobre el que reposaba el ataud. Sin pensárselo dos veces Ricardo lanzó un nuevo tajo, esta vez buscando el cuello de la criatura. Lo alcanzó haciendo que los ojos del muerto se abriesen de par en par. El puñal estaba logrando lo que la pistola no había hecho efectivo. La cosa abrió la boca mientras las puñaladas seguían cayendo, ahora provocadas por una descarga de tensión y dolor, sin un patrón aparente. Ricardo siguió apuñalando a aquel monstruo incluso cuando ya había dejado de moverse. Ni siquiera se dio cuenta de que estaba llorando hasta que, agotado, cayó de rodillas apoyándose en el suelo.
Entonces escuchó un gemido. ¡Era Kamil! ¡Aún estaba vivo! El polaco estaba muy malherido pero sus manos temblaban. ¡Vivo!
Otro ruido lo sorprendió. El que provoca una gruesa masa de metal impactando la piedra. Algunos fragmentos del techo de la cripta cayeron sobre su cabeza, como si una enorme excavadora estuviera golpeando la superficie.
Calla, mi dislexia nominal empieza a ser grave. Cualquier día llamo Darío a David o algo así...
Si la llegas a fallar el bicho aparte de zurrarte a ti agarraría a uno de ellos. Al menos salvaste a tus colegas.
Con 7-9 del daño el Guardián puede escoger uno... y escoge: pierdes el equilbrio.
Usamos 'Actuar bajo presión' con lo que el indiano recibe las del pulpo.
Mario aferró la mano de Ana y se lanzó a la carrera hacia la muralla, hacia el único destino que aparentemente los podría sacar de aquella pesadilla. Oyó un bramido a su espalda pero no se amedrentó. Continuó corriendo. Pero entonces se dio cuenta de que Ana no se movería. Su mano se soltó, inerte, dejándolo escapar. Sólo miró un momento hacia atrás y la vio allí, de pie, en medio de las lápidas, totalmente inmóvil mientras la enorme figura del Cancerbero se alzaba sobre ella como un edificio viviente. Como algo tan pesado podía moverse tan rápido era inexplicable para Mario.
La cadena de la criatura dio una vuelta sobre su cabeza y con la fuerza del giro arrancó un fragmento del mausoleo. Ana seguía inmóvil. Mario se detuvo un momento aferrado a una lápida, su mano extendida hacia su amiga. Ni siquiera era capaz de escuchar su propia voz gritando de desesperación, viendo lo que estaba a punto de suceder.
La mujer seguía inmóvil, como si aquel engendro hubiera minado toda su voluntad de supervivencia. Mario cerró los ojos y maldiciendo se dio la vuelta para continuar su huida. No era un cobarde. Intentaba convencerse de que no había nada que pudiera hacer. Mientras alcanzaba la grieta del muro sintió como el suelo vibraba bajo sus pies cuando una enorme cadena de hierro impactaba contra el suelo. También creyó escuchar el sonido de un montón de huesos crujiendo bajo ella. Lo que no oyó nunca más fue la voz de Ana, de su vieja amiga, que ni siquiera tuvo la voluntad suficiente como para gritar ante lo inevitable.
Él debería gritar por los dos. Y rezar por alcanzar aquella grieta para que la muerte de su amiga no fuera en vano.
Intentar pasar rápido a través de la grieta en esta situación es un movimiento de Actuar bajo presión (+Razón).
Ricardo jadeaba sonoramente. Por un momento había olvidado el punzante dolor de su hombro que todavía goteaba la sangre provocada por la dantesca criatura. Pero el último hálito de vida de un compañero activó la reserva de energía del detective que logró ponerse en pie para coger la mano del polaco.
—¿Kamil? ¡Estás vivo! —con el dorso de la mano se secó las lagrimas y se apoyó con las manos negras sobre la tumba del indiano donde su amigo luchaba por su vida—. Te voy a sacar de aquí amigo... vamos.
Con las últimas fuerzas cargó a Kamil en la espalda y caminó todo lo deprisa que pudo hacía el exterior. Por el camino volvió a ver aquella granada. El lastrado detective se agachó a recogerla y la mancha de sangre de su camisa se extendió inmisericorde.
Apretó los dientes y con la granada en la mano y tratando de sostener al polaco sobre el otro hombro avanzó hacia la salida.
Arrastrando al desfallecido Kamil el detective ascendió por la escalera. Cuando llegó a lo alto una enorme sombra se interpuso ante él y el cementerio. La enorme criatura que llamaban el Cancerbero estaba de espaldas frente a la puerta. Era una criatura inmensa, que pese a estar encorvada debía alcanzar los tres metros de altura. Su piel era blancuzca, enfermiza, y estaba cubierta en muchos puntos por jirones de tela que parecían vendas. Su enorme barriga se movía en hondas con cada movimiento de sus piernas similares a la de un elefante. El engrendro de pesadilla tenía varias cadenas clavadas a sus carnes en diversos puntos y con cada movimiento las arrastraba provocando aquel tintineo. Sus poderosos brazos simiescos sostenían una cadena mucho más grande y pesada al final de la cual se arrastraba una enorme bola de demolición. Aquella bola estaba ahora posada en el suelo en medio de un brutal charco de sangre. Demasiada sangre. Una mano se elevaba inerte del agujero que había dejado en su impacto contra el suelo. Era lo único que había quedado reconocible de la infortunada Ana.
Para Ricardo todo estaba inmóvil en ese momento. La gigantesca criatura, que alzaba su cabeza calva al cielo para lanzar un aullido de satisfacción a través de esa enorme boca repleta de colmillos amarillentos, parecía en otro plano de existencia pese a estar a escasos dos metros de donde él se encontraba. Al otro lado del monstruo, donde podría estra el fin del mundo, veía el muro por el que se habían colado y hacia el que corría desesperado Mario, probablemente buscando el hueco por donde se habían introducido en el cementerio.
Me hace usted una tirada de Cordura (+Razón) para la dantesca visión.
La visión de aquella criatura hizo tropezar al detective. La rodilla derecha chocó contra el suelo y Ricardo arrugó la frente de dolor. Kamil cayó al suelo deslizando por el hombro del detective que no podía más que mirar a aquella criatura.
Por un instante reprimió un grito de horror, en parte por la criatura, en parte por la brutal muerte de su amiga. Inspiró profundamente una vez más tratando de dominar la situación. La granada estaba en su gabardina y sabía que ese era el momento. Se puso en pie y quitó la anilla.
—Van a pagar por todo esto, Kamil. Te juro que van a pagarlo.
El detective no podía contener las lagrimas en sus ojos y el lanzamiento de la granada fue acompañado de la salpicadura de esas lágrimas de sus ojos. La granada fue a parar justo debajo de la criatura y en la cabeza de Ricardo un coro angelical se encargaría de la detonación y de regresar a esa criatura a su lugar. Un coro angelical que devolvía la calma a su cabeza y que le hizo quedar arrodillado en el suelo con las manos apoyadas.
Motivo: Cordura
Tirada: 2d6
Resultado: 9(+2)=11
Motivo: Recurrir a la violencia
Tirada: 2d6
Resultado: 8(-1)=7
- Inflinges un gran daño (daño +1)
- Impresionas, desmoralizas o asustas a tu enemigo. Si actúas contra un PNJ debe cambiar de forma absoluta su comportamiento.
Mario estaba atrapado en aquella grieta. Convertido en un manojo de nervios se veía incapaz de avanzar y se había quedado enganchado en el zarzal1 que casi cubría el muro completamente. Veía con horror e impotencia como el monstruo lo miraba ahora fíjamente con sus ojos lechosos. Podía saber exactamente lo que sentía una mosca atrapada en la tela mientras la araña se aproxima irremesiblemente. No era un gran pensamiento para ser el último que tendría en vida.
Y entonces vio a Ricardo que salía corriendo por un lateral del monstruo. En realidad se movía con esfuerzo, arrastrando a un malherido Kamil que iba colgando de su hombro, inconsciente. Ricardo estaba cubriendo la distancia entre ambos con un gesto de ansiedad que podría comprenderse porque el monstruo se estaba girando hacia él.
No. Su urgencia no venía del monstruo. Cuando la criatura miró hacia sus pies Mario comprendió lo que pasaba al ver la granada de mano sin espoleta justo debajo de la masa amorfa de aquel ser. La criatura, de alguna forma, también pareció comprenderlo y por un momento quizás sintió algo parecido al miedo.
La detonación los lanzó a todos por el aire. Ricardo y Kamil se habían alejado lo suficiente como para no estar justo en el área de efecto de la granada pero aún así salieron despedidos hacia delante. Mario tapó la cara contra la pared mientras un una lluvia de sangre, tierra y carne golpeaba todo a su alrededor. Se escuchaba algo más. La risa desquiciada de Ricardo. ¡Había volado por los aires a la abominación!
Pero para cuando el humo se disipó los tres amigos se dieron cuenta de que quizás habían cantado victoria muy pronto. La criatura estaba tirada en el suelo. La mitad de su cuerpo había reventado y uno de sus brazos colgaba de un mero hilo de carne. Pero aún se movía. Se intentaba levantar con el brazo que conservaba entero. Nada podía haber sobrevivido a aquella explosión. Pero aquello no sobrevivía porque, ahora se dieron cuenta, estaba tan muerto como los cadáveres que descansaban bajo las lápidas de aquel camposanto.
Aún así la explosión lo había dañado considerablemente y le costaba mantener el equilibrio. ¡Era una oportunidad única para poner tierra de por medio!
Desesperado Mario intentó abrirse paso nuevamente a través de la grieta del muro.
[1] No hay turno, no hay galletas. Fallas la tirada. Por suerte para ti Ricardo aparece en su brillante armadura ;)
Y así estáis los tres, haciendo cola ante la grieta del muro en la que se ha quedado atorado Mario, mientras el Cancerbero intenta levantarse para devolveros el saludo.
Holy Bomb. Tal cual :D
Durante algunos segundos en la cara de Ricardo se había dibujado una sonrisa, una angustiosa sonrisa. Pero duró poco, demasiado poco. Aquella criatura trataba de volver a levantarse y no parecía que su intención fuera la de pedir perdón.
Por suerte para el grupo Ricardo aún conservaba el cuchillo que había clavado al indiano. Apoyó a Kamil en el suelo e introdujo el cuchillo en los huecos para cortar el zarzal y permitir la salida de Mario.
—Tranquilo, no te muevas mucho, voy a cortar la zarza para que puedas salir. Pero no te pongas nervioso, mi pulso está agitado y no quiero que acabemos peor de lo que estamos.
La cara y los brazos de Ricardo estaban llenos de suciedad. La humedad provocada por las lágrimas provocaba unas formas imposibles dibujadas en su rostro, como si de un minero se tratase.
—Mario, Kamil está vivo. ¡Vivo! Vamos a salir de aquí los tres y nos vamos a olvidar de toda esta locura —dijo mientras dejaba caer la vista atrás pensando en Ana.
Aquel cuchillo había salvado por dos veces la vida de Ricardo. Mientras el monstruo se intentaba erguir los tres amigos se deslizaron por el hueco de la muralla y descendieron, a trompicones, por el camino de las rocas. Entre los dos que se mantenían en pie llevan en volandas al Kamil. El polaco había perdido mucha sangre y ahora estaba inconsciente. Pero vivo. Seguía vivo.
Cuando estaban alcanzando la entrada de la cueva escucharon un estruendo sobre sus cabezas mientras un montón de cascotes volaban hacia el mar. ¡La monstruosidad se estaba abriendo camino!
En las sombras de la caverna pudieron ver las figuras traslúcidas de las almas que poblaban Sanabrás. Algunas las miraban con rostro esperanzado mientras que otras no disimulaban el odio que albergaban por la decisión tomada por los amigos.
Un pedazo de lo que parecía carne putrefacta sacó a Mario de su bloqueo escénico al golpear su cabeza por detrás.
- ¡Enrique! - gritó aliviado - ¿Kamil? - le había dado por muerto al salir huyendo de la cripta pero no lo parecía por cómo cargaba con él su amigo. No se entretuvo mucho más al comprobar que la criatura intentaba levantarse y con la ayuda del detective consiguió librarse del zarzal.
Mientras corrían hacia la cueva no podía dejar de pensar en Ana. Ricardo no preguntó por ella pero estaba seguro de que era simplemente porque adivinaba su destino.
- Ana... - era lo único que pudo pronunciar. Ricardo asintió con la cabeza y ese gesto sirvió para que Mario callase y se centrase en alcanzar la cueva.
- ¿De dónde han salido todos esos? - dijo al ver muchas más formas que con las que se habían cruzado en su paso por Sanabrás - ¡Tomás! ¡Tomás! - gritaba. Se fijó en la cara de pocos amigos de algunas de ellas y recordó la mención a las distintas posiciones de los espíritus hacia el status quo con el espíritu del Indiano - Espero que no nos pongan problemas - dijo por lo bajo
—Poco importa ahora —le dijo a Mario avanzando hacia el interior de la cueva—. ¡Tomás! ¡Lo tenemos!
Estaban en el lugar indicado... el lugar donde habría de realizarse el maldito ritual y tenían la pieza clave que lo posibilitaría. De repente Ricardo oyó una música. Un piano tañía sus cuerdas elaborando una suerte de melodía. Quizá esa música estaba sólo en la cabeza del detective pero lo cierto era que para él representaba el inicio del ritual o quizá Teo había completado su música para muertos.
La música se oía con más fuerza a medida que se acercaban al círculo elevado con las runas. Mientras depositaban a Kamil en una esquina de las cuevas la melodía sonaba como una marcha fúnebre, pero en cuanto se aproximaron al centro con el camafeo en sus manos la tonada aceleró hasta convertirse en una fuga desquiciada que resonaba rebotando contra las paredes de la cueva, sin que pudiera acertarse su origen. Era una melodía épica, inspiradora pero urgente, que subía y bajaban como la marea.
La marea... la marea estaba empezando a subir en aquella cueva. Ahora cubría los pies de los dos hombres. El espectro llamado Tomás señaló a Mario:
- El camafeo. Debe depositarse en el centro mientras invocáis el poder de la vida sobre él. Debéis mantenerlo entre las manos de ambos para insuflarle el poder.
Mario contempló la joya. Cuando cogió la mano de Ana el camafeo pasó de uno a otro antes de... no quiso pensar en aquello1.
En algún lugar sobre la cabeza de ambos se escuchó un aullido gutural.
La fuga aceleraba su ritmo de forma proporcional.
El agua cubría sus tobillos.
- Moriréis ahogados. ¿No lo comprendéis? ¡Vosotros sois el sacrificio a entregar!
Ambos hombres se volvieron hacia la voz que había dicho aquello. Era la niña-anciana Felisa, que los contemplaba con rostro inexpresivo.
- No la escuchéis. Cree que si nos hace fracasar los Carceleros la recompensara. No comprende las reglas del juego.- afirmó Tomás - El Cancerbero viene en camino... si no realizamos el ritual nada importará ya...
El agua continuaba subiendo de nivel.
[1] Juro que estuve tentado de dejar el camafeo con el cadáver de Ana pero me parecía un crueldad innecesaria prolongar más la partida ;)
- Enrique, si no es el agua, será otra cosa lo que nos mate - Mario pensaba en Ana - No creo que salgamos de aquí con vida.
En contraste, su tono de voz sonaba confiado pero la barbilla le delataba temblando. Agarró la mano derecha de Ricardo, en la izquierda apretaba el camafeo. Juntó ambas esperando que el detective hiciese lo propio.
El agua salpicaba ya sus rodillas. No estaba tan fría como cabría esperar. Lo estaba más - Maldito Teo - Miró hacia abajo y recordó a la criatura que vieron al cruzar el paso hacía un rato - Maldito Teo - Pensó en el e-mail que recibió hace un par de días, pensó en Gloria, pensó en el sabor de las torrijas. No paraban de pasarle fogonazos inconexos por la mente - Maldito Teo - Recordó el momento en el que este le rechazó. Las notas del músico sonaban en su cabeza, la barbilla seguía temblando y sus ojos se humedecían tan rápido como sus pantalones.
Mea culpa, me había hecho a la idea de que Mario tenía el camafeo y Ana el cuchillo...
Ricardo asintió con firmeza. No tenía ninguna intención de abandonar ahora. Hacerlo significaría haber perdido la vida de Ana por nada, haber expuesto la vida de Kamil por nada... haber sufrido por nada.
Una nueva tonadilla le erizó el vello. La humedad, el frío y lo siniestro de la composición musical harían desestabilizar al más recio de los portes pero Ricardo tenía a Mario frente a él y a Kamil vivo junto a ellos. Eso le daba fuerzas y saber que Mario pensaba como él le regocijaba.
Finalmente colocó las manos sobre las de Mario sujetando juntos el camafeo que descansaba en el lugar dispuesto. El detective apretó las manos de Mario tratando de darle confianza. Si algo tenía que ocurrir, ocurriría con ellos juntos, como antaño.
La melodía había aumentado la tensión tonal y estaba próxima a resolverse y con ella, la vida o muerte de los tres amigos.
- ¡Estáis condenandonos a todos! - el rostro de la niña/anciana se contrajo en una terrible mueca.
Las otras voces hacía los coros:
- A todos.
- Nos condenáis.
- A todos...
El espectro de Tomás sonreía. Era difícil interpretar esa sonrisa. Una sombra de duda recorrió a los dos hombres pero ya habían iniciado el ritual. El camafeo, en medio de ambos, flotaba el aire sin que nada lo sujetase. El agua fría alcanzaba ya sus cinturas. Las olas se mecían mientras la tonada que retumbaba por las rocas se aceleraba en un compás endiablado.
Una niebla lo envolvía todo. Las figuras espectrales empezaron a difuminarse. La propia caverna parecía desdibujarse, alejarse de la realidad. Sólo aquel camafeo, imbuido de una magia ritual, mantenía el pacto sagrado de las fuerzas mágicas.
Creyeron escuchar el ruido de rocas derrumbándose mientras el agua que los cubría se agitaba ferozmente. Pero ya nada de todo aquello tenía sentido para Ricardo y Mario. El camafeo lo era todo. Su magia lo era todo. El universo cabía en el reducido espacio de plata que albergaba en su interior. Y de pronto comprendieron muchas cosas. Recordaron. Recordaron un tiempo en el que los hombres eran sus propios dioses y manejaban la realidad a su antojo. Comprendieron las amenazas que acechaban en la sombra, el resentimiento de todas las criaturas que mantenían en servidumbre. Hastiados de su propio poder perdieron la razón para existir. La humanidad se iba apagando. Una luz tras otra. Hasta que el Demiurgo prometió algo mejor: un desafío, un motivo por existir. Le dieron el poder. Aceptaron la Mentira porque, en el fondo, era la única forma de tener un motivo por el cual vivir. Y el Demiurgo usó a los Carceleros para mantener la Mentira. Un lugar en el que los todopoderosos humanos eran despojados de toda su magia y debían subsistir como mortales. Un juego que mantenía la existencia en marcha. Pero nadie se dio cuenta de que, poco a poco, los Carceleros fueron acaparando más poder. Nadie vio como el Demiurgo se iba volviendo displicente, maledecido por su omnipotencia decidió jugar al juego propuesto por los Carceleros. Y esa fue la Primera Traición. Desde aquel momento la Humanidad quedó encerrada en la Mentira.
Sólo algunos lograban, de vez en cuando, arañar las paredes de la Realidad en la que estaban encerrados para ver más allá y recordar los viejos tiempos. Los magos, los hechiceros, las brujas, los dioses olvidados... esos intentaban una y otra vez romper las paredes de la Mentira. Y los Carceleros, obligados por normas más poderosas que ellos, tenían que realizar tratos con ellos. Pero los humanos ya no recordaban las Reglas, mientras que sus guardianes sí. Por eso ningún trato lograba romper las cadenas. No puedes ganar si desconoces el reglamento.
Pero ellos ahora habían recordado. Y con el poder del camafeo sellaban aquel sitio. Una muestra de aquella grandeza. Un brillo cegador. Almas liberadas. Una mano ganada, pero nunca la partida. Nunca la partida...
***
Despertaron sentados en el coche. ¿Había sido un sueño? ¿Una pesadilla? Miraron alrededor. No. Faltaban Ana, Kamil... Y Teo. ¿Todo había sido por nada?
Salieron confundidos del vehículo. Estaban en lo alto de la sima, viendo el pueblo fantasmal de Sanabrás. No había niebla. Eran sólo las ruinas de un viejo pueblo marinero. La casa del indiano seguía allí, igual que el viejo cementerio. ¿Y los demás? ¿Y las almas? ¿Y Teo?
Nos queda una última canción: Pista 05. Cierre.